Info-Krisis.- La verdad es que no recuerdo en que revista publiqué este artículo (quizás Historia y Vida). Lo rescato ahora que, después de una vomitiva ceremonia inaugural, han comenzado los JJOO de París 2024. Quizás a alguien le sirva como patrón de comparación este artículo y encuentre las "pequeñas" diferencias entre el Olimpismo clásico y la chabacanería postmoderna que vimos en el acto inaugural de París...
La inauguración de las
Olimpíadas de Atenas merece que le dediquemos unas líneas al origen de este
espectáculo que entronca directamente con nuestras tradiciones ancestrales.
Hace 4500 años, los soldados egipcios practicaban el deporte de la lucha con
palo, con un silencio y una reverencia muy alejada de las manifestaciones
deportivas actuales, como si asistieran a un oficio sagrado.
Mil años después, los cretenses ya habían desarrollado algunos
deportes que actualmente siguen practicándose (carreras, pugilato) y combates
contra toros que han evolucionado hasta nuestras tradicionales corridas. Lo que
para nosotros es un espectáculo para ellos fue un rito.
El deporte es una constante en la humanidad, con 5.000 años de
historia, con su grandeza y sus miserias, ayer con su misterio, hoy con su
masificación.
ANTES DE OLIMPIA
No está claro cuál fue el primer deporte practicado, ni su
intencionalidad. La huella más antigua e inequívoca de actividad deportiva
aparece en China en el 2.700 a. de JC. Se trata de formas de educación física
destinada a un propósito religioso, curar el cuerpo de enfermedades que le
impiden ser un firme servidor del alma. Un viejo proverbio chino afirma
"Hay que almacenar la fuerza para hacer un esfuerzo, no hacer esfuerzos
para llegar a ser fuerte"... concepción inversa a la que rije en la
actualidad. Otra inversión: los chinos, tras una competición deportiva,
ofrecían como premio una copa de vino, no al vencedor, sino al vencido, para
compensar su evidente debilidad física. En esa misma época se utilizaban las
competiciones de tiro con arco, realizadas ritualmente, para designar
funcionarios. Por esas fechas, los japoneses empezaron a desarrollar los
primeros elementos del jiu-jitsu, basado en un conocimiento empírico de la
anatomía y de los puntos débiles de energía.
Al otro lado del océano los aztecas practicaban el
"tlatchitli", juego de pelota. Esta, extremadamente ligera, era
impulsada a golpes de nalga y cadera... Los persas y tibetanos del primer
milenio antes de Cristo jugaban a un antecedente del polo y para los primeros,
los muertos en la competición tenían el mismo destino que los guerreros caídos
en el campo de batalla: gozar junto a las "fravashi" (equivalente a
las walkirias nórdicas) en el Paraíso.
LOS PRIMEROS JUEGOS OLIMPICOS
La ciudad de Olimpia estuvo situada en el Peloponeso a 19 km. del
mar Jónico. Bañada por las aguas del mítico río Alfeo, en el valle donde se
edificó la ciudad existía un bosque sagrado de olivos plantados por Hércules.
La ciudad disponía de tres lugares de culto: el Templo de Zeus, el de Hera y el
pequeño estadio.
En el siglo IX a. de JC una epidemia hizo que el rey Ifito
consultara al oráculo de Delfos sobre la forma de librar a su pueblo de la
calamidad. La sacerdotisa vidente le respondió que los dioses intervendrían a
su favor si instituía los Juegos en la ciudad de Olimpia. Ifito pactó con el
rey de Esparta la inviolabilidad de Olimpia mientras duraran los juegos
sagrados.
Otra tradición atribuía la fundación de los juegos a Hércules,
hacia el 1500 a. de JC. Hércules y sus cuatro hermanos corrieron 600 metros en
línea recta y el vencedor recibió una rama de olivo salvaje, único premio que,
a partir de ese momento obtendrían los atletas.
A partir del 776 se empezaron a registrar los nombres de los
vencedores. Se sabe con certeza que la única prueba era el "dromo",
carrera desarrollada a lo largo de 192,27 metros, al pié del monte Kronion, al
este del bosque sagrado. La unidad de medida era el "pié de Hércules"
de 32 cm., hecho que refleja la intención de equiparar el vencedor de los
juegos con el héroe mitológico.
A partir de esa fecha los Juegos Olímpicos no hicieron más que
engrandecerse en número de pruebas y en interés para el público. Desde el 708
el "deporte rey" fue el penthalon (carrera, disco, jabalina, salto y
lucha). La carrera se desarrollaba a lo largo de los "600 pies de
Hércules" y su punto de partida era el bosque sagrado. La lucha era
vertical, vencía quien conseguía poner la espalda de su contrario en contacto
con el suelo por dos veces. A partir del 520 a. de JC se instituyó la carrera
con armas, más tarde el pugilato y la carrera de carros.
Antes de comenzar las pruebas, los atletas prestaban juramento en
el templo de Zeus. Durante siglos solo pudieron competir los hombres libres y
el vencedor, una vez obtenida la rama de olivo, ofrecía sacrificios a los
dioses. Al igual que en las celebraciones mistéricas, las mujeres no tenían
acceso a los Juegos, ni como público, ni compitiendo.
Poco a poco, cada centro espiritual griego fue instituyendo sus
propios Juegos en honor de los distintos dioses y diosas del Olimpo. A pesar de
que frecuentemente las ciudades griegas se vieron enzarzadas en disputas, el
período de celebración de los juegos era sagrado para todos.
