Info|krisis.- En política es preciso tener “imaginación espacial” o
la “memoria espacial”, entendiendo por tal aquella facultad del cerebro que nos
permite situarnos a nosotros mismos en relación a otros y especialmente frente a
aspectos de la realidad. Define el espacio propio y el de otros y, a partir de
ahí, elaborar políticas de alianzas, estrategias de desgaste, campañas de
captación en ambientes favorables, en donde puede lograrse la máxima
rentabilidad con el mínimo esfuerzo, etc. De hecho, la primera condición para
poder actuar en política es precisamente definir a qué “espacio político” se
pertenece y cuál es la relación de ese “espacio” ante otros.
El “arco parlamentario”
Cualquier movimiento político
debe tener claro cuál a qué “espacio político” pertenece. La misma palabra “espacio”
implica que se trata de un modelo laxo de clasificación. El “espacio” es, por
definición, algo ambiguo; existe el “espacio interestelar”, prácticamente
ilimitado, y también el “espacio escénico”, resuelto en apenas unos metros
cuadrados. Depende del ámbito al que queramos ceñirnos el espacio a considerar tendrá
unas dimensiones concretas. En términos políticos se suele reducir el “espacio
político” en términos de “arco parlamentario”. No es lo que procede. En primer
lugar porque no todas las fuerzas políticas están presentes en el parlamento y,
en segundo lugar, porque la composición de éste está sometido a las
oscilaciones electorales, de tal forma que algo que está situado en el centro
hoy, mañana puede desaparecer… lo que no implica que esa fuerza política haya
desaparecido, sino simplemente que ha dejado de ser una “fuerza parlamentaria”.
Existe vida fuera del parlamento.
Por otra parte, el parlamento no
es la única posibilidad para situarse políticamente; hace falta también atender
a otras constantes sociológicas: grupos sociales, sociedad civil, universo
cultural, etc. De hecho, los únicos interesados en reducir las posibilidades de
clasificación política al arco parlamentario son los partidos que están en su
interior y a los que les horroriza desaparecer de ese escenario.
La teoría de la herradura
El modelo de clasificación que
nos propuso Armin Mohler en su estudio sobre La Revolución Conservadora alemana y que luego recuperó Guillaume
Faye en El Arqueofuturismo, cincuenta
años después, es la “herradura”, en la que los extremos están más cerca de sí
mismos que del centro. Por tanto, según este modelo, sería más fácil realizar
un tránsito de la extrema-derecha a la extrema-izquierda (y viceversa), en la
medida en que hay menos distancia entre ellos que en relación al centro.
Este modelo puede aceptarse a
condición de realizar algunas consideraciones. La primera de todas es que
fenómenos como el calor o el sonido se transmite perfectamente con convección,
es decir, a través de materiales, que en el vacío. Y lo que existe entre los
dos extremos de la herradura es el vacío. Habitualmente, es más frecuente que
entre dos polos opuestos salten chispas.
Por tanto, siendo atractivo el
modelo de la herradura (que permite explicar los tránsitos masivos entre la extrema-izquierda
francesa que votó al Partido Comunista, en dirección al Frente Nacional, pero
no mucho más…) parece claro que tampoco es el más adecuado para poder situar a
fuerzas y partidos políticos. A fin de cuentas, una herradura el algo plano y
existen elementos políticos, especialmente en la relación entre política y sociedad,
que son más bien volumétricos.
Como todo en la modernidad, los
mecanismos de clasificación se complican progresivamente, así que vamos a
tratar de establecer tres elementos que ayudarán a definir cualquier posición
política. Así pues, cuando alguien tenga la intención de votar a un partido, de
adherirse a él o, simplemente, de considerarlo, le bastará con situarlo en un “espacio
político”.
Espacios
Un “espacio político” es una
amplia zona del espectro político en el que se comparten principios comunes. No
hay muchos “espacios políticos”. De hecho, solamente existen tres: derecha,
centro, izquierda, con sus tonos de gris (centro-derecha y centro-izquierda,
básicamente). No hace falta estar en el parlamento para situarse en uno de esos
tres espacios. Básicamente, los valores de la derecha son de tipo de nacional,
conservadores, habitualmente católicos, existe cierta predisposición a
considerar las virtudes del orden público, el poder del Estado y a su unidad; cuando
aparece un “sentido social”, fundamentalmente es de tipo paternalista. El
espacio de centro estaría definido por la moderación, el diálogo, cierto
oportunismo, la tendencia al equilibrio y al término medio al que obliga la
propia posición en cuanto a los valores, al Estado y a las instituciones.
