Info|krisis.- No hay que forjarse falsas esperanzas o refugiarse en mera palabrería: estamos asistiendo en Europa Occidental a los habituales choques entre vanguardias de dos ejercitos enemigos que se aproximan uno contra otro y que preceden a los enfrentamientos generalizados. A un lado las vanguardias islamistas; de otro, quienes perciben la realidad del problema, lo inaplazable del conflicto y están dispuestos a reaccionar. Estamos asistiendo al inicio de un conflicto que será una guerra civil y una lucha por la identidad. No se trata de que queramos o no combatir en tal conflicto: se trata de que los islamistas residentes en Europa nos lo han impuesto. Ahora nos toca reaccionar y dar una respuesta política acorde con el desafío. Otra cosa sería, simplemente, suicidarse.
I. El islam no es una religión como las demás.
Amparado en las leyes de libertad
religiosa existentes en todos los países de Europa, el islam progresa a lo
largo de todo el continente. Sus bases no están compuestas por europeos de
origen sino por inmigrantes llegados de otros horizontes. Así, se da la
paradoja de que una doctrina contraria al espíritu europeo, contrario a la
legislación europea, contraria a los valores europeos, situada entre 400 y 800
años por detrás de la evolución del continente, puede extenderse, progresar y
contar con todos los beneplácitos legales.
Y sin embargo, el islam no es una
religión como las demás. Es la única religión por la que sus miembros están
dispuestos a matar. Es la única religión que incluye entre sus presupuestos el
extenderse mediante la guerra. Es la única religión, entre cuyos “pilares” se encuentra
la guerra como forma de extender su influencia. Eso hace del islam una forma
supersticiosa, conflictiva, primitiva y ofensiva, completamente diferente a
cualquier otra religión existente en la actualidad.
De ahí que no pueda aplicarse al
islam por más tiempo el estatuto de libertad religiosa vigente en el
continente. Hacerlo es equivalente a un país que facilita a quienes quieren
destruirlo todos los elementos necesarios para hacerlo, empezando por la
piqueta de demolición
II. No hay diferencia entre “islam moderado” e “islam radical”.
El islam es una superstición que
ha demostrado a lo largo de la historia una increíble facilidad para deslizarse
desde su vertiente moderada hasta los límites más extremos del fundamentalismo
en cuestión de pocos años. En su área natural de expansión –el mundo árabe– el
islam, en apenas treinta años, ha liquidado a casi todos los regímenes laicos,
ha elevado barreras fundamentalistas, ha dado gigantescos pasos atrás en las
costumbres sociales en esos países, ha desestabilizado regímenes, zonas y
países y, finalmente, ha terminado amenazando a Europa, en donde su presencia
se debe solamente a la llegada masiva de inmigración procedente de países
árabes.
Permitir la difusión y la
expansión del islam en Europa, aceptar que pueda tratarse de una religión como
cualquier otra en el Viejo Continente, supone allanar el camino hacia la yihad, facilitarla, hacerla posible y
admitir la desestabilización en todo el territorio de la Unión Europea. Hacerlo
en razón de que el “islam moderado” no parece “peligroso” e incluso,
ocasionalmente, se muestra dialogante, se ha revelado como un error: existen
muchas posibilidades de que ese mismo islam, moderado hoy, se convierta en
intolerante e integrista mañana, que el imán que hoy predica “integración”,
mañana truene en defensa de su “identidad religiosa” más extrema.
¿Es que no habéis visto en
vuestras ciudades a hijas de familias islamistas que se comportan como
cualquier otra chica de su edad y que, bruscamente, un buen día empiezan a utilizar
el velo islámico y a distanciarse de las que hasta entonces habían sido sus
amigas? ¿Es que no habéis conocido comunidades islámicas que han ido creciendo
normalmente y que, de repente, son radicalizadas por un imán wahabita
subsidiado?
