De no ser por las bombas del 11-M, Rajoy sería presidente del gobierno desde hace más de siete años. En tanto que líder de la oposición, es de suponer que no quedara contento con una sentencia que no explicaba el móvil de los atentados, ni señalaba al autor intelectual y que dejaba tantos aspectos oscuros como el mayor de los agujeros negros del cosmos. Ahora tiene la oportunidad de resarcirse de todo eso. La cuestión es si lo hará o no.
El terrorismo, por el momento y sin descartar que pueda estallar algún chispazo residual por parte de etarras disconformes con el proceso de paz (¿los hay?), el terrorismo en España es un fenómeno resuelto. No hay terroristas… por lo tanto, la lucha contra el terrorismo no se va a resentir si se investiga el papel de algunos mandos policiales en los sucesos del 11-M. Porque es evidente que una parte de la trama pasa por determinados policías sin cuya colaboración hubiera sido imposible armar una parte sustancial de la trama de los atentados. Así pues, Rajoy no puede aludir que una investigación a fondo sobre el 11-M debilitaría la lucha antiterrorista, porque ésta, en gran medida, ya ha concluido.
Además, resulta innegable la intencionalidad política de aquel atentado: se trataba de que el PP perdiera unas elecciones que tenía virtualmente ganadas (todo lo que se dirimía era si el PP seguiría teniendo mayoría absoluta o la perdería, nada más). Si ese crimen permanece impune y los “ideólogos” del atentado se van de rositas, en cualquier momento, en cualquier país del mundo, puede ocurrir que un atentado cometido con precisión milimétrica, pueda alterar el resultado de unas elecciones democráticas.
Aznar, ciertamente, pagó su locura de situarse en el furgón de cola del americanismo y su ambición de acudir a las Azores para sentenciar al gobierno de Saddam Hussein y de paso sumergir a Irak en una guerra civil y en una lucha de resistencia contra el invasor que, de momento dura ocho años y que, presumiblemente, durará otros ocho más hasta que el país encuentre su definitiva estabilidad (si es que la encuentra algún día). Aznar no supo atender a la voz de unas masas que en España se negaban a participar en una aventura colonial de los EEUU y prefirió creer en los informes que le llegaban de la CIA en los que se hablaba de inexistentes amenazas terroristas y de armas de destrucción masiva que solamente existían en la mente de los expertos en operaciones psicológicas que actuaban desde la central de la inteligencia americana.
A partir de ese momento, Aznar fue vulnerable: un simple petardo el día de las votaciones hubiera demostrado que su actitud nos situaba en el punto de mira del terrorismo islámico. Aznar pagó, finalmente, el tener como ministro de interior a un amiguete, pero no a la persona más capacitada para ocupar el cargo. El “legionario de Cristo” Acebes actuó como se esperaba de él: de manera alocada, torpe, timorata e impérita y, a decir verdad, parte de la responsabilidad de lo que ocurrió entre el 11 y el 14-M se le debe a él. Además, ni siquiera contaba con colaboradores policiales de confianza y el engaño de los funcionarios policiales empezó desde el momento mismo en el que recibió la llamada del jefe de los Tedax situado en Atocha quien le explicó que el explosivo era… el que no era. Si pones un tonto en un cargo de responsabilidad, no hará sino estupideces y el atribuir a ETA el atentado era una estupidez, porque a poco que se examinara el crimen se percibía que ETA nunca había actuado así. Su sentido de lo criminal era completamente distinto. Pero el ministro Acebes no daba para mucho más. Aznar pagó el haberlo colocado allí.
Inmediatamente se produjeron detenciones, cada pieza de la trama que se descubría era solamente más sospechosa que la anterior, se llegó a la casa de Morata de Tajuña, se llegó al piso de Leganés, se detuvieron unos moritos “raros” entre los que solamente uno podía ser considerado como “fundamentalista” (de hecho era la caricatura de fundamentalista y su mujer la única que en aquella época iba cubierta con un burka hasta los pies que ni siquiera dejaba sus manos ver la luz del sol), otros moritos murieron en una extraña explosión y, a la vista de que “el muerto siempre se come el marrón”, se les responsabilizó a todos ellos de haber cometido el crimen. Y, finalmente, aparecieron media docena de “autores intelectuales” de los que el más inteligente era capaz de atarse los cordones de los zapatos.
