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domingo, 6 de enero de 2019

365 QUEJÍOS (236) – LOS “PLOMOS DEL SACROMONTE” O LA FALSIFICACIÓN ISLÁMICA DE NUESTRA HISTORIA


Cada primero de febrero, Granada celebra la festividad de San Cecilio, su Santo Patrono, con una romería al Sacromonte. Los orígenes de esta tradición son enigmáticos y datan del período más crítico del reinado de Felipe II. En esa época -finales del siglo XVI- aparecieron enterrados en la "Torre Turpiana", los documentos que han pasado a la posteridad con el nombre de los "Plomos del Sacromonte". En su momento, estos documentos, convulsionaron los fundamentos mismos de la Iglesia Católica. Hoy la Enciclopedia Andaluza los ignora y Miguel José Hagerty, que consultó al Vaticano donde se encontraban los citados documentos, no obtuvo respuesta. Y, sin embargo, es cierto que fueron llevados a la Ciudad Santa bajo el reinado de Felipe IV. Todo el asunto se trató de un caso flagrante de falsificación de la “memoria histórica”. No sería la última ocasión que se elaborarían documentos falsos para avalar con ellos una teoría excéntrica. Esta sorprendente historia no ocurrió en la Rusia de los Protocolos de los Sabios de Sión, ni siquiera en la Francia que perdió y encontró al heredero de Luis XVI, el Delfín. Ocurrió en Granada.

UN HALLAZGO SORPRENDENTE

En 1588 la ampliación de la tercera nave de la Catedral de Granada obligó a derribar la torre de la antigua mezquita mayor nazarí. La tradición local afirmaba que la torre, llamada "Turpiana", había sido edificada por los "fenicios". El día de San Gabriel de ese año -fecha celebrada en el calendario islámico- los albañiles hallaron una pequeña caja de plomo que, al abrirla, desprendió una extraordinaria fragancia, al menos eso dijeron. En su interior se encontró un “hueso del San Esteban”, protomártir, una imagen de la Virgen, con traje "egipciano", una arenilla entre azul y negra, un pañuelo del que se dijo que enjugó las "lágrimas de la Virgen" y dos pergaminos (una profecía de San Juan, interpretada por Dionisio Areopagita y el relato del martirio de San Cecilio). Los pergaminos fueron traducidos inmediatamente por el Santo Oficio y el Obispo ordenó que las reliquias se colocaran en un lugar destacado de la Sacristía. Los hallazgos no habían hecho sino comenzar.
El 21 de febrero de 1595, se encontró frente al Generalife, la primera lámina de plomo escrita en caracteres hispano-béticos que, una vez descifrada, pudo saberse que contenía datos sobre el martirio de San Tesiphon (o Mesitón) y San Hiscio, discípulos de Santiago. Los hechos que narraba estaban fechados en "el segundo año de Nerón, primer día del mes de marzo". El texto sobre San Tesiphon estaba escrito en "su natural lengua arábiga con caracteres de Salomón". Dos meses después, una niña, Catalina de Cuevas, encontró otro documento, El tratado sobre la esencia de Dios. Las crónicas de la época afirman que los hallazgos iban acompañados de resplandores, fenómenos luminosos y prodigios. En total se encontraron 18 documentos de muy diversa índole.

LOS FUNDAMENTOS MITICOS DE LA ESPAÑA CRISTIANA

Lo que más atrajo de estos documentos -y, sin duda, lo más sorprendente- fue la temprana cristianización de España que se daba cuenta en ellos. Si bien en toda la península se registraban mitos y leyendas sobre la temprana presencia de Santiago el Mayor, estos documentos, escritos, aparentemente, en los albores del cristianismo, daban datos excepcionalmente concretos.

Se decía que Santiago hubo predicado en España junto con seis discípulos (Cecilio, Tesiphon, Torcuato, Segundo, Hiscio y Eufrasio). Pilotaba el navío el mismísimo San Gabriel. ¿A quién encontraron Santiago y sus discípulos? ¡¡No a íberos, ni a celtas, sino a árabes!! de lo que se decía que eran "gentes de las más excelentes de sus criaturas en el linaje de Adán". Es más, se añadía que Santiago logró conquistar el corazón de Aben Almogueira, reyezuelo local que, tras su conversión, pasaría al santoral con el nombre de San Indalecio.