III. El mecanismo de auto–exclusión social
El fatalismo coránico hace que la
inmensa mayoría de fieles islamistas en Europa se sitúen entre los estratos con
menos ingresos de la población. Apenas hay estudiantes islámicos en
universidades europeas; los que hay, en su inmensa mayoría, proceden de élites
sociales de los países árabes. Los hijos de los islamistas presentes en Europa,
por el contrario, prefieren que sus hijos trabajen desde la adolescencia a que
sigan estudiando o aumenten su preparación profesional. Ni aun facilitándoles
el acceso a la universidad (algo que se ha hecho en toda Europa y recientemente
también en España mediante medidas de “discriminación positiva”), las familias
islamistas parecen interesadas en que sus hijos tengan acceso a la enseñanza superior.
La “falta de competitividad” de
los jóvenes islamistas o descendientes de familias islamistas en suelo europeo la
“compensan” psicológicamente desarrollando una agresividad inusitada y
creciente contra las sociedades europeas de acogida que cristaliza en
salvajismo puro y simple (las quemas de coches por parte de jóvenes islamistas
se han convertido en el siniestro acompañamiento de las noches en media Europa)
o bien con la adhesión a las formas más primitivas y fundamentalistas de su
identidad originaria identificada con el islam.
Todo esto lleva directamente a que
las bolsas de islamistas presentes en Europa experimenten siempre los mismos
procesos de auto–exclusión social. No se puede reprochar a los empresarios
europeos que se nieguen a contratar a individuos que no renuncian a estar
vestidos como en sus países de origen, que muestran ostensiblemente prendas de
significado religioso, especialmente cuando en todo el mundo violencia e islam
se muestran cada vez más de la mano.
Así pues, la “ideología” que
acompaña al islamismo y sus prácticas sociales generan, por sí mismas, falta de
competitividad (especialmente de los grupos más jóvenes que comparten esta
creencia o que proceden de grupos étnicos mayoritariamente islámicos),
brutalización de muchos sectores con ese origen, rechazo social para franjas
crecientes de europeos y terminan en una auto marginación social insuperable.
IV. No existe fórmula de “integración” posible con el islamismo.
Las bolsas islámicas en Europa
figuran entre las comunidades halógenas más subvencionadas. En Holanda primero,
en el Reino Unido, en Francia, en España, en Italia, en Bélgica, los programas
para lograr la “integración” del islam en las sociedades de acogida han
fracasado, uno tras otro, estrepitosamente y, poco importa de dónde hayan
procedido esas bolsas de inmigración, si del Magreb, si del África subsahariana
o del mundo árabe. No ha habido –y es bueno recordarlo– ni un solo proyecto
nacional de integración de la inmigración islamista, ni de derechas, ni de izquierdas,
ni generoso, ni cicatero en la donación de subsidios, que se haya coronado con
un mínimo éxito. De hecho, cuantos más fondos se dispensan a la cuestión, menos
resultados se obtienen.
Ahora cabe ya preguntarse,
después de treinta años de proyectos frustrados, si el problema es que las
sociedades europeas han fracasado o, simplemente, es que el islam es
inintegrable en la cultura y en la legalidad europea y si la falsa sensación de
que esos proyectos de “integración” avanzaban no ha venido dado por actitudes
de simulación de las comunidades islámicas receptoras de los fondos de ayuda.
¿Cuánto tiempo deberá pasar antes
de que Europa se convenza de que el islam es inintegrable? ¿Cuánto tiempo
deberá pasar antes de que los europeos entiendan que ese mundo ideal que ha
forjado su ideología “humanista” y “universalista”, en el que basta con
facilitar las condiciones adecuadas para que un grupo social se integre, para
que, efectivamente se produzca tal integración, es una falacia miserable y un
error palmario? ¿Cuántos décadas más partidos de derechas y de izquierdas
prolongarán esta política absurda de mano tendida hacia el islam recibiendo a
cambio aumento de la delincuencia, chispazos cada vez más frecuentes de
terrorismo, negativa pura y simple a integrarse o, simplemente, persistencia de
la inestabilidad étnico–social?
Las tasas de delincuencia entre
la comunidad islámica o de origen islámico superan a cualquier otra comunidad
inmigrante. Y esto no puede atribuirse a la pobreza: hoy, cualquier joven islámico
tiene un Smartphone, maneja las
tecnologías de la información, y es muy posible que reciba una subvención, sino
él si al menos su familia. No es la “pobreza” la que genera delincuencia y
exclusión, sino la “ideología” (el islamismo) y sus hábitos antropológicos.
