Si tuviéramos políticos realistas
y con sentido de Estado, los resultados del 20-D hubieran bastado para formar
gobierno: presidido por Rajoy, en coalición con el PSOE o apoyado exteriormente
por éste partido. Era lo que el mundo de los negocios pedía y lo que, a la
vista de los resultados, parecía lo más lógico: que quien había llegado
primero, gobernara apoyado por el segundo. Pero la lógica no rige para la clase
política española. Iglesias, Rivera y Sánchez quisieron dárselas de “estadistas”
en los seis meses que siguieron al 20-D y esto nos ha llevado a otra situación
en la que el PP, más reforzado, sigue precisando de un segundón para gobernar.
Completando –y rectificando- algunos de los juicios que expusimos ayer en
caliente a las 20:30 y a las 22:30, esta es nuestra lectura de los resultados
electorales.
Los cuatro grandes partidos han
obtenido resultados que las encuestas no auguraban, hasta el punto de que vale
la preguntarse si todo el dinero que se utiliza en ellas, sirve para algo y si
un Rappel o cualquier vidente del tres al cuarto, no lo haría mejor. En segundo
lugar, realizar una encuesta y pasarla por la cocina, se han convertido en un
arte, pero mucho más artístico resulta manipular sus resultados. Que no se sabe
hacer encuestas y que fallan más que una escopeta de feria, está claro: o de lo
contrario, no se entiende el porqué incluso las encuestas realizadas a pie de
urna, seguían siendo erróneas, cuando ya no existían motivos para engañar
durante un par de horas más sobre los resultados. No, no se saben hacer
encuestas y, es muy probable que sea, entre otras cosas, porque al pueblo
español ya le da igual dar una u otra respuesta y todo depende de la cara del
encuestador. Sin embargo, existe toda una ciencia estadística, muy minuciosa,
sobre las encuestas y cómo “afinarlas”. De ahí que sobre este tema está claro que lo que se ha
producido ha sido manipulación de las mismas. Manipulación quiere decir,
adulterar deliberada y voluntariamente, los resultados de las encuestas más
importantes (en especial, la del CIS) para obtener efectos electorales
concretos.
Y es que las encuestas se han
convertido en un arma electoral: los grandes engañados han sido Podemos, cuyo
equipo dirigente, ayer en la rueda de prensa, ofrecía una patética imagen:
aficionados, hasta ayer a las 10:00 pagados de sí mismos y que creían que iban
a comerse el mundo en dos años y, a partir de hoy, algunos van a seguir liando
porros, otros regresarán a sus clases que nunca debieron dejar y los habrá que
seguirán en esto como único medio de vida. Incluso algunos diarios digitales de
izquierdas, a la hora de cerrarse los colegios electorales, aludían a la “mayoría
aplastante” de la izquierda y al “sorpasso” de Podemos al PSOE y a la ineluctabilidad de un gobierno de mayoría de
izquierdas. Y ellos mismos, la dirección de Podemos y sus pobres bases, se lo
creyeron. “Alguien” había manipulado las encuestas contra ellos: porque en
estas elecciones, si el PP
ha obtenido un buen resultado, con una campaña más que mediocre, ha sido porque
ha sabido estimular el “voto del miedo”. Incluso en redes sociales se
llamaba a votar para evitar un nuevo “frente popular” que iniciara
fusilamientos y asfixiara las libertades cívicas… como en 1936. El “voto del
miedo” ha pesado como una losa, contra Podemos, lo ha desbaratado y ha sido el
causante de que la cara de Errejón pareciera más de monolito que nunca, que la
tristeza se apropiara del rostro de Iglesias, que Garzón se esforzara por permanecer
inexpresivo y que la Bescansa pusiera su peor mueca y viera como se alejaban de
ella los millones que siempre facilita el poder. Además, Podemos tuvo que
soportar la humillación inenarrable de oír el “¡Si se puede!”… gritado por los
alegres muchachos del PP…
El mapa electoral español es hoy
azulado, salvo con Cataluña y el País Vasco y tres incrustaciones rosadas en el
sur (Huelva, Sevilla y Jaén). Se da la circunstancia de que en Cataluña ha
ganado En Comú Podem y en las provincias vascas Unidos Podemos, superando al PNV
y arrinconando a Bildu. Esto llega cuando en Euzkadi la “intención de voto”
independentista está a mínimos históricos y cuando en Cataluña el proceso
soberanista se ha desarmado.