De los 18 documentos, seis narraban la historia de Santiago en nuestro país. Los Hechos del Apostol Santiago y sus milagros eran coincidentes con algunas leyendas medievales en circulación sobre su presencia. El titulado Grandes Misterios que vio Santiago en el Monte Sagrado (Sacromonte), es de carácter profético. Se halló también un Ritual de la Misa de Santiago Apostol y varias oraciones a él consagradas. A nadie se le escapa que, en todo esto, existían graves implicaciones políticas.

UNA “REVOLUCION HISTORICA” A MEDIDA DEL OBJETIVO PERSEGUIDO

No solamente la Iglesia disponía, a partir de entonces, de un texto que confirmaba la presencia de Santiago en España, sino que, además, se insistía en que los primeros conversos fueron moros. Las pretensiones de pureza de sangre de los cristianos viejos, a partir de ese momento, carecían de validez. ¡¡Los españoles que ponían ostentar tal título eran, en rigor, los moros...!!
Los textos aparecen en el momento en que Granada está rota por la rebelión de los moriscos y la guerra de las Alpujarras. Hasta 1606, se sabe que subsistió, clandestinamente, el culto islámico en aquella ciudad. No es raro, pues, que los cristianos consideraran que la conversión de los moriscos era aparente y falsa y experimentaran hacia ellos un vivo rechazo.

Objetivamente, los textos encontrados en la Torre Turpiana y en el Sacromonte, exoneraban a los moriscos de la acusación de conversión ficticia. Convertidos sinceramente (o por resignación), aceptaron muy bien los hallazgos y, mientras las reliquias se convirtieron en objetos de cultos, los documentos pasaron a incorporarse a la fe popular. Era un intento de islamizar el mensaje cristiano e incluso a la propia península ibérica.


LOS MORISCOS DE GRANADA Y EL INSPIRADOR DE LOS TEXTOS

Cuatro años antes de la rebelión de los moriscos, un sabio granadino, con fama de vidente y profeta, El Merini, había dicho que cuando se derribase la torre de la Mezquita Mayor se encontraría un "pronóstico levantisco". El Merini murió hacia 1568 y toda una escuela historiográfica (en la que se encuentra Julio Caro Baroja) afirma que fue él quien inspiró el contenido de los documentos del Sacromonte.

El Merini tenía una hija que se casó con otro morisco, Mendoza "el Seis", a quien traspasó los papeles que guardaba de su padre. Mendoza entregó parte de estos documentos a Miguel de Luna; éste, a su vez, los utilizó para escribir una obra sobre Don Rodrigo y la "pérdida de España". La obra tuvo un éxito enorme, fue traducida a varios idiomas e inspiró la obra de Lope de Vega "El último godo".

La historiografía oficial ha determinado que los documentos fueron falsificados por Miguel de Luna (el cual utilizaría los documentos de El Merini) y Alonso del Castillo, que lo hicieron con intenciones patrióticas y a fin de atenuar las heridas provocadas por la guerra contra los moriscos. Menéndez Pelayo sostiene, en cambio, que se trató de una "conspiración muslime destinada a socavar la fe".

Miguel de Luna, hijo de castellano viejo y morisca, tradujo las inscripciones de la Alhambra y fue intérprete del Santo Oficio y de Felipe II. Durante la sublevación morisca, intentó convencerles de la imposibilidad del triunfo para su causa. No se trataba, sin duda, de un personaje secundario. En 1583 fue al Escorial, llamado por Arias Montano para catalogar los libros arábigos. Antes, había traducido la correspondencia con el Xerife de Fez y Marruecos tras la derrota en el curso de la cual desapareció Don Sebastián de Portugal, el mítico "rey perdido", del país vecino que generó toda una oleada de misticismo (el "sebastianismo"). El otro presunto falsificador, Alonso del Castillo, se expresaba correctamente en el "idioma erudito de los árabes andaluces", tal como lo describe Julio Caro.
Los tratadistas, coinciden en que, de ser ellos los autores, el contenido de los documentos debió ser inspirado por algún morisco muy erudito. Y todos coinciden en que se trató de El Merini, personaje de existencia incontrovertible. Por lo demás, hay que admitir que El Merini se benefició de documentos y tradiciones más antiguas e incluso es posible que las revistiese de un ropaje cristianizado para que fueran aceptadas mejor por la sociedad de su tiempo.