V. La ideología “humanista y universalista” es responsable.
Los islamistas no son los únicos
culpables de lo que está ocurriendo. Si están aquí se debe a que una banda de
políticos, oportunistas sin escrúpulos, irresponsables sin conciencia y traidores
a su pueblo y a su cultura, los han traído. Casos tan absurdos como el de Jordi
Pujol, quien prefirió desviar inmigración magrebí a Cataluña para evitar que
llegaran inmigrantes que hablaban ya castellano y no se esforzarían en aprender
catalán, no son una excepción en el Viejo Continente. No es raro que las
máximas sospechas de corrupción recaigan sobre estos exponentes que durante su
gestión se ampararon en la ideología “humanista” y en las “virtudes de la
integración” para importar carne humana islamista.
Luego están aquellos endófobos
estilo Zapatero o estilo ONGs (con SOS Racismo en vanguardia) para los que la
“ideología integracionista” se convierte en dogma, a pesar de que el paso del
tiempo y los reiterados fracasos hayan evidenciado su peligrosa vacuidad. La
izquierda, mayoritariamente, es responsable de no percibir que la llegada
masiva de inmigración a Europa no se ha debido a la libre decisión de las
poblaciones de ubicarse en los lugares de su elección, sino que esas corrientes
migratorias han sido generadas artificialmente para abaratar el precio de la
mano de obra en Europa. Para cubrir esta realidad, la izquierda “humanista” ha
recurrido a una batería de dogmas extravagantes (la “multiculturalidad”, el
“mestizaje”, “España país de las tres culturas”, “Alianza de Civilizaciones”)
que, en el fondo, han sido los principales causantes del hundimiento de su
prestigio entre las clases populares que se ven obligadas a convivir con el
islamismo en los arrabales.
Por su parte, la Iglesia tiene también
su parte de responsabilidades. Eludiendo vergonzosa y bochornosamente el hecho
de que las comunidades católicas son masacradas allí en donde gobierna el
islam, que carecen de libertad de culto e incluso de garantías para la
supervivencia física de sus fieles, los últimos papas han multiplicado
incomprensiblemente sus actitudes de mano tendida hacia el islam... Resulta
absolutamente grotesco, sino criminal, que el día antes de la masacre de Charlie–Hebdo, las luces de la catedral
de Colonia fueran apagadas por la autoridad obispal en… protesta contra la “xenofobia”.
O que el papa Bergoglio aludiera poco antes al islam como “religión de paz”.
Tales actitudes no son menos criminales que el “humanismo universalista”
procedente de la izquierda, están fuera de lugar y, confirman, sobre todo que
la “infalibilidad” ya no está entre las virtudes del jefe de la iglesia. El
Vaticano ignora que estamos ante una “guerra santa” que él no ha elegido, pero
que el islam sí tiene presente y está dispuesto a librar en territorio europeo.
VI. El problema no es la “xenofobia y el racismo”, el problema es el
islam
A nadie se le puede escapar el
símbolo de la estupidez realizada por la autoridad de la catedral de Colonia:
la tradición quiere que allí estén las tumbas de los Reyes Magos y, por tanto,
el hecho de que sus luces se apagaran el
día de la Epifanía es doblemente elocuente, por la fecha y porque precedió en
apenas unas horas a la masacre de París.
La masacre de París se muestra,
como hemos dicho, como la acción –una más de las que se vienen multiplicando
cada vez con mayor frecuencia– de las vanguardias islamistas en Europa.
Demuestra que estamos implicados en una guerra que ni hemos querido, ni hemos
desatado, pero que estamos sufriendo por voluntad de otros.
