Infokrisis.- Nuestra época es hija directa del
nuevo equilibrio mundial de fuerzas generado en 1945 y en 1989 al concluir la
Guerra Fría. Sin embargo, las fuerzas que en esos momentos eran hegemónicas e
indiscutibles han perdido cohesión y hoy se encuentran en crisis. A partir de
1973, cuando concluyeron “los 30 años gloriosos”, las crisis cíclicas del
capitalismo, la pérdida del poder adquisitivo de los salarios, los procesos
inflacionarios, la primera crisis del petróleo, supusieron una primera etapa en
la crisis. Era el período marcado por el capitalismo multinacional. Cuando cayó
el Muro de Berlín y el capitalismo entró en su fase globalizadora se inició un
viaje sin retorno a nivel mundial. Todo esto repercutió en la “calidad” de las
democracias: la dominante de todo este largo proceso fue la preeminencia de la
economía sobre la política, es decir, de los intereses de las oligarquías
económicas sobre la soberanía y el poder político. Los partidos que en 1945
eran solamente la expresión de intereses de las distintas fuerzas económicas
que actuaban en cada país, se orientaron en dos direcciones: partidos de
centro-derecha, herederos de los antiguos partidos conservadores, y partidos de
centro-izquierda, derivado de partidos socialdemócratas y socialistas. A medida
que el capitalismo mundial se fue transformando, estos partidos fueron
corrigiendo sus posiciones y acentuando cada vez más su carácter de dos caras
de la misma moneda. Sin embargo, a partir de los años 80, el sistema de
partidos políticos empezó a sufrir una rápida erosión y el agotamiento de las
fórmulas que se venían utilizando desde 1945 impuso correcciones al sistema de
fuerzas económico-político: el Sistema, en definitiva, se defiende. Y cuanto
más agónica es su situación, esta defensa se convierte en más agresiva.
La erosión del sistema tiene varias vertientes.
Algunas son inocuas en relación a la supervivencia del sistema y no implican
riesgo: las bajas cotas de afiliación política y sindical, el desinterés de las
masas por la política (generada por el propio sistema a partir de mediados de
los años 70 mediante el aumento auspiciado por Brzezinsky del “entertaintment”),
el aumento del abstencionismo electoral. Pero otras pueden ser consideradas como
peligrosas: el voto de protesta, especialmente el voto a partidos y a gentes
que presentan un modelo político-económico diferente e irreductible a los
programas de los partidos “homologados” por el capital internacional.
Para conjurar a estas fuerzas consideras “peligrosas”,
el Sistema ha habilitado una serie de tácticas que han mostrado su eficacia
mientras que las crisis han sido breves y alternadas por períodos de progreso
más o menos ilusorio (“ilusorio” en la medida en que la concentración de
capital mundial y su transformación en capital especulativo ha ido aumentando
en las últimas décadas, paralelamente a la pérdida de poder adquisitivo de la
población).
La novedad es que la actual crisis es sostenida
(“sostenida” en la medida en que dura ya seis años y que hoy, cuando aún no se
ha resuelto la crisis iniciada en EEUU y en Europa en 2007 y 2008, se preparan
nuevos focos de crisis en Brasil primero y posteriormente en China) y no se
percibe de qué forma el sistema económico mundial logrará superarla sin que
ocurra una convulsión sin precedentes.
Vale la pena, pues, realizar una breve
excursión a las tácticas utilizadas por el Sistema para liquidar los focos de
oposición y resistencia, intuyendo al mismo tiempo, que a medida que la crisis
del sistema político se vaya acentuando, esas tácticas ganarán en brutalidad.
1. Modificaciones
legislativas
Desde los Procesos de Nuremberg quedó de
manifiesto que el nuevo equilibrio de fuerzas creado excluía a determinadas
opciones políticas y que solamente alcanzarían carta de legitimidad aquellas
fuerzas que aceptaran: el capitalismo como sistema económico, la partidocracia
como sistema político y el consumismo como hábito social. Cualquier otra forma
de considerar las relaciones político-económico-sociales, sería considerada
como herética y arrojada extramuros del sistema. Esto se tradujo inmediatamente
en la introducción de cláusulas excluyentes, bien en los textos
constitucionales o bien en leyes orgánicas en toda Europa.
