A título de inventario, como anexo y para concluir esta serie de artículos sobre el despegue del NSDAP en 1930, presentamos este famoso artículo de Otto Strasser en el que justifica su disidencia del partido nacional-socialista. Hay que decir que la "fidelidad" de Strasser a su particular versión del nacional-socialismo le llevó (antes y después de la Segunda Guerra Mundial) a la completa esterilidad política: no existía un espacio para una "izquierda fascista". No lo decimos nosotros: lo prueba la historia de esa misma "izquierda fascista". De hecho, si hemos traído aquí el documento de Strasser es porque, tras las pretensiones de "ortodoxia", de "revolucionarismo" y de "fidelidad al socialismo", lo que se ocultaba era una ausencia completa de sentido táctico y la imposibilidad de armar, a partir de esos supuestos, una estrategia de conquista del Estado. Esto evidencia dos comportamientos y dos actitudes: o el "posibilismo revolucionario" representado por Hitler, o el "idealismo revolucionario" de Strasser. Dicho de otra manera: revolucionario no es aquel que repite más veces en menos tiempo la palabra "revolución", sino el que encuentra un camino para realizar un cambio efectivo en la sociedad. Y, desde luego, hay que reconocer que Strasser no lo encontró.
Artículo publicado el 4 de julio de 1930
Nosotros habíamos comprendido y
comprendemos aún al nacionalsocialismo como un movimiento conscientemente
antiimperialista, cuyo nacionalismo se centra en la conservación y protección
de la vida y el desarrollo de la nación alemana, sin ninguna clase de
tendencias dominantes sobre otros pueblos y tierras. Para nosotros había sido y
sigue siendo aún, la negación del intervencionismo contra Rusia del capitalismo
internacional y del imperialismo occidental, una exigencia esencial resultante
tanto de nuestra ideología fundamental como de la necesidad de una política
exterior propiamente alemana. Alrededor de esto, hemos considerado las posturas
de la dirección del partido cada vez más abiertamente favorables a una guerra
de intervención, como contraria a la causa nacionalsocialista y a las
necesidades de una política exterior alemana.
Para nosotros había sido y sigue siendo
todavía la solidaridad con el pueblo indio en su lucha por su libertad del yugo
inglés y la explotación capitalista una necesidad, la cual resulta del hecho de
que para una política de liberación alemana, cada debilitamiento de los poderes
tras el Tratado de Versalles es favorable, así como la afirmación por la lucha
de cualquier pueblo oprimido contra la explotación de los usurpadores, ya que
es consecuencia forzada de nuestra idea del nacionalismo, que el derecho a la
autoafirmación de cada pueblo a su manera, lo que nosotros exigimos para nosotros,
también corresponda a los demás pueblos y naciones. En este aspecto para nosotros
el concepto liberal de las bendiciones de la cultura (civilizadora) nos
es completamente desconocido. Nosotros habíamos sentido por lo tanto la
política de la dirección del N.S.D.A.P., la cual a menudo tomó partido por el
imperialismo británico contra la libertad de la India, contrario a los
intereses esenciales del nacionalsocialismo.
Nosotros habíamos entendido y seguimos
entendiendo al nacionalsocialismo, según toda su naturaleza, como un movimiento
alemán, cuya labor en el interior del Estado no es únicamente es la creación de
una gran Alemania popular, con el rechazo de pequeños Estados separados y
privilegios particulares basados en criterios dinásticos, religiosos o puramente
arbitrarios (¡intervención napoleónica!), los cuales impiden la reunificación
de todas las fuerzas nacionales, imprescindibles para la liberación y la autodeterminación
de Alemania. Nosotros hemos sentido por lo tanto la cada vez más abierta toma
de posición de la dirección del partido a favor de este sistema de Estados y privilegios
particulares, cuya salvación e incluso ampliación fue proclamada como una tarea
propiamente del nacionalsocialismo, como perjudicial tanto para los intereses
del Estado como enemiga de la idea de una gran unidad alemana.
Nosotros habíamos entendido y seguimos
entendiendo al nacionalsocialismo como un movimiento republicano, en el que
existe tan poco espacio para la monarquía hereditaria como para cualquier otro
privilegio que no descanse en el servicio a la nación. Nosotros habíamos visto
y seguimos viendo en él, el movimiento revolucionario que busca acabar con el
Estado autoritario, del mismo modo que con la democracia formal, y que ve su meta
para el Estado un modelo estatal orgánico de auténtica democracia germánica.
Nosotros habíamos sentido, por lo tanto,
que los intencionados claroscuros entre republicanismo y monarquismo de la
dirección del partido son un lastre; y el excesivo culto por el autoritarismo
fascista, como se manifiesta cada vez con mayor fuerza en los puestos oficiales
del partido, verdaderamente como un peligro para el movimiento y un crimen
contra la causa.
