INDICE GENERAL (en fase de elaboración)

domingo, 22 de diciembre de 2013

Carta a un independentista


Vaya por delante que considera el independentismo catalán desde muy joven acaso como la expresión más extrema de la estupidez. Pero vaya también por delante que, más que orgulloso, estoy abochornado de ser español. Pocos países del mundo han estado tan mal gobernados en los últimos años, reflejo de un mal que se viene arrastrando desde hace siglos. Venga al caso decir que ese desgobierno no ha sido solo cosa de “Madrid” (como afirma el independentismo) sino el desastre generado por gentes procedentes de todo el Estado, incluida Cataluña.

La diferencia que hay entre el actual momento histórico y cualquier otro anterior es que, en otro tiempo había espacio para la esperanza de que un movimiento de regeneración nacional pusiera en pie a este país. Hoy esa esperanza ya se ha disipado. No veo “fuerzas sanas” en todo el Estado Español capaces de abordar una tarea de reconstrucción. Y en lo que se refiere a Cataluña, tampoco veo una clase política dirigente, digna de tal nombre, con inteligencia, decisión, lucidez, envergadura y capacidad para liderar un proceso independentista.

Entre un Artur Mas que no pasa de ser una especie de reverendo Jim Jones capaz de envenenar con sus ambigüedades, su aventurerismo y su irresponsabilidad a toda una comunidad, hasta esas malas copias de Herri Batasuna (CUP), pasando por los sandías integrales (“rositas por dentro, verdes por fuera”) de ICV y, por supuesto, por una ERC digna heredera de Luís Companys en su primitivismo y en su rústica simplicidad, el independentismo catalán da miedo, no da miedo por lo que es (una mala broma de la historia, un chiste, la caricatura de un movimiento nacional de liberación), ni siquiera por lo que puede llegar a ser (una nulidad histórica cuyos representantes son de una lacerante mediocridad, exponente de la mediocridad general que hoy domina entre la clase política española).

Lo que da miedo no es el independentismo catalán sino el gobierno central. Todos sabemos cómo acabará esta crisis: con una negociación entre Mas y Rajoy, unos euracos regalados y la seguridad de que ningún dirigente de CiU entrará en la cárcel por delito de corrupción. A la incapacidad del independentismo catalán corresponde la nulidad y la bajeza del gobierno central. Dicho de otra manera: el gobierno del Estado es poco menos que nada, el independentismo catalán es el cero absoluto.

No importa quien se siente en La Moncloa, un socialista o un conservador, todos ellos, en los últimos 35 años han demostrado no servir más que para constituir una casta política miserable y depravada, amparada y  justificada por el texto constitucional, del que la clase política catalana ha sido otro de sus máximos beneficiarios.

El electorado español ha tragado carros y carretas votando ininterrumpidamente a esta clique provista de una rapacidad propia de reyezuelos tribales africanos. Y el electorado catalán ha hecho justamente lo mismo. Desde el Caso Banca Catalana el nacionalismo catalán ha estado deslegitimado para hablar de honestidad y de cualquier otro valor que no sea los de la piratería o del salteador de caminos. Tras las manifestaciones contra la LOAPA lo que se escondía era una dribling a la justicia, el primero en el que Pujol presentaba lo que era una investigación sobre su gestión al frente de la entidad como un “ataque a Cataluña”.

Porque el nacionalismo catalán no es más que eso: el blindaje del que se han provisto las 200 familias que desde hace dos siglos consideran el territorio catalán como propiedad exclusiva con privilegio para hacer y deshacer a su antojo. ¿O es que ignoras que el nacionalismo es un invento de la alta burguesía para justificar su dominio económico mediante razones emotivas y sentimentales aptas sólo para tontorrones? Por que, en efecto, es de tontos de los que hay que hablar: esto se creen los argumentos; los listos se llevan los beneficios. Tú, independentista, tú figuras entre los pobres tontos.

