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jueves, 27 de noviembre de 2014

Los niños del cura, o el catolicismo croata


Info|Krisis.- No son frecuentes las películas que llegan de Croacia y, desde luego, las pocas que llegan, necesariamente, deben tener algunas calidades notables. Esta las tiene; sin ser una película excepcional es, al menos, agradable de ver, entretenida y correctamente realizada. La película no es solamente el relato de una pequeña historia ocurrida en una isla de la Costa Dálmata, sino un fresco de la Croacia independiente desde hace veinte años. Merece algunos comentarios y una invitación para que nuestros lectores la vean.

Los niños del cura, título de la película, hace referencia… a los hijos nacidos gracias a la acción del cura, además de la sorpresa final que afecta también al otro sacerdote protagonista de la trama. El catolicismo es el puntal central de la identidad croata, como el cristianismo ortodoxo lo es de la identidad serbia y el islam lo es de la albanesa. Parece increíble que estos países en los que, en otro tiempo, el comunismo intentó abolir las religiones se haya producido justamente el fenómeno inverso: un renacer de la fe.

De hecho, la independencia croata tuvo dos fautores: de un lado el interés alemán por disponer de un país aliado con salida al Mediterráneo y de otro del Vaticano que con Juan Pablo II quería convertir a este país y a Polonia como puntales de un renacimiento del catolicismo en Europa. Sin embargo, estas esperanzas se han visto decepcionadas en ambos casos. Polonia sigue su curso y el catolicismo allí tiene un papel cada vez menos relevante y en cuanto a Croacia esta misma película es muestra de que el catolicismo allí ha dejado de ser indiscutible y se está viviendo una situación parecida a la de España en los años 70.

No es una película anticatólica, sino más bien una cinta que muestra el alcance de la influencia católica en la sociedad croata. Por católicos que sean, los croatas –y seguramente, los católicos de todo el mundo, salvo en África y en las zonas andinas- contravienen la moral sexual de la Iglesia utilizando preservativos, esto es negando el libre curso al bíblico “crecer y multiplicaros”. Esto hace que la natalidad en Croacia sea una de las más bajas del mundo, sin tener la contrapartida, como en España, de que grupos étnicos magrebíes, andinos y africanos, la eleven artificialmente. La tasa de natalidad en Croacia (número de nacimientos por cada mil habitantes en un año) fue en 2013 del 9,40‰ y el índice de Fecundidad (número medio de hijos por mujer) de 1,51. El hecho de que Croacia tenga un índice de fecundidad inferior a 2,1 por mujer (fecundidad de reemplazo), supone que no se garantiza una pirámide de población estable.

La trama parte de este hecho sociológico y poco atractivo para la cinematografía. Precisamente, la habilidad del guionista estriba en convertir este dato sociológico en el centro de la trama. La católica Croacia no respeta la moral sexual propuesta por el Vaticano y utiliza masivamente (como, por lo demás, en todo el Este europeo) el preservativo. Así que el cura en santa alianza con el muy católico vendedor del kiosco del pueblo y con el no menos católico, a la par que enloquecido, boticario, deciden pinchar los preservativos el primero y repartir vitaminas como píldoras anticonceptivas el segundo. El resultado es una oleada de nacimientos con los efectos secundarios imprevistos y que hacen que lo que, inicialmente, parecía ser una comedia, pase a ser más bien una tragedia sin paliativos. Vale la pena advertir que, fuera de las carcajadas y sonrisas iniciales, la película deja un trasfondo amargo y agridulce.

Además de entretenernos, ciertamente, la película sirve para pintar a brochazos la realidad croata. El boticario, sin ir más lejos, personaje axial en cada pueblo junto al jefe de policía, al maestro y al alcalde, nos remite a las consecuencias de la guerra contra Yugoslavia y de las violencias a raíz de Bosnia-Herzegovina. La abundancia de armas almacenadas en algunos hogares recuerda aquel conflicto. No todos los hombres hoy maduros que en aquellos períodos turbulentos fueron jóvenes estuvieron dispuestos a luchar y morir por su patria. Algunos se hicieron pasar por locos. Otros enloquecieron durante el conflicto. Después entraron minorías albanesas en Croacia, constituyendo hoy la única bolsa de inmigración perceptible. Se luchó por la Croacia católica y bajo la bandera ajedrezada que aparece constantemente en la película. Al final uno acepta el que si en las películas norteamericanas aparece constantemente la bandera de las barras y estrellas, ¿por qué Vinko Bresan, director de la película, no iba a poder aparecer la bandera rojo-blanco-azul con su escudo nacional en las principales escenas?

Y, a todo esto, ¿qué ha hecho Vinko Bresan en la industria del cine? Se trata del director más famoso de su país, similar a Almodóvar en España, que llamó la atención a partir de 1994 cuando obtuvo sus primeros premios en el cine de su país. Llamó la atención por su primer largometraje (¿Cómo comenzó la guerra en mi isla?) de línea humorística sobre la parodia de guerra en las islas del Adriático. Recibió el premio a la mejor película y al mejor director en el equivalente croata a los Goya carpetovetónicos. La película se exportó y fue proyectada en 32 festivales de cine de todo el mundo.

