> ANTISEMITISMO DURANTE LA SEGUNDA REPÚBLICA
La República
llegó en un momento de crisis nacional en el que la pusilanimidad del
Rey, mucho más que el resultado de las elecciones municipales de 1931, creó uno
de esos puntos de inflexión en la Historia en los que, acaba un ciclo y,
aparentemente, empieza otro. Nada nuevo, en realidad. El ciclo de la
decadencia española seguía y las primeras quemas de conventos a poco de
proclamarse el nuevo régimen fueron el primer signo de alarma –junto al balcón
de la Plaza de San Jaime en Barcelona desde el que Companys proclamó la
República Catalana– de que aquello terminaría mal. Cuando momentáneamente
se calmaron los ánimos y se apagaron los fuegos, la derecha empezó a pensar que
todo aquello no había sido casual y que detrás de los incendios y de la
República estaba la masonería.
Eran los tiempos en los que, desde Francia,
Monseñor Jouin, publicaba mensualmente su Revista de las Sectas y de las
Sociedades Secretas, inspirado en el mismo conspiracionismo derivado
del Abate Barruel [1]. Estas publicaciones llegaban puntualmente a los
medios católicos ultramontanos que redoblaban así su convicción de que la
masonería (y la “secta de los judíos”) estaban detrás de todo. Por otra parte,
los títulos de nobleza del Conde León de Poncins eran suficientes como
para que sus obras sobre las “fuerzas secretas” [2], los Protocolos de
los Sabios de Sión [3], y los judíos [4], estuvieran en un idioma
accesible que conocían la mayor parte de las clases altas de la sociedad de la
época y particularmente la nobleza. De ahí que en 1931 el terreno estaba ya
preparado para una nueva oleada de antisemitismo que cada día parecía encontrar
razones para confirmar la veracidad de sus tesis y justificar su pesimismo.
La diferencia entre
el antisemitismo exclusivamente cristiano y las tesis del Señor De Poncins es
que, para él, el judaísmo no es solamente una “raza”, sino también y sobre todo
un “espíritu”. El judaísmo había sabido transferir su espíritu a la masonería
para que ésta operara las revoluciones liberales que, a fin de cuentas, le
beneficiaban. Y otro tanto habría hecho posteriormente con el comunismo. Todos
estos autores se hacían eco de los datos apuntados por Henry Ford [5]
sobre la financiación de banqueros judío–americanos a la Revolución bolchevique
y sobre la abundancia de judíos entre las primeras direcciones bolcheviques…
por lo tanto, no podía tratarse de una casualidad: existía una conspiración
judía que abarcaba también al bolchevismo. Poncins –dato importante que
Franco recogerá más tarde– distingue también entre el judío sefardí, “místico
y apasionado, del azkenazí, frío, intrigante y sin escrúpulos” [6].
En
cuanto a los Protocolos, solamente Monseñor Jouin apuesta por su
“autenticidad”, cuestión en la que el Conde De Poncins prefiere no entrar:
simplemente le basta con cotejar sus parágrafos con la realidad para sentenciar
que “se cumplen”. Y, para colmo, existen dentro de las figuras de la
República notorios apellidos conversos con lo que el círculo se cierra: la
República, traída por la masonería, en realidad, lo que está facilitando es el
advenimiento del comunismo y, todo ello, es una maniobra en la que el judaísmo
tira de los hilos. Tal es la hipótesis con la que se mueve un sector amplio de
la derecha católica, cuya densidad va creciendo a medida que se desplaza la
mirada hacia la extrema–derecha, una parte de la cual no duda en absoluto de la
veracidad de Los Protocolos [7].
El triunfo del Frente Popular en
las elecciones de 1936 y el asesinato de Calvo Sotelo, son los síntomas del
próximo “asalto al Palacio de Invierno” y de la insurrección comunista.
Y entonces el ejército y los “sectores sanos” de la sociedad, se
anticipan y golpean el 18 de julio. Entre estos “sectores sanos”
figuran todos los antisemitas de la época que colaborarán activamente en el
Movimiento Nacional.
