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lunes, 3 de agosto de 2020

> Doriot y el Partido Popular Francés - Cuando los comunistas pasaban en masa al fascismo (4 de 10) - Trece meses para una mutación



Trece meses para una mutación

Por una parte, Doriot experimentó una sensación de libertad al ser expulsado del PCF, pero por otra, recordó amargamente todo el tiempo, los esfuerzos, las esperanzas y las ilusiones depositadas en sus años como militante del comunismo francés. Contrariamente a lo que han sugerido los escribas oficiales del comunismo, Doriot no abandonó el partido para integrarse en una “liga fascista”, sino que inmediatamente, apenas un mes después de resultar expulsado siguió proponiendo las mismas salidas estratégicas: “una sola clase, un sola CGT, un solo partido”, escribió en L’Émancipation el 7 de julio de 1934. En la práctica, Doriot estaba proponiendo una coalición entre el PCF, los socialistas de la SFIO y los escindidos y expulsados del PCF. A partir de octubre de 1935, transformó su diario en una publicación de difusión nacional con el subtítulo de “Órgano Central de la unidad total de los trabajadores”.

Pero Doriot era el primero en intuir que tal proyecto frentista estaba llamado a fracasar o, en el mejor de los casos, a consolidarse sin él. Conocía perfectamente las tácticas de Stalin que el aparato del PCF no dudaría en emplear contra él: expulsarlo primeramente y luego asumir sin el más mínimo rubor la línea política que había defendido y que le había llevado a ser excluido de la formación. Así ocurrió, en efecto. El mismo día antes de que Thorez oficiara el ritual de la expulsión, el dirigente comunista expresaba exactamente las mismas ideas que habían puesto a Doriot en la picota. Dijo Doriot: “Junto a los proletarios queremos llevar a las clases medias arrancándolas a la demagogia del fascismo. Debemos sumir la defensa de cada reivindicación de las clases medias desde el momento en que no se oponen a los intereses del proletariado”. El giro del partido había sido copernicano y solamente entonces, Doriot podía ser expulsado.

Una vez fuera del PCF, Doriot debía de modificar su discurso si es que pretendía tener alguna audiencia. En el mes de julio de 1934 se manifestó en varias ocasiones en favor de la construcción de “un gran partido de los trabajadores, basado sobre la libertad de tendencias en la disciplina de la acción y en la voluntad de transformación social”. Propuso una alianza entre el proletariado industrial, las clases medias y el campesinado. Unos días después, reprochó al PCF su burocratismo y su subordinación a las exigencias de Moscú, mientras que acusaba a la SFIO de reformismo. Acto seguido, Doriot se preguntó por qué el “partido del proletariado” estaba retrocediendo en toda Europa y por qué el fascismo avanzaba (artículo en L’Émancipation del 21/7/34). Quizás sea, intuye, que los partidos tradicionales ya no sirven. Unos días después, en la edición del 13/10/34 da la respuesta definitiva: “Es necesario construir algo nuevo”.

Doriot sigue siendo comunista y así es reconocido por los militantes comunistas de Saint–Denis que lo siguen sin fisuras en su nueva aventura. Incluso sigue admirando la experiencia soviética tal como manifiesta en su alocución del mitin celebrado en el Teatro Municipal en el aniversario de la Revolución Rusa. Al acabar el mitin, cantan La Internacional puño en alto. Doriot no ha traicionado a la causa que asumió en su juventud. Sigue siendo un militante marxista–leninista. Y, además, sigue siendo alcalde de Saint–Denis.

Su actividad en la primavera es desbordante. Otro gran mitin conmemora la muerte de Lenin y otro más la Comuna de París. El municipio de Saint–Denis organizará una exposición en el Museo Municipal sobre la comuna en los meses de marzo, abril y mayo de 1935 al que asistirán intelectuales y el último de los “comuneros” que todavía vivía, Jean Allemane de 92 años.