En el País Vasco, el PNV ha
perdido 16.101 votos y un escaño. Peor le ha ido a Bildu que se contrae ¡31.404
votos! En relación a diciembre. Así pues, estamos hablando de casi 50.000 votos
nacionalistas menos… por un aumento de 5.000 votos del PP y de 2.000 del PSOE
que seguramente proceden del reparto de los 10.000 votos perdidos por
Ciudadanos en esa comunidad. No es que Podemos/AHAL DUGU-IU-Equo sean unos “grandes
patriotas jacobinos”… es que el nacionalismo se deshincha y el independentismo
desde el malhadado Plan Ibarreche no ha levantado cabeza.
En Cataluña, las cosas están
igualmente enmarañadas para el independentismo. Sube ERC, pero baja CDC, sí,
pero sube menos ERC de lo que baja CDC. En efecto, ERC obtiene 27.512 votos, mientras
que CDC baja 85.000. En Común Podemos ha vencido… pero a costa de perder
100.000 votos, que, sin duda, han sido absorbidos por el aumento de la
abstención que, unida al voto nulo y al voto en blanco, ha afectado a 2.000.000
de electores catalanes. El PSC sigue su curva descendente perdiendo 40.000
votos, mientras que el PP recupera 52.000, llegados mayoritariamente de Cs que
sufre la sangría de 112.000 en su feudo y cuna catalán. En número de diputados,
el independentismo puede dar con un canto en los dientes: logra mantener los
mismos escaños. Incluso, si tenemos en cuenta que la posición de En Común
Podemos ha sido siempre favorable al reféndum de autodeterminación, son 2.000.000
de electores los que estarían a favor y por 1.500.000 en contra, eso sí con el
inmenso vacío de 2.000.000 cuya opción es un misterio (suma de abstención,
nulos y en blanco). Pero, los resultados nacionales (de la única nación que
existe realmente, se entiende) juegan en contra del independentismo: éste
solamente hubiera podido registrar un balón de oxígeno en caso de que se
produjera una victoria de las izquierdas y el sorpasso de Podemos. Al no haberse producido, las
posibilidades de que gobiernen las izquierdas favorables a la “autodeterminación”,
se aleja y, con ellas, va siendo hora de la ERC-CDC entierren definitivamente
el “procés” porque, una cosa es que haya muerto, y otra que empiece a ser un
cadáver maloliente.
En Andalucía los resultados han
dado también la victoria al PP: aquí sí que se ha producido un “sorpasso”
notorio: el PP 130.000 votos, colocándose como primer partido andaluz con
100.000 votos más que el PSOE. Los dos diputados perdidos por el PSOE han ido a
parar al PP. Otros 75.000 votos se han desplazado de Cs al PP. En la ciudad de
Cádiz es donde han podido verse los efectos de las “alcaldías de Podemos”: el
PP se ha situado algo más de tres puntos por encima de Podemos-IU-Equo,
mientras que el PSOE recuperaba algún voto y Cs perdía 1.000. No es, desde
luego, una victoria personal del “Kichy”… Pero, anécdotas aparte –el “Kichy” es
anécdota, en absoluto política- lo importante de Andalucía es que Susana Díaz
ha sido tocada y casi hundida en sus esperanzas de constituirse como
alternativa al “soldado Sánchez”. Un buen resultado del PSOE en Andalucía
hubiera segado la hierba bajo los pies de Sánchez, a la vista de la pérdida de
votos y de escaños que ha sufrido a nivel nacional, pero dos de los cinco
diputados perdidos por el PSOE son andaluces y 100.000 de los 121.000 votos
menos que ha obtenido esta candidatura se han perdido en Andalucía. Si el PSOE
ejerce una catarsis postelectoral, ya no está en absoluto claro, ni que Sánchez
pierda su poltrona, ni mucho menos que la Díaz la recupere. Y lo que peor podría hacer el PSOE
es recrearse en que sus resultados han sido mucho mejor de lo que las encuestas
le daban para no modificar en nada su línea política y su estrategia a la hora
de las consultas para formar gobierno.