Las reacciones de las masas
populares suelen ser primitivas. Sin embargo, en todo el territorio de la Unión
Europea no se ha producido ni una sola acción “xenófoba y racista” que causara
doce víctimas. Europa ha ido aceptando a toda la inmigración islamista que ha
forzado su presencia en el continente por la vía del hecho consumado. Europa ha
subvencionado a las bolsas islamistas, les ha cedido terrenos para edificar sus
mezquitas, ha aceptado que los muecines atronaran las mañanas de los viernes en
Europa con sus llamadas a la oración, han asumido incluso el que en una tierra
de laicidad se enseñe el Corán en las escuelas. Los medios de comunicación, los
partidos mayoritarios, la Iglesia, las ONGs, han condenado sistemáticamente la
“xenofobia y el racismo”… a pesar de que no ha existido más xenofobia y racismo
que el que ha gestado la intolerancia islamista y su incapacidad demostrada
reiteradamente para la integración.
Si hubo en El Egido
manifestaciones anti–islamistas hace 15 años fue porque, previamente, habían
aumentado los robos cometidos por individuos procedentes de grupos islamistas
que, de paso, habían asesinado en pocos días a tres personas… y esto ante la
pasividad del aznarismo. Si en Francia se produjo la intifada de noviembre–diciembre de 2005 no fue por la actividad de
las “bandas racistas y xenófobas” sino por el fracaso de las políticas
integración y por la brutalización creciente de individuos procedentes de la
segunda y tercera generación de inmigrantes. Si en Holanda se certificó hace
una década el fracaso de las políticas de integración (las más antiguas de
Europa) se debió a los asesinatos de Pym Fortune y de Theo van Gogh.
Siempre la aparición de
“xenofobia y racismo” ha ido por detrás de las exacciones, crímenes, revueltas
y atentados islamistas. Nunca se ha generado “radicalismo islámico” o
“fundamentalismo religioso” porque, previamente, existiera ninguna forma de
racismo. Aquí sí que podemos establecer que el “huevo” fue anterior a la
“gallina”, que existe una relación de causa a efecto entre la incapacidad para
la integración del islamismo y la respuesta social en forma de “xenofobia y
racismo”. El origen del problema es la presencia del islamismo, moderado o
radical, en Europa.
VII. Las palabras ya no sirven: los europeos pedimos hechos
Tras el asesinato de doce
personas en el curso del atentado islamista a la revista satírica Charlie–Hebdo, ya no vale la palabrería
tan repetida en las últimas décadas: no basta ni con llamar a la “convivencia”,
ni con el recurso a la “calma” y a “evitar reaccionar en caliente”. No basta
con que un Holande o un Rajoy, hablen ahora de “reforzar los poderes del
Estado”, “estar vigilantes ante el terrorismo” o “permanecer firmes” con los
que nos han obsequiado en las últimas horas. No basta con las declaraciones
tristonas, ingenuas y cándidas de un Bergoglio o de sus delegados, llamando a
la “bondad”, al “perdón” y a la “caridad”: ESTAMOS AFRONTANDO LOS PRIMEROS
CHISPAZOS DEL CHOQUE CON LAS VANGUARDIAS DE LA YIHAD QUE SE DIRIGEN CONTRA
EUROPEA AMPARADAS EN LAS TASAS DEMOGRÁFICAS DE LA COMUNIDAD ISLAMISTA Y EN LA
LLEGADA MASIVA DE INMIGRANTES DE ORIGEN ISLAMISTA. Y ante esto no caben ni
declaraciones atemperadas, ni tranquilizadoras, ni mucho menos cabe repetir los
tópicos que nos han llevado hasta donde nos encontramos hoy (“tolerancia”, “multiculturalidad”,
“integración”, “mestizaje”…). NOSOTROS NO HEMOS ELEGIDO ESTA SITUACIÓN: NOS
LA HAN IMPUESTO y lo peor que podemos hacer es engañarnos con la palabrería
tranquilizadora difundida por la vieja clase política, determinadas ONGs
endófobas y los balbuceos de líderes religiosos con pocas opciones.
