La última astracanada del pobre
Puigdemont es creerse un Macià redivivo y emprender como él, un camino del
exilio antes de su triunfo definitivo. Veremos si el gobierno belga acepta el
marronazo (que será condenado por toda la UE y corre el riesgo de acabar con el
frágil equilibrio interior belga) de admitir en su territorio a un “gobierno
catalán en el exilio”, que no es gobierno, que nadie ha exiliado y que más que
catalán está compuesto por paletos provincianos (no lo digo yo, sino el Diari
de Girona que conoce muy bien a Puigdemont y cuyo artículo Catalunya
no és Girona recomendamos leer). La aventura independentista, por tercera vez en noventa años, ha
terminado en astracanada. El nacionalismo ha alcanzado un promedio de treinta
años entre “flamarada” y “flamarada”. Y no cambia. Pero así como la primera
broma en 1926, los “fets de Prats de
Molló” pudo terminar mal y, de hecho, hubiera terminado si parte de los
aventureros no hubieran sido chivatos de distintos servicios policiales de
Francia, Italia y España; así como la segunda broma rondó la tragedia con
algunos disparos y 48 muertos; la tercera –la protagonizada por el tándem
Puigdemont-Junqueras- ha sido, desde el principio, una simple ensoñación, tan
romántica y apasionada como ingenuo-felizota.
Los protagonistas de las dos
primeras “flamaradas” fueron Maciá y
Companys, ambos mitificados hasta el absurdo y pasados a la condición de
intocables por el nacionalismo. Por la misma regla de tres, el nacionalismo
catalán, en el 2050 habrá elevado a los altares a Puigdemont y Jonqueras. No en
vano tienen los mismos méritos que sus dos precedentes históricos.
CON PRATS DE MOLLÓ EN EL CORAZÓN
CON PRATS DE MOLLÓ EN EL CORAZÓN
Maciá… el “coronel Maciá” (la
juventud barcelonesa decía en 1933: “ets
mes ranci que la momia d’en Maciá” y tenían razón porque intentaron
momificarlo tras su muerte), su trayectoria es la de un metepatas al que otros
allanaron el camino que le llevó a la presidencia de la Generalitat a poco de
instaurarse la República. Autoexiliado durante la dictadura, en 1926 se le
ocurrió tramar un “complot” independentista. Primero buscó apoyos interiores:
la CNT agrupaba al proletariado catalán. Trenzó con ellos un acuerdo. Luego,
Pepe Bullejos, secretario del PCE, le invitó a conocer Moscú. Allí los esperaba
Andreu Nin, catalán y entonces de estricta observancia leninista, dirigente del
Komintern. Le presentaron a Zinoviev y este les prometió lo que hiciera falta:
armas, municiones, dinero…
Al volver a París, Maciá se
encontró con dos problemas: el primero era que la CNT al conocer su pacto con
los stalinistas, rompió relaciones con el nacionalismo catalán; el segundo no
era menos grave: justo al tomar el tren de regreso, Stalin había destituido a Zinoviev,
iniciándose la primera de sus afamadas purgas… Así que de lo hablado, nada.
Alguien normal y corriente se hubiera dedicado a su familia y a visitar París.
Pero eso suponía no conocer lo que Maciá llevaba dentro: así que tramó la
invasión armada de Cataluña, cruzando la frontera con 100 partidarios y otros
120-130 italianos de la Legión Garibaldina, dirigidos por Riccioti Garibaldi.
Sí, este Garibaldi era sobrino nieto del “libertador de Italia” y se encontraba
igualmente exiliado en París. La Legión Garibaldina era un amasijo de
libertarios, ácratas, republicanos, aventureros y algún que otro delincuente
que era todo lo anterior, todos malviviendo a la desbandada en París.
Lo que ignoraba Maciá es que la
mayoría –empezando por Riccioti Garibaldi- vendían informaciones a la OVRA (la
policía italiana), a la Sûreté Française, a la embajada española e incluso la
Internacional Comunista tenía a sus agentes infiltrados. Maciá emitió unos
bonos firmado por “El gobierno
provisional de Cataluña” (¡la manía de un alucinado nacionalista de hablar
en nombre de toda Cataluna, como se ve, no es nueva) para financiar la
operación. De los 5.000.000 millones emitidos, se vendieron unos pocos miles
entre los catalanes radicados en Cuba… Ni uno se vendió en el interior de
Cataluña.
