Info|krisis.- Esto ya no da más de sí. Después de un año de que la Generalitat
insistiera en que el 9–N habría un referéndum, algunos se lo habían terminado
por creer. Pero eso no es lo más sorprendente. Lo verdaderamente absurdo de la
situación es que, aun sin saber cuál hubiera sido el resultado de la consulta
¡ya estaba preparado un “consell de la transició” para preparar las estructuras
del “nuevo Estado”! Y esta semana, quienes habían creído en todo esto, se dan
cuenta de que alguien les había engañado, de que Zapatero, en toda su
estupidez, no era el único “optimista antropológico” de este país. El drama –o
sainete– “catalán” está entrando en su última fase. Todos sabemos cómo
terminará aunque ninguna fuerza política catalana tiene el valor de admitirlo.
Una “revelación” personal
Albert Viladot era un buen amigo
personal… además de ser director del diario Avui.
De no haber fallecido prematuramente, hubiera escalado dentro de la jerarquía
de la Generalitat y seguramente habría acabado como director de medios de la
institución. No era nacionalista. Era, simplemente, periodista. Lo conocí
cuando trabajaba para Sebastiá Auger y vendía como free–lancer algunos reportajes y entrevistas para el semanario El Mundo. No veíamos con cierta
frecuencia en su despacho de Avui.
Habitualmente se quejaba de los ataques que le prodigaban los independentistas
desde el semanario El Triangle. Uno
de nuestros temas de conversación era Terra Lliure y el MDT.
Viladot me hizo caer en la cuenta
de algo que hasta ese momento no me había fijado: yo no terminaba de entender
el terrorismo de Terra Lliure, ¿cómo era posible explicar que en una comunidad donde
nunca había existido violencia política, apareciera una organización como esta que
decía hablar en nombre del “poble catalá”? Y me lo explicó con nombres y
apellidos: “Mira, todo ese entorno, los del MDT, de TLL, de la Crida, de
Catalunya Lliure, del CIEMEN, de ERC, todos, se casan entre ellos, se quitan
las novias entre ellos, hablan solo entre ellos, a las fiestas que van
solamente asisten ellos, leen lo que escriben entre ellos… así pues creen que
lo que ocurre entre ellos es lo que ocurre en toda la sociedad catalana”.
Bingo.
Viladot me decía esto en 1990.
Con el paso del tiempo, el dominio de CiU sobre los medios de comunicación
catalanes y la mediatización de la sociedad catalana a través de un régimen de
subsidios y subvenciones, mediante el control de la enseñanza, fue aumentando
hasta convertirse en asfixiante. Hasta que finalmente, la Generalitat creyó que
ya era “mayoría” y que todo lo existente sobre las cuatro provincias catalanas…
estaba ya “catalanizado”.
“Derecho a opinar”, pero solo para decidir la independencia
Hace ahora justamente cinco años
en la localidad de Arenys de Munt tuvo lugar el primer referéndum
independentista. En aquella localidad en la que el gran problema no es el
soberanismo, sino la presencia masiva de inmigrantes magrebíes y en donde es
posible percibir, más que en cualquier otra, el aroma de la “nova Catalunya”
(una región del Estado en vías de islamización), se inició la moda de los
referéndums. En los dos años siguientes en varios cientos de municipios se
procedieron a votaciones de este tipo en los que participó no más del 20% del
electorado… el resultado final fue que un 19% del censo votó independentista… el
95% de los votantes se declaró en favor de la independencia. Meditando sobre ese
porcentaje digno de los referéndums en Guinea Ecuatorial o en Zimbawe, los
nacionalistas llegaron a la conclusión de que representaban a toda Cataluña.
Por tanto, la convocatoria de un referéndum no solamente sería un ejercicio del
“derecho de autodeterminación”, sino que, automáticamente llevaría a la
independencia… A ningún soberanista le cabía en la cabeza el hecho de que un
referéndum de estas características pudiera dar un resultado negativo a la
pregunta: el ejercicio del derecho de autodeterminación, del “derecho a
decidir”, para ellos, solamente podía abrir las puertas a la independencia. La
posibilidad de seguir ligado al Estado Español ni la consideran. De ahí que
prepararan un “consell assessor per a la transició” y encargaran a un
juececillo un proyecto de constitución…
El nacionalismo siempre ha tenido
una extraña forma de ver las cosas: por ejemplo, cuando aluden a co-oficialidad
lingüística, no se refieren a que tal co-oficialidad se dé en Cataluña (en
donde “el catalán es la lengua de todos los catalanes”)… sino en el resto del
Estado Español que debe estar preparado para que un alumno de origen catalán
pida enseñanza en catalán en Extremadura o que alguien nacido en el Maresme
puede solicitar un impreso en catalán, digamos, en Fuerteventura… Hay un gen
nacionalista que parece impedir el normal desarrollo de la lógica aristotélica
en el cerebro de un nacionalista.
