Me siento más iracundo que de costumbre. Ando por Braga,
seguramente una de las ciudades más hermosas y acogedoras de Portugal y de
Europa. La ciudad de las 100 iglesias. Obviamente, no es de eso de lo que me
quejo, sino de lo que me felicito. Pero es que he alquilado un céntrico
apartamento para los días que permanezca aquí. Dentro de la nevera había un
paquete de golosinas. Nunca las había visto en España, a pesar de que estén
fabricadas en Alicante, tal como dice la etiqueta. Pero esa etiqueta dice otras muchas cosas. Entre otras advierte que el
E102 que contiene “puede tener efectos
negativos sobre la actividad y la atención de los niños”. La golosina en
cuestión se llama “Cola Power” y está fabricado por Damel. De eso si que me
quejo: de que puedan venderse productos que tengan “efectos negativos” ¿para
quién? Para los niños.
Hay que decir que la indicación está en la parte posterior
del envoltorio, en una letra de cuerpo 8 ó quizás 9. Cuesta de leer. Además, la
impresión no es particularmente nítida. Supongo que más del 99% de los que comprar este producto ni se preocupan por
leerlo. Así pues, algo que genera repercusiones negativas sobre la “actividad y
la atención de los niños” se vende y consume como si fuera un alimento inocuo.
Una “chuche”… Solamente tengo dos observaciones que realizar. Acaso tres, pero
la tercera es quizás la más irrelevante: un
gobierno de una nación dignos de tal nombre, no permitirían que este producto
estuviera a la venta. Si, ya sé que no tenemos gobierno (tan sólo una banda
de alucinados a los que nadie ha elegido y de mujeres de cuota cuyos rostros de
amargadas son un poema) y, por los pelos que tampoco tenemos nación.
Pero las otras dos observaciones son, como mínimo,
igualmente, elementales. La primera de todas es que, si los fabricantes de tabaco se ven obligados a poner en las
cajetillas, ocupando un tercio de la superficie que “el tabaco perjudica
gravemente a la salud”, a veces acompañado de imágenes de pulmones destrozados,
¿por qué diablos no se obliga a los fabricantes de estas chuches que incluyen
el aditivo E102, a poner algo parecido? No estaría de más una advertencia que
pudieran leer todos los padres. Es evidente que ningún padre en su sano
juicio compraría tales chucherías, y que serian pocos los establecimientos que
las vendieran. Lo más probable es que el producto desapareciera y que el
maldito E102, como mínimo, no se administrara en productos para consumo
infantil.
La otra observación es también elemental. Basta con ver la
situación de la infancia en España. Los
rasgos que acompañan a los niños nacidos en España –y que cualquiera que haya
viajado a otros países comprueba que no están presentes en ningún otro país del
mundo- son hiperactividad y falta de concentración. Hace sólo unas semanas
hablando con un sobrino de 14 años, al que en 2009 le detecté eso que se llama
“trastorno de falta de atención” me comentada que ni siquiera puede ver un
largometraje completo. A partir de los 8 años ya le costaba concentrarse
durante unos minutos en una conversación. Cualquier actividad que abordase con
interés, al cabo de 5 ó 10 minutos terminaba aburriéndole, o bien, simplemente,
perdía el hilo, se desconcentraba y su cerebro pasaba a estar en otra cosa. El “trastorno de falta de atención” es hoy
una de las primeras causas, sino la primera, del fracaso escolar, en el que
España está a la cabeza de Europa.
Y yo me preguntaba por qué. Hoy, en Braga me he enterado
leyendo por simple curiosidad el reverso de una bolsa de chuches para niños. Lo peor no es que un fabricante
desaprensivo ponga en venta un producto que “puede tener efectos negativos
sobre la actividad y la atención de los niños”, lo grave es que un gobierno de
ineptos de incapaces, preocupados por ideologías de género unos, por las armas
de destrucción masiva otros, o por el pago de la deuda, permitan que se venda.
Claro esta que ellos ya han cumplido ordenando la indicación del reverso, esa
indicación que nadie lee porque resulta casi imposible leer. Como la letra
pequeña de los seguros en donde se encierran las cláusulas leoninas, sin duda
las más importantes. Todos cumplen: el gobierno hace valer la ley, la justicia
y preservar la salud, el fabricante incluye el veneno pero, a continuación
dice: “advierto que es un veneno”. Es la hipocresía democrática propia de los
tiempos que corren…
Pero el caso es que España
es líder mundial de ni-nis, de niños y adolescentes que no sirven para trabajar
ni para estudiar, la mayoría porque sufren problemas de concentración y carecen
de la capacidad de fijar en algo su atención. Y a nadie parece preocuparle.
Hubo un tiempo en el que los alimentos infantiles eran los más seguros que
podían consumirse: en tanto que el eslabón más frágil de una sociedad, debe ser
protegido y su alimentación cuidada. El Estado no la cuida. Y algunos siguen votando, pensando que tal
o cual opción solucionará todo el desastre organizado que se remonta ya a
décadas. Y mientras, los niños
histéricos consumiendo las chuches compradas por sus padres sin leer las
indicaciones. Repito: “puede tener efectos negativos sobre la actividad y
la atención de los niños”… Lo he dicho varias veces y lo vuelvo a repetir alto
y claro: para determinados delitos –y
todo esto constituye un incalificable delito contra la salud permitido por
dejación del gobierno del Estado- cuatro paredes para un castigo son tres de
más. ¿O es que vamos a ser también tolerantes y comprensivos con lo atentados
contra la salud cometidos sobre nuestros hijos y nietos?