Maciá no debía ignorar que, de
haber superado la frontera, las “dos columnas” que debían realizar una maniobra
de “tenaza” sobre Olot, se hubieran enfrentado a un regimiento de infantería de
guarnición allí, un cuartel de carabineros, unidades de la Guardia Civil y el
somatén que hubieran movilizado a bastante más de lo que agrupaban a las
fuerzas invasoras. Suerte tuvo Maciá de
que, cuando se dirigían desde distintos puntos de Francia a Prats de Mollo,
todos los miembros de la aventurilla fueron detenidos. “Ens han trahit!”, grito
Maciá al conocer las primeras detenciones… pero no dio la orden de detener la
operación que acabó con Maciá y sus compañeros ante los tribunales
franceses.
De no ser masón el ministro del
interior francés de la época, de no quedar el tribunal sorprendido por lo que
calificó como “aventura senil” y de no mediar una brillante defensa, Maciá
hubiera muerto en prisión. Sobre, el llamado “complot del Garraf” (en el que
unos extremistas pretendían poner una bomba en uno de los túneles ferroviarios
para que estallara al paso del convoy que llevaba a Alfonso XIII a Barcelona)
hay menos que decir: en esta operación hubo casi tantos infiltrados de la
policía como en “els fets de Prats de Molló”.
CON EL 6 DE FEBRERO DE 1934 EN EL CORAZÓN
Llegamos al 6 de octubre de 1934,
cuando, muerto ya “el coronel Maciá” y reemplazado por “el Pajarito”, Lluís
Companys, a éste se le ocurre otra genialidad. Proclamar el “Estado Catalán dentro de la República Federal Española”…
Ejem. Companys, a decir verdad no era separatista, o al menos no era tan
separatista como Maciá. Lo suyo era el “federalismo”. Sobre lo que ocurrió ese
día todavía se sabe lo justo. Se ignora, por ejemplo, porqué los mozos de
escuadra permanecieron acuartelados siendo como era el conseller de interior,
Josep Dencás, el hombre más dispuesto para la acción de entre los
independentistas. De hecho, se ignora incluso porqué Companys eligió a Dencás
para el cargo. Dencás, a todo esto, era un habitual de la embajada italiana y
aspiraba a que la nueva república fuera reconocida por la Italia Fascista.
Bastó un cañón colocado ante la
puerta de la Generalitat para que aquel “Estado Catalán” dentro de una
inexistente “República Federal Española”, durara diez horas. Todos acabaron en
la trena. Todos procesados. La Generalitat intervenida, un gobernador general
–masón por más señas- enviado a Cataluña y hasta la victoria del Frente
Popular, los condenados siguieron en la cárcel. Algunos independentistas
resistieron algo más de lo normal en la sede del CADCI, el sindicato de
dependientes. Y ahí terminó todo. Sin
épica, sin heroísmo, sin dignidad. Porque se perdió hasta la dignidad. A partir
de ese momento, el nacionalismo ya no levantaría cabeza en los cuarenta y
tantos años siguientes, a pesar de que siguiera llevando las riendas de la
Generalitat. En la guerra civil se eclipsó. Companys fue incapaz de mantener el
orden, rebasado por unos y por otros, no hubo columnas de ERC, ni de Estat
Catalán en las vanguardias que lucharon en Aragón contra las tropas franquistas,
ni mozos de escuadra dispuestos a separar a anarquistas, trostkystas y
stalinistas en la guerra civil dentro de la guerra civil que tuvo lugar en
marzo de 1937. No hubo milicias
nacionalistas que salvaran la dignidad perdida el 6 de octubre de 1934.
El 6 de octubre de 1934 hubiera
sido una segunda broma, de no ser porque murieron 38 civiles y 8 militares. Mientras la resistencia socialista en
Asturias fue numantina, el nacionalismo demostró una vez más que tenía la
mandíbula blanda. Pero quien creía que diez horas para un “Estado Catalana
dentro de la República Federal Español” son pocas horas, y que en ambas
ocasiones el ridículo y el bochorno más absoluto acompañaron a la aventura, es
que todavía no había visto a Puigdemont y a Junqueras en su particular “cuento
de la lechera”.