Cuando a Oriol Junqueras se le preguntó qué le parecía andar de la mano de un partido como CiU, carcomido por la corrupción, todo lo que has sido capaz de argumentar es “primero independencia, luego ya nos ocuparemos de eso”... Nada diferente a lo que argumentaba Carod-Rovira hace diez años a los empresarios catalanes alarmados por la discusión sobre el “Nou Estatut” que ocupó la friolera de los siete años de gobierno “tripartito” en Cataluña: “¿Qué ocurrirá después de la independencia?” le preguntaron: “A nosotros solamente nos importa la independeia”, contestó. Que era como decir, una vez conseguida la meta, poco importa que esté instalada en el precipicio.

Tú, independentista, no ignoras, pero prefieres no recordar, que la actual ofensiva soberanista se ha producido solamente por la inyección de fondos públicos que Artur Mas realizó en los medios independentistas inmediatamente llegó a la Plaza de San Jaime. Antes, apenas había independentismo, porque nadie con dos dedos de frente podía apostar por unos insolventes políticos como son vuestros movimientos.

Fue Artur Mas quien revitalizó a ese ambiente agónico con la esperanza de poder utilizarlo como moneda de cambio en su primera negociación por Rajoy: más techo autonómico a cambio de desactivar el independentismo. Algo así como entrar diciendo: “Si no me concedes lo que pido, tendrás que negociar con estos que son primitivos, tontorrones y no se avienen a razones”, para terminar en un “dame euros y no me preguntes en qué los gasto y, sobre todo, no se te ocurra procesar a ningún vástago de las 200 familias”. La novedad después del 11-S de 2011 fue que “Madrid” ya no tenía dinero; España no era ni siquiera dueña de su soberanía económica; en lo peor de la crisis de la deuda pública, el gobierno estaba sometido a fiscalización por parte de la Unión Europea y no había forma de acceder a las exigencias de Mas.

Y Artur Mas se encontró, desde entonces, con la imposibilidad de desmontar el independentismo que él mismo había creado. Poco a poco, dada su baja estatura política y la necesidad que tenía del apoyo de ERC para seguir gobernando, dejó de controlar el independentismo para ser cada vez más controlado por él. Este fenómeno supone una mutación histórica: y tú, independentista, la has logrado; puedes estar satisfecho porque va a ser tu único y pírrico logro.

Por primera vez, el nacionalismo catalán ya no está bajo el control de la alta burguesía barcelonesa de la que Mas es apenas un “valido”. Eres tú quien controla la maquinaria, pero no por tu capacidad, sino porque Artur Mas es un auténtico pigmeo político. Tanto tú, independentista, como Mas, pensáis que, al final, os llevaréis el gato al agua y que conseguiréis ser hegemónicos, tú en una Cataluña independiente y Mas… en cualquier escenario en el que salga beneficiado.

Dicho de otra manera, lo único que impide que os matéis a navajazos, como, por otra parte, siempre habéis hecho (entre distintas facciones nacionalistas, entre nacionalistas e independentistas, entre independentistas moderados honestos, moderados desaprensivos, radicales, ultra-radicales, radicales éste o aquel pueblo, etc.), es que cada uno de vosotros cree que, finalmente, saldrá beneficiado y que cada cual tiene algún as en la manga que podrá utilizar contra el otro. En realidad, todos vais de farol y, antes o después, chocaréis con la realidad.

¿Y cuál es la realidad? Te la voy a resumir:

La realidad es que habéis inventado una bandera sin tradición y sin raíces, a la que es imposible tener respeto. Habéis colgado esos trapos de mala calidad fabricados en China, descoloridos a los pocos días, deshilachados sin heroísmo ni grandeza a las pocas semanas, rotos por el tiempo en pocos meses. ¿Cuántos habéis tenidos que sustituir ya tres e incluso cinco veces desde el 11-S de 2012 esos trapos? De momento, los únicos que se han beneficiado con vuestra estupidez son los chinos.