ROMA "PAN Y CIRCO"
La belicosidad romana fue superior a la griega y, por tanto, no es
de extrañar que los juegos romanos tuvieran una componente violenta más
acusada, desarrollada a partir de algunas características del pugilato heleno.
Esparta parece haber practicado por vez primera el boxeo. Los soldados
espartanos combatían con escudo pero sin casco y su entrenamiento les enseñaba
a protegerse la cabeza de los golpes por medio de puñetazos. En los Juegos
Nemeos dos púgiles habían resistido todos los asaltos; para desempatar, los
jueces determinaron que se situaran frente a frente sin esquivar los golpes.
Uno de ellos golpeó al otro en la cabeza, pero este resistió y respondió con un
golpe en el bajo vientre que reventó y arrancó las entrañas de su adversario.
Los jueces coronaron vencedor al cadáver y expulsaron al luchador indigno.
Tras la conquista de Grecia y la incorporación de buena parte de
las costumbre helénicas a la romanidad, los juegos adquirieron una componente
guerrera. Siguió habiendo pruebas atléticas pero se introdujeron carreras de
carros, bigas o cuádrigas y, sobre todo, combate de gladiadores.
Las armas de los gladiadores tenían todas un origen sagrado. La
red y el tridente del "reciario" aludían a Neptuno y al signo de
Piscis, mientras que su oponente el "mirmidón" utilizaba espada y
coraza, atributos de Cáncer. Cáncer y Piscis están en trígono (separación de
120º en el Zodíaco) con Escorpio, regido por Marte, el dios de la guerra.
Hacia finales del siglo III, los juegos romanos estaban en franca
decadencia, no tanto por la brutalidad de algunas prácticas, como por el
carácter masificado (el estadio de Roma tuvo capacidad para 250.000
espectadores) que fueron adquiriendo. Filostrato nos pinta así la situación
"Unos atletas convierten su gloria en moneda para satisfacer sus
necesidad. Otros pagan para obtener un vitoria fácil que su afemina vida no les
concedería. No exceptúo a los entrenadores de esta corrupción; están dominados
por espíritu de lucro. No se preocupan de la gloria de los atletas. No son más
que mercaderes del valor atlético".
Al descenso de la tensión religiosa de los juegos, debía seguir la
acción del cristianismo.
CRISTIANISMO Y FUROR ANTIDEPORTIVO
La llegada del cristianismo supuso la introducción de valores
nuevos en Roma. Los primeros cristianos reprobaban el culto a la fuerza física
y a la victoria como manifestaciones del paganismo.
El emperador Teodosio, tras su conversión al cristianismo, asesinó
en el 390 a diez mil helenos sublevados, entre los que se encontraban muchos
cristianos. Ambrosio, obispo de Milán, le exigió como penitencia la supresión
de los Juegos. El edicto imperial publicado en el 393 supuso una nueva etapa en
la lucha contra el paganismo.
El odio de la religión naciente hacia los Juegos del Circo
derivaba de la creencia en que el pecado procede de la carne. El cristianismo
vió en los Juegos una manifestación del paganismo, y en los atletas, un culto
al cuerpo y al esfuerzo físico, considerado como vanidad por la nueva religión.
Sostenían que embellecer el cuerpo mediante el deporte era arriesgarse a perder
el alma. Los Juegos, por lo demás, robaban tiempo para dedicarlo a la oración.
EL OCIO DE LA CABALLERIA MEDIEVAL
La Edad Media surgió de la aportación de sangre nórdico-germánica
a la romanidad. Esto modificó algunos aspectos problemáticos del cristianismo
primitivo. Cuando, a partir del siglo XI, la cristiandad quedó estabilizada,
volvieron a imponerse, entre la nobleza, las costumbres propias de Roma. Ernest
Renan tenía razón al afirma que "la caballería fue una revuelta de los
sentimientos varoniles del heroísmo contra el sentimiento femenino del
cristianismo". En el ideal caballeresco hay que buscar las raíces
profundas del espíritu deportivo.
Los juegos del circo se transformaron en torneos. La formación
caballeresca se realizaba en tres ciclos de siete años (3 x 7 = 21, número de
los Arcanos del Tarot): hasta los 7 años el niño era paje, de los 7 a los 14
recibía el grado de escudero y entre esa edad y los 21 años recibía el
"espaldarazo" de caballero. Como paje ya era adiestrado en equitación
y esgrima. Su primer deporte era la caza. A partir de ser elevado a caballero
podía participar en los torneos y justas. A pesar de estar cubierto de protecciones
y defensas, las heridas graves y los muertos solían ser el pan de cada día en
los torneos. Se cuenta que uno de estos juegos acarreó la muerte de sesenta
caballeros.
La antigua idea clásica del torneo como acontecimiento sagrado,
seguía presente. La lucha era concebida como deporte y el vencedor como un ser
apoyado por Dios.
LA DEGENERACION DEL DEPORTE: DEL OCIO A LAS MASAS
En las "Etimologías" de San Isidoro se encuentra la
primera mención al juego de pelota (año 630). Las miniaturas de Alfonso X
(siglo XIII) representa una escena que indica la popularidad de dicho juego. Y
en el "Código de las Siete Partidas" se prohibe a los clérigos jugar
a la pelota.
El llamado juego de