Finalmente, el espacio político de la izquierda estaría definido por el sentido
social, siempre progresista, el laicismo como modelo, y un humanismo
universalista modulación del viejo internacionalismo propio de la izquierda de
toda la vida.
No existen otros “espacios
políticos”. Cuando se pregunta a un movimiento político a qué espacio
pertenece, lo que se espera es que responda con una de estas tres palabras:
derecha, centro o izquierda, o con sus medios todos intermedios. Por otra
parte, resulta imposible irse por las ramas. Es cierto que se pueden articular
respuestas artificiosas, más o menos brillantes, pero lo único que se logra es
fomentar cierta confusión en relación al lenguaje político en vigor. Por
ejemplo, cuando Armand Dandieu y Robert Aron explica que “si es preciso situarlos en términos parlamentarios, están a medio
camino entre la extrema-derecha y la extrema-izquierda, por detrás del
presidente y dando la espalda a la asamblea” (La Révolution Necésaire), la
respuesta es, intelectualmente brillante, pero conduce directamente a la
indefinición sobre ese espacio. Es decir, a una imposibilidad de situarse.
Sobre el desgaste de los “espacios políticos”
Se suele afirmar que los términos
“derecha”, “centro” e “izquierda” están en crisis y que, por tanto, se trata de
una clasificación obsoleta. No lo es. Lo que se ha desgastado son las siglas de
los partidos que en algún momento han sido hegemónicas en esos espacios. La
reaparición de un espacio de centro, representada por Ciudadanos, tan
oportunista como fue la antigua UCD de Suárez evidencia que, aun estando
ausente una larga temporada, ese espacio sigue existiendo. Otro tanto ocurre
con las recomposiciones a la izquierda: el hecho de que estemos en los
funerales de la socialdemocracia europea, no quiere decir que el espacio de
izquierda haya desaparecido, sino que está sufriendo reconversiones.
Por otra parte, lo que se ha ido
perdiendo es el liderazgo y la condición de estadistas de los políticos
europeos. Ha sido inevitable, por tanto, que los programas de todos los
partidos se vayan desdibujando y que todos, en su búsqueda de nuevos electores
y a la vista de lo poco exigentes que son estos con el incumplimiento de esos
programas (creados solamente para atraer su voto), tiendan a homogeneizarse. A
eso se le ha llamado “pensamiento único”, “corrección política”. Es un signo de
los tiempos. Pero, aún así, siguen existiendo claramente definidos, diferencias
entre “conservadores” y “progresistas” y entre quienes ocupan un espacio
intermedio.
Áreas
Ahora bien, los “espacios
políticos” no son homogéneos. Dentro de cada cual existen sectores
diferenciados y con personalidad propia. Dentro de la derecha, por ejemplo,
existen monárquicos, conservadores, liberales de derechas, nacionalistas,
radicales, autoritarios, sociales, etc, etc. Y otro tanto ocurre con las
izquierdas fraccionadas a su vez en socialdemócratas, socialistas, izquierda
alternativa, altermundialistas, anarquistas, eco-socialistas, y así
sucesivamente. Cuando aludimos a “espacio político” no nos estamos refiriendo a
siglas concretas, sino a ideas.
En la medida en que se trata de
sub-espacios un conjunto mayor, llamaremos a estas fracciones “áreas”: la
pertenencia a un área queda definida por un número de coincidencias mucho
mayores que las que se encuentra en un “espacio político”. Por ejemplo, un
liberal de derechas, nacionalista, conservador y católico pertenece a un sector
diferente que un liberal de derechas, independentista… Lo que separó en su
tiempo a un Fraga Iribarne de un Jordi Pujol no fue nada más (y nada menos) que
su actitud ante el nacionalismo español o ante el nacionalismo catalán. Y es
que aquí, cuando hablamos de “áreas políticas” ya están presentes las siglas de
los partidos políticos.
