Las oscilaciones de la política del III
Reich
en relación a los judíos
en relación a los judíos
En una primera
fase, inmediatamente posterior a la toma del poder por el NSDAP, tomaron la
iniciativa los antisemitas fanáticos partidarios de la tendencia dirigida por Julius
Streicher. Se produjeron saqueos de tiendas y agresiones en las calles en los
meses de marzo y abril de 1933, los médicos, funcionarios y juristas de origen
judío fueron desposeídos de sus puestos de funcionarios en la administración
del Estado y en determinados establecimientos se estableció la discriminación
racial (en balnearios y teatros, especialmente). Al año siguiente, esta oleada de agitación
cedió y los antisemitas moderados se hicieron con el control de la situación.
En 1935,
10.000 judíos que habían abandonado Alemania en el período de radicalismo
antisemita anterior retornaron al país, pero en junio de 1935, esta vez
bajo la dirección de Goebels (que había terminado haciendo causa común con
Streicher) volvió el radicalismo antisemita. La campaña fue iniciada por
Goebels el 29 de junio de 1935 con un discurso incendiario sobre la
inferioridad racial de los judíos y la responsabilidad de los intelectuales en
burgueses. A partir de ese momento se expulsó a los judíos que militaban en el
Frente del Trabajo y varios miles de reclutas de la Wehrmacht debieron de abandonar el uniforme.
El motivo por
el que Goebels había iniciado esta campaña no era otro que la preparación del
terreno para las Nürenberger Gesetze,
leyes raciales de Nurenberg aprobadas el 15 de septiembre de ese mismo año,
apenas 75 días después del discurso de Goebels.
Pasada esta
crisis se impuso el orden y fue Hermann Goering quien atenuó la tensión.
Goering en esa época se mostraba favorable a las tesis más moderadas del grupo
nacionalista (segregación en todo, salvo en economía). Por otra parte, era
rigurosamente cierto que había que concentrar esfuerzos en la recuperación
económica y en la reconstrucción del Reich, por tanto, era preciso olvidarse de
algunos problemas que podían desviar esfuerzos y atenciones.
En lo que todas
las tendencias del NSDAP, devenido poder único en el Reich, era en que había
que solucionar definitivamente la “cuestión judía” y adoptar una posición
inamovible y que pudiera mantenerse permanentemente sin más oscilaciones.
De hecho, lo que el SD hizo fue “reformular” el antisemitismo dándole otras coordenadas: para ellos no se trataba de demostrar si había o no “conspiración judía” o si, como sostenía Streicher, masonería, bolchevismo y judaísmo eran la misma cosa, sino simplemente de reconocer que el judaísmo era un cuerpo extraño a la nación alemana y que justo por eso debía ser erradicada su presencia de la vida pública. Höhne resume el texto de un curso sobre la cuestión judía dada a las SS en 1936: “El judío es un parásito. Allá donde se asienta mueren los pueblos. Desde la más remota antigüedad hasta nuestros días, el judío esquilmó y exterminó a sus anfitriones tan pronto como ocupó el poder. Si nosotros excluimos al judío de nuestro cuerpo nacional no haremos más que defender nuestra vida” (op. cit., pág. 384). La palabra “excluir” tiene un sentido muy diferente a “exterminar”. Tal era la voluntad de las SS y del SD al menos en 1936. Pero existía un problema: ¿Excluir? ¿cómo? Y era aquí en donde aparecían las polémicas y las interpretaciones divergentes en el interior del NSDAP.
Cuando
Goebels estimuló las revueltas antisemitas en la calle, las SS se opusieron y
el propio diario de la Orden, Schwarze
Korps, protestó considerando ese “antisemitismo
perjudicial para nosotros” y Höhne
añade: “La revuelta en plena calle contra
los judíos se les antojó a los jefes SD una insensatez de cerebros toscos”
(op. cit., pág. 385). En el ejemplar
del Schwarze Korps del 5 de junio de
1935 del 5 de junio de 1935 podía leerse: “El
movimiento nacionalsocialista y su Estado se oponen con toda energía a estas
manipulaciones delictivas. El Partido no tolera que su lucha por los valores
más sagrados de la nación sufra adulteraciones con esas escaramuzas callejeras
y esos atentados contra la propiedad”. Höhne comenta: “Los hombres del SD fueron demasiado inteligentes para dejarse
arrastrar por la burda propaganda antisemita del partido. Si todo hubiera
dependido de ellos habrían hecho barrer hasta el último pasquín antijudío, ya
que solamente les interesaba solucionar con frío raciocinio el llamado problema
judío”.