Sin embargo, a partir del mes de octubre de 1934, cuando el partido intenta reconstruir la célula de Saint–Denis, en el mitin que seguirá, por primera vez se canta el nuevo himno que da carta de naturaleza a la formación: “En avant Saint–Denis” (Adelante Saint–Denis). La letra sigue siendo la de un partido de izquierda: “Adelante Saint–Denis, adelante | por la unidad revolucionaria | bajo la bandera roja al viento | llevaremos a todos los proletarios | contra el odioso régimen sangriento. | Ante el fascismo que nos amenaza | En nuestras filas está vuestro lugar…”. En ese momento, la escisión no se ha consumado, solamente Doriot ha sido expulsado, pero el resto de militantes de la célula siguen dentro del partido y para reorganizarlos se ha convocado la conferencia. Asiste un delegado del Comité Central que presenta la línea del partido y condena el acto convocado, según él, contra las normas estatutarias, por lo que los acuerdos suscritos en el curso del mismo, no serán reconocidos por el partido y quienes los suscriban correrán el riesgo de ser expulsados como Doriot. Asisten 220 delegados de los que 206 son “doriotistas”. La desproporción de fuerzas y la actitud displicente y orgullosa de los enviados de la dirección es tal, que el sector de Doriot no tiene ningún inconveniente en que tomen la palabra otros dirigentes enviados por el Comité Central.

Además, Doriot dispone también del apoyo de los socialistas locales con los que convoca un mitin en favor de la “unidad de la clase obrera” en el que participan altos dirigentes de la federación socialista de Seine pertenecientes al “ala izquierda” del partido. Otros dirigentes comunistas se agrupan en torno a Doriot, entre ellos los alcaldes de Pierrefitte y Villateneuse. En todas las células de la Banlieu Norte de París aparece una corriente de simpatía hacia Doriot que se entiende pronto por Bobigny, Épinay–sur–Seine, Bagnolet, Ìle Saint–Denis, etc. En todas estas localidades se constituyen grupos de “Amigos de la Unidad Obrera” y comités de difusión de L’Émancipation. La reacción del PCF será, simplemente, histérica: allí en donde los stalinistas han conseguido conservar fuerzas suficientes interrumpen las reuniones, los mítines y las ventas de L’Émancipation. La consigna es: “Doriot no saldrá de Saint–Denis”. El esfuerzo es particularmente en las provincias. En Saint–Denis el PCF opta por excluir solamente a Doriot y más adelante a Barbé y Lebrun, junto con algunas medidas disciplinarias contra algunos dirigentes del sector mayoritario y doriotista.

En el final del otoño de 1934, incluso para los más optimistas dirigentes del PCF está claro que la célula de Saint–Denis ya no responde ni a las orientaciones ni a las consignas del partido. Incluso para distinguirse se hace llamar “célula mayoritaria”, entendiendo que la minoritaria es la que si acepta las orientaciones de la dirección central. A principios de noviembre, el PCF decide crear otra célula en Saint–Denis, pero opta por hacerlo en la vecina localidad de Épinay. Hoy se sabe que Thorez, que estuvo presente en la reunión, debió movilizar a un público ficticio para llenar la sala. En la alocución que dio, Thorez no pudo evitar sacar todo el rencor que había albergado durante años contra Doriot, llegando a afirmar que permitiría el retorno de todo aquel comunista que deseara reincorporarse al PCF, salvo a Doriot a quien no duda en calificar una y otra vez de “traidor”. Éste respondió expulsando a los militantes fieles al PCF del “Comité de Vigilancia Antifascista” de Saint–Denis en el que participaban sus militantes y los socialistas. El hombre del PCF en ese momento en Saint–Denis es Auguste Gillot, un funcionario del partido a cuyas órdenes se ponen varios hombres del aparato central y que ha sido comisionado para recuperar el terreno, llegará a asaltar con efectivos llegados de otras regiones el mitin que el Comité de vigilancia convocó el 12 de febrero de 1935. Gillot, por la fuerza consiguió subirse a la tribuna, pero el canto unánime de la Internacional entonado por los partidarios de Doriot acalló completamente su voz.

Los esfuerzos de Guillot (que mantendrá responsabilidades dentro del PCF hasta su muerte y solamente logrará ser alcalde de Saint–Denis entre 1945 y 1971… con Doriot fusilado) no lograrán dar lustre y esplendor al PCF en la zona. En mayo de 1935 tienen lugar las siguientes elecciones municipales y el PCF no duda en presentar como candidato en la población a Jacques Duclos (otro stalinista que sobrevivirá a la guerra y mantendrá sus responsabilidades en el interior del partido hasta 1975). La derrota de Duclos es abrumadora: 22,8% de los votos contra 56,8% del Partido de Unidad Proletaria bajo el que concurre la lista doriotista. Los socialistas que, finalmente, no se integraron en la candidatura, apenas obtienen un 5,3% quedando completamente fuera de juego. En otras circunscripciones de la zona norte de París, las listas doriotistas también se imponen sobre las del PCF.