Ya hace tiempo que ha pasado la
época en la que podíamos confiar en las virtudes de la “integración”. Si eso ha
funcionado con otras comunidades, desde luego, con el islam nunca ha dado el
más mínimo resultado. Cuando antes lo reconozcamos, menos sorpresas nos
llevaremos y más preparados estaremos ante el futuro. QUEREMOS QUE EUROPA
REACCIONE y “reaccionar” supone viajar a los orígenes del conflicto,
identificar la naturaleza del problema, el fracaso de las opciones practicas
hasta ahora y reconocer las exigencias para resolverlo.
En las actuales circunstancias no
hay nada peor que engañarse: si lo hacemos, el futuro de nuestros hijos peligra
y, no digamos, el de nuestra cultura. Lo hemos dicho desde el principio y lo
repetimos ahora: EXISTE UNA INCOMPATIBILIDAD ABSOLUTA Y TOTAL ENTRE EL ISLAM Y
EUROPA. No vale la pena emplear grandes volúmenes en demostrar algo que está
ahí, que es cada vez más evidente y que puede ver todo aquel que percibe la
realidad sin dogmatismos, ni apriorismos, sin prejuicios ni prismas
deformantes.
QUEREMOS SOLUCIONES YA, hoy
cuando todavía pueden establecerse soluciones y es posible, con mínimos
esfuerzos, contener a las vanguardias del ejército islamista que están
intentando librar sus primeras escaramuzas en Europa. Y SI LA VIEJA CLASE
POLÍTICA, LA QUE YA HA FRACASADO, NO ESTÁ EN CONDICIONES DE APLICARLAS, NI
TIENE EL VALOR SIQUIERA PARA ENUNCIARLAS, HABRÁ QUE VOLCARSE EN APOYO DE UNA
NUEVA CLASE POLÍTICA QUE SIN MIEDO, REALISTA Y DECIDIDA, ENTIENDA EL PELIGRO
DEL ACTUAL MOMENTO HISTÓRICO Y DECIDA AFRONTARLO COMO SE AFRONTAN LOS RIESGOS
DE GUERRA: CON DECISIÓN, ENTEREZA, REALISMO Y FUERZA.
Creemos necesario una batería de
medidas tendentes
1) a alejar el riesgo de
conflicto civil y étnico–social en Europa,
2) a contener primero y aligerar
después la presión del islamismo sobre Europa y
3) a restablecer la normalidad
social en Europa y la normalidad del mercado laboral reduciendo las tasas de
inmigración.
Por todo ello proponemos, y
llamamos a personas, organizaciones y asociaciones, a APOYAR UN PROGRAMA DE
ACCIÓN BASADO EN DIEZ PUNTOS:
1) Imponer el “principio de prudencia” ante el islamismo: él mismo
se ha encargado de demostrar que no se trata de una religión como las demás;
por tanto, no puede estar sometida al mismo estatuto que cualquier otra
creencia religiosa. Crear Comisiones para la Vigilancia del islam en Europa
encargadas de controlar que la difusión de las ideas coránicas esté de acuerdo
con los principios de la legalidad y de la tradición europea.
2) Cesar cualquier forma de ayudas oficiales a las comunidades
islamistas. Ante la imposibilidad de integrarlas en las sociedades europeas
no queda más remedio que inducirlas a retornar a sus países de origen y la
primera fase de esta “operación retorno” solamente puede ser el reducir las
“ayudas” al islamismo a una sola: par el retorno a sus países de origen.
3) Cesar de conceder la nacionalidad europea a gentes que profesen la
religión islámica entendida como contraria a la tradición y a los valores
europeos. Para pertenecer a cualquiera de las naciones europeas debe ser
preciso abjurar del islamismo en tanto que esta doctrina es la antítesis exacta
de los valores de la tradición europea.
4) Cesar la construcción de mezquitas en Europa, auditar las
existentes, impedir por ley que las comunidades islamistas que actúan en el
continente reciban subsidios y subvenciones llegados del extranjero.
5) Incluir en el código penal el delito de “endofobia” (hostilidad
hacia los miembros de la propia comunidad) en la que caerían aquellas personas,
partidos y ONGs que asuman la defensa del yihadismo y de sus colaboradores.
6) Pérdida inmediata de la nacionalidad de cualquier nación europea a
todos aquellos ciudadanos que desciendan de halógenos en tres generaciones
anteriores y que se vean implicados en actividades delictivas relacionadas o no
con el islamismo.