Ciertamente, los
nuevos dirigentes republicanos, contribuyeron a echar leña al fuego: se sabe
que el presidente Alcalá Zamora y sus ministros Maura y Lerroux (miembro de la
masonería) declararon a la prensa hebrea que los judíos podían venir libremente
a España, como efecto de la plena libertad religiosa [8]. Fernando de los
Ríos en las Cortes y Américo Castro, embajador en Berlín, achacaron
expresamente el pasado antisemitismo a la intolerancia religiosa y el segundo,
en la sinagoga judía de Tetuán, declaró estar “como en su casa”.
El artículo
23 de la Constitución aludió a que se facilitaría el acceso a la nacionalidad a
“las personas de origen español que residan en el extranjero”, en clara alusión
a los sefardíes. Lo judío estaba de moda [9]. Más adelante, las autoridades
republicanas protestarían contra el antisemitismo del III Reich y recibirán
como un héroe a Albert Einstein (quien, por lo demás, estudió durante un
momento instalarse en España, pero a la vista de la agitación política que
percibió, prefirió marchar apresuradamente a EEUU.
La masonería
española era en 1931 mucho más fuerte que en la actualidad. Y, sobre todo,
mucho más influyente. Sobre el territorio nacional existían 167 logias, con
5.000 miembros, muchos de ellos, líderes republicanos, nacionalistas y
socialistas. En el primer gobierno provisional, había “al menos” 6
masones y podemos multiplicar por 10 la lista de altos cargos que también lo
era. El presidente Azaña ingresó en 1932 y Companys lo era desde mucho antes,
como 130 diputados de las Cortes y 21 generales [10].
Fue en este
contexto nacional (nuevo régimen en el que la masonería ocupaba un lugar
preeminente y en el que había aparecido la “moda de lo judío”) e internacional
(recrudecimiento del antisemitismo en Francia, Alemania y especialmente en
Polonia y publicaciones de obras antisemitas en Francia leídas en España), en
el que cristalizó el nuevo antisemitismo español.
Primeramente,
aparecieron libros que de manera deslavazada denunciaban el “contubernio” judeo–masónico,
escritos por autores que poco tenían que ver con la derecha clásica. Dos llaman
particularmente la atención, uno de ellos Juan Machimbarrena Aguirrebengoa,
presidente del Partido Republicano Federal de Guipúzcoa en 1931 y de cuya
biografía publicada por la Eusko Entzilopedia ha desaparecido cualquier
referencia al tema [11]; el otro es el exótico Segismundo Pey [12],
hombre de proverbiales bandazos a un lado y otro.
Machimbarrena
era un conocido ingeniero de caminos que tras la guerra ocupó varios cargos en
el Ministerio de Obras Públicas, publicaría un curioso libro titulado El
Oro. El Socialismo. Los judíos [13], en el que defendía un capitalismo “liberado
de los sindicatos y de la intervención estatal”, dentro del régimen
republicano (que era, finalmente, al que defendía) y denunciaba que la
crisis mundial que había estallado en 1929 había sido provocada por la “tenaza
judía” formada por la “gran finanza internacional” y los “grandes trusts” y,
por otra, por el socialismo. Anticomunista, lamentaba que en la URSS
gobernasen solamente los judíos y que éstos hubieran emprendido una cruzada
contra la familia, las naciones y el cristianismo.
En los años siguientes,
Machimbarrena no volvería sobre estas tesis y se limitaría a ser un hombre de
derechas, un guipuzcoano que logró la confianza de las autoridades del
Ministerio de Obras Públicas que le destinaron a altas responsabilidades
técnicas. Al llegar la democracia, las nuevas autoridades autonómicas, optaron
por minimizar la colaboración de las élites regionales con el antiguo régimen,
y especialmente a borrar huellas de antisemitismo, así que, en las biografías
aparecidas en esos medios, no se hace ninguna referencia a su más que notorio
antisemitismo y haya que entrar en el catálogo de la Biblioteca Nacional para
ver el Registo 3/90522 de su libro depositado en la Sede de Recoletos.