Otros
folletos antisemitas fueron criticados con dureza por el SD que llegó incluso a
ordenar a la Gestapo que retirara de
la circulación algún texto antisemita considerado como demasiado burdo, grosero
y perjudicial. En concreto, un texto publicado por la editora central
del partido era calificado así: “En su
enorme exaltación, el autor ve también la obra del judaísmo allá donde fue
efectivo un desarrollo natural e intelectual que sin la influencia del judaísmo
hubiera tenido las mismas repercusiones”.
Otro
personaje de primera fila en el régimen nacionalsocialista, el Standartenfüher SS, doctor Leonardo
Conti (de padre italiano y madre suiza, participante en el Pusth de Kapp en su calidad de Freikorps,
miembro del NSDAP desde 1923 y uno de los médicos que atendieron a Horts Wessel
tras el atentado del que fue víctima y futuro ministro de sanidad del Reich) no
dudó en escribir que “condenaba toda
clase de odios raciales; los judíos no eran una raza inferior sino diferente” (op.
cit., pág. 387).
Como
puede verse, los comentarios de este estilo por parte de personajes relevantes
del NSDAP de “fidelidad probada” eran abundantes en las circulares internas del
SD e incluso en el diario público de las SS y están perfectamente documentadas.
No es
raro que esto fuera así: Himmler había hecho de las SS la élite de la sociedad
alemana. Incluso la aristocracia consideraba que la Orden Negra era el cuerpo
más respetable del NSDAP en el que más a gusto podía sentirse. Así mismo, en
los distintos departamentos de las SS, incluso en el Estado Mayor Personal de Himmler
figuraban antropólogos, historiadores, científicos sociales exigentes desde el
punto de vista cultural a los que no solamente no satisfacían los rudimentarios
y toscos panfletos antisemitas, sino que los deploraban. Uno de ellos era el
barón von Mildenstein, cuyas actividades en Palestina pronto llamaron la
atención de Reinhard Heydrich.
El “Plan Mildenstein”
En otoño
de 1934, el diario berlinés del NSDAP Der
Angriff, publicó una serie de nueve artículos sobre el viaje a Palestina de
von Mildenstein. Se trataba del barón Leopold Itz Edler von
Mildenstein, pseudónimo de "Lím",
nacido el 30 de noviembre de 1902, de familia católica, ingeniero de profesión
que con 27 años se había afiliado al NSDAP (carné 106.678, anterior pues a la
eclosión electoral de esta formación en septiembre de 1930) y posteriormente,
en 1932, ingresaría en las SS. Tras la Primera Guerra Mundial, von
Mildenstein había recorrido Palestina y conocía perfectamente la evolución de
los acontecimientos allí a partir de la Declaración Balfour en 1917.
Con el
nacionalsocialismo en el poder, von Mildelstein recorrió de nuevo Palestina
entre el 26 de septiembre de 1933 y el 9 de octubre de 1934. En recuerdo de
este viaje se acuñó una medalla conmemorativa que incluía, ex aequo, la svástica y la estrella de David. La memoria de la
expedición fue publicada en Der Angriff
en nueve capítulos bajo el título: “Ein
Nazi fährt nach Palästina” (Un nazi
va a Palestina). Serían estos textos los que llamarían la atención de
Heydrich.
En 1935, von Midelstein,
harto de las oscilaciones de los dos primeros años en la materia propuso lo que
consideraba iba a ser la “solución final
al problema judío”: la repatriación de total de judíos alemanes a
Palestina, exactamente de 503.000 judíos. La operación chocaba
con dos obstáculos:
- el primero era la actitud del Reino Unido que se negaba a una política de puertas abiertas en Palestina (no hay que olvidar que la zona siguió siendo colonia inglesa hasta 1948)
- y el segundo la negativa de buena parte de la comunidad judía alemana a abandonar la tierra que les vio nacer para establecerse en un lugar inhóspito del desierto. Y es que no todos los judíos alemanes eran “sionistas”.