Tres días después de las votaciones el gobierno anuncia la firma del pacto franco–soviético. El ministro de Asuntos Exteriores, Pierre Laval (que luego ostentará la jefatura del gobierno con el Mariscal Petain como presidente, bajo la ocupación alemana) viajó a Moscú y se entrevistó con Stalin, tras lo cual se anunció la firma del acuerdo. Doriot escribió en L’Émancipation el 22 de junio de 1935: “Esta alianza entre un Estado proletario y un Estado capitalista es contra natura y pone al Estado proletario, que debía ser la vanguardia del movimiento revolucionario del mundo, a remolque de sus aliados capitalistas”. Más adelante, en el mismo artículo, alude a la “subordinación total y a la domesticación del Partido Comunista y de los demás partidos comunistas a la sección rusa de la Internacional Comunista, las alianzas entre los imperialismos y la URSS aniquilan el papel revolucionario de estos partidos y los transforman en apoyos objetivos del imperialismo”. Detrás de todo ello, lo que Doriot descubre es que se está acercando un nuevo riesgo de guerra en Europa. La alianza franco–soviética es, de hecho, una alianza contra Alemania que contravenía la orientación que Doriot creía era la justa en política exterior: la reconciliación franco–alemana.

Durante el verano de 1935, la municipalidad de Saint–Denis se convertirá en la meca de toda la extrema–izquierda disidente del PCF. Allí encontrarán acogida todos los grupos disidentes: desde los trotskistas y los anarquistas, hasta la revista de Georges Valois, el ex dirigente de Le Faisceau que en ese momento ha retornado a la izquierda y publica la revista Nouvel Âge, o al equipo de la revista Révolution prolétarienne… Todos estos grupos y revistas están de acuerdo en condenar el papel del PCF y reconocer su renuncia a ejercer un papel revolucionario. No coinciden en sus propuestas, pero si en su rechazo generalizado al stalinismo.

Al retornar de las vacaciones veraniegas, en septiembre de 1935, Doriot promueve una campaña contra la sumisión a Moscú demostrada por el PCF. El ataque es inmisericorde: “Hasta a los esclavos más dóciles les gusta presentarse como hombres libres”. En los días siguientes revelará muchos episodios que conocía directamente sobre el funcionamiento del Komintern y los límites a la autonomía y libertad de los partidos comunistas. Nadie duda en esos momentos que Doriot sigue siendo un militantes de izquierdas, un marxista convencido y en tanto que tal participará en la primera manifestación del 14 de julio de 1935 que dará nacimiento al Frente Popular. Pero el PCF se preocupará de presionar sobre los socialistas para desembarazarse de la presencia de Doriot. El 14 de noviembre de 1935 será excluido oficialmente del Frente Popular. Muchos de los apoyos que había tenido Doriot en la extrema–izquierda le abandonan y las grandes firmas del comunismo internacional que hasta ese momento habían enviado artículos a L’Émancipation, entre ellas la del italiano Pietro Nenni, desaparecen para siempre. Solamente siguen colaborando con él miembros de la izquierda pacifista. Su radio de acción de ha reducido bruscamente a la municipalidad de Saint–Denis.

En el verano de 1935 se produce la invasión italiana de Etiopía y las protestas desencadenadas especialmente por la iniciativa del Reino Unido. L’Émancipation denuncia la acción fascista en Italia como una muesta de imperialismo, pero al mismo tiempo, en un mitin convocado para el 26 de octubre, alude a que esta guerra “no es solo una operación fascista, sino la reivindicación de un gran país prolífico al que su tierra ya no puede alimentar”. Doriot en ese momento parece aceptar la teoría de Corradini sobre el derecho de las “naciones proletarias” (Alemania e Italia) a construir imperios con los mismos derechos que las “naciones burguesas” (Francia y el Reino Unido). Así pues, no se trataba de enzarzarse en una guerra contra el “pueblo italiano”, sino que había que optar por la “conciliación” y, en cualquier caso impedir que Francia se colocara nuevamente a remolque del Reino Unido capaz de transformar un “pequeño conflicto colonial en una gran guerra, primero en el Mediterráneo y luego en todo el mundo. Los puntos de vista de Doriot sobre la política exterior francesa en ese momento no son muy diferentes a las que había defendido en sus últimos años de militancia en el PCF:
1.– Necesidad de una reaproximación franco–alemana.
2.– Esta reaproximación deberá cristalizar en un Pacto de No–Agresión entre ambos países.
3.– Reservas y desconfianzas respecto al Reino Unido y crítica a su sistema colonial.
4.– Denuncia de la alianza franco–soviética.