En cuanto a
Segismundo Pey, su caso aún más anómalo. Catalán “de soca i arrels”,
ingresó en el seminario de Vich, verdadera fábrica de integrismos en la primera
mitad del siglo XX, y figuró como un cura integrista del que se decía que tenía
“gran predicamento entre los carlistas”. Un conflicto con sus superiores a raíz
de uno de sus artículos no aceptados en la revista tradicionalista El Urbión,
inflamó en él un odio cerval hacia los jesuitas que, a partir de entonces,
constituyeron la obsesión de su vida. Dedicó varias obras a denunciarlos a
ellos y a su presunta complicidad con el judaísmo y luego, deslizándose por la
pendiente de Leo Taxil, cuando le faltó material, optó por la novela erótico–pornográfica–antijesuítica.
En esta vertiente destacó con dos títulos: Sor Sicalipsis [14] y El
pecado de sor Rafaela [15]. La segunda generó menos escándalo del que
imaginaba el autor, pero la primera edición de la otra fue fulminantemente
secuestrada por la Dictadura de Primo de Rivera, en 1924. Secularizado, se casó
y terminó integrándose en la masonería barcelonesa siendo Gran Maestre
de la Logia Ruiz Zorrilla caracterizada por su anticlericalismo extremo [16].
Pero, ni aún en esa época, dejó de ser antisemita y en sus libros escritos
en ese período sostenía que la Orden de los Jesuitas había sido creada
directamente por los judíos [17]. Se saben pocos datos personales sobre
este autor, incluidas sus fechas de nacimiento y muerte y su peripecia en la
Guerra Civil.
Hubo otros más
discretos, autores de un solo libro (Ferrari Billoch, autor de La
masonería al desnudo [18]), Carmen Velacoracho [19] (editora de la revista
femenina Aspiraciones de línea católica tradicionalista y con muchos artículos
antisemitas). Ferrari Billoch fue colaborador de Informaciones, un
paradójico diario madrileño propiedad del financiero Juan March, dirigido por
Juan Pujol, cuya línea tenía mucho de antisemita y pro–nazi a pesar del origen
étnico del magnate. En cuanto a Carmen Velacoracho, la paradoja estriba en
que fue una de las iniciadoras del feminismo en España, creadora del Partido
Feminista en 1918, pero se fue deslizando hacia el fascismo y que merece un
estudio pormenorizado.
> Una mención específica al padre Tusquets
De todas formas,
todos estos autores, suponían poco al lado de la obra que en los escasos años
de la República desarrolló el Padre Tusquets, un eclesiástico que después de
la Guerra Civil supo reinventarse a sí mismo y abjurar de aquello que había
defendido años antes. Su madre era Teresa Terrats i Milà (la rama Milà era,
según cuenta él mismo interesado, la más “españolista” de la familia [20]).
Para situar al
padre Tusquets hay que decir que de él nos ha dado algunas pinceladas su
bienamada sobrina, la editora Esther Tusquets [21]. Escribe por ejemplo, para
situar el marco familiar:
“el reverendo Juan Tusquets, luego monseñor Tusquets, que vivía con Abuelita y era una especie de jefe espiritual de la encopetada, empobrecida y ultraconservadora familia Tusquets, había librado en sus escritos una feroz batalla contra marxistas, judíos y masones, había estado en contacto con los militares amotinados antes de iniciarse la Guerra Civil, había tenido, en Burgos, relaciones personales con Franco, y había creado allí una editorial de libros religiosos. Me preguntaba alguna vez qué peregrina ocurrencia le habría inducido a dedicar su tiempo y sus esfuerzos, en plena Guerra Civil —cuando se luchaba en todos los frentes, la gente moría a mansalva y había sin duda cometidos más urgentes—, a una empresa de este tipo. Tal vez temiera que, tras las nefastas enseñanzas ateas y librepensadoras, fuera apremiante ofrecer a los jóvenes unos textos edificantes que les devolvieran a fe de sus mayores, a la España portadora de valores eternos, y pusieran feliz término a tan pecaminoso y peligroso dislate, fruto sin duda del contubernio judeo–masónico–marxista...” [22].
Y un poco más adelante da otro brochazo:
“Me sorprendió saber que mi abuelo banquero podía ser —era, según Preston— judío, pero lo realmente interesante fue descubrir que el origen de Lumen no era una editorial de textos religiosos, sino una editorial llamada inicialmente Ediciones Antisectarias, que contó con la colaboración de Serrano Suñer, fue financiada en parte por el cuartel general de Franco y tenía entre sus objetivos la propaganda franquista y antisemita. Al terminar la guerra, fue trasladada a Barcelona y supongo que cambió su nombre por el de Editorial Lumen”.