Estas modificaciones legislativas tenían dos
vertientes: en algún caso se trataba de modificaciones de gran calado como los
cambios en las legislaciones electorales. Así, por ejemplo, el 16 de marzo de
1986, el Front National francés entra en la Asamblea Nacional con 35 escaños…
Inmediatamente después, como respuesta, el gobierno Mitterand aprobó una
modificación legislativa que implantaba la elección a “doble vuelta” que, a la
vista de sus buenos resultados, se implantó también en todos los niveles
electorales. Tal sistema implicaba que si una tercera fuerza, ajena a los
partidos “oficialistas” de centro-derecha y de centro-izquierda, era el partido
más votado sin alcanzar la mayoría absoluta en la primera vuelta, el “oficialismo”
se coaligaría contra él en la segunda vuelta, imponiéndose casi de manera
inevitable. Desde entonces, el “oficialismo” galo ha respetado esta regla
bloqueando el ascenso de terceras fuerzas.
En España, este sistema ya ha sido propuesto
por algunos dirigentes del PP, mientras que el PSOE, mientras estuvo en el poder,
impuso la recogida de un porcentaje de firmas en cada circunscripción electoral
para aquellas fuerzas que no tenían representación, reduciendo drásticamente el
número de candidaturas a presentar. Por otra parte, el mantenimiento de la Ley D’Hont
(en lugar de la representación proporcional pura), significa, de partida, una
desnaturalización de la democracia y una alteración de la voluntad popular en
beneficio de los partidos “oficialistas”: ayer UCD y hoy PP por el
centro-derecha y el PSOE por el centro-izquierda.
En otros casos se trataba de simples modificaciones
que tienden a limitar la libertad de expresión, no solamente de los grupos a
los que van dirigidos, sino de cualquier fuerza disidente. En efecto, después
1945, el gobierno alemán se tomó particular interés en demostrar su “lealtad
democrática” y la eficacia de los “procesos de desnazificación”, aprobando una
legislación antifascista particularmente dura. Esta legislación se puso en
vigor en los años 50 en varias ocasiones deteniendo el crecimiento de varias
formaciones nacidas a la derecha de los partidos “oficialistas” y en varias
ocasiones ha puesto al NPD en peligro de prohibición. El papel determinante y
locomotor de Alemania en la Unión Europea ha hecho que una de las exigencias de
Angela Merkel (democristiana) para que Alemania colabore en la resolución de la
crisis en terceros países, ha sido la aplicación del “modelo alemán”
(prohibición de cualquier cosa que recuerde incluso remotamente al nazismo) se
extienda a toda la Unión Europea. Fruto de esta exigencia ha sido la reciente
ley Gallardón para perseguir este tipo de opiniones.
El hecho de que en Grecia –país particularmente
sacudido por la crisis económica y, por tanto, en riesgo de saqueo por parte
del capital internacional- haya despuntado un partido considerado como neo-nazi
(en realidad, se trata de un partido de derecha-nacional anti-inmigración y
anti-crisis) que recoja a una parte sustancial del electorado, y que este
partido no oculte en su programa su intención de ofrecer resistencia al saqueo,
ha sido el detonante para que Alemania, “sugiriera” la extensión de su
legislación “anti-nazi” especialmente a los países más afectados por la crisis.
2. Programas de “contra-inteligencia
interior”.
COINTELPRO eran las siglas de Counter Intelligence Programa
(Programa de Contrainteligencia) creado por el FBI norteamericano, destinado,
no solamente a investigar, sino a sabotear la acción de las organizaciones
políticas disidentes en el interior de los Estados Unidos. Hoy se conoce
suficientemente todos los aspectos de ese programa y se sospecha de otros que
todavía no han sido revelados. El programa, aparentemente, se dirigía “contra
las organizaciones extremistas”, pero, como siempre, esta calificación es
excesivamente elástica. El programa implicaba una infiltración masiva y una
manipulación para “desbaratar, descarriar, desacreditar o neutralizar” a estos
movimientos y a sus líderes.
