La tensión generada por la
cuestión catalana, poco a poco, va descendiendo de intensidad. La semana del 5
al 12 de noviembre supuso otro duro golpe para las cúpulas independentistas y
un premio de consolación para el independentismo de a pie con la manifestación “de
las antorchas” del sábado que sirvió solamente para demostrar que los medios de
comunicación van perdiendo cada vez más el interés por este tipo de
convocatorias que, dadas las circunstancias, no aportan nada nuevo. Lo cierto
es que Puigdemont lleva ya quince días en Bélgica, que Junqueras y los
consellers andan una semana en la cárcel, que “los dos jordis” van a cumplir el
mes, que la huelga general se quedó en embotellamiento y que los partidos
indepes, incluidos los más radicales, han decidido pasar por las “horcas
caudinas” y apuntarse a las elecciones del 21-D. Vamos a intentar
dar algunas claves de la situación.
1. 21-D: “HORCAS CAUDINAS” PARA EL INDEPENDENTISMO
Se dice (o se decía antes) que “pasar bajo las horcas caudinas” suponía
una gran afrenta o humillación para quien tenía que hacerlo, o bien era
sinónimo de hacer algo que no se deseaba. La frase procedía del paso de las
legiones romanas por los Apeninos en el 321 a.JC por el llamado “paso de las Horcas Caudinas”, un
difícil desfiladero. Los lugareños atacaron y las legiones debieron soportar
condiciones humillantes (entre otras pasar bajo una lanza horizontal, lo que
les obligaba a agacharse o bien salir del trance vestidos solo con túnica). La
frase, como todo lo que se refiere a la historia, ha caído en desuso… pero es,
justamente, lo que han tenido que hacer todos los partidos independentistas:
PDcat, ERC y CUP.
Fijémonos lo que supone:
- el reconocimiento tácito de que la “república catalana” es una
ficción y que carece de capacidad para convocar elecciones por iniciativa
propia.
- el reconocimiento, por tanto, de que el “procés” ha fracasado y que
el lustro perdido en alcanzar ese fin se ha saldado con un cero absoluto.
- el reconocimiento, igualmente tácito, de que la “Generalitat de
Cataluña” es un organismo “colaborador del Estado Español” en la gobernabilidad
de una región y no una estructura que pueda hablar de igual a igual con el
Estado sino que está subordinado a éste.
- el intento de no quedar fuera del sistema de subvenciones que mantiene
con vida al independentismo y que se produciría si estos partidos no acudieran a
las elecciones.
Esto es particularmente dramático
en el caso de la CUP que ayer se
enfrentó a un dilema que hace prácticamente imposible su existencia en el
futuro: porque, éste partido, el único animador de los “comités de defensa
de la república” va a tener dificultades en explicar cómo sigue sosteniendo que
el proceso independentista ha concluido con el DUI y que, a partir de ahora, se
trata de “vivir independientes” (como “ha decidido el pueblo catalán” por
votación de su parlamento electo… o al menos de los diputados que se quedaron
en la sesión) y al mismo tiempo, reconoce la autoridad del Estado Español para
convocar unas elecciones en virtud del artículo 155.
Puede decirse que la CUP y el propio Puigdemont han caído
víctimas de su maximalismo. Éste les ha cortado la retirada y, sobre todo,
ha hecho muy difícil toda marcha atrás tratando de diluir la frustración y la
sensación de derrota que están experimentando.
2. JUNQUERAS, PRÓXIMO PRESIDENTE DE LA GENERALITAT
Cuando alguien pasa por las “horcas
caudinas” es que ha sido derrotado. Lo que ocurre es que existen “dulces derrotas” y “amargas derrotas”. La que se le viene
encima a Puigdemont y a exCiU, hoy PDcat, va a ser una muy amarga derrota. La
victoria presumible de ERC que contará con votos llegados de exCiU e incluso de
desengañados por el ultrarradicalismo extraterrestre de la CUP (único
responsable de los “embotellamientos” que tuvieron lugar en la jornada de
protesta por las detenciones de miembros del govern) llevará a Oriol Junqueras
a la presidencia de la Generalitat. Será, sin duda, el partido mayoritario. Derrota, desde luego más dulce.