Nosotros hemos considerado y seguimos
considerando al nacionalsocialismo ante todo como el gran antídoto del
capitalismo, el cual pone en práctica la idea del socialismo verdadero (aquel
que está libre de la corrupción marxista) que lleva a la economía común de una
nación para el bien de esta nación y rompe con él ese sistema de gobierno del
dinero sobre el trabajo que impide el natural desarrollo de los pueblos y la
verdadera creación de una economía popular.
Para nosotros el socialismo significa
economía de necesidad en interés de la totalidad de los productores,
participando en la posesión, dirección y ganancias de toda la economía de la
nación, es decir, la quiebra del monopolio de la propiedad del sistema capitalista
actual, y ante todo, la quiebra del monopolio de su poder de decisión, actualmente
ligado a la propiedad. Nosotros hemos notado por lo tanto, y en contra del espíritu
original de los veinticinco puntos, que las formulaciones de nuestra voluntad socialista
quedan cada vez más descoloridas desde la dirección; y las múltiples atenuaciones
de las exigencias socialistas del programa (considérese, por ejemplo, el punto
17) que se han tomado, como una falta contra el espíritu y el programa del nacionalsocialismo
original, algo contra lo cual desde hace años hemos estado luchando con nuestra
labor de enfatizar las exigencias socialistas del programa.
Nosotros habíamos sensibilizado y seguimos
sensibilizando al nacionalsocialismo conforme a su esencia, como el enemigo
tanto de la burguesía capitalista como del marxismo internacional, y vemos su
tarea en la superación de ambos, a partir del hecho de que el sentimiento
genuino socialista está unido en el marxismo a sus falsas enseñanzas del
materialismo y del internacionalismo, y la burguesía, el de por sí correcto
sentimiento nacionalista está unido a las falsas enseñanzas del racionalismo liberal
y el capitalismo, y ambas fuerzas esenciales y acertadas (nacionalismo y socialismo)
estarán condenadas a permanecer infructuosas en sus nefastas alianzas para la
nación y para la Historia. Nosotros hemos visto y seguimos viendo por ello en nuestra
lucha contra el marxismo y contra el capitalismo ninguna diferencia esencial, pues
el liberalismo (y materialismo) existente en ambos es nuestro enemigo por
igual.
Nosotros consideramos por tanto que las consignas
de lucha de la actual dirección del N.S.D.A.P. siempre en una sola dirección, contra
el marxismo, como insuficientes y vemos en medida creciente que en todo
ello existe un guiño de simpatía a la burguesía, que bajo las mismas consignas
defiende sus intereses particulares y capitalistas, con los que nosotros no
hemos tenido ni tendremos nada en común.
Reforzados, subrayados y patentes se
hicieron estos temores de naturaleza fundamental - 2 - al comprobar las
preocupaciones sobre las vías tácticas tomadas por la actual dirección del
partido.
Desde siempre nos ha llenado de pesar y
malestar, el que Adolf Hitler se haya explicado siempre tan a menudo en los
círculos directores del empresariado y a los grandes capitalistas sobre los
motivos y vías del N.S.D.A.P., pero (casi) nunca se ha tomado la molestia de
hacer lo mismo con los círculos directores de los trabajadores y campesinos.
Nosotros consideramos que el sentimiento resultante de ello, el de que el nacionalsocialismo
está más cerca de los primeros círculos que de los segundos, como un gran
obstáculo. Tanto más cuando la franqueza, nuestra voluntad socialista, debería excluir
cualquier clase de entendimiento con esos círculos para los cuales la defensa
de sus intereses capitalistas siempre será más importante que la realización de
las metas nacionales y colectivas, sobre todo cuando esta realización tiene al
socialismo como premisa.
Por los mismos motivos hemos visto con
creciente preocupación la estrecha relación de la dirección con Hugenberg y con
el partido nacional del pueblo alemán, y en parte también con los Cascos de
Acero y los llamados patriotas alemanes, porque todos estos hechos,
aún cuando por el bien del pueblo pueden ser aceptables en sus fines tácticos,
parecen hechos expresamente para dar una equivocada imagen de
nuestromovimiento.
Como punto fundamental del carácter
revolucionario del nacionalsocialismo ha estado siempre y sigue estando para
nosotros el rechazo frontal de cualquier clase de política de compromiso y/o
coalición, pues toda coalición sólo puede servir a los intereses del sistema (y
orden) establecido, el sistema de la explotación capitalista, y por lo tanto, contrario
a la libertad nacional. Se nos muestra según la esencia del nacionalsocialismo y
su tarea la realización de la revolución alemana, que es simplemente imposible
elevar la consigna de entremos en el Estado, al cual todavía no hace dos
años, con los Cascos de Acero, hemos combatido con toda la crudeza de la
voluntad revolucionaria.