Los espíritus animosos, inquietos
y subvencionados de la ANC, del Omnium, y demás, extrapolaron los resultados de
los referéndums de chichinabo realizados a partir del de Arenys de Munt, y
olvidaron lo esencial: que en Cataluña solamente un 35% de la población utiliza
el catalán habitualmente y que los niveles de catalanización lingüística hace
tiempo que tocaron techo, registrándose descensos en su uso; olvidaron que en
Cataluña coexisten dos identidades, la catalana y la española; olvidaron que la
Unión Europea, fue muy explícita (y en muchas ocasiones) respecto a la
presencia de una Cataluña como “futuro Estado Europeo”; olvidaron que el mundo
del dinero se mostró desde el principio en contra del soberanismo y que desde
hace dos años existe una migración de sedes sociales de empresas de Barcelona
al otro lado del Ebro; olvidaron que en el “año soberanista” (2013-2014) la
inversión extranjera descendió un 64% en Cataluña; olvidaron que existe unos
sectores “españolistas” que solamente por circunstancias políticas muy
concretas no han ejercido como tales. Olvidaron, finalmente, que las naciones
ni se crean ni se destruyen mediante referéndums.
Simplemente, el problema de Mas y
de los que le han acompañado en esta aventura es –Viladot tenía razón– que,
solamente hablaban entre ellos, se veían entre ellos, elucubraban en pequeños
cenáculos entre ellos y, finalmente, se habían engañado sobre la realidad
catalana.
El referéndum y su previsible resultado…
Soy de los que opina que un
referéndum solamente puede realizarse en condiciones de igualdad, cuando todas
las partes tienen las mismas posibilidades y existe igualdad en las condiciones
de partida. Cuando hace 34 años que la Generalitat utiliza el sistema educativo
para formar promociones nacionalistas, cuando desde su fundación controla con
mano de hierro las llaves de la caja a la hora de repartir subvenciones y
comisiones ¿del 3, del 5%? por obra pública y por cualquier contrato firmado
con ella, cuando se reparten subvenciones solamente a los “amigos”… entonces no
hay igualdad posible y, en cualquier caso, los resultados de un referéndum
sobre de futuro de Cataluña estarían adulterados. Además, los referéndums no se
pueden convocar en momentos de crisis en donde la opinión pública está asustada
y desorientada. Y, a la vista de la situación del sistema educativo catalán, no
parece siquiera que buena parte de los llamados a votar estén en condiciones de
decidir sobre algo de lo que ignoran su alcance, repercusiones y viabilidad. Tampoco
pueden convocarse cuando solamente una parte realiza publicidad unilateral y
unidireccional de su causa, mientras la otra se ve excluida sistemáticamente de
los medios de comunicación y de los repartos de subvenciones a sociedades y
círculos…
Bueno, pues aun así, y con todo
lo dicho en el párrafo anterior, soy de los que opinan que en caso de
referéndum los NO a la independencia hubieran superado a los que se han dado
recientemente en Escocia. ¿Motivo? Conozco a Cataluña y a los catalanes, yo
mismo lo soy al 50% y toda mi infancia ha transcurrido con ese 50% de familia
catalana que tengo. Los catalanes, carecen de decisión suficiente para saltar
al vacío. Les gusta, es posible, como el resto de españoles, discutir en el
casino o en la tertulia del bar, hacer y deshacer países, ejercer fantasía
política… pero una vez situados ante el vacío, reculan. No creo, en ningún
caso, que los partidarios de la independencia después de 15 días de campaña,
con fair play, hubieran dado más de
un 40% de votos a la independencia. En realidad, no creo siquiera que hubieran
llegado a un 30%. Y con eso no se construye una nación…
Pero el error de Rajoy no ha sido
negarse al referéndum… sino hacerlo solamente esgrimiendo motivos jurídicos y
en especial la vigencia de una constitución que huele a muerto. Rajoy podría
haber perfectamente negociado un referéndum dentro de un lustro, a cambio de 5
años de escuela bilingüe diferenciada, del 50% de la programación de la radio
televisión catalana compartido entre la Generalitat y el Estado en ese tiempo,
podría haber negociado que el 50% de la subvenciones distribuidas por la
Generalitat en esos años, fueran a parar a asociaciones no catalanistas;
referéndum, sí, cuando se hubiera procedido a una auditoría de las cuentas de
la Generalitat desde su reimplantación y depurado responsabilidades por
corrupción… y entonces, votación. La Generalitat, naturalmente, se hubiera
negado. Su principio es que todo lo que se hace en Cataluña tiene que
beneficiar solamente a lo que “es catalán”, entendiendo por ello todo lo que es
nacionalista, es decir, a CiU y asociados. Así pues, tolerar algún tipo de
publicidad contraria a este principio supone “traicionar a Cataluña”, de la
misma forma que votar en contra de la independencia es para ellos, igualmente,
ejercer esa traición…
El pueblo catalán no es de los
que tienen tendencia a suicidarse. A muchos catalanes les hubiera bastado
simplemente con recordarles el porcentaje de islamistas presentes en aquella
región, como para suscitarles temblores y malos presagios. A otros les bastaría
simplemente con que Planeta cambiaría
su sede social en caso de independencia. O simplemente recordar el cálculo de
la parte alícuota que correspondería a una Cataluña independiente del total de
la deuda del Estado, o el coste de las infraestructuras que el Estado dejaba en
Cataluña, para que cambiaran la orientación de su voto. A otros incluso pensar
que la liga catalana tendría como derby
máximo al Barça contra el Lleida, les induciría a invertir su voto.