Ahora bien, eso no quiere decir
que todo vaya a seguir igual. Por muy bajo que sea el sentido de la realidad de
Junqueras y de la dirección de ERC, los días de prisión y el calvario judicial
que tienen por delante, les debe de inducir –si queda en ellos alguna neurona
que no se haya contagiado por cinco años de triunfalismo, la borrachera independentista y el negarse a
reconocer la realidad–, a reflexionar. La única consecuencia a la que pueden
llegar era aquella a la que muchos habíamos llegado ya hace quince años: la independencia es imposible porque ni
existe “mayoría social” a su favor, ni existe una situación internacional en
Europa favorable para ella. Así que obstinarse en seguir esa línea es dejarse llevar inercialmente por la vía muerta en la que se encarriló ERC desde finales de los 80. La
única salida para ERC es configurarse como un partido de “izquierda
nacionalista catalana” en lugar del partido “radicalmente independentista” que
es ahora. Eso implicaría renunciar a su pasado. La otra alternativa es la
desaparición a largo plazo por incapacidad para alcanzar sus fines.
Estas elecciones conllevarán la desaparición completa del “nacionalismo
moderado” que, en este momento está únicamente encarnado por Santi Vila
(veremos lo que tarda en abandonar el PDcat). Así pues, sean cuales sean las
simetrías electorales, ERC tratará de gobernar con lo que quede del partido de
la Colau, algún diputado de PDcat y con el apoyo exterior de lo que quede de la
CUP. La ruptura entre la Colau y el PSC en el Ayuntamiento de Barcelona indica a las claras cuál que el
portento de oportunismo cambiochaquetista de la más que mediocre alcaldesa de Barcelona ha optado
por apuntar a la Generalitat y apoyar el gobierno de coalición en la gencat que se anuncia para fin de año.
Cualquier otra vía está cerrada: si Junqueras, hombre que actúa más por los
empellones que recibe por detrás que por iniciativa propia, persiste en la vía
independentista, el artículo 155 seguirá siendo la “espada de Damocles” que
impedirá un normal gobierno de la comunidad autónoma catalana. Su
alternativa personal es: o seguir avanzando a empujones de los de atrás (y
sufrir las consecuencias judiciales), ser un líder con iniciativa propia (y por tanto rectificar), o
abandonar la política (y volver a un muy modesto puesto de profesor de historia en cualquier instituto de secundaria.
3. EL BOLSILLO Y LA EDUCACIÓN ES DONDE LES DUELE
Han pasado apenas dos semanas
desde que se aprobó la aplicación del artículo 155. Sería inútil decir que
Cataluña está como si no hubiera pasado nada: han pasado muchas cosas. La
primera de todas es que los distintos
sectores nacionalistas empiezan a ver que ya no disponen de la liquidez
suficiente para seguir adelante con su faraónico ritmo de publicidad. La
primera víctima es el diario Avui,
deficitario desde el inicio de su andadura en los 70 (allí se quemaron buena
parte de los fondos de Banca Catalana; en eso y en el apoyo al Omnium Cultural)
y que al ver cortados los subsidios ha tenido que despedir a la mitad de su
plantilla (49 trabajadores). Cabría preguntarse cómo un medio que en la
actualidad es residual, puede contar con un centenar de trabajadores sin tener apenas lectores… La
respuesta es clara: la teta de la gencat proveía, así que… El problema es que ahora ya no va a ser tan sencillo –mientras
Montoro controle los gastos de la Generalitat- entregar subsidios como los que
han beneficiado al Avui desde su lanzamiento. Y lo mismo puede decirse de la "prensa digital nacionalista" que está en todavía peor situación.
La falta cada vez más acuciante
falta de fondos se ha manifestado también en el “caso Artur Mas”, cada vez más
airado por la falta de colaboración que registra en el pago a la multa de
¡5.000.000 de euros! a la que fue condenado por los hechos del 9-N. Artur Mas
creía que podría pagar la multa mediante suscripción pública, a través de la
póliza de responsabilidad civil suscrita por la Generalitat o mediante algún “fondo
de reptiles” que le costa que existe en poder de Puigdemont… Pero nadie parece
dispuesto a dar más allá de un billete de 20 euracos por el iniciador del “procés”.
Los fondos que la gencat ha logrado eludir (se habla de 800 millones de euros
lo que parece excesivo) no durarán eternamente, especialmente porque
- las campañas electorales que se avecinan son costosas y el Estado está muy observante de que ningún funcionario de la gencat realice desviaciones presupuestarias,
- todavía quedan por pagar las fianzas de Junqueras y de los
consellers.
- se prevén multas y obligación del retorno de los dineros “desviados”
durante el “procés” para eludir la acusación de malversación de fondos.
- los bancos no están muy predispuestos a conceder pólizas de crédito a
los partidos indepes por múltiples razones; es más: cuando se serenen los
ánimos, lo más probable es que empiecen a apremiar a ERC y al PDcat para que
pongan sus pólizas a cero.