Crítico con el antiguo régimen yugoslavo, Bresan alcanzó su confirmación internacional con una comedia negra sobre el mariscal Tito y la reacción temerosa de los nuevos capitalistas ante la reaparición del espectro fantasmal del viejo dirigente yugoslavo. También aquí la trama se desarrolla en una pequeña isla de la Costa Dálmata (y van tres).  Da la sensación de que la isla es el entorno claustrofóbico en el que Bresan se siente más cómodo, el microcosmos en el que mejor puede reflejar y aislar las características de los distintos tipos de la sociedad croata post-titoísta. Por el momento ha filmado cinco películas, todas del mismo género tragicómico, que recuerda extraordinariamente la producción del Berlanga de los años 50 y 60.

La película sorprende especialmente por la actitud ante la moral sexual católica. Hubiera sido impensable en los momentos de la independencia y al obispo de Zagreb no le hubiera costado mucho, simplemente, negarle el nihil obstat y arrojar a su artífice al limbo de los directores malditos. No es una película anticatólica, es, simplemente, una película que no puede gustar a los católicos y especialmente a la jerarquía católica. Cuestiona la moral sexual predicada por el Vaticano.

Hay que reconocer que durante el Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica intentó por todos los medios “aggionarse” (ponerse al día) e intento hacerlo, con mejor o peor fortuna, en muchos terrenos… salvo en uno, el de la moral sexual. No hace mucho asistí a una boca católica en la que un sacerdote, no particularmente malintencionado, recomendó en la homilía a los cónyuges a practicar la “castidad marital” y, que yo sepa, todavía la Iglesia considera que el coito sin intención de procrear supone pecado de lujuria. El matrimonio que se casó en aquella ocasión no mantuvo durante mucho tiempo ni la “castidad marital”, ni siquiera el juramento de permanecer unidos hasta que la muerte los separase. Los separó la reforma de la Ley del Divorcio realizada por Zapatero en 2005. En cuanto a la Iglesia, todos los “aggiornamentos” realizados fueron inútiles porque el que era más necesario, en el de la sexualidad, se quedó exactamente igual que en Trento. En efecto, mientras que los prelados conciliares deliberaban en la primera mitad de los sesenta, en la sociedad irrumpía la minifalda, la píldora anticonceptiva, las ideas de “liberación sexual”, etc.

Hay, pues, en la película una crítica a esta moral sexual, imposible de mantener y, además, pésimamente transmitida (hubiera bastado con que la Iglesia afirmara que el mayor pecado es no controlarse a sí mismo, no ser dueño de sí mismo, verse arrastrado por no importa qué impulso, a ejercer de tronchamozas o de zampabollos sin límite ni medida, pero nunca negar que la búsqueda del placer es una dimensión que acompaña a la sexualidad y que esta excede con mucho en la naturaleza humana el sentido de supervivencia de la especie mediante la reproducción).

Pero también puede percibirse en la temática de la cinta uno de los dramas actuales de Europa: la caída en picado de la natalidad. Europa, de Narvik a Cabo Ajo, de Garrucha a Sebastopol, muere por falta de nacimientos. Se debe a tres fenómenos: en primer lugar a que los ritmos de vida y de consumo reducen la capacidad reproductiva de los europeos, hombres con espermatozoides “vagos” o difuntos y mujeres estériles, acompañan a cierto hedonismo que impide entregarse a los hijos en tanto que supone una renuncia a su propia autonomía e independencia. Sin olvidar que la pérdida de valor adquisitiva de los salarios, la inestabilidad en el empleo y la falta de interés de los empresarios por contratar a madres fértiles, la ausencia de incentivos fiscales y de ayuda a la formación de nuevas familias y a la paternidad, hacen el resto. Europa –y la católica Croacia con ella- muere por falta de nacimientos y el injertar sangre ajena a Europa no resolverá el problema, sino, antes bien, lo agravará.

Este tema es uno de los que invita a reflexionar esta cinta interpretada brillantemente por una serie de actores completamente desconocidos, pero extremadamente expresivos de los que sería absurdo repetir sus nombres impronunciables en lengua castellana. No hay fallos en el casting, ni en la fotografía. Las vistas de la isla evocan inmediatamente esa serenidad propia del Adriático y la belleza de las islas de la Costa Dálmata que a algunos espectadores les recordará extrañamente el escenario de la película Calabuig, filmada por el mejor Berlanga.

¿La podemos recomendar? Sí, sin reservas. Estrenada a finales de julio en los grandes cines, ya puede ser comprada en DVD o bien bajada a través de cualquier peer-to-peer. Es una película simpática, pero no se agota solamente en esto: os dirá mucho sobre la Croacia moderna e incluso sobre la crisis de la Iglesia Católica. Por cierto, una parte importante de la trama tiene que ver con la pedofilia. Y resulta difícil tratar un tema tan desagradable con la sutileza de la que hace gala Bresan. Algo de agradecer.

© Ernesto Milá – info|krisis – infokrisis@yahoo.es – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen