Las encuestas dan un 7% de ventaja a los partidarios
de que el Reino Unido abandone la UE. Se ignora, sin embargo, sobre si esta
cifra es real, o se trata de un intento de movilizar a los partidarios de que
permanezca en la UE. Sea cual sea el resultado, lo que importa es que el tema
central sobre el que ha girado el debate en torno al Brexit es la inmigración y
ha relanzado la imagen pública de Nigel Farage, líder del UKIP, el partido
euro-escéptico sobre cuyas espaldas ha recaído el grueso de la campaña.
La imagen de Farage ha aparecido en todos los medios
de comunicación, pero, sus declaraciones realizadas el pasado domingo en la BBC
parecen estar en la ventaja que han obtenido los partidarios del Brexit en los
últimos días: hasta siete puntos. Farage declaró que el Reino Unido quiere sus
propias leyes, control sobre sus propias fronteras y capacidad para decidir qué
inmigrantes quiere y quienes no quiere. Además, advirtió que la salida del
Reino Unido es el primer paso para que los países europeos reformulen sus políticas.
Tras esta salida, otros países europeos se plantearán la “desconexión”, a la
vista de que no se producirá con la salida inglesa, el apocalipsis económico
que el stablishment augura.
Los partidarios de la permanencia hacen notar que el
45% de las exportaciones británicas van a parar a países de la UE. En materia
de inmigración, el Reino Unido admite anualmente a 300.000 inmigrantes, si
bien, a causa de las protestas de la población autóctona, ha prometido
reducirla a “menos de 100.000 anuales”. Farage asegura que “es imposible
controlar la inmigración siendo miembro de la UE”. La inmigración es el tema central de debate
sobre el Brexit: el diario The Observer
ha explicado que el 50% de los electores irán a votar en función de su criterio
sobre la inmigración: los votantes de origen asiático y africano, lo harán en
contra del Brexit, los autóctonos a favor…
Otro de los elementos a tener en cuenta en la
votación es lo que implicará una u otra de las actitudes: de permanecer en la
UE, David Cameron se verá obligado a realizar alguna concesión hacia quien han
votado a favor del Brexit y se verá obligado a cumplir lo prometido durante la
campaña electoral de 2015: renegociar el tratado de adhesión con la UE. Pero si
triunfa el Brexit, el Partido Conservador entrará en crisis. No es ningún
secreto que los conservadores británicos están divididos ante esta actitud. Es
incluso probable que Cameron se vea obligado a dimitir si pierde el referéndum
del 23 de junio.
Pero, sin duda, el efecto más importante de un
eventual triunfo del Brexit sería que quedaría demostrado para todos los países
europeos, que la UE es un club al que un país puede afiliarse y desafiliarse a
voluntad, según sus intereses. Lo que, hasta ahora, ha sido un “club
franco-alemán”, debería revisar su funcionamiento, su estructura y armonizar
mejor los intereses de cada país y, especialmente, la forma de control sobre el
Euro. Nigel Farage tiene razón cuando dice que el Reino Unido sería el primer
país que se da de baja en el club europeo, pero no el último. Otros seguirán. O
al menos, se lo plantearán. España, entre ellos.