LA POLEMICA EN TORNO A LOS DOCUMENTOS

El Obispo Pedro de Vaca y Castro, estaba a cargo de la diócesis cuando ocurrieron los descubrimientos. Había nacido en Roa y alcanzó la longeva edad de 89 años, excepcional para la época. A poco de realizarse los descubrimientos, investigó el hecho. Tomó declaraciones a moriscos del Sacromonte sobre las cuevas y los asentamientos antiguos de la zona. Más adelante convocó dos juntas teológicas (en 1596 y 1597) para deliberar sobre los documentos y establecer si eran conformes con la doctrina cristiana. Las dos juntas autentificaron los hallazgos. La Santa Sede, en cambio, recomendó prudencia y prohibió a los canónicos hacer afirmaciones, a favor o en contra, sobre el tema.

El Obispo Castro había sido contrario a la expulsión de los moriscos. Ganado por la cultura árabe, aprendió esta lengua y negó siempre la existencia de un peligro que viniera de esa comunidad. En 1600, otra deliberación de teólogos votó a favor de la autenticidad de los documentos. Entre tanto, fray Martín de Villanueva, valedor de la causa, se entrevistó largamente con Felipe II. Otros reyes de España, hasta Felipe IV creyeron, igualmente, en la autenticidad de los hallazgos.

Sin embargo, el escepticismo de la Santa Sede iba en aumento. Difícilmente Roma podía aceptar que entre los primeros conversos figuraban árabes y, mucho menos, el hecho de que Granada -último reducto musulmán en Europa Occidental- se cristianizara antes que la Ciudad Santa.

Los dominicos fueron, igualmente, hostiles a los hallazgos a partir de que en algunos de los textos encontrados hacían referencia a la Inmaculada Concepción, dogma que jamás aceptaron de buen grado. Los dominicos, bien situados en la Santa Sede, presionaron al papado para que revisara el caso y, llegado el momento, lanzara la interdicción.

El 9 de marzo de 1641 el Papa ordenó a Felipe IV que los pergaminos y planos se llevaran a Roma. De Granada fueron trasladados a San Jerónimo el Real por canónigos del Sacromonte. Unas semanas después un edicto vaticano prohibió que se leyeran los documentos encontrados en Granada.


UN ROSACRUZ EN ACCION

En 1665 los documentos fueron, significativamente, entregados a Athanasius Kircher, jesuita alemán, versado en esoterismo, para que los examinara. Kircher había realizado los primeros estudios sistemáticos sobre el esoterismo faraónico y sobre él recae la sospecha de que estuvo afiliado a los círculos rosacrucianis de su tiempo. Nadie dudaba en la Santa Sede que Kircher era un hermetista cristiano, perfecto conocedor del pitagorismo, la cábala y la astrología. Su especialidad era el desciframiento de jeroglíficos egipcios. Fue el primero en intentar descifrar las profecías de la Gran Pirámide.

Kircher consideraba que el copto era una variedad de la antigua lengua egipcia. Reconocía que el semita pertenecía a un grupo de lenguas al que llamaba "fenicio". El hecho de que la primera imagen de la Virgen ostentara una "traje egipciano" y que se considerara la Torre Turpiana como construcción fenicia y, finalmente, los caracteres enigmáticos en que estaban escritos algunos de los textos más esotéricos, determinaron el que la Santa Sede acudiera al jesuita rosacruz para que desvelara el enigma.

La opinión de Kircher se dividió en dos partes. Afirmaba que, si había que atenerse a la realidad histórica de los hechos narrados, ésta era cuestionable. Ni afirmaba ni negaba el que los textos hallados estuvieran en concordancia con la doctrina cristiana. Se limitaba, prudentemente, a afirmar que se trataba de tratados mágicos que probablemente expresaran creencias mágicas de los moriscos. Esto fue suficiente para lanzar sobre ellos el interdicto... ¿Pero que tenían los plomos de herético y mágico?