Dentro de un mismo “espacio”
existen distintas “áreas” y en tanto que variedades del mismo fenómeno, se
pueden establecer entre estas relaciones de contigüidad: es decir, quién está
más cerca de quién y por qué razón. Esto se vio perfectamente en los años
ochenta en el interior de Alianza Popular que, inicialmente, aspiraba a ser una
federación de partidos que ocupara todo el espacio de centro y de derechas (a
pesar de que luego se quedara a medio camino). No todas las fracciones que se
integraron en Alianza Popular pensaban lo mismo: existieron liberales,
democristianos, conservadores, e incluso derecha radical cada uno con sus señas
de identidad (que solamente el tiempo, el roce con el poder y las
conveniencias, hicieron olvidar). Partido Democrático Español, Partido Liberal,
Derecha Democrática Española, Unión Nacional Española, Reforma Social, etc,
fueron algunas de las siglas que revolotearon en torno a las siglas AP (baile
que terminó con la creación del PP al reconocerse el fracaso de la anterior iniciativa).
Pertenecer a un “área” implica, ser
capaz de definir una propuesta doctrinal y sus contornos y ver si tales
contornos coinciden con un “espacio político” concreto. Luego habrá que
establecer relaciones de proximidad entre las “áreas” pertenecientes a ese “espacio”.
Lo que nos queda entonces, es un “espacio político” ordenado interiormente por
relaciones de contigüidad, esto es, de proximidad. En ocasiones puede ocurrir,
especialmente en las partes extremas de cada “espacio” están más cerca de los “espacios”
limítrofes que de otros sectores del suyo propio.
Sensibilidades
Finalmente dentro de cada “área
política”, cuando ya estamos hablando de siglas concretas, podemos aludir a distintas
“sensibilidades”. Una “sensibilidad” es un matiz en el que se reconocen los
miembros de un “área política”. Por ejemplo, el un partido como el PSOE puede
existir una “sensibilidad” ecologista, de la misma forma que puede existir una “sensibilidad”
fabiana (hacer la marcha hacia una sociedad socialista mediante fases
graduales).
En partidos que han elegido ser “de síntesis”, como por ejemplo,
Falange Española, los habrá de “sensibilidad” más sindicalista que nacional y
justamente al contrario. Otro ejemplo histórico: durante la Segunda República
existieron dos “sensibilidades” monárquicas: alfonsinos en Renovación Española
y carlistas en la Comunión Tradicionalista. Cabe incluir a ambas opciones
dentro del “área de la derecha radical”, a la que, por lo demás, pertenecían
también el Partido Nacionalista Española de Albiñana, la publicación Acción Española de Maeztu o el Bloque
Nacional de Calvo Sotelo.
La necesidad de claridad y linealidad
Así pues, cuando alguien
pertenece a un partido político debe tener la respuesta adecuada a la pregunta
de “en dónde sitúas tu partido, en qué
espacio, en que área y qué sensibilidades tiene en su interior”. Si esta
pregunta no ha sido contestada, si no existe el valor de contestarla por la
creencia que, al hacerlo, se perderá afiliación, lo que se está es agravando un
problema que estallará antes o después en las manos de quien no ha tenido el
valor de plantearlo.
La política es algo complejo. No
basta solamente con definir espacialmente las relaciones entre la propia opción
y otras opciones políticas: es que también hay que establecer estos distingos
en la sociedad. Porque será el análisis sociológico el que permitirá
identificar los grupos sociales a los que puede interesar más el propio
programa político. Y esto implicará que, una vez identificados estos, se diseñe
una propaganda y unas estrategias de comunicación adaptadas a la captación en
esas bolsas (al igual que implicará olvidar a otros grupos sociales por
diversas razones: o bien porque ya están “colonizados” por otras fuerzas
políticas, o simplemente porque las propias propuestas lesionan a sus intereses
de clase).
A qué viene todo esto: a que es
preciso definirse. Y no solamente mediante el propio programa político, sino en
relación a otras fuerzas políticas. Y definirse de manera clara y lineal, sin
subterfugios, medias tintas, vacilaciones o simplemente, escapismos dialécticos.
Esa ha sido una de las cualidades
del Front National francés que no ha dudado desde el primer momento en
definirse como “de derechas” (espacio político), en el área de la “derecha
nacional” y con distintas “sensibilidades” (católica, monárquica, social, nacional-liberal,
identitaria). Y eso ha sido lo que le ha permitido ocupar todo el espacio de la
derecha a la extrema-derecha y generar tránsitos electorales en momentos de
crisis entre el área política de la izquierda comunista y la propia área.
No es que la propia ubicación
aquí o allí lo sean todo, pero, desde luego, contribuyen a aclarar mucho el
todo y, especialmente, a aclarar futuras políticas de alianzas, estrategias de
captación y de desgaste. Si esto no está claro, luego nada lo estará.
© Ernesto Milà – info|krisis – ernesto.mila.rodri@gmail.com –
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