Ya dijimos “en caliente” que la
victoria de Rajoy, no se debe a su campaña, sino a los errores de sus
oponentes. Errores que se prolongaron en los maximalismos que todos ellos
(Sánchez, Iglesias y Rivera) dieron desde la noche misma del 20-D: todos se
sentían “imprescindibles” para formar gobierno, todos hablaban de “consultas”
con unos o con otros, todos parecían ejercer la “alta política” de coaliciones
y mayorías, todos imponían a sus oponentes condiciones y exigencias… olvidando que quien había ganado
las elecciones el 20-D era Rajoy. Parte de los electores de Cs no lo
entendieron, parte incluso de los que entonces votaron socialista se
trasladaron de nuevo al PP.
Desde el principio quedó claro
que Rajoy no iba a desgastarse en debates parlamentarios perdidos de antemano,
ni iba a conversar indefinidamente con “aficionados” como Rivera, Sánchez o
Iglesias, inamovibles en sus posiciones y que han sido causantes de que se
convocaran segundas elecciones en seis meses. Simplemente, ejerció de Don
Tancredo y fueron los otros los que se desgastaron. En estos seis meses, Rivera
se creyó “estadista” cuando no pasaba de ser un candidato aupado por el antisoberanismo
que, cuando lo ha relegado a segundo plano, se muestra como erial de
ambigüedades, lecciones apresuradas mal aprendidas y con todas las limitaciones
del centrismo más timorato. Iglesias como una personalidad política, igualmente
sobredimensionada, vendedor de “lo nuevo” que ha terminado por aliarse con lo
más rancio de la política española: los buscadores de fosas de la guerra civil
y profesionales de la “memoria histórica”. Sánchez, dando muestras en los
debates televisados de su escaso “punch” y ser aún más gris que Zapatero (que
ya es ser gris). Ante semejante panorama y ante el hecho de que los tres
olvidaban que Rajoy había ganado las elecciones, el batacazo que han tenido ha
sido mayúsculo. Pero en esta nueva consulta electoral el vencedor indiscutible
es Rajoy. Sin paliativos. ¿Se atreverá alguno de estos tres figuras menores a
reconocer lo que debió reconocerse tras el 20-D? Esa es la parte que no está
clara: la pelota está,
sobre todo, en el techo del PSOE porque su concurso sería el que permitiría la
fórmula más simple y la que todos venimos esperando (y algunos temiendo): la “gran
coalición” PP+PSOE.
La coalición quedaría más “suavizada” con la
presencia episódica de Cs que haría el trago menos amargo para Sánchez. Aunque
una coalición de este tipo momentáneamente diera vida al PSOE –sabido es que un
partido como el PSOE si está alejado mucho tiempo del poder, se va desleyendo
como un azucarillo- podría ser un arma
de doble filo en el futuro. Cs no tiene nada que perder y mucho que conceder.
Ya no le vale a Rivera el repetir una y otra vez: “Yo pactaría con el PP, sólo
si se va Rajoy”. Rajoy ha ganado, no existe ningún motivo para que no sea el
próximo presidente. En cuanto a Sánchez no puede arriesgarse a una “tercera
ronda” electoral: o transige o corre el riesgo de que en diciembre próximo
pierda otro 0’55% y otros 5 diputados… Así pues, como ya dijimos el 20-D por la noche, entonces
la solución más razonable era la “gran coalición” PP+PSOE; ahora es la que
exige la situación…
El gran problema es cómo va a presentar
el PSOE un cabio de rumbo que implica un giro copernicano a su trayectoria
histórica y a lo que ha prometido por activa y por pasiva durante toda la
campaña: no pactar con Rajoy. Si se obceca en este punto, vamos a la “tercera
vuelta”… Y no tengo claro que haya tiempo para un experimento de este tipo,
inédito en democracia desde la República de Weimar en 1932, el año en el que se
sucedieron cinco consultas electorales, de ellas dos elecciones generales y una
presidencial, a dos vueltas…
El electorado ha soportado mejor
de lo que se esperaba estas elecciones. Contrariamente a lo que se esperaba a las 18:00 horas de
ayer la abstención solamente ha subido de manera significativa en Cataluña.