Hitler en aquel momento había propuesto algo parecido al punto 2 tras la remilitarización de Renania en marzo de 1936 y consolidar el punto 1. En cuanto al punto 3 lo argumentaba diciendo que Inglaterra tenía dos pesos y dos medidas, una para tratar de mantener su posición de primera potencia comercial mundial gracias a sus colonias y otra para evitar que cualquier otro país pudiera rivalizar con ella. En cuanto al punto 4, cuando se vote en el parlamento francés la ratificación de los acuerdos Laval–Stalin, Doriot votará en contra. No ha habido ninguna variación sustancial respecto a las posiciones que el alcalde de Saint–Denis había defendido en el pasado. Esta persistencia en sus ideas se trasluce en la cabecera de L’Émancipation que sigue ostentando la hoz y el martillo en la portada y por los cantos de La Internacional y del Saint–Denis en avant! que se repiten en los mítines. Sigue siendo comunista y lo seguirá siendo cuando se convoquen las nuevas elecciones generales en 1936.
En esa ocasión, el PCF que ha invertido millones de francos y docenas de “hombres del aparato” en resucitar su desgraciada célula de Saint–Denis. En esta ocasión, el candidato comunista en la zona es Fernand Grenier, secretario general de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética. Durante la pre–campaña, en Moscú, Stalin concede una entrevista a un diario norteamericano en la que reafirma que no tiene intención de desencadenar una “revolución mundial”. Doriot coge el argumento de Stalin y lo utiliza para su propaganda contra Grenier y la candidatura comunista. Éste, por su parte, se beneficia del impulso que en ese momento tiene el Frente Popular en toda Francia. De hecho, la candidatura nacional de este Frente logrará la victoria… pero no en Saint–Denis en donde será batida por Doriot en la segunda vuelta por 51,4% de votos contra 48,3% obtenidos por el candidato del PCF.
Ocho semanas después de las elecciones Doriot crea el Partido Popular Francés. Obviamente, esta formación tiene como eje central a la “célula mayoritaria” de Saint–Denis, pero también agrupa a lo que podría llamarse “disidentes” de derechas e izquierdas. No hay que olvidar que el proceso que ha llevado a la expulsión de un conocido líder del PCF y de la Internacional, ha convertido a Doriot en un personaje extremadamente conocido –e incluso popular– en todo el país. Siempre ha hecho gala de hablar claro, le precede fama de honestidad y de valor, no en vano se ha opuesto a Stalin y al stalinismo y eso indica fortaleza en sus convicciones, valor y decisión  la hora de llevarlos a la práctica. Nadie duda –salvo el aparato de su antiguo partido- de la pureza de sus intenciones y de su sinceridad como revolucionario. Esto ha hecho que la alcaldía de Saint–Denis se convirtiera en una especie de lugar obligado de visita para todos aquellos que de alguna manera disienten de las formaciones políticas clásicas.

Uno de estos visitantes es Paul Marion. Otro será Gaston Bergery. El escritor Bertrand de Jouvenel o Alfred Fabre Luce, como también Denis de Rougemont y, por supuesto Marcel Déat, departirán habitualmente con Doriot en los meses previos a la formación del PPF, hasta el punto de que puede decirse que el nuevo partido recogerá parte de las propuestas e intenciones de todos ellos e incluso contará, de una forma u otra, en las bases militantes, en la redacción de sus periódicos, asociados a sus iniciativas o como simpatizantes, a la mayor parte de todos ellos. Algunos, como Marion, son antiguos comunistas, pero la mayoría proceden de otros ambientes políticos. Hay entre ellos muchos “no conformistas” (Reougemont, por ejemplo, que colabora con Robert Aron y el equipo de L’Ordre Nouveau, o Fabre Luce que trabaja con el Grupo Planista del 9 de julio fundado en 1934 por Jules Monains). Bertrand de Jouvenel, próximo también a los no-conformistas, procede del Partido Radical, pero lanzará en aqullos momentos la revista La Lutte des Jeunes  ubicada entre los “no conformistas”.