Además, esa pobre exhibición de banderas indica perfectamente cuántos sois. Y sois pocos, muchos menos de los que os creéis y muchos menos de los que dicen los medios de comunicación catalanes amamantados por la Generalitat.

Una bandera de mala calidad, fabricada con productos de mala calidad, para un proyecto de malísima calidad, improvisado y fabricado sobre una Cataluña que nunca ha existido: porque Cataluña nunca en su historia ha sido independiente, ni nunca en su historia ha sido “nación”.

La entidad que vosotros conocéis como “Cataluña”, como máximo estuvo compuesta por una serie de condados feudatarios del Imperio Carolingio o de la Corona de Aragón, nunca constituyeron una entidad unitaria.

El término nación es relativamente reciente, procede de finales del siglo XVIII cuando los reinos se transformaron en naciones. Y esa “federación catalano-aragonesa” de la que tanto os gusta hablar jamás existió más que en vuestras mentes.

Por lo demás, las naciones son el resultado de procesos históricos, no de la “voluntad popular” de una generación concreta en un momento dado de la historia expresada mediante referendo. Ninguna nación se ha creado así.

En 1978, vuestros dirigentes proclamaron que Cataluña era una “nacionalidad”, algo que se podía asumir a condición de ponerse de acuerdo en los contenidos de ese término. Con la excusa de la “descentralización” (en aquel momento necesaria), se introdujo el término “nacionalidad” en el texto constitucional y pretextando el respeto a las “nacionalidades históricas” (confundiendo la Historia con mayúsculas, de la pobre, triste y esperpéntica historia de la Segunda República Española), se restablecieron las tres autonomías de Cataluña, País Vasco y Galicia.

Luego vino el “café para todos” de Suárez y surgió ese engendro inviable, apto sólo para consumo de las castas políticas regionales, que devora en tiempos de crisis al Estado del Bienestar y que se dio pomposamente en llamar “Estado de las autonomías”.

Ya por entonces, era evidente que el nacionalismo que había participado en la elaboración del texto constitucional había deslizado esos pequeños detalles que luego se convertirían en esenciales: confundir “nacionalidad” con “nación”. Así pues, donde el texto constitucional y los estatutos de autonomía decían “nacionalidad”, los nacionalistas entendían “nación”. Y el destino de toda Nación es la independencia de cualquier otro poder... Así pues, era evidente que la siguiente vuelta de tuerca sería la independencia. Estamos ahora en ese punto.

No olvidéis que Cataluña ha estado dirigida en los últimos 35 años por el nacionalismo y no por el hecho de que el nacionalismo haya sido mayoritario en Cataluña, ni porque el sentimiento catalanista esté generalizado, sino por circunstancias muy concretas:

1) La posición histórica del PSC, partido que estuvo dirigido por una camarilla surgida de la alta burguesía catalana nacionalista y cuyas bases mayoritariamente procedían de la inmigración de otras partes del Estado Español. Mirad el mapa lingüístico de Cataluña y lo comprobaréis.

2) Cuando Cataluña estaba harta de nacionalismo, corruptelas, políticas mediocres y presión lingüística, en 2003, y el PSC obtuvo la mayoría (si no la había obtenido antes fue precisamente porque el nacional-catalanismo que proclamaba, casaba mal con su electorado de origen español y castellanoparlante) tuvo que apoyarse en ERC e ICV en una coalición inexplicable, con un Maragall con salud y claridad mental ya muy deterioradas que no fue más que un títere en manos de Carod-Rovira.

3) No hubiera ocurrido nada, de no ser por el marasmo que supuso el 11-M y el vuelco electoral que llevó a un personaje nefasto, absurdo y hueco como José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno de la Nación. Zapatero no creía en las fronteras y por lo tanto no le importaba que se crearan fronteras interiores, así que accedió a todas las propuestas de un siempre errático Maragall que no eran otras que las sugerencias de Carod.