¿A qué “Ediciones Antisectarias” se refiere Esther? La
historia es larga, complicada y con un punto atrabiliario.
Miembro de una
vieja familia, al parecer con sangre judía, Juan Tusquets i Terrats, nació en
1901. Hay que deducir que, si Esther Tusquets habla de un “abuelo banquero
judío”, sin decir si era por parte de padre o de madre, el que luego sería
notorio antisemita, Juan Tusquets, debía de pertenecer, en cualquier caso, a la
generación posterior al ignoto banquero y a la inmediatamente anterior a la
conocida y mundana editora. Ingresó en el seminario, cuando había asumido el
ideal catalanista [23]. Después de una estancia en Lovaina, tras ser ordenado
sacerdote en 1926, dará clases en el Seminario Conciliar de Barcelona.
En 1927
publica El Teosofisme [24], presentado como estudio realizado por
él, a pesar de que no es nada más que una traducción–resumen del libro de René
Guénon, del mismo título [25]. El libro,
publicado en catalán fue bien aceptado por la opinión pública (en Barcelona
existía, próximo al catalanismo político y al modernismo cultural, una librería,
una editorial y distintos círculos teosóficos) y, a partir de ahí, el Padre
Tusquets se empezó a interesar por las sectas. Era inevitable que, antes o
después, llegara a la masonería. Sin embargo, su interés fue de ida y
vuelta. Apareció justo después de publicar El Teosofisme, llegó a
su clímax en 1936–39, para desaparecer luego bruscamente. La primera etapa
coincide con la dictadura de Primo de Rivera, el clímax con la República y la
Guerra Civil y el reflujo se inicia inmediatamente comenzada la postguerra.
En la primera
etapa, la idea dominante es la de la Iglesia en peligro que debe soportar
las acometidas de las sectas. En esa época, como otros muchos, queda
impresionado por la lectura de Los Protocolos de los Sabios de Sión
(publicados en España en 1927) y desde ese momento sostiene la idea de que
la masonería, el socialismo y el comunismo con hijos del judaísmo que es, a la
postre, quien mueve los hilos: “El judaísmo, con su primogénita, la
masonería, extendieron redes perturbadoras por todos los ámbitos del Estado”
[26]. Y algunos fragmentos denotan cierta manía persecutoria: “… si algo
desagradable me aconteciera, acháquelo el lector a las organizaciones secretas
y afírmese en la decisión de combatirlas” [27]. En esta obra, uno de los
pocos políticos que sale beneficiado es Francisco Cambó, el líder de la Lliga
de Catalunya, frente a un Francisco Maciá, del que dice que esta “subvencionado
por el comunismo soviético” y que es masón y separatista. Cambó, por
cierto, era amigo de la familia Tusquets.
También este fue
un libro polémico al que seguiría la aparición del primer número de la revista Las
Sectas aparecido el 20 de marzo de 1932. Es evidente que Tusquets
tenía en mente publicar al parecido a lo que estaba haciendo Monseñor Jouin en
Francia con su Revista Internacional de las Sectas y de las Sociedades
Secretas. Tusquets figurará como director de la revista y Joaquín Guía,
presbítero, como su secretario. El editor será José Vilamala que publicará
todas las obras de Tusquets hasta estallar la guerra civil. Revista de carácter
trimestral, cada número tendrá 100 páginas con un formato 14x22 cm y la
suscripción anual costará 14 pesetas. Una parte importante de los artículos
estará consagrada a la evolución de los acontecimientos en España y a la actitud
de las “sectas” en ese momento en nuestro país. Leyéndola, el lector se hacía a
la idea de que “Entre 1931 y 1933, España fue completamente gobernada por
la francmasonería, y de forma más específica, aún, por la masonería judaica”
[28].