Jamal Zougam fue presentado como el autor superviviente de los atentados. Desde el principio, su historial no parecía diferente al del resto de los moros detenidos: en absoluto fundamentalistas, completamente apolíticos, pequeños delincuentes, con antecedentes por delitos comunes y algunos chivatillos de los más variados servicios de seguridad del Estado. Zougam regentaba una tienda de telefonía y un locutorio. Encajaba a la perfección: la versión oficial sostenía lo inverosímil, a saber, que para detonar las bombas se utilizaron teléfonos móviles… Los terroristas islámicos pueden ser suicidas pero tampoco son tan idiotas como para trasladar una bomba que puede estallar en cualquier momento a causa de una llamada imprevista de marketing telefónico que marque su número al azar… Una mochila que nadie sabía como había llegado a las dependencias policiales y quien o había explotado llevaba un detonante activado por teléfono y metralla… Si una mochila que no había explotado llevaba estar carga, se dedujo que todas las demás serían similares. Sin embargo, hoy se sabe que los cuerpos de las víctimas no tenían metralla… luego no eran iguales a la encontrada providencialmente.
Quien diseñó el 11-M primero se preocupó de elegir al “chivo expiatorio”, Jamal Zougam… Era la víctima perfecta por muchos motivos: se levantaba tarde, tenía antecedentes por pequeños delitos, llevaba una vida metódica, entre las 12 de la noche y las 10 de la mañana del día siguiente no veía a nadie y vivía en un barrio en el que nadie se preocupaba del vecino. Pero tenía algo que otros candidatos no tenían: cerca de su casa había vivido Abú Dadá, presentado por Baltasar Garzón como el organizador de los atentados del 11-S en Nueva York y se le tenía como el “hombre de Al Qaeda en España”… algo de eso, al parecer, había, pero no tanto. Está todavía en la cárcel por haber enviado fondos a la resistencia afgana… Sin embargo, para la opinión pública y para los archivos de prensa, Abú Dada era el “hombre de Al Qaeda”… Abú Dadá había frecuentado el locutorio de Jamal Zougam, por tanto, se dedujo que ambos “eran íntimos” (no lo eran). El hecho de que Zougam tuviera un locutorio y vendiera móviles (con tarjetas clonadas para llamadas gratuitas eternamente, un “producto” que los inmigrantes magrebíes saben apreciar…) llevaba directamente a armar una bomba utilizando móviles como mecanismos de detonación. Pero los organizadores del 11-M no se detuvieron aquí: era preciso implicarlo más aún. Y se le presentó como autor material… a fin de cuentas, ¿por qué no? Si había colaborado en armar las bombas, si conocía al mayor terrorista de España –Abú Dadá- y si para colmo, era un hombre de costumbres fijas que no tendría coartada para las horas del crimen… era el “chivo expiatorio” ideal. Además, lo reconocieron “los pasajes supervivientes”… Jamal Zougam fue condenado, como no podía ser de otra forma. Y no a una pena leve: se llevó 40.000 años de cárcel. Ni uno más ni uno menos.
Esta semana se ha sabido que los dos testigos claves que sirvieron para cargar a Zougam con esa losa de 40 milenios de prisión eran falsos. Eran los testigos C-65 y J-70. Los abogados de Zougam ahora creen saber por qué los testigos mintieron: eran inmigrantes ilegales… "existían un motivo económico y para obtener beneficios, en cuanto a permisos de trabajo y residencia en nuestro país". El delito de prestar falso testimonio prescribirá en marzo de 2012… así que los abogados de Zougam han presentado querella por falso testimonio y, de paso, procedimiento simultáneo en el tribunal de Strasburgo. Tienen razón los abogados al declarar que "para nosotros la condena a Zougam es el error judicial más grave de toda la historia española". Añaden que "se ha condenando como autor del mayor atentado que ha habido en Europa desde la Segunda Guerra Mundial a una persona que es absolutamente inocente y que no tiene nada que ver con los hechos". Pero lo más importante no es eso, sino que, lo dicen los mismos abogados, "lo que planteamos no es que haya pruebas para condenarle. Eso ya se planteó en el juicio. Lo que planteamos es que las pruebas que utilizó el tribunal para condenarle eran pruebas falsas y alguien engañó al tribunal".