4) En ese tiempo fue cuando la idea de que Cataluña era una “nación” pasó a ser indiscutible y cuando se aprobó, sin que existiera la más mínima demanda social, el “Nou Estatut” que, no solamente paralizó durante 7 importantes años la política catalana, sino que, además, como era previsible, embarrancó en el Tribunal Constitucional.

5) Luego vino la crisis económica, se evidenciaron las consecuencias más nefastas de la globalización y ahora Cataluña no es más que una de las zonas más deprimidas del Estado, rivalizando con Andalucía –esa Andalucía de la que el nacionalismo siempre se ha presentado como antagónica– en los puestos de cabeza en corrupción, paro juvenil, inmigración, desertización industrial y en la cola de la educación.

Tal ha sido la génesis indiscutible de la situación a la que hemos llegado. Ahora el problema es que no hay dinero suficiente para satisfacer las ambiciones de todas las castas políticas situadas en los distintos escalones administrativos del Estado y que están ahí, no para servir a la democracia, ni al pueblo, sino para medrar.

No es que “España” robe a Cataluña. Es que la clase política catalana, la clase política española, ROBAN al ciudadano. Vuestra mezquindad a la hora de confundir “España” con “clase política” es tan repugnante que no os extrañe que algunos os percibamos como la peor sífilis de esta Nación ex aequo con la partidocracia en que entran vuestros dirigentes con tanto derecho como los de Andalucía, Madrid o Ceuta.

Vuestras banderas indican donde estáis. No es una amenaza –¿quién quisiera amenazar a algo que es de por sí esperpéntico, risible y cuya caída se producirá por el mero paso de las semanas y los días? –, es simplemente la constatación de que sois pocos y de que ni siquiera sois los mejores y, en muchas ocasiones, indica simplemente que algunos de vosotros, no os habéis dado cuenta, pero estáis sitiados. Sí, sitiados.

En barrios magrebíes de la costa catalana, verdaderas bolsas de inmigración inintegrable, en algún balcón aparece una bandera “estelada” que recuerda más al Fort Apache sitiado por los indios que a una proclama independentista. Casi indica un SOS “Estoy aquí, hacer algo por favor. Salvadme que se me van a comer”. Porque os voy a explicar cuál es vuestro verdadero problema. Y no es España…

Vuestro problema es que tenéis sobre vuestro suelo a millón y medio de inmigrantes. Diréis que no, que son menos, que no son tantos y que todos hablan catalán. Es falso. ¿Creéis que en el Raval un inmigrante tiene que hablar catalán para hacerse entender? Es más bien un catalán el que tendría que hablar árabe para hacerse entender. El nacionalismo catalán está sobre todo presente en dos zonas: Barcelona y algunas áreas rurales. Minoritario en cinturón industrial, ignora lo que se cuece socialmente en esas zonas. Algunos de vosotros creéis que el independentismo y el nacionalismo es algo tan excelso que podrá realizar lo que no se ha hecho en lugar alguno de Europa: integrar a la inmigración islámica en un proyecto nacional europeo. Imposible. Y se os comerán.

Carod Rovira solía hablar en términos muy elogios del “Islam catalán”, satisfaciéndose de su existencia, demostrando con ello su absoluta ignorancia de lo que es el Islam. ¿Creéis que un solo islamista, por mucha inmersión lingüística con la que le presionéis va a cambiar el árabe, lengua sagrada en la que está escrito el Corán, por el catalán? ¿Creéis que al Islam le interesa vuestra nacióncilla pequeñita y redondita ante la Umma que tiene carácter universal, expansivo y mesiánico? El islam es el sector mayoritario entre la inmigración en Cataluña. Son vuestros jefes quienes así lo quisieron en los años 90. Fueron ellos los que trajeron a magrebíes, pakistaníes y africanos islamistas para evitar que los inmigrantes latinos desequilibraran el mapa lingüístico catalán todavía más en beneficio del castellano.