EL CUENTO DE LA LECHERA EN VERSION INDEPE
“Tenemos una región que no es región, sino que es nacionalidad”,
dado que “tenemos una nacionalidad
histórica, debe tener un organismo de autogobierno”, “como somos especiales, este organismo de autogobierno debe ser más que
el de cualquier otra autonomía del Estado”, “para ser más ahora ya no somos nacionalidad, sino nación”, “como toda
nación tiene un Estado, la generalitat es el embrión del Estado Catalán”, “y
como algo tan excelso como esto es bueno para nosotros, es bueno para Cataluña”,
así que “a despecho de leyes,
constituciones y sentidos comunes, nos declaramos independientes”… y ya
está. El cántaro, finalmente, se rompió. La “flamarada”
hizo “llenya”.
Porque este tercer intento ha
sido, si cabe –y no cabe mucho- más ridículo que los otros dos anteriores: protagonizado por un individuo sin lustre,
ni historial, un perfecto don nadie de provincias, con un título de
bachillerato por toda preparación profesional (miren en wikipedia y
advertirán pronto que cuando se dice que “tiene
estudios de filolofía catalana y de ciencias de la información” quiere
decir que se matriculó pero que no terminó ni una ni otra carrera”), con una
carrera asentada de aprendiz de pastelero en el negocio familiar, cargos de
tercer y cuarto orden en medios amamantados por la gencat, luego alcalde de
Girona casi por chiripa y, finalmente, al frente de la gencat, sin tener ni
repajolera idea de dirigir un negociado… Ese es Puigdmont.
¿Y ESTOS HAN LIDERADO EL “PRUCÉS”?
No voy a salir en defensa de
Rajoy y de Soraya, pero, ciertamente, impresionan más sus títulos
universitarios, sus oposiciones triunfantes y su experiencia profesional. En
fin, Puigdemont siempre podrá vender “Borrachos
de Amer” y “Delicias de Amer” (especialidades de la pastelería familia) en
Molenbeck, rivalizando con esos simpáticos pasteleros magrebíes que pueblan
aquel suburbio bruselés. Porque otra cosa, la criatura, no sabe hacer. Y doña
Marcela Topor, la ciudadana rumana que oficia de amantísima esposa, de pasado
incierto (y digo bien porque cuando su marido se hizo cargo de la gencat, se
contrató a una empresa para que borrara todo su historial previo en internet,
con lo que su inofensiva condición de “actriz” que alega en su biografía no
viene avalada por ni una sola prueba tangible y fehaciente), siempre podrá
vender platos rumanos con el “gallo de Horezu” el símbolo de la buena suerte en
su región, amuleto que le regaló a su marido al ser elegido “president”… y él,
paleto de provincias, se lo creyó.
Para dirigir una aventura independentista
hace falta más cuajo, más preparación, más liderazgo, más cabeza y más
testículos. Puigdemont carece de todo esto. En cuanto a Junqueras, con aspecto
de glotón, permanentemente desaliñado, sudoroso, emotivo, propenso al llanto,
pero también al engaño, a falsear estadísticas, a creérselas, a embarcar a
otros en sus dobles saltos mortales sin red, a tener valor para mentir pero no
para reconocer fracasos, hábil en debatir con los amigos, pero permanentemente
vapuleado cuando en el debate se introducen elementos ajenos al nacionalismo…
es, como mínimo, un personaje mediocre, con el carisma de un tapón de corcho y
el lustre de una piedra sin desbastar. Producto de su generación, dignos
herederos de Carod Rovira… Mediocres, sin proyecto, sin estrategia, emotividad
pura, sentimentalismo a flor de piel. Si menciono aquí a Carod es porque fue el
primero en reconocer que a él lo que le importaba era la independencia… después
de la independencia podía caer el diluvio universal, eso ya no iba con él.