Hay que añadir algo más sobre esta cuestión de los abogados. Ni Eduardo García Peña ni Francisco Andújar, que han realizado estas declaraciones, representaron a Zougam en el juicio del 11-M, sino que defendían a otros procesados y, por ello están familiarizados con todas las irregularidades que ocurrieron en aquel proceso y, llegamos a lo más importante: aseguran que varias cosas les llamaron la atención: "Por un lado, ninguno de los abogados que participaban como defensas en aquel juicio, incluso el que era abogado de Jamal Zougam, interrogó debidamente a los testigos. En segundo lugar, nos llamó la atención el excesivo celo y protección que hubo por parte del tribunal hacia las dos testigos desde el momento que se subieron al estrado". Dicho de otra manera: algunos de los abogados de la defensa, en realidad, trabajaban para los organizadores del atentado (no es la primera vez que esto ocurre, nosotros mismos en el programa documental sobre el atentado contra la revista El Papus en septiembre de 1977 constatamos esta misma práctica: los abogados de algunos reos son sus peores enemigos, justo porque trabajan para el servicio de seguridad que les ha detenido) y el propio sistema judicial (y aquí el juez debería explicar porqué actuó como actuó, sí el juez ese de “tonterías las justas”, prepotente y autoritario en unas ocasiones, pero que actuó con desinterés y desidia en otras) que cubrió a los testigos falsos, inmigrantes por cierto.
Será milagroso que Jamal Zougam celebre el Ramadán de 2012 en la cárcel. Nos alegramos por él. Con lo que cobre de indemnización por haber sido condenado injustamente, podrá reabrir su negocio o bien irse a Marruecos y dejar atrás este país de locos. Pero aquí hay un problema: Jamal Zougam no podía haber sido condenado de no haber participado jueces, policías y abogados en el montaje que le llevó ocho años a la cárcel. Si a esto unimos que el ministro del interior fue engañado por el jefe de los Tedax y que el nombre de este recorre transversalmente la investigación desde ese primer momento hasta la explosión del piso de Leganés… lo que tenemos es más de una docena de cabos de los que tirar para establecer lo que verdaderamente ocurrió el 11-M de 2004. Y eso es necesario, urgente e irrenunciable.
¿Será capaz Rajoy de reabrir de nuevo la investigación sobre el 11-M? El que haya salido a la superficie el episodio de los testigos falsos justo en este momento –cuando se va a producir en pocos días un cambio de gobierno- ha resultado providencial. Rajoy no tiene excusas para no dar ese paso. Debe de darlo necesariamente. La sociedad española no puede soportar el que exista la sospecha de que desde alguna alcantarilla se sentenció la muerte de 192 personas.
No estamos muy seguros de que Rajoy esté muy interesado en reabrir el caso. Durante la campaña electoral no se refirió a ello en ningún momento a pesar de que ese episodio le costó siete años de “travesía del desierto”. Y, francamente, no entendemos el motivo. ¿Tiene algo que ocultar? ¿Hay algo que las alcantarillas le puedan amenazar con hacer público si reabre la investigación? El tiempo lo dirá: si dentro de seis meses la investigación sigue cerrada es que, efectivamente, Rajoy ha “cambiado cromos”: “yo no investigo vuestras vergüenzas y vosotros no hacéis públicas las mías”. El que esto pueda ocurrir resulta intolerable para los 192 muertos y para toda nuestra sociedad.
Ni estamos dispuestos a aceptarlo, ni lo aceptaremos: en Europa, el valor más alto es la Verdad, la Verdad ante todo, la Verdad sobre todo, sólo la Verdad, nada más que la Verdad. Pallas Atenea, la diosa de las batallas, era también la diosa de la Verdad. Su lema decía: “A veces la Verdad no es bienvenida”. No es bienvenida, pero es necesaria para que una sociedad siga en pie.
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