Se sabe que el proyecto comenzó en 1956 y se prolongó hasta
1970. Los objetivos fueron el Partido Comunista de los EEUU, el Socialist Worker's
Party de carácter trotskista, las distintas fracciones del Ku Klux Klan, los
grupos radicales negros (incluido Nation of Islam), y los grupos de la Nueva
Izquierda y, por supuesto, el ANP y la Iglesia de la Identidad Cristiana. Con
posterioridad al desarrollo de este plan, el Congreso de los EEUU y el Tribunal
Supremo declaró que el proyecto violaba las garantías y libertades
constitucionales…. Pero ya era tarde. El programa fue secreto hasta que en
1971, un grupo de radicales de izquierda (seguramente informados por algún otro
servicio de inteligencia rival), se llevó varios documentos de una oficina del
FBI; una comisión de investigación del Senado investigo exhaustivamente el
COINTELPRO en 1976.
Aparte de los métodos policiales habituales para investigar
y mantener bajo control a los grupos radicales, lo que aportaba el COINTELPRO
eran elementos de lo que se ha dado en llamar “War at home” (guerra en casa), cuyas tácticas eran: infiltración
sistemática (pero a diferencia de la infiltración clásica, no se trataba de
obtener informaciones que permitieran un control de los grupos radicales, sino
que esos infiltrados debían sabotear, crear confusión, avivar polémicas
interiores, generar conflictos y desbarajustes), guerra psicológica desde el
exterior (que implicaba en hacer llegar a los medios de comunicación cientos de
informaciones falsas, falsear documentos interiores, enviar sistemáticamente
cartas anónimas, generar movimientos inexistentes para crear confusión, lograr
que los grupos ya constituidos fueran dirigidos por agentes infiltrados),
hostigamiento legal (que no se refería a los habituales recursos de la fiscalía
para acosar a quienes infringieran la ley, sino que tanto los policías
encargados de la investigación, como los agentes infiltrados, debían y podían
mentir bajo juramento, presentar pruebas falsas elaboradas ad hoc, intimidar a
los dirigentes de la manera que fuera, directamente o a través de sus familias
y silenciar a los simpatizantes) y, finalmente, fuerza extralegal y violencia
(los propios agentes del FBI, infiltrados o no, realizaban actos de vandalismo
que firmaban con las siglas de los grupos a los que querían desprestigiar,
incluyendo asalto, palizas, hasta el punto de que, una vez conocidos, fueron
calificados como “terrorismo oficial”). Todo esto se realizaba por iniciativa
del FBI, sin autorización judicial, y en completa clandestinidad.
Pues bien, este programa COINTELPRO, en unos países de
manera limitada (España) y en otros de manera calcada (Italia) se fue
extendiendo por todos los servicios de seguridad del mundo y hoy, sus enseñanzas
siguen siendo aplicadas. Muchos de los episodios que ocurrieron en el
tardo-franquismo y con mucha más frecuencia durante la transición, son
altamente tributarios de las enseñanzas del COINTELPRO.
3. Creación de “partidos
trampa”
En el año 2000, el FPÖ austríaco era el partido
que recogía mayor intención de voto. Sin embargo, al producirse las elecciones
tres años después, éste partido recogió el 20,55% de los votos, obteniendo el
partido vencedor, los socialdemócratas, el 26,86% y los democristianos el 24%.
Este resultado se hubiera visto completamente desequilibrado si a última hora,
deprisa y corriendo, los medios de comunicación apoyaron masivamente la candidatura
del llamado Team Stronach, fundado por el millonario Frank Stronach, quien
invirtió 25 millones de euros en una campaña de carácter ultra populista, sin
más contenido que el euroescepticismo y el nacionalismo, que le reportó casi un
10% de votos… que de otra manera hubieran ido a parar a un FPÖ irreductible. No
ha sido el único caso.