Estáis obsesionados con la lengua –quizás porque es el único elemento auténtico del nacionalismo catalán y todo lo demás es una acumulación de falsificaciones, temas elaborados hace cien años y presentados como “tradicionales”– y os basta que un magrebí diga “Bona tarda” para que veáis en él a un “catalá de soca i arrels”. Se os comerán como la clase obrera española estuvo a punto de comerse a la burguesía catalana en 1909, salvada in extremis por la intervención del ejército español en la Semana Trágica. Ahora ya no hay textil en Cataluña, y la clase obrera es una especie en vías de extinción. Los nuevos “proletarios” son los inmigrantes, pero así como los emigrantes del resto del Estado eran muy parecidos a los nacidos en Cataluña y existía entre unos y otros una evidente contigüidad, con los nuevos inmigrantes llegados, en cambio, lo que existe es una brecha antropológica, cultural y religiosa que todavía no has advertido a pesar de que la tienes brutalmente ante tí.

Ellos son más fuerte que tú: proceden de pueblos jóvenes con unas tasas de natalidad a las que tu gente ni se aproxima. Incluso aunque nada cambiara en Cataluña y esta siguiera formando parte del Estado Español, Cataluña tendría un problema: las tasas de natalidad de los inmigrantes no pueden competir con las del grupo étnico catalán que figura entre las más bajas del mundo, sino es la más baja. En 20 ó 30 años estaréis en minoría y ni vosotros, ni el Estado Central ha previsto las tensiones que a partir de entonces se pueden desarrollar. Tensiones que van a ser muy difíciles de soportar por el Estado Español, pero que serían imposibles para una Cataluña independiente.

Tiene gracia que en algunas de las zonas con más arraigo independentista –Arenys de Munt, por ejemplo o Vic– coincidan con zonas de más presencia inmigrante. Vuestros jefes han alardeado de querer integrar a la inmigración en su proyecto independentista: créedme, os arrasarán, y no creo ni por un momento que los Mossos d’Esquadra estén en condiciones y con coraje de afrontar las revueltas étnicas que se aproximan. ¿Me entiendes ahora cuando te decía que en algunas zonas vuestras banderas independentistas aisladas colgadas en los balcones en barrios de fuerte presencia islámica suenan más a SOS que a proclama soberanista?

Hagamos un análisis de clase, de esos a los que eran tan aficionados los marxistas. El nacionalismo nunca ha sido una emanación de la “conciencia nacional de Cataluña”, ni de país alguno, sino la expresión de la voluntad de su alta burguesía para que la independencia mejore sus negocios y estabilice ad infinitum su hegemonía de clase. Esa alta burguesía, para justificar lo que no es más que mero interés económico, encarga la creación de una superestructura emotiva y sentimental con la que realzar y acompañar sus aspiraciones nacionalistas. Todo eso fue hecho en el último tercio del siglo XIX.

Pero en los últimos años se ha generado un problema.

La alta burguesía ya no tiene al territorio catalán como escenario preferencial para sus inversiones. Cataluña no ofrece los buenos y fáciles beneficios de otro tiempo. La globalización ha matado a las naciones y mucho más a quienes se creían naciones cuando apenas sólo eran nacionalidades. Esa burguesía a la que se le llena la boca hablando de “Nació”, de “Catalans, Catalunya” y demás, ha desplazado sus inversiones y negocios a Iberoamérica, al norte de África, a cualquier otro escenario… salvo a “su Catalunya”. Por supuesto, algunas sedes sociales de sus empresas están en paraísos fiscales, empezando por el más próximo, Andorra. ¿Creéis que la existencia de una “hacienda catalana” hará que retornen todos esos capitales? En absoluto: lo que servirá es para crujirte a ti, pobre incauto, nuevamente con la excusa emotiva de que “hay que pagar la independencia”… y la pagarás tú.