La decisión de la dirección del partido de
llevar a cabo una coalición con partidos burgueses en Turingia, ha sacudido con
fuerza nuestra fe en que nuestra idea de la esencia y tarea del
nacionalsocialismo, que tanto en el programa como en la actividad del partido
fueron expresados hasta ahora, puede seguir siendo sostenida. Nuestros reproches
fueron dejados sin respuesta por la dirección. En ello se ha situado el N.S.D.A.P.
en la misma situación que el partido socialdemócrata alemán tras 1918, cuando
tomaron la decisión de ir junto a los enemigos de su voluntad político-económica,
acabando con ello, forzosamente, traicionando sus metas originales.
Con implacables consecuencias se ha
realizado en el N.S.D.A.P. la misma línea de traiciones a los fundamentos, como
se muestra en su rebaja de los impuestos a particulares, el aumento de los
alquileres y otras muchas políticas realizadas en Turingia.
La objeción de que el peligro de la
persecución estatal obligue a tamaños sacrificios de las convicciones, no es
sólo inexacta, como la prohibición en Baviera y en Prusia muestran, sino socava
ante todo el carácter y el valor del movimiento, pues con este argumento de la
cobardía toda traición puede quedar cubierta. Mientras que para nosotros toda
táctica debe encontrar su fin en los fundamentos, la dirección del partido ha
abandonado cada vez más a menudo y en cada vez aspectos más decisivos las cuestiones
esenciales del nacionalsocialismo por consideraciones tácticas.
Junto con el aburguesamiento del partido
ha venido también un creciente caciquismo que ha acabado por tomar formas
estremecedoras. No sólo los llamados altos dirigentes de las S.A., sino, en
creciente medida, también los funcionarios políticos del partido se han
desarrollado según su actitud y su forma de vida de un modo que se encuentra en
contradicción tanto con las leyes internas de nuestro movimiento revolucionario
como con las mínimas exigencias de un carácter honrado. La entretanto casi
general dependencia material directa o indirecta de los funcionarios del
partido y su líder, ha dejado aparecer una tamaña atmósfera de indignidad, que
hace virtualmente imposible la reivindicación de cualquier opinión
independiente; asimismo ha llevado las cosas a un estado de corrupción material
e ideal, que no se puede conseguir ayuda sin el apoyo de toda la organización
(estructura) del partido. Los numerosos desacuerdos y problemas con los
conflictos personales dentro del partido tienen aquí su más profunda y esencial
causa.
Este desarrollo que nosotros aquí
observamos con creciente preocupación, en los campos de fundamentos, tácticas y
organización del partido, nos ha visto en cada hora del los últimos años como
los primeros, profundos y severos enemigos y denunciantes.
Los cinco años de cartas
nacionalsocialistas, dan aquí un claro testimonio, tanto en la opinión personal
como expresada, que hemos tomado sin consideración a las presiones y
tentaciones llegadas desde arriba. En ninguna hora hemos tomado en cuenta la posibilidad
de variar nuestros posicionamientos por motivos oportunistas, y en numerosas
ocasiones nos hemos encontrado ante la cuestión de si debíamos tomar una manifestación
pública de nuestra disconformidad con la dirección del partido en sus duros
choques con la esencia del nacionalsocialismo.
El que no hayamos hecho esto hasta el día
de hoy se debe a que la dirección del partido no había renegado del programa de
los veinticinco puntos abiertamente, y también porque confiábamos en que el
espíritu revolucionario que vive sobretodo en los militantes base de las S.A.
podría vencer sobre las actitudes de una dirección caciquista. Esta esperanza
se ha hecho vana con el último acto de voluntad de la dirección del partido.
A través de una carta de Adolf Hitler del
30 de junio, el gauleiter de Berlín fue forzado a llevar a cabo una
limpieza sin contemplaciones de todos los bolcheviques de salón del
partido. Junto con esta exhortación fue decretada la exclusión de todos los
militantes reconocidos o sospechosos de ser socialistas revolucionarios.
Con ello quedó pronunciado el definitivo
divorcio del N.S.D.A.P. con las metas y exigencias de una revolución alemana, y
también de los puntos socialistas del programa original.
Como firmes, indoblegables, partidarios
del nacionalsocialismo, como ardientes luchadores de la revolución alemana,
rechazamos este falseamiento del carácter revolucionario, de la voluntad
socialista y de los fundamentos esenciales del nacionalsocialismo y
permaneceremos al margen del N.S.D.A.P. convertido en ministerial, y siendo lo
que siempre fuimos: nacionalsocialistas revolucionarios
Otto Strasser