En Francia, la escisión que tuvo lugar en el
interior del Front National en 1998 y que puso en peligro su continuidad, contó
–como otras iniciativas fraccionalistas anteriores de que fue objeto este
partido- con el apoyo de los medios vinculados al Sistema político “oficialista”.
Hay que señalar que esta escisión se produjo cuando el partido se encontraba en
su apogeo. Los disidentes pasaron a formar el Movimiento Nacional Republicano.
En Italia, en 1977, después del XI Congreso del
Movimiento Social Italiano, un grupo de diputados y senadores, todos ellos
pertenecientes al “ala más centrista” del partido, es decir aquella que
aspiraba a pactar con la Democracia Cristiana, se escindieron constituyendo
Democracia Nacional (que contactó en España con Alianza Popular en 1979 para
responder a la “eurodestra” que estaba intentando crear entonces Giorgio
Almirante, secretario general del MSI… También en esta ocasión, la escisión se
produjo cuando el partido había roído una parte sustancial de la DC y después
de que se intentaran contra él provocaciones, más o menos frustradas, que lo
implicaban en actos de terrorismo (detención de Pino Rauti, diputado del MSI en
1973… poco antes de las elecciones generales).
La homogeneidad de esta táctica, permite pensar
que es universal y que cuando un partido disidente ha alcanzado un cierto
número de escaños, votos o peso político real, inmediatamente, los partidos “oficialistas”
o las fuerzas de seguridad encargadas de la defensa del “sistema”, generan una
escisión que se traduce inmediatamente en un estancamiento de la fuerza
disidente, en una merma en su capacidad política o, simplemente, en una escisión
destructora de su imagen y, por tanto, de su futuro político.
4. Presión
mediático-política
El papel de los medios de comunicación en los
regímenes partidocráticos no es otro que el de servir de cajas de resonancia a
determinadas opciones “oficialistas” y sabotear a otras para mantener así el
equilibrio de fuerzas que conviene a los grupos económicos que detentan la
propiedad de tales medios. Conviene no olvidar que la naturaleza del capitalismo
multinacional y globalizado tiende a la existencia de grandes consorcios
económicos dedicados a múltiples actividades o bien grandes fondos de inversión
interesados por áreas muy distintas pero siempre complementarias. Así mismo,
tampoco hay que olvidar que tanto la Comisión Trilateral, como el Club
Bildelberg, son estados mayores del poder económico, político y mediático.
En las últimas décadas se ha visto como en
cualquier operación política de envergadura el poder mediático juega un papel
capital decantando en determinada dirección a la opinión pública
(excepcionalmente receptiva y mutable). En España, por ejemplo, la transición
no hubiera sido posible sin el concurso de tres grupos mediáticos: Cadena 16
(ya desaparecida), PRISA (en graves dificultades) y Cadena Z (absolutamente en
crisis). Así mismo, no hay que olvidar que las “cadenas nacionales” son
altamente tributarias de las “agencias de prensa internacionales” que,
históricamente, siempre han sido un reflejo interesado de la opinión de sus
respectivos gobiernos nacionales.
En la actualidad, los medios de comunicación
son el principal elemento de estabilización del sistema partidocrático en toda
Europa en la medida en que la prensa libre ha dejado de existir, las crisis
económicas y la crisis derivada de la transmisión digital de la información, cada
vez hacen más dependientes a los medios del sistema de subvenciones y subsidios
habilitados por los regímenes políticos.