En varias ocasiones,
Tusquets se preocupa de negar que su antisemitismo pudiera ser considerado
racista “… pero hay un abismo entre sentir por los judíos entrañable
caridad o aprobar la explotación de nuestro país”. Todos los colaboradores
procedían del integrismo católico. En esa época, Tusquets colaboraba también
con El Correo Catalán, el diario carlista de Barcelona y con la revista Cuadernos
de Información, otra iniciativa antisectaria orientada contra la masonería.
Parece ser que aparecieron 16 números de la revista, si bien los dos últimos
apenas tuvieron difusión a causa de la rarificación del ambiente político. ¿Los
títulos? Elocuentes: Los poderes ocultos de España, los Protocolos y su
aplicación a España, infiltraciones masónicas en el catalanismo, el señor Maciá
¿es masón?, las religiones en China, el comunismo en España, las sectas
orientales en Occidente, Organización y propaganda comunista en España, Ortega
y Gasset, propulsor del sectarismo intelectual, la cruz svástica, estragos del
comunismo en Hungría, la masonería descrita por un grado 33, el espiritismo y
sus relaciones con la masonería, la dictadura masónica en España, secretos de
la política española y, finalmente, en 1935, el número 14 dedicado íntegramente
al judaísmo [29]. El último número, el 15, que no llegó a distribuirse estaba
dedicado a “los sin Dios en Rusia”, era doble y tenía 200 páginas.
Al estallar la
guerra civil, el mismo 18 de julio fueron asesinados dos de sus hermanos, su
cuñado lo fue poco después y su colaborador más próximo, el padre Guiu, lo
sería en 1939. Después de refugiarse en varios domicilios, un “escamot”
(grupo paramilitar independentista) consiguió salvar la vida. Poco después, con
un pasaporte portugués, obtenido por el hermano de su cuñado, consiguió llegar
a Génova y luego regresar a España estableciéndose en Salamanca y Burgos. Nombrado
alférez colaboró con la prensa y propaganda franquista y tuvo ocasión de
conocer a Franco y ser su confesor y sacerdote suplente. También sería
preceptor de la hija de Franco, Carmen Franco Polo.
Durante su estancia en Burgos, seguramente resentido por el asesinato de sus hermanos y de otros miembros de la familia, atribuyó toda la responsabilidad a la masonería judía. Y se lanza a la tarea de aportar su granito de arena en la lucha antimasónica iniciada por el régimen: elabora una lista “de 80.000 sospechosos de pertenecer a la masonería, que sirvió para los juicios posteriores”. Desde Burgos tuvo la oportunidad de reanudar su tarea editorial fundando las Ediciones Antisectarias (que luego darían origen a la Editorial Lumen, cuando su etapa antisemita quedaba atrás).
El primer volumen publicado por esta
editorial sería el texto de uno de los muchos discursos que pronunció en aquel
período ante un pública casi completamente carlista. Se publicaron una decena
de títulos: entre ellos uno de la pluma del Barón de Santa Clara, titulado El
judaísmo [30], siendo el resto dedicados al “terror rojo” y a cómo se
había llegado hasta allí: La francmasonería, crimen de lesa patria,
Historia de la masonería española, La masonería y la pérdida de las colonias,
Vida política de un grado 33, Masonería y separatismo, etc. También
publicó algunos libros con el mismo sello editorial, del cual el más conocido
es Masones y pacifistas, escrito por él mismo y prologado por
el yerno de Franco, Ramón Serrano Suñer.
Y esto era importante porque, en este libro se incluye un intercambio
epistolar de Tusquets a Giménez Caballero en el que aquel le dice: “Después
del Movimiento Nacional me he sentido más acompañado que nunca. Escribo por
indicaciones de la jerarquía eclesiástica. El Generalísimo aprueba mis
campañas. Las ha respaldado el ministro Serrano Suñer”.
Pero tiene
razón Eduardo Connolly cuando percibe cierta atenuación en sus posiciones [31]:
en efecto, Tusquets, el hombre que había elaborado un listado de 80.000
masones, empieza a pensar que muchos de ellos eran pobres infelices,
equivocados, engañados o simplemente estafados en su candor e ingenuidad:
“No importa. Por rojo que haya sido, por mucho que nos repugne su petulancia, por mezquindades que sospechemos, si hay una luz en su mirada y un palpitar en su pecho español, si una canción de cuna le conmueve y un canto de guerra le estremece, es nuestro hombre”.
