INDICE GENERAL (en fase de elaboración)

martes, 12 de marzo de 2019

365 QUEJÍOS (290) – EL ENÉSIMO PROBLEMA DE LA INMIGRACIÓN, LOS MENAS


Solamente puede considerar que el problema es nuevo aquel que tenga mala memoria: existen esos que ahora se llama “MENAS”, o menores sin acompañamiento”, desde principios del milenio. En Barcelona existía una colonia de 400 MENAS, cuando se les llamaba “niños de la calle” que cada día robaban en el centro de Barcelona, cada día eran detenidos, cada día llegaban al “centro de menores”, recibían la ropa de marca (llegó a producirse una revuelta cuando un buen día no les entregaron ropa de marca porque su interés no era utilizarla sino venderla a la mañana siguiente en la plaza Real), desayunaban, se fugaban del centro y se iban de nuevo a cometer hurtos, robos y ejercer como tironeros en el centro… para ser detenidos y repetir así el ciclo. Así que el problema existe, como mínimo desde el 2.000. Harina de otro costal es que ningún gobierno se haya preocupado por el fenómeno, se le haya dejado pudrir y, por aquello de la autonomía municipal y porque las comunidades autónomas, al parecer, debe servir para algo, el Estado delegó en ellas la resolución del problema.

Pero lo cierto es que la Ley del Menor se aplica a cualquier menor que está sobre territorio nacional. Por tanto, los menores sin acompañamiento quedan bajo la tutela de las comunidades autónomas. No es una mala solución para los 17 organismo autónomos, si tenemos en cuenta que, es este nivel administrativo, todo se resuelve “habilitando un presupuesto”, en la absurda creencia de que cuanto más alto sea, mejor se solucionará el problema. Y no es así, porque los hechos demuestran que, esos menores una vez cumplen la mayoría de edad y dejan de estar tutelados por el Estado, hacen cualquier cosa, menos trabajar.

¿Qué problema tienen los MENAS? Ese esa es la cuestión: que los MENAS se ha demostrado suficientemente que constituyen en sí mismos, un verdadero problema. ¿Qué hace falta para demostrar que casi 20 años de paños calientes han dado como resultado el crecimiento más y más del fenómeno y el que desde el principio ha constituido una fuente de provisión para las legiones de delincuentes que opera en nuestro país?

No hay, por supuesto, estadísticas al respecto, lo que implica, a las claras, que los programas de integración llevados por las Comunidades Autónomas en relación a los MENAS, no han conseguido hacer de ellos “buenos ciudadanos españoles”. De haberse logrado este objetivo sería enarbolado como un “gran logro democrático”. ¿Han oído alguna referencia oficial al tema? ¿No? Pues, es seguro que ha resultado un fracaso.

De tanto en tanto, además, aparecen noticias que lo confirman. A principios de año, cuando se produjo una agresión sexual contra una pareja en la periferia de Barcelona, La Vanguardia publicó que los agresores eran antiguos MENAS que vivían en una casa ocupada. El día en que exista un solo representante honesto y responsable en esa cueva de nulidades que es el Congreso de los Diputados, le sugerimos que la primera pregunta que formule es “¿Cuántos MENAS han sido acogidos por el Estado y por las 17 comunidades autónomas desde el año 2000 y cuál es el porcentaje de niños tutelados que se han reinsertado en la sociedad y hoy viven de su trabajo, cuántos de subsidios, cuántos han cometido delitos y cuando han desaparecido de cualquier registro…”. Y, SINCERAMENTE, ESPERO QUE EN LA PRÓXIMA LEGISLATURA HAYA ALGÚN DIPUTADO CON REDAÑOS SUFICIENTES PARA FORMULAR PREGUNTAS DE ESTE TIPO.

Una pregunta así -a la que estaría obligado a responder el ministro del interior- no solamente daría como resultado conocer la dimensión del fracaso de esa política, sino el dinero de los contribuyentes que se ha arrojado por la letrina.

