Info|krisis.- Ninguna civilización ha sido tan ruidosa como esta. Ni el bullicio de los arrabales de la Roma Imperial, ni el molesto sonido producido por canteros, caldereros y herreros medievales puede compararse al fragor de nuestras actuales ciudades; ciertamente, el ulular de las sirenas y el repiquetear de las máquinas nacidas con la primera evolución industrial, empezaron a causar daños en los aparatos auditivos de muchos obreros, pero no fue sino hasta mediados de este siglo cuando la polución acústica se convirtió en un problema generalizado y siempre en aumento. En otro tiempo el silencio -esto es, la ausencia de ruido- fue condición necesaria para alcanzar lo que fue considerado como la más alta cota de la condición humana: la experiencia mística. La conclusión es simple: si el silencio nos eleva, el ruido nos sume en lo infernal. Y hoy los estruendos han ahogado cualquier silencio.
DEL SUSURRO AL UMBRAL DEL DOLOR
Se considera que el ruido es una sensación acústica molesta. La intensidad del ruido se mide en decibelios. Cincuenta decibelios nos situarían en el umbral de la conversación, menos supondría apenas un susurro; la audición repetida de sonidos superiores a 85 decibelios puede causar daños físicos y psicológicos; niveles superiores a 132 ocasionan incluso sensación de dolor y a partir de 140 el peligro de rotura de tímpanos o alteraciones psicomotrices puede ser incluso inmediato. En el conocido cruce madrileño del Paseo de las Delicias con la calle de Méndez Alvaro, hacia las 16 horas, el nivel de ruido fluctuaba entre 74 y 90 cecibelios, es decir, suficiente para causar un deterioro físico del aparato auditivo de los vecinos.
DEL SUSURRO AL UMBRAL DEL DOLOR
Se considera que el ruido es una sensación acústica molesta. La intensidad del ruido se mide en decibelios. Cincuenta decibelios nos situarían en el umbral de la conversación, menos supondría apenas un susurro; la audición repetida de sonidos superiores a 85 decibelios puede causar daños físicos y psicológicos; niveles superiores a 132 ocasionan incluso sensación de dolor y a partir de 140 el peligro de rotura de tímpanos o alteraciones psicomotrices puede ser incluso inmediato. En el conocido cruce madrileño del Paseo de las Delicias con la calle de Méndez Alvaro, hacia las 16 horas, el nivel de ruido fluctuaba entre 74 y 90 cecibelios, es decir, suficiente para causar un deterioro físico del aparato auditivo de los vecinos.