Por supuesto la capacidad económica de la Generalitat sigue siendo atrayente y sirve para crear una estructura clientelar y para que los hijos de esa alta burguesía hagan negocios a la sombra de la institución, también para alimentar a una corte de segundones que precisan de ingresos aceptables que solamente pueden obtenerse en las inmediaciones del poder.

Pero hay otra novedad. El actual proceso independentista demuestra que esa alta burguesía de la que Artur Mas es delegado y detenta su representación, no constituye la fuerza hegemónica ni la que mantiene la iniciativa dentro del nacionalismo. A partir del 11-S de 2012 y de la inyección de fondos que Mas orientó hacia el independentismo, otros sectores del nacionalismo están empujando, de tal manera que Mas ya no está hoy donde quisiera estar, sino donde ERC, ICV y CUP se están arrastrando. Independentistas radicales, ecologistas-rosados y émulos de Herri Batasuna. Ellos arrastran. Mas avanza, no por sí mismo, sino porque le empujan. Es el resultado de ser un enano político.

La alta burguesía catalana está hoy confundida. Por primera vez, otras fuerzas nacionalistas pueden cuestionar su hegemonía y alterar el equilibrio de fuerzas de manera brusca y extemporánea. Ahora viene el tiempo del crujir de dientes, de las traiciones, de los “políticos prestigiosos” que defraudan a sus electores, de las peleas entre fracciones, de los arreglos bajo cuerda por unos euracos de mas o de menos, de los golpes bajos entre fracciones nacionalistas, de la decepción…

Hoy todo el problema es quien traicionará a quién antes y quién se quedará con la parte más grande del pastel. Estamos en la antesala de cambios históricos en Cataluña y de que el independentismo muestre lo que es. Porque el nacionalismo y el independentismo solamente prosperan en territorios amables, nunca en la clandestinidad, en la lucha o ante cualquier pequeña dificultad. La negociación, el cambalache y la componenda es el territorio en el que mejor se mueve el nacionalismo moderado. Y Mas negociará y os traicionará. Que luego se hunda o no es harina de otro costal. Ya hoy parece un personaje político acabado y de pocos vuelos. Él cree que siempre, estando en medio, podrá decidir acostarse con quien le ofrezca más garantías. Se equivoca, naturalmente: quien le ofrecerá más garantías, indudablemente será el Estado Español (y habrá que ver hasta que punto Rajoy acepta negociar ofreciendo una salida airosa al embrollo en el que se ha metido Mas).

Por lo demás, la historia del independentismo catalán es la historia de fracciones, peleas de corral, divisiones indecibles, personajillos con ideas propias, escisiones y traiciones. No creáis que ese tiempo ha concluido. Estáis en él y os falta conocer lo más duro: el acuerdo final entre Mas y Rajoy. Alguna competencia cambiará de manos, unos cientos de millones harán el tránsito digital de Madrid a Barcelona y acabarán en bolsillos del entorno del poder… y poco más. Esta historia va a ser tan triste como la del Plan Ibarreche: cinco años paralizando la tarea de gobierno para ser liquidado en una tarde parlamentaria.

Cuando quede claro que el Estado considera el referendo como ilegal y prohíba la convocatoria, Mas se plegará escenificando su descontento, el CUP llamará a la insurrección y ERC declarará algo parecido a la revuelta cívica… excusas que Mas utilizará para “romper el consenso independentista”. Que luego CiU perderá votos, que ERC, muy en su tradición, los ganará para volver a perderlos en las siguientes elecciones, que el CUP vivirá de los detritus que se irán desprendiendo de ERC sin pasar de la etapa de incipiente émulo de HB, es la evolución más posible que vivirá Cataluña en los próximos años. 

