VISTA A LOS INDEPES
Uno de los aspectos más interesantes de estas elecciones
generales ha sido la reacción del electorado en Cataluña. En realidad, buena
parte de lo que estaba en juego dependía de la “correlación de fuerzas” en
Cataluña. Obviamente, una cosa para el canal “coreano”, TV3, la victoria “impresionante”
ha estado del lado del independentismo; pero, afortunadamente, las cosas no son
tan simples como pretende este medio de adoctrinamiento pagado con el dinero de
todos. La realidad es que los propagandistas del independentismo ya no saben
cómo convertir lo que, poco a poco, va siendo una merma y un retroceso, y que
puede convertirse en una trituradora de aquí a la vuelta de dos o tres años.
Porque, una de las conclusiones inequívocas es que el independentismo está
retrocediendo y que el tiempo en el que estaba en la cresta de la ola está
quedando atrás. Las cifras así lo indican.
En las anteriores elecciones, la suma de los votos obtenidos
por ERC (1.015.355), JxC (497.638) y el “Frente Republicano” (113.008), suman
en total 1.626.001 votos… Si comparamos esta cifra con la que obtuvieron esas mismas
fuerzas en las elecciones autonómicas de 2017, cuando ERC consiguió 935.861
votos, JxC 948.238 y CUP 195.246, parece claro que el aumento de 79.494 votos
obtenido por ERC no compensa la pérdida de 450.600 votos perdidos por el
partido de Puigdemont y los 82.238 que se han evaporado de la CUP y que no ha
heredado el Frente Republicano. Así pues, la merma de votos ha sido de 532.838
y, restando los que han ido a parar de JxC hacia ERC, la merma neta es de
453.344 votos… Es decir, casi un 25%.
Si comparamos los resultados de las elecciones del 28 de
abril con las de 2016, la cosa es diferente e indicaba que el independentismo
seguía creciendo. Los votos que en aquel momento obtuvo ERC (629.294) y CDC
(481.839) sumaban 1.111.133 que casi se duplicaron en las elecciones autonómicas
siguientes, hasta convertirse en 2.079.345, techo histórico del independentismo
que ahora está remitiendo.
Las pérdidas afectan también a Podemos que pasa de haber quedado
en primer lugar en Cataluña en las elecciones de 2016 con 848.526 votos a perder
más de doscientos mil, pasando a 614.738. Parece bastante claro que una parte
de esos votos han regresado al PSC (que gana 400.000 votos entre las dos
elecciones generales) y que el resto procede del “nacionalismo moderado” que se
ha quedado huérfano de opciones a la vista de que la antigua CDC, transformada
en Junts per Catalunya, con la etiqueta de Puigdemont, ha retornado al partido
socialista que, en realidad, recoge la herencia del nacionalismo moderado.
VISTA A LA DERECHA: VOX, CS, PP…
Claro está que en la derecha se ha producido también una
recomposición de votos: un parte de los conseguidos por el PP en 2016 (462.637)
han migrado hacia Ciudadanos (que ha pasado de 378.445 a 477.06), pero con la
salvedad de que esta última formación ha registrado una merma de ¡casi la mitad
de votos! en relación a los resultados que obtuvo en las autonómicas de 2017, 1.109.732…
Este resultado tiene de interesante que puede hacer peligrar los planes de
Valls de hacerse con la alcaldía de Barcelona y, a partir de ahí, controlar a
la formación naranja.
Lo cierto es que la suma de votos obtenida por Vox y por el
PP en Cataluña (348.660) está muy por detrás de lo que obtuvo el PP en 2016. Lo que
indica que Vox no ha sabido ganar votos fuera del entorno del PP y que, a
diferencia del resto de populismos europeos no ha sabido atraer (probablemente,
ni lo ha pretendido), el voto de la “clase obrera blanca pobre” con su discurso
anti-inmigración dicho en tono menor, con la boca pequeña y sin convicción.
Este último punto es importante porque de él depende el
futuro de Vox. Parece bastante claro que el partido se encuentra en una
alternativa que estas elecciones no han aclarado: o bien opta por ser una
reedición del PP situado levemente a la derecha y en las mismas posiciones en
las que estuvo Vidal-Quadras en el período 1991-1996, cuando logró llegar al
13,5% del electorado en las autonómicas de 1995 (con un cuadro general
distintos en donde el voto anti-nacionalista se va hacia Ciudadanos) o bien
opta por roer las bases de la izquierda (esa “clase obrera blanca pobre” que
entonces sí pudo horadar Vidal Quadras con un discursos anti-Pujol, pero que
ahora tiene otros problemas y otras alternativas: el PSC ha revisado algunas de
sus posiciones tras el desastre maragallista, la aparición de Podemos es
también ecléctica en relación al nacionalismo; sin olvidar que en 1995 no
existía ni remotamente el problema de la inmigración).
A pesar de la incorporación algunos personajes de segunda o
tercera fila de la antigua Plataforma per Cataluña, lo cierto es que algunos de
los candidatos de Vox en Cataluña proceden de antiguas experiencias de la “vieja
derecha” y no terminan de entender la naturaleza del problema ni de dónde
pueden extraer votos, ni siquiera en dónde están los votos que constituyen el
caldo de cultivo del “populismo europeo”. El anti-independentismo es una
bandera que en Cataluña se disputan varios y que ha logrado quedarse casi en
exclusiva Cs. Insistir por ahí supone competir con la derecha y conseguir
únicamente trasvases de votos del PP a Vox. De ahí la necesidad de que el
partido verde tenga un “giro social”, especialmente en estos momentos
caracterizados por una continua volatilidad del voto.