Es a través de los medios de comunicación como
cualquier operación de “guerra en casa” se hace creíble, como se atribuye la
paternidad de cualquier atentado a quien interesa y cómo unas opciones quedan
marcadas con el descrédito y otras se prestigian. Mediante los titulares de
prensa se legitiman o se justifican asesinatos (recientemente el asesinato de
dos miembros de Amanecer Dorado y hace 35 años, los asesinatos reiterados de
miembros del MSI o de otros grupos italianos, eran presentados como respuestas
a la “violencia de la extrema-derecha”), grupos poco menos que inexistentes
aparecen en primera página confundiendo a la opinión pública sobre su
peligrosidad (véanse los titulares generados por la irrupción de un grupo en la
librería Blanquerna), se siembra la confusión entre actos promovidos por
insolventes políticos y manifestaciones de calado político (los resto de Cadena
Z, intentaron confundir el pasado 12-O la minúscula manifestación de extrema-derecha
en Barcelona convocada por varios grupos, con la gran manifestación ciudadana anti
independentista que se celebraba el mismo día en la plaza de Cataluña).
Durante la transición esta táctica se puso de
manifiesto con un añadido particularmente desagradable: una pequeña pelea de
bar provocada por miembros de la extrema-derecha era denunciada a grandes
titulares, el mismo día en que cualquier grupo terrorista de extrema-izquierda
asesinaba a una o a varias personas. En Italia ocurrió el mismo fenómeno y en
la misma época.
La táctica consiste, en definitiva, en tomar la
parte por el todo, responsabilizando a todo un sector político de las acciones
irresponsables cometidas por unos pocos.
* * *
Estas tácticas no aparecen nunca aisladas.
Generalmente suelen interactuar y aplicarse a modo de “alfombra apisonadora” en
un mismo en un mismo período y en un mismo país. La novedad estriba en que, a
medida que avanza la crisis, cada vez hace falta aplicar medidas más severas
para impedir que los grupos de oposición al “oficialismo” avancen. Es difícil
saber hasta donde aguantará el sistema político-económico-social sin
desplomarse víctima, bien de la oposición interior, bien de un desplome en el
interior del mismo. Lo que es previsible es que, a medida que vaya aumentando
la fragilidad del sistema y su debilidad, irá aplicando estas tácticas de
manera cada vez más brutal.
Vale la pena pues seguir los casos francés (en
donde antes de las próximas elecciones presidenciales el Sistema deberá hacer
algo… y rápidamente, si quiere evitar que el FN se consolide como el gran
partido de oposición), el caso griego (en donde se corre el riesgo de llegar a
una espiral de violencia y en donde las enseñanzas que obtenga el Sistema serán
actualizadas y aplicables a otros países), el caso austríaco (en donde parece
poco probable que el “partido trampa” pueda prolongar su existencia).
Las tácticas utilizadas por el Sistema para
compensar su debilidad creciente, tienen un problema: no garantizan su subsistencia
en el tiempo eternamente, ni tampoco bloquean completamente los “sarpullidos”
anti-sistema que inevitablemente surgen en tiempos de crisis. El Sistema se
revela, como el perro del hortelano, como una entidad que “ni come ni deja
comer”.
El Sistema puede neutralizar mediante estas
tácticas, la aparición de focos de oposición, pero nunca podrá superar la ley
interna del capitalismo: la búsqueda del máximo beneficio para el capital en el
menor tiempo posible, y esto es, precisamente, lo que provocará antes o después
su desplome interior: hoy no hay en el mundo dinero suficiente para cubrir toda
la deuda mundial y el hecho de que las imprentas sigan imprimiendo papel-moneda
y que la economía financiera siga anotando asientos electrónicos y ganancias
virtuales en la nube informática, no impiden apreciar que los desajustes
interiores del Sistema son de tal calibre que lo convierten en una estructura
diamantina: excepcionalmente dura y resistente, pero, al mismo tiempo, extremadamente
sensible al estallido en cuanto se encuentra el punto de fractura. Encontrar
ese punto de fractura en el cual,
aplicando una pequeña fuerza, el Sistema estalla, es el quid de la cuestión de
todo movimiento de oposición al sistema.
© Ernesto Milà – ernesto.mila.rodri@gmail.com –
http://infokrisis.blogia.com – http://info-krisis.blogspot.com