No es raro que los más
conscientes de ERC no se hagan muchas ilusiones sobre el futuro; les quedan los
“premios de consolación”: alguna manifestación como la del sábado -manifestación ad usum delphini- que deslumbre
por la presencia de antorchas, el ser el partido mayoritario en las próximas
elecciones y… poco más. Pero lo cierto es que, en Cataluña, los problemas
económicos se viven con singular intensidad y son el único contacto que todavía
mantienen los independentistas con la realidad.
En cuanto a la educación, el otro
factor que el independentismo considera “intocable”, seguramente lo es. El
Estado no parece muy interesado en este momento en atacar en esa dirección,
pero tampoco parece que el poder judicial vaya a dejar pasar la utilización de
menores como argumento de propaganda. Lo que va a ocurrir –posiblemente en los
próximos días- es que se sustanciarán las denuncias formuladas por padres de familia por “adoctrinamiento” y se
investigarán las iniciativas de maestros (buena parte de los miembros de la CUP
son maestros de escuela) para utilizar a sus alumnos en acciones de propaganda
independentista. Y, al igual que con los mozos de escuadra, alguien tendrá
que “pagar el pato”...
4. LA CATALUÑA NO INDEPENDENTISTA
Uno de los efectos colaterales de
la crisis independentista ha sido el reconocimiento de que en Cataluña un
sector de la sociedad (véase nuestro artículo La
Cataluña de los cuatro cuartos), no solamente no es
independentista, ni siquiera nacionalista, sino que se siente mucho más apegado
al Estado y a la Nación española. Era el pequeño detalle que se le había
escapado a los independentistas y que la colocación de Gabriel Rufián en las
listas de ERC no bastaba ni remotamente para contrapesar. ¿Cómo queda el “mundo
unionista” en Cataluña?
Hay que reconocer que el éxito de la estrategia del Estado en la
crisis independentista se ha debido a la flema de Rajoy, pero todo induce a
pensar que no será el PP, sino Cs, quien se beneficie del fracaso del intento
secesionista. Las encuestan dan a Cs un espectacular ascenso en Cataluña.
Se verá recargado con votos procedentes del PSC y por decepcionados de la
izquierda podemita y de la Colau (la izquierda catalana todavía no ha
comprobado que el situarse en medio, entre indepes y unionistas, no da
resultado especialmente en períodos de mucha tensión y de decantación de las
posiciones). En cuanto al PP posiblemente se lleve algunos votos del viejo nacionalismo
moderado, pero, en cualquier caso, su ascenso será menor que el de Cs.
El PSC es un caso aparte: en esta
ocasión comprobaremos lo que queda del partido y si logra recuperar algunos
votos fugados a la galaxia podemita. Si lo hace será a condición de realizar
una campaña fuerte, agresiva y con propuestas netas… La del “federalismo” en la
que se enroca regularmente y que parece que será el leit-motiv en esta ocasión,
le augura malas perspectivas. No puede proponerse algo en lo que casi todos
convienen que genera más problemas que soluciones.
La campaña del mosaico independentista será victimista y lacrimógena,
propia de derrotados que solamente aspiran a que sus líderes no salgan muy
malparados de la aventura judicial que tenían al final de la vía muerta
independentista. La campaña “unionista” exigirá reconocer las realidades y “gobernar
Cataluña”. Hay que permanecer muy cauto ante lo que dicen las encuestas: el
“voto oculto” sigue presente especialmente en el sector unionista, pero todo
parece indicar que los independentistas tocaron techo en las anteriores
elecciones y que presentarse divididos les va a perjudicar. No olvidemos,
además, que los márgenes del independentismo están ahora convertidos en un
sumidero de decepcionados y confusos, muchos de los cuales se sienten
engañados, sino traicionados, por quienes les convencieron de que la
independencia era posible y, a la hora de la verdad, han huido a Bélgica y cada
día tratan de desandar lo andado.
* * *
Esto es lo que se refleja desde
el más absoluto desapasionamiento, mirando las calles, hablando con las gentes
y valorando cada noticia según el medio que la emite. ¿Mi opinión resumida? Esto aburre y cansa. Nadie puede sentirse satisfecho de escribir la crónica de cómo unos políticos impresentables y tontorrones han logrado partir en dos a la mitad de la sociedad catanala (porque la otra mitad es completamente indiferente al "unionismo" o al "independentismo"...). Y, por cierto, lo más lamentable de la crisis es que nadie recuerda que el verdadero problema de Cataluña no es este triste proceso que agoniza desde el mismo momento en que un grupo de pobres alucinados lo impulsaron, sino el TERRORISMO YIHADISTA QUE, ANTES O DESPUÉS, VOLVERÁ A LLAMAR A LA PUERTA EN LA MEDIDA EN QUE CATALUÑA ES LA REGIÓN MÁS ISLAMIZADA DEL ESTADO ESPAÑOL.