LA FILIACION INICIATICA

Llama la atención, inicialmente, que buena parte de los textos encontrados estén dedicados a Santiago, quien, no lo olvidemos, es el Santo Patrón de los alquimistas. Lo que se describe de Santiago es un viaje, es decir, una aventura iniciática, otros textos medievales y renacentistas (el Libro de las Figuras Jeroglíficas de Nicolás Flamel o algunos tratados de Ineneo Filaleto habían utilizado el símbolo de la peregrinación para describir las etapas de la obra alquímica). El hecho de que los documentos más herméticos del conjunto hayan sido elaborados en plomo, metal propio de los alquimistas, abunda en la interpretación de que es en el arte de la alquimia -que se practicó entre los musulmanes de Marruecos descendientes de los moriscos- donde hay que buscar las claves.
Llama la atención, igualmente, que uno de los textos más enigmáticos, esté destinado a describir las propiedades del Sello de Salomón, un símbolo bien conocido por los hermetistas medievales, como “signatura de los cuatro elementos”, llamado también “la corona del mago” (la suma de los seis primeros números, es igual a 21, el número de arcanos mayores del tarot, esto es, de aspectos de la naturaleza manifestada, 1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 = 21).

El soporte de algunos documentos era plomo, en ocasiones presentado en láminas a modo de hojas de un libro y en otras como discos metálicos. A finales de la Edad Media y durante los siglos XVI y XVII, los discos metálicos con inscripciones jeroglíficas se utilizaban frecuentemente como talismanes de protección o invocación a los espíritus. Las clavículas de Salomón es ejemplo de lo que decimos. Es seguro que, las figuras descritas sobre todo en el Tratado sobre el Sello de Salomón, tuvieran esta finalidad mágica.

Llaman la atención, igualmente, el hecho de que sean seis los discípulos de Santiago (6 + 1 = 7) y, finalmente, el que el leit-motiv de todo el acervo documental sea el viaje iniciático de Santiago por tierras de España. A no olvidar que, a partir del siglo XVI, cuando en España y en el Sur de Francia, se alude a topónimos derivados de "moros" (Maragatería, Saint Maure, etc), estamos ante lugares mágicos... pues es de hermetismo y magia de lo que, en el fondo, nos hablan estos documentos misteriosos. Y esos conocimientos, acumulados por El Merini, fueron retocados por quienes elaboraron la falsificación a fin de justificar la presencia morisca en Granada.

El mismo estilo mágico se percibe en el documento que describe la profecía escrita por San Juan. El texto está escrito en un cuadrado mágico de 48 por 29 casillas, cuya lectura debe hacerse tomando, primero los cuadrados pares y luego los impares. En algunos intervalos aparecen letras griegas. El texto es, realmente, un "palíndromos" mágico cuyo significado y clave se han perdido, como, así mismo, su utilidad.

Los "plomos" son el único documento a nuestro alcance para estudiar la tradición mágica y hermética de los musulmanes granadinos, muchos de ellos sufíes, que siguieron ostentando parte de los moriscos.

EL CARPETAZO ECLESIÁSTICO

Las opiniones de las Juntas Teológicas, de Athanasius Kircher y otros impenitentes luchadores por la causa de los "plomos" -como el italiano fray Bartolomé Pectorano, autor de una monumental defensa de su autenticidad- no consiguieron evitar la condena papal. Esta llegó a principios del siglo XVIII. La tristeza y conmoción que causó en Granada fueron indescriptibles. En 1716, 1736 y 1739 se efectuaron forcejeos ante la curia romana para lograr la revisión de la causa, pero el proceso sigue detenido hasta nuestros días y, en la actualidad, los "plomos" permanecen perdidos en algún lugar del Vaticano.

Lo que nosotros hemos planteado, no es tanto la verosímilitud histórica de la predicación de Santiago y de sus seis discípulos en España, como la existencia de un mensaje esotérico camuflado con un ropaje cristianizado. Ni siquiera la demostración de que los textos pudieron ser elaborados por Miguel de Luna y Alonso del Castillo, cambiarían un ápice el hecho de que el contenido encierra un contenido esotérico... sabiduría que -morisca o cristiana vieja- forma parte de la Historia Mágica de España.

Lo más sorprendente es que, en la actualidad, nadie haya rescatado los “plomos del Sacromonte” para avalar con ellos la islamización creciente de la España. Y si no lo han hecho es, precisamente porque el clima que se respira hoy -con la caída en picado de la influencia del cristianismo- es muy diferente al que existió en el momento en el que fueron elaborados, cuando de lo que se trataba entonces era de evitar la expulsión de los moriscos de Granada mostrando que eran ellos, más que nadie, quienes tenían derecho a estar allí… porque eran los “primeros cristianos” de la Península. Los cristianos más viejos entre los más viejos… Es curioso constatar que hoy, el punto más alto de la “mezquita mayor” de Granada, situada en el Albaicín, parezca más un campanario católico que un minarete islámico…