Marion, por su parte, había ingresado en el PCF en 1922 escalando rápidamente en el Comité Central y desempeñando en 1926 el cargo de secretario de Agit-Prop. Como Doriot fue miembro activo del Komintern, adscrito al buró de Propaganda con sede en Moscú. El stalinismo le decepcionó en la misma época en la que el alcalde Saint-Denis conoció los primeros problemas con la dirección. Marion, abandonó el PCF antes de que lo expulsaran y se unión a la SFIO, luego a los socialistas republicanos y, finalmente, entrando en contacto con los neo-socialistas de la revista Notre Temps. Ingresará en 1936 en el PPF y asumirá hasta el final de la guerra la dirección de L’Émancipation National.

Gaston Bergery, otro disidente, héroe de guerra en el frente del Marne en 1915, colaborará con el Partido Radical y será director de gabinete del ministro de exteriores Édouard Henriot. Dentro de esta formación se situará en su ala izquierda y defenderá posiciones en política exterior muy parecidas a las de Doriot: renuncia al cobro de las indemnizaciones de guerra, política de paz, desarme y mano tendida a Alemania. Se convertirá en un disidente cuando en 1932 rompa con el Partido Radical tras el rechazo de Herriot para aproximarse a los socialistas tal como proponía Bergery. Fundó el Frente Común contra el Fascismo, contra la guerra y por la justicia social a finales de 1933 que solamente conseguirá atraer al grupo Tercera Fuerza de Georges Izard (la parte política del grupo personalista dirigido por Mounier, formado en torno a la revista Esprit), con el que se fusionará adoptando el nombre de Partido Frentista (para distinguirse del Frente Popular) que conseguirá dos diputados en las elecciones legislativas de 1936. Pero en 1934, Bergery, en su búsqueda de alianzas con disidentes y no conformistas llega a Saint-Denis y trata de integrar a Doriot en su iniciativa. No lo conseguirá pero de la relación entre ambos surgirán puntos en común que Doriot desarrollará. A decir verdad, cuando Bergery se aproxime al Frente Popular y para ello cese en sus ataques al PCF, Doriot descubre en él a un oportunista en el que no se puede confiar.

Finamente, la relación con Marcel Déat, a pesar de los puntos en común entre ambos, tampoco fue muy lejos. Déat desconfiaba del antiguo bolchevique y consideraba que Doriot nunca había abandonado los métodos aprendidos en Moscú. Doriot, por su parte, veía en el antiguo socialista, devenido neo-socialista, a un intelectual pequeño-burgués. Ambos eran disidentes el primera de la Tercera Internacional y Déat de la Segunda, eran dos caracteres diferentes, procedentes de dos mundos completamente distintos. Sus encuentros sirvieron solamente para dejar constancia de que existían entre ellos territorios comunes pero que no eran lo suficientemente intensos como para salvar los recelos que ambos tenían recíprocamente.

Doriot, Déat, Bergery, Jouvenel, no consiguieron entenderse, a diferencia de Marion y de otros como Drieu la Rochelle que se integraron en el PPF. Que no se trató de diferencias momentáneas, sino de impedimentos que clavaban sus raíces en las suspicacias mutuas entre ambos, lo da el hecho de que tras la ocupación de Francia y tras el establecimiento del gobierno de Vichy, si bien todos ellos disfrutaron de una privilegiada posición política, nunca consiguieron ponerse de acuerdo y trabajar en la formación del “partido único”.

En cualquier caso, las relaciones de Doriot con todos estos intelectuales y personajes políticos disidentes le aportaron mucho. Hasta ese momento, Doriot tenía una sólida formación como “hombre del aparato” comunista, pero a partir de aquellos meses consiguió ampliar sus horizontes políticos y entrever que, más allá de la derecha y de la izquierda, existía un espacio para la disidencia. Ese espacio fue el que se propuso conquistar el PPF.