Claro está que otros son irrecuperables:
“Los demás –falsos conversos, gente maquiavélica, separatistas encallecidos, banca judaica, complotistas inveterados, demagogos de baratillo, necios con pretensiones, cultos sin ideas eternas, eruditos sin alma, católicos sin Iglesia, herejes de la carne y de la sangre, no interesan. Sobre ellos gravitará, serena, pero inexorable, la política del nuevo Estado”.
Así
pues, del listado de 80.000, muchos eran, pobres diablos y solo otros eran
verdaderamente responsables. Efectivamente, da la sensación de que Tusquets
empezaba a desandar lo andado.
Cuando pocos
años antes de su muerte, le pregunten por aquel período, se definirá como
monárquico alfonsino (no carlista) y a la pregunta de por qué no hizo
ninguna investigación más sobre los masones, respondió escuetamente que “Me
propuse no hablar más una vez acabada la guerra. Ya no hacía falta, porque
aquello había sido un paréntesis en mi vida”… Nada más. Respuesta
ampliamente insatisfactoria… porque el propio Franco y otros consideraban que
la victoria del 1º de abril de 1939, era solamente una batalla ganada, pero no
la guerra contra la masonería.
De todas formas, es significativo que
Tusquets opte por desviar la atención hacia su propaganda antinazi:
explica, por ejemplo, que escribió en El Correo Catalán que existían “dos
masonerías: la de tipo racista, de es la de la cruz gamada, y la del
triángulo”, añadiendo que con ello quería alejar la tentación nazi
que planeaba sobre los jóvenes falangistas. Nunca más volvió a escribir sobre
la masonería ni el judaísmo y a partir de 1940 se dedicó a su tarea de pedagogo
hasta su jubilación. Moriría en 1998 a la provecta edad de 97 años.
Tusquets,
descendiente de un banquero judío… confesor y miembros del círculo íntimo de
Franco. Es inevitable suponer que, en sus conversaciones privadas con Franco,
este tema había salido a la superficie y quizás confirmara a Franco en algunas
de sus opiniones sobre la materia, como veremos a continuación. Tusquets, de
todas formas recuerda aquella famosa frase de Céline: “Si en Francia
apareciera una liga antisemita, el presidente, el secretario y el tesorero,
serían judíos”…
NOTAS
[1] Cfr. Abate Barruel, el padre de todas las
conspiraciones. Ernesto Milá, Revista de Historia del Fascismo, nº 4, págs.
20–41
[2] Les Forces secrètes De La Révolution,
Brossard, París 1928 y La Franc–maçonnerie, puissance occulte, Brossard,
París 1932. La Dictature des puissances occultes, La Franc–maçonnerie
d'après ses documents secrets, Beauchesne et Fils éditeurs, París 1934.
[3] Les Protocoles des sages de Sion,
Editorial Grasset, París 1921.La introducción y los comentarios son del Señor
De Poncins.
[4] Les Juifs, maîtres du monde, Brossard,
París 1932 y La Mystérieuse internationale juive, Brossard, París 1936..
[5] Cfr. El judío internacional, Henry
Ford, Editorial Mateu, Barcelona, 1961, pág. 245 y sigs.
[6] Cfr. Les Juifs… op. cit., pág. 149 y
sigs.
[7] Un siglo de los Protocolos de los Sabios de
Sión. Un clásico del antisemitismo, Ernesto Milá, Revista de Historia del
Fascismo, pág. 4–85.
Antisemitismo en España, op. cit., pág. 306.
[8] Idem.
[9] Estos datos
se repiten en muchas fuentes. Habitualmente, las proclives a las tesis
antisemitas y antimasónicas tienden a duplicar (o poco menos) estos efectivos.
Por nuestra parte, hemos optado por las dadas por Álvarez Chillida (op. cit.,
pág. 307).
[10] Cfr.
http://www.euskomedia.org/aunamendi/90695
[11] Una sucinta biografía en la que se contornea
su antisemitismo puede encontrarse en
http://es.wikipedia.org/wiki/Segismundo_Pey_Ordeix
[12] El Oro. El socialismo. Los judíos,
Juan Marrimbarrena, Nueva Editorial, San Sebastián 1932.