Los 7 puntos de diferencia entre la asistencia a urnas a las 18:00 de la tarde
en relación al 20-D fueron compensados a última hora entre votos por correo y
gente que volvía de la playa. La abstención se mantiene en los mismos niveles
que entonces y lo mismo en lo que respecta a los votos en blanco (0’75%). Solamente
los votos nulos han experimentado una leve subida.
En cuanto a los partidos menores poco
queda por añadir: Vox se
hunde y parece difícil que vuelva a presentarse a unas elecciones
generales, perdiendo 12.000 votos y quedándose como 46.781 votos y peor le va a
UPD que pierde 100.000
y se queda con apenas 50.000 votos. Otra opción cuyo congreso de disolución no
se hará esperar. PACMA
sube 60.000 votos –su propuesta de “geriátrico para mascotas” parece
haber tenido “impacto” en el electorado….- pero su dispersión geográfica hace
que en ningún lugar se haya aproximado a obtener un escaño. El BNG pierde 26.000 votos
y, a partir de menos de cinco cifras, quedan 32 opciones electorales que no
vale la pena comentar en su triste irrelevancia. Cierra la tabla el partido “Unión
de Todos” (UDT) que no parece hacer honor a su nombre con los apenas 54 votos
obtenidos. Menos de lo que el “error técnico” (que siempre se refugia en estas
opciones) daría lugar a pensar.
¿El senado? ¿A quién le importa lo que haya en el senado,
desde luego? El PP tiene tres veces más senadores que el PSOE que
garantiza buenos sueldos a sus titulares. Ha obtenido 6 senadores más que el
20-D.
Lo más gracioso de la “pasada legislatura”
será que durante estos últimos seis meses, España no ha ido particularmente mal…
Casi como si un “gobierno en funciones” fuera menos gravoso para los españoles
que un “gobierno para cuatro años”.
* * *
No negamos que comentar estas
elecciones se nos ha hecho muy cuesta arriba y que, ya durante la campaña
electoral, no podíamos ocultar nuestro absoluto desinterés por todo lo que estaba
ocurriendo y por lo que se estaba diciendo. ¿Motivo? Cada vez está más claro
que unas elecciones no resuelven los problemas, sino que, frecuentemente,
contribuyen a generar otros nuevos. Y, por lo demás, no creemos en el sistema
democrático cuantitativo en donde cantidad y cualidad se confunden. Desde que
Gustav Le Bon escribió su Psicología de
las Multitudes, las leyes de manipulación de masas se conocen
suficientemente. Por otra parte, las estrategias de los partidos y su
maniobrerismo, hacen que el ciudadano vaya a votar sin intuir siquiera lo que
ese partido va a hacer con su voto. En esta campaña, por ejemplo, ha sido
dramática la indefinición que los partidos han hecho llegar al ciudadano. Pero,
en definitiva, las consultas cuantitativas son la ley, así que hay que comentar
lo que implican.
De todas formas, ya hemos
explicado en otras ocasiones que estas elecciones cambiarán poco. Aquí de lo
que se trata en los próximos años es de lidiar con una deuda pública insostenible,
con una economía irrecuperable y con unos problemas para los que los partidos
que se han presentado a las elecciones carecen de soluciones. Se aplicarán las
políticas dictadas por la UE. Y poco importa quién las aplique, ni siquiera si
vamos a una ronda electoral. Es el precio de estar en la UE, el precio de haber
recibido durante 15 años fondos estructurales y de tener unas cuantas poltronas
en el Parlamento Europeo.
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