En 1935 apenas el 36% de
los judíos alemanes había emigrado y la asociación central de los judíos
alemanes se negaba a promover más salidas al considerar que los judíos eran tan
alemanes como los propios alemanes y que, por tanto, no estaban dispuestos a
abandonar aquel territorio que consideraban su patria.
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Heinz Höhne reconoce que en aquel momento había “judíos alemanes patriotas” y también “judíos sionistas”. Estos últimos, paradójicamente, no vieron mal la subida al poder de un partido antisemita: pensaban que este episodio marcaba la derrota sobre los “judíos europeizados”, demostraba la inutilidad de los esfuerzos por integrarse en los países europeos y forzaría la emigración, voluntaria o forzosa a Palestina. Para toda una pléyade de escritores judíos, el 30 de enero de 1933 se inauguraba un período nuevo en la historia del judaísmo alemán. ¿Para qué tratar de integrarse y renunciar a la propia tradición si finalmente no era posible ser aceptado como “alemán”? ¿Para qué perder la propia identidad sin ser aceptada en ninguna otra? Y el rabino Joachin Prinz, haciéndose eco de este sentir había escrito: “Deseamos sustituir la asimilación por no nuevo: por nuestra decidida vocación de raza judía y nación judía”.
En síntesis: un
sector que no daba la sensación de ser mayoritario en el judaísmo alemán,
consideraba que la irrupción de una doctrina antisemita acercaría al grueso de
su comunidad hacia las posiciones defendidas por los sionistas. Höhne
escribe al respecto: “¡Allá donde
sionistas y nacionalsocialistas anteponían raza y nación como módulo de todas
las cosas, se debería tender un puente común!”. La cita de la revista de
los sionistas alemanes de la época, el Jüdische
Rundschau, que acompaña a este texto parece no dejar lugar a dudas: “El sionismo reconoce la existencia del
problema judío y desea resolverlo de una forma generosa y constructiva. Con tal
fin, quiere ganarse la voluntad de todos los pueblos, sean amigos o enemigos de
los judíos, porque esta no es, en su opinión, una cuestión de sentimentalismo
sino un problema real cuya solución interesa a todos los pueblos”.
El acuerdo entre
hitlerianos y sionistas iba, pues, a redundar en beneficio de ambas partes:
unos verían su territorio libre de judíos, los otros cumplirían su sueño de
terminar con la Diáspora y retornar a Palestina y, además, por si eso fuera
poco, las autoridades del III Reich no preguntarían qué deseaban hacer:
simplemente los repatriarían, tanto si eran sionistas como si no.
Esto y no otra cosa era
lo que proponía von Mildenstein: despertar en los judíos alemanes el amor por
la tierra de la que procedían (op. cit.,
pág. 390). Heydrich y Himmler adoptaron este punto de vista y encargaron a von
Mildenstein la redacción de una ponencia sobre cómo podría llevarse a la
práctica este plan. Se creó el Negociado
II–112 en el seno del SD y, en rigor puede decirse, que a partir de ese
momento, con la bendición de los responsables de la seguridad del Estado, se
inició un período de colaboración insospechada entre nacionalsocialistas y
sionistas. Un artículo firmado por Ghunter d’Alquen, director del Schwarze Korps, notificó a la sociedad
alemana la nueva orientación de la “cuestión judía”: “Tal vez no esté muy lejos la época en que Palestina recobre a sus
hijos pródigos perdidos hace más de un milenio” y terminaba: “Nuestros buenos deseos, junto con la
benevolencia estatal, les acompañarán”.
Entre 1933 y 1937
emigraron a Palestina 24.000 judíos alemanes. Eran pocos, la mayoría
de la comunidad judía se negaba a emigrar. Von Mildenstein, a cargo del
proyecto, hizo algo más: promovió cursos, seminarios, campamentos, en los
cuales los jóvenes judíos recibían enseñanzas sobre lo que era un kibutz y cómo afrontar las tareas
agrícolas en el desierto del Negev. Estos cursos estaban dados por
funcionarios sionistas bajo la mirada atenta del SD. Höhne afirma: “Cada éxito sionista fue para los
funcionarios del negociado II–112 como un éxito propio y cada fracaso les hizo
sentir su propio fracaso” (op cit.,
pág. 391).