¿Tiene solución el problema? ¡Claro que la tiene! En primer lugar, hay que defender el derecho de los hijos a estar junto a sus padres y la obligación de los padres a tener cerca de sí a sus hijos menores. Y esto vale en Manhattan, en el valle del Rif o en el Ensanche barcelonés. Si por España aparece un niño solo, la obligación del Estado es hacer todo lo posible para situarlo junto a sus padres. Y si el niño es extranjero, la obligación corresponde al consulado de su país más próximo. Así que dejémonos de estupideces y de ir de redentores por la vida: la obligación del Estado Español no es amamantar a un “niño” marroquí (se calcula que más de un 90% de los MENAS son de ese origen) sino entregarlo a los representantes consulares de su país para que sean ellos los que asuman su obligación de encontrar a sus padres.

Problema: que los MENAS no cuentan ni dónde viven sus padres, ni siquiera cuál es su país. No importa, existen traductores y lingüistas que son capaces de reconocer el acento y las locuciones empleadas en cada región del Magreb. Es mucho más humano duplicar o triplicar el número de estos funcionarios, para que, una vez constatada la nacionalidad de los MENAS, se les deje en la puerta del consulado de su país. Y ahí termina la responsabilidad del Estado Español.

¿Y si en algún caso no se lograse determinar la nacionalidad? Sería raro, pero en ese caso, el esfuerzo del Estado debería estar destinado a convencer al menor para que diera los datos (y si el MENA en cuestión demuestra maña fe e intentos de ocultación, el Estado debe responder con algo tan simple como llevándolo a algún establecimiento en régimen cerrado hasta que se averigüe su nacionalidad. En última instancia, el niño debería de ser entregado a la delegación de alguna agencia internacional de la infancia: porque UNICEF está para eso. ¿O no?

Hoy mismo, El Confidencial publica un artículo sobre los MENAS: dos cosas llaman la atención. La primera es que las declaraciones de los “trabajadores sociales” y “educadores” son de una ingenuidad rayana en la estupidez (en dicho artículo una educadora dice: “Los niños vienen aquí con la idea de trabajar, pero luego se encuentran con que no pueden hacerlo con 12 o 13 años”, algo que recuerda la frase de Humphrey Bogart en “Casablanca” cuando un policía le pregunta: “¿Qué le trajo por aquí?”, y el responde: “El Mar”. “Pero en Casablanca no hay mar” y dice: “Me informaron mal”…).

Lo segundo que llama la atención es el realismo de las fuentes policiales es palmaria cuando reconocen que los MENAS “¡Se comen a los educadores con patatas!”. Estos días, cuanto la situación con la colonia de 50 MENAS de Canet de Mar es absolutamente insostenible, el ayuntamiento ha tenido que pedir ayuda a la ciudadanía, presentándose un grupo de voluntarios que realizarán una especie de voluntariado social con estos “niños de la calle”. Es la crónica de un fracaso anunciado. También es el reconocimiento de que los profesionales del sector, simplemente, no pueden hacer nada, ni tienen energía, ni autoridad, ni respaldo para hacer nada más que almacenar a los niños en albergues con las puertas abiertas, darles ropa, cama, comida, wi-fi, televisión por cable y libertad para hacer lo que les dé la gana. Y, por cierto, el número de bajas por depresión, el número de educadores que sienten terror al tratar con los MENAS, va creciendo de día en día.

¿A dónde van los MENAS? Respuesta: a donde saben que existen mejores condiciones para ellos. Es decir, una vez más, la inmigración se rige por la ley del mínimo esfuerzo. Allí donde se da más y se exige menos, es donde van a parar, es decir, a Cataluña en cabeza y en menor medida al País Vasco, en tercer lugar, a Andalucía.

¿Cuántos MENAS hay en España? Dicen que 12.000. Quizás sean más. ¡Qué lejos están los tiempos en los que solamente había 400 merodeando por Barcelona? El fenómeno se está convirtiendo en masivo, especialmente durante el último año en el que las mafias de la inmigración han notado que Pedro Sánchez tiene la mandíbula blanda en la materia.  
Propongo hacer una porra: me juego lo que quieran a que, si la izquierda sigue en el poder en España y el PSOE se mantiene en el poder en alguna fórmula de coalición, antes de fin de año, los MENAS llegarán a 20.000. A que nadie, ni siquiera un socialista se atrevería a apostar contra esta previsión…