Difícilmente hubiera prosperado
el soberanismo en un referéndum, no ya en condiciones de igualdad, sino en las
presentes condiciones, las más favorables que tendrá jamás el soberanismo (con
una crisis económica que se prolonga siete años).
¿Y ahora qué? Ahora prepararnos para un largo período de inestabilidad
Ahora le toca a Artur Mas
reconocer lo que todos sabíamos: que el día 9–N no pasará absolutamente nada y
que las cajas de cartón compradas a modo de “urnas”, terminarán almacenando “paperassa” burocrática en los sótanos
de la Generalitat. Poco más.
Artur Mas quiere unas elecciones
plebiscitarias en las que poder disimular la caída en picado de votos de CiU.
ERC, que se sabe partido mayoritario, sabe también que cada día que pasa el
President está más perdido y hundido en un callejón sin salida creado por él y
del que él será, a fin de cuentas, considerado como el único responsable. A
medida que cae CiU, ERC sube. En un par de meses Artur Mas será ya reconocido
como cadáver político por el electorado. CiU no tendrá reemplazo y ERC
solamente tendrá que romper cualquier apoyo parlamentario a Mas para forzarlo a
convocar unas elecciones que no tardarán en llegar más allá de la primavera.
ERC sabe perfectamente que en las actuales circunstancias, la independencia es
algo inviable… pero el desarrollo de la farsa del referéndum le ha servido para
recuperar un papel protagonista en la política catalana. ERC sube, pero han
sido los errores de Mas los que han propulsado ese ascenso.
El “frente soberanista” está
oficialmente roto desde ayer. En realidad, lo estaba desde que Mas dejó de
dirigir el proceso soberanista, para ser arrastrado por él. Pero lo que está ocurriendo en Cataluña está
íntimamente ligado a la quiebra del sistema constitucional en toda España. De
hecho, la crisis soberanista es solamente una parte de la crisis política que
vive el Estado Español, producto de la crisis social que ha sobrevenido después
de siete años de crisis económica.
En el momento en el que las
elecciones locales de mayo certifiquen la caída en picado de las cuatro grandes
opciones que han protagonizado 36 años de vida democrática (centro–izquierda y
centro–derecha estatales y nacionalismo moderado catalán y vasco), cuando los
resultados electores certifiquen la fragmentación del sistema político español
y hagan inviable el que PP y PSOE realicen una modificación constitucional
pactada, lo que se instalará en la política española (y en la catalana, por
supuesto), será la inestabilidad, permanente y por mucho tiempo.
La inviabilidad de un proceso
independentista en Cataluña (y en Flandes en donde existe una comunidad con
unos rasgos de identidad mucho más afirmados y diferenciados una lengua
completamente distinta a la de la parte valona del país) no quiere decir que el
problema termine cuando se dé por zanjada esta crisis soberanista con el
entierro de Artur Mas. Ya hemos dicho que las heridas tardarán en restañarse y
que el nacionalismo las unirá a su particular visión de la historia situando el
episodio junto a la caída de Barcelona en 1714 (convertido en hito nacionalista
cuando no era sino un episodio de la disputa entre dos casas reales para ver
quien reinaba en España), al bombardeo de Espartero, al fracaso del
independentismo a principios de siglo que concluyó con la Semana Trágica, a la
derrota ipso facto del Estat Catalá a veinte horas de haberse proclamado, a la
desaparición del nacionalismo durante la guerra civil y en los cuarenta años
que siguieron y al fracaso en la gestión de la Generalitat convertida en cueva
de Alí–Babá… La pirámide de fracasos históricos termina con este esperpento
urdido por Mas y sus socios. Verdadera guinda del pastel.
Y todavía falta saber si los
soberanistas colocarán el 9–N cajas de cartón y mesas plegables para atenuar su
bochorno ante lo que no pudo ser y no fue, o bien ante lo que pudo ser, y
seguramente hubiera sido otra derrota. Es lo que pasa cuando la endogamia
nacionalista ignora que lo que está fuera de ella, no solamente existe, sino
que también es mayoritario.
© Ernesto Milá – info|krisis – infokrisis@yahoo.es – Prohibida la
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