7) Prohibición de la construcción de minaretes en territorio europeo,
derribo de los existentes y prohibición de realizar “llamadas a la oración”.
8) Exclusión de fieles islamistas de todos los cuerpos de seguridad e
instituciones armadas en cualquier país europeo.
9) Cese de la inmigración en Europa procedente de países con mayoría
islamista y repatriación progresiva de los contingentes actualmente
residentes en el continente.
10) Depuración de responsabilidades entre la vieja clase política para
determinar niveles de responsabilidad en el proceso de islamización del
continente con aplicación del delito de traición a quienes hayan colaborado
activamente en tal proceso.
Consideramos que estos diez
puntos son suficientes para alejar a las vanguardias del yihadismo del
territorio europeo. Podemos elegir entre un programa duro, pero que excluye
medias tintas y deja atrás opciones fracasadas, y la reiteración de la
palabrería “humanista y universalista” de que vienen haciendo gala líderes
políticos y religiosos en las últimas décadas. Que cada cual elija su opción.
ES LA HORA DE LA VERDAD: el
atentado contra la revista Charlie–Hebdo
y los atentados que le han precedido en las últimas semanas son suficientemente
elocuentes sobre la situación que afrontamos Y QUE NO HEMOS BUSCADO, QUERIDO,
NI PROVOCADO. La inacción ante esta situación sería un crimen contra las
generaciones que nos han precedido y las que seguirán. INACCIÓN SUPONE DEJAR
QUE LAS VANGUARDIAS ISLAMICAS ABRAN PASO AL EJÉRCITO YIHADISTA EN LAS PRÓXIMAS DÉCADAS. Y ese es un crimen que la raza
que venció en Salamina e Himera, que derrotó al islam en las Navas y en
Lepanto, que cerró las puertas de Europa a los turcos en Viena y expulsó a los
moriscos, alejando durante 400 años el riesgo de islamización del Viejo
Continente, se incline ahora ante una superstición llegada del desierto.
Los hechos hablan por sí mismos y
el asesinato de doce personas en París no es un atentado “contra Francia”, sino
contra todos los pueblos de Europa. De la misma forma que en el vecino país la
palabra “RECONQUISTA”, con todas sus
letras y en perfecto castellano, resuena otra vez como llamada a la
movilización general, entre nosotros la sangre vertida por el fanatismo
islámico debe ser considerada como algo propio.
Europa afronta en estos momentos
múltiples problemas generados en su mayoría por una clase política ineficiente
y corrupta, la islamización del continente es solamente un efecto más de su
lamentable gestión: pero esa islamización es también un anticipo de la guerra
civil que se está iniciando. De ahí la necesidad de ser conscientes de la
gravedad del problema y no tratarlo como una de las muchas excrecencias
generadas por la vieja clase política que percibe ya su funeral, sin gloria,
con bochorno y aroma a traición.
A los europeos nos corresponde
ahora tomar de nuevo las riendas de nuestro destino y es preciso tener muy
presente que LA LUCHA CONTRA LA ISLAMIZACIÓN DE EUROPA ES TAMBIÉN LA LUCHA POR
LA RENOVACIÓN POLÍTICA DEL CONTINENTE.
¡POR UNA EUROPA LIBRE DEL PELIGRO ISLAMISTA!
¡POR UN FUTURO SIN LA SOMBRA YIHADISTA!
¡EL ISLAM ES AJENO A LA CULTURA Y A LA TRADICIÓN EUROPEA!
¡NO HAY LUGAR PARA EL ISLAM EN EUROPA!
¡ISLAM Y SUS CÓMPLICES FUERA DE EUROPA!
¡POR UN FUTURO SIN LA SOMBRA YIHADISTA!
¡EL ISLAM ES AJENO A LA CULTURA Y A LA TRADICIÓN EUROPEA!
¡NO HAY LUGAR PARA EL ISLAM EN EUROPA!
¡ISLAM Y SUS CÓMPLICES FUERA DE EUROPA!
08/01/2015