[13] Sor Sicalipsis, Segismundo Pey Ordeix,
Editorial Maucci, Barcelona, 1931
[14] El pecado de Sor Rafaela, Segismundo Pey
Ordeix, El Libro Popular, Madrid, 1914.
[15] Antisemitismo en España… op. cit., pág.
309.
[16] Expuso esta tesis primeramente en Historia
crítica de San Ignacio de Loyola (Imp. Antonio Marzo, Madrid 1914–16) y
ampliada luego en Patología nacional. Jesuitas y judíos ante la República
(Editorial Maucci, Barcelona 1932).
[17] La masonería al desnudo: las logias
desenmascaradas, Ferrari Billoch, Ediciones Españolas, Madrid 1939 (3ª
Edición), Entre masones y marxistas (confesiones de un Rosa–Cruz),
Ediciones Españolas, Madrid, 1939, 3ª Edición.
[18] Es autora, además, de dos libros
extremadamente favorables a los biografiados: Mussolini y Hitler. Dos
hombres, Ed. Aspiraciones, Madrid 1943 y Adolf Hitler, un caudillo,
Imp. Europa, Madrid, 1943.
[19] Capellans en temps de Franco: històries de
12 ancians que han fet historia, Joan Subirà i Rocamora, Ed. Mediterrània,
Barcelona 1996.
[20] Memorias de una vieja dama indigna (Segunda
parte de Habíamos ganado la guerra), Esther Tusquets, e–book, especialmente
págs. 24, 27, 70, 72
[21] Op. cit., pág. 70–71
[22] Una parte de los datos biográficos sobre el
Padre Tusquets la extraemos del artículo de Eduardo Connolly, El Padre
Tusquets: olvidando el pasado, Hibris, revista de bibliofilia, nº 35,
septiembre–octubre 2006, págs. 19–35.
[23] El Teosofisme, Prev. Joan Tusquets,
Edicions de la Nova Revista, Librería Catalonia, Barcelona, 1927. Al año
siguiente apareció la edición castellana. El libro fue prologado por el Padre
Miquel d’Esplugues, uno de los consejeros áulicos de los primeros dirigentes
del nacionalismo catalán, con lo que están claras las preferencias políticas
del Padre Tusquets en esa época. Con posterioridad, el propio Tusquets evitará
referirse a esta obra por obvias razones a pesar de que en su momento alardeó
de que le había sido encargada por el Cardenal Vidal i Barraquer.
[24] El libro de Guénon, originariamente titulado Le
Théosophisme, Histoire d’une pseudo–religion, había sido publicado en en
1921 (Nouvelle Librairie Nationale, París) y no contó hasta los años 60 con una
traducción al castellano (Editorial Huemul, Buenos Aires, 1965). Esa misma
edición facsímil fue luego publicada en castellano por Ediciones Obelisco
(Barcelona, 1986)
[25] Los orígenes de la revolución española,
Juan Tusquets, Editorial Vilamala, Barcelona, 1932.
[26] Idem. Ambas citas están extraídas del
artículo de Eduardo Connolly, Hibris, op. cit., pág. 22.
[27] Cfr. Eduardo Connolly, op. cit., pág.
23.
[28] Parte de los artículos habían sido escritos
por el dirigente de los Sindicatos Libres y carlista, Llanas de Niubó, afín al
Bloque Nacional de Calvo Sotelo y antisemita. El Antisemitismo en España,
op. cit., pág. 317. En este cuaderno se describe al judío de manera tópica:
“pueblo raro de nariz robusta, ojos ardientes y gruesos labios sensuales”
(…) “siempre es cobarde y altivo, solapado y cruel, avaro y ambicioso,
revolucionario y agitador; su raza es aviesa como un pulpo enorme que abraza
con sus tentáculos la tierra, absorbe su sangre y la trueca en oro”. Se
dice, así mismo, que el fin de los judíos es “imponer al Rey de los
Protocolos”
[29] Ediciones Antisectarias, Burgos, 1938,
Volumen VI, 92 páginas.
[30] E. Connolly, op. cit., pág. 34.