Es terrible. Usted compra muebles a precio aceptable. Para
abaratar costes, acepta que sea usted
mismo el que deberá montarlos. Lo hace y, pocas semanas después, empieza a
notar una rápida degradación en lo que acaba de adquirir. Tal es la ley de IKEA
para armar la “república independiente de mi casa”. Barata, pero con
aglomerados de mala calidad, chapas más que podrían servir para liar un porro
de finas que son y que se abomban en cuanto se derrama sobre ellas una gota de
agua. Y, sin embargo, lo más sorprendente es que los muebles de Ikea en algunos
países, como en los EEUU, son considerados la quintaesencia de lo snob. En
España, cuando alguien te dice “A mí me gusta la decoración minimalista”, no lo
dudéis, es que acaba de amueblarla con material comprado en Ikea.
NO ME QUEJO NI DEL ESTILO IKEA, NI DE TENER QUE MONTARME LOS
MUEBLES, DE LO QUE ME QUEJO ES DE SU IMPERMANENCIA, DE SU BREVEDAD. Está claro
que un domicilio amueblado con este tipo de productos sale barato, pero la mala
noticia es que cada cinco años hay que renovarlo. DE ESO ES LO QUE ME QUEJO: DE
UNA CIVILIZACIÓN QUE VIVE EN LA IMPERMANENCIA.
Lo bueno del caso es que se trata de una gran idea: muebles
asequibles, algunos de ellos extremadamente funcionales. Muebles para todos,
accesibles a todos… una idea de alto calado social como ésta, no es raro que
hubiera nacido del cerebro de Ingvar Kamprad, un antiguo militante del Partido
Nacional Socialista de los Trabajadores sueco dirigido por Per Engdahl quien
siempre instruyó a sus miembros sobre el carácter social que debía tener una
justa línea política.
Y yo me pregunto si
no sería posible que la misma idea se realizara con unas calidades que
garantizaran una mayor prolongación de la vida útil de estos muebles. La culpa
no es del kamarada Kamprad que, en el fondo, ha ocupado con habilidad un hueco
que otros han generado. Está claro que, por ejemplo, un piso de
estudiantes, gentes que viven de alquiler y que gracias a la Ley Boyer (esa ley
que indicaba perfectamente el espíritu socialdemócrata de favorecer a los
grandes propietarios en detrimento de la estabilidad de la vivienda y que
tendía a expandir el ladrillo como remedio a todos los males de nuestra
economía) pocas veces están más de cinco años en el mismo inmueble, no
necesitan mobiliario que tenga una duración mayor… ME QUEJO DE QUE LA INESTABILIDAD Y LA PROVISIONALIDAD SE HAN CONVERTIDO
EN ALGO NORMAL EN NUESTRAS SOCIEDADES. Ikea es la muestra y el paradigma.
No hace mucho ayudé a uno de mis hijos a montar una
estantería. Dos semanas después era evidente que el peso de los libros había
combado las baldas. Estoy trabajando sobre una mesa de oficina de la misma
empresa. Funcional y excelente… si no fuera porque la chapa que imita madera –dudo
que lo sea- apenas tiene unas micras y la caída de una gota de cerveza hace que
aparezca un verdugón de dimensiones notables. Muy buenas las cajas metálicas
para guardar objetos… salvo por el hecho de que en un par de años empiezan a
oxidarse. Y todo así.
CALIDAD. ¿Es que ya no hay calidad a precios aceptables? Estoy
tentado de decir que la crisis de España deriva de los años 60 cuando la
empresa Muebles La Fábrica se convirtió en líder del sector con mobiliarios
estandarizados y trajo el aglomerado chapado… a partir de ahí, la degradación
del mobiliario se aceleró. Hoy un carpintero digno de tal nombre es un bien
escaso. Los relojeros y los miembros de cualquier otro gremio van
desapareciendo rápidamente. Los artesanos son una especie en vías de extinción.
A FIN DE CUENTAS, DE ESO ES DE LO QUE ME QUEJO: que el hueco que han dejado lo
hayan ocupado los reyes de la estandarización.