Pero todo esto dejará secuelas. Y serán duraderas. El independentismo tendrá la amargura de saberse incapaz y de haber sido traicionado desde dentro. En realidad, mientras la fetidez ideológica del nacionalismo no desaparezca completamente seguirá retroalimentándose del odio que él mismo suscita contra “España”.

Cataluña será “grand i plena” el día que el nacionalismo, en lugar de atribuir el origen de todos sus males a fuera de Cataluña, reconozca que su alta burguesía no está exenta de responsabilidades, que la Generalitat ha constituido un fracaso histórico y no ha servido para mejorar en absoluto la vida de los catalanes y que cualquier otra gestión que se hubiera realizado utilizando los mismos fondos hubiera obtenido, como mínimo, los mismos resultados.

El independentismo no habrá servido absolutamente para nada más que para generar una nueva tormenta en un vaso de agua. Solamente una cosa sería deseable: que la crisis que ha generado sirviera para reconocer que el texto constitucional está caducado. En realidad, nunca ha servido para gran cosa, pero hoy ya no sirve para nada. Que todo un pueblo, toda España, entienda que es preciso un nuevo enfoque y que ese no puede ser una prolongación de los actuales errores y mitos: la partidocracia, la corrupción, el Estado de las Autonomías, la globalización, etc.

¿Y cuál va a ser tu futuro? La amargura de haber creído en un proyecto imposible, de tener una nación de “todo a 100” como tus banderas esteladas, la sensación de estar dirigido por cretinos, oportunistas y sin escrúpulos. No te creas, es una sensación similar a la que tengo yo. Ya te he dicho que más que “orgulloso de ser español”, estoy abochornado de serlo. No encuentro en ninguno de los rasgos de mi país, nada, absolutamente nada que me haga sentir orgulloso de pertenecer a una nación digna.

Esta Nación, España, dotada de una clase política miserable, con una constitución ineficiente, con unas estructuras educativas quebradas, en manos de privatizadores profesionales de centro-derecha o centro-izquierda, comisionistas de la política, travestidos ideológicos, inútiles amparados en la cerrilidad del electorado, con una población que ha perdido la noción de pueblo y que solamente se siente “patriota” cuando gana la selección de fútbol, pero que permanece apática, abúlica, volcada a lo individual, ajeno a cualquier cosa que sea una tarea nacional, esta Nación no es el escenario más adecuado para sentirse orgulloso de nada. Quizás ahora entiendas a lo que se refería José Antonio cuando hablaba del “patriotismo crítico”.

Cada uno tiene su drama. Yo también tengo el mío. No tengo patria, porque lo que actualmente es España apenas es una mezcla de impotencias, corruptelas, caos, desorganización, en manos de comisionistas, banqueros psicópatas y arribistas de todos los pelajes. Ni tú, ni yo tenemos “patria”. La única diferencia es que tu nación nunca ha existido y España es el resultado de un proceso histórico.

El año 2014 va a ser triste para ti, pobre independentista, se van a desvanecer muchos de tus sueños y todas tus fantasías de independencia. Quizás así aprendas a mirar de frente la realidad y a despojarte de toda la carga de emotividad y sentimentalismo que te han insuflado para que olvides la triste realidad de la Cataluña moderna, que no es más que el reflejo de la triste realidad de España e incluso, la realidad de una Europa que no es competitiva ante la globalización y que solamente lo sería si se declarara “territorio libre” de la globalización y del neocapitalismo.

Es curioso: tú, independentista, vas en dirección contraria a las necesidades históricas actuales. Tiendes a fraccionar, cuando de lo que se trataría es de constituir un bloque sólido para afrontar la globalización. ¿Y todavía te extraña que en el primer párrafo de esta carta abierta te declarara mi desprecio y te considerara como lo más tonto que ha parido madre?

Cómete feliz el turrón, que en 2014 te vas a comer muchas cosas más que te gustarán menos.

Ernesto Milá

© Ernesto Milá – infokrisis – ernesto.mila.rodri@gmail.com