AQUÍ TERMINA TODO…
Que el “conflicto indepe” ha
llegado a su fase final es algo que parece claro. Uno tras otros, consellers,
presidenta del parlament, organismos, partidos, se van plegando a la disolución
del gobierno de la gencat y a la convocatoria de nuevas elecciones. La
increíble “huelga general” que un sindicatillo minúsculo, casi inexistentes, la
Confederación Sindical Catalana, subsidiado por la gencat durante 40 años,
había convocado ¡de 9 días de duración!, ha sido desconvocado. La "combativa CUP" y sus "combativos comités de defensa de la república" preparando las elecciones convocadas por Rajoy... ¿La última
carta? ¿Instalar un gobierno de la “República Catalana” en el exilio?, en
Molebeck sin duda, para no decepcionar al “dernier carré” de bonzos indepes. La idea surgió el lunes, el miércoles quedaba prácticamente desechada. Puigdemont es un político amortizado que, a partir de ahora, dará sólo que hablar en los tribunales.
La partida está decidida. El nacionalismo,
por tercera vez en 90 años, se ha inmolado en el altar de la estupidez. Y nos
tememos que todavía quedan por ver las escenas finales, los estrambotes de
última hora y las lágrimas que quedan por manar del siempre emotivo
independentismo ultrancista. ¡Menudo marronazo el que la ha caído al gobierno
belga! Pero tres ridículos a cual mayor, son demasiados papelones para menos de
un siglo. Yo les recomendaría que, más que a elaborar programas políticos y
proclamas ingenuo-felizotas, se dedicaran a guionizar chous del club de la
comedia.
¿Qué ocurrirá en las elecciones?
El CIS catalán dice que se volverá a repetir el resultado de hace dos años.
Luego añadió que el independentismo había subido nueve puntos… Es el CIS
catalán. Otras encuestas dan resultados diferentes: catástrofe para el PDcat,
subida de ERC, bajada de CUP, del PSC, de la Podemos-galaxy, subida fuerte de
Cs y moderada del PP… Lo que está claro es que, aun en la hipótesis –que, desde
luego dista mucho de estar confirmada, la crisis indepe ha generado en ese sector una crisis de confianza innegable en sus líderes- de que los “nacionalistas” lograran
formar una mayoría de gobierno (lo que se haría con votos de la Podemos-galaxy)
no estarían en condiciones de seguir manteniendo el mismo tema de la
independencia, confirmada su imposibilidad desde todos los puntos de vista. Los
efectos de las “flamaradas” indepes durante unos meses, pero Cataluña es una
sociedad, a fin de cuentas, realista que, antes o después, advierte los
patinazos (prueba de ello son los editoriales de la prensa catalana, incluida
la indepe, en la última semana: ni uno solo apuesta por seguir la vía ya
fracasada de Puigdemont-Junqueras (que, por cierto, no se hablan desde el
viernes 27 de octubre).
PD1.- [no] Podemos.- La gracia es que el desastre
independentista, de manera absolutamente increíble, ha afectado también a
Podemos. Iglesias, que se había comprometido demasiado con el independentismo,
ha aprovechado parar bailar la yenka (delante, detrás, un, dos, tres) y
desembarazarse de la “Corriente Anticapitalista” que –pásmense- “ha reconocido”
a la “República Catalana”. Veremos ahora Podemos-Cat y Cat-en-Comú, como se las
apañan y que proponen: “ni 155, ni
independentismo”… que es como recordar que gracias a la ambigüedad del PSC
en la materia y a propuestas similares, como pasó de ser el primer partido
catalán a ser una fuerza residual. ¡Que cruz deben soportar los electores de
izquierdas! Si hemos de creer las encuestas, parece que [no] Podemos ha perdido un 30% de su electorado.
PD2.- Los ultras en el imaginario indepe.- Un último apunte: la
extrema-derecha ha estado prácticamente ausente de la crisis… salvo para los
independentistas que la han visto detrás de cada guardia civil, debajo de cada
bandera española, detrás de cada casette
de Manolo Escobar. Una pegatinas puestas sobre la furgona de TV3% ha sido considerada por ellos como una “agresión violenta de
ultraderecha” y, por tanto, los 300.000 (¿o era 1.000.000? ¿si unos
engordan cifras porqué no las van a engordar otros?) que andaban por ahí, son
ultras sedientos de sangre… todo esto forma parte de la ensoñación independentista
y de su imaginario colectivo. ¡Nois, ja va sent hora de despertar!