El SD confirmó pronto
que una parte sustancial del judaísmo alemán no estaba dispuesto a emigrar a
Palestina. Incluso muchos de los que, inicialmente, habían apoyado la causa
sionista, luego, daban marcha atrás a la vista de la dureza de las condiciones
de vida en aquel territorio que, a fin de cuentas, era un desierto a colonizar
rodeado de palestinos que los veían con desconfianza y resentimiento. Para
colmo, la permisividad en relación a los judíos que se dio durante el
período que se inicia en 1935 y llega hasta el estallido de la II Guerra
Mundial, hizo que las asociaciones de judíos no sionistas pudieran difundir sus
puntos de vista especialmente entre la juventud contraria a la emigración.
Los progresos de von
Mildenstein eran limitados y, sobre todo, sus relaciones con organizaciones
sionistas lo habían colocado en entredicho en la jerarquía del
nacionalsocialismo. Diez meses después de iniciado el proyecto, en la primera
de 1936, debió abandonar la dirección del negociado II–112, a causa de las
críticas por mostrarse “excesivamente simpatizante” con el sionismo y tener
amigos entre sus filas. Fue sustituido por Herbert Hagen, periodista y Obercharführer SS que había alcanzado
cierta fama como eficaz funcionario de la oficina un joven de 30 años nacido en
Solingen, el Scharführer SS Adolf Eichmann. En cuando a Von
Mildenstein fue transferido a Asuntos Exteriores en donde sirvió hasta el final
de la guerra. Fallecería en 1964.
La trayectoria de
Eichmann es, como mínimo, sorprendente y llama la atención que en la
biografía que se incluye en Internet se pase de soslayo que fue el interlocutor
de la Agencia mundial Sionista para hacer efectivo el plan de repatriación de
judíos a Palestina. Se menciona que no tenía particularmente sentimientos
antisemitas e incluso que había tenido familiares judíos, una novia judía e
incluso que debía “a los judíos su
modesta carrera en el campo comercial” (op.
cit., pág. 393). Eichmann fue nombrado director de la sección técnica
“Organizaciones sionistas”. En poco tiempo leyó de manera exhaustiva todo lo
relativo al sionismo, empezando por la obra de Theodor Herzl e incluso aprendió
rudimentos de lengua hebrea. En octubre de 1936 publicó su informe Die Arbeit der Zionistischen
Weltorganisation (La Organización Mundial Sionista) que pasó a ser una
manual de las SS.
En este documento,
Eichmann va más allá de donde había llegado von Mildenstein. Si este se había
detenido en la repatriación como solución al “problema judío”, Eichmann se
plantea las consecuencias de esa repatriación: se formaría un Estado Judío en
Palestina que pronto se convertiría en potencia regional. A pesar de que el
Reich facilitase la emigración de unos judíos alemanes a Palestina y la
repatriación forzosa del resto (algo que satisfacía a los sionistas), lo cierto
es que el “judaísmo internacional
seguiría siendo el enemigo de Alemania por todos los tiempos y una Palestina
fuerte podría representar un factor esencial en su lucha”. Para
Eichmann, la única posibilidad de retrasar ese momento era que los ingleses
contuvieran la posibilidad de creación de un Estado Judío y mantuvieran a
Palestina como territorio colonial y parte de su Imperio. Esta era la
posibilidad más razonable, pero la oficina de Eichmann tenía claro que no iba a
durar siempre y que, antes o después, se produciría un proceso independentista
y la consiguiente descolonización del territorio. Entonces reverdecerían los
problemas con Alemania.
El resultado de este
planteamiento fue intensificar la vigilancia sobre los medios sionistas
alemanes especialmente sobre la Federación Sionista de Alemania y sobre el
movimiento Hechaluz (el Pionero) que
organizaba campamentos de preparación para aspirantes a emigrar voluntariamente
a Palestina. Hicieron algo más en la medida en que
pertenecían al SD y una de sus funciones era recabar material de inteligencia.
Para ello contaba con la inestimable ayuda de Otto von Bolschwingh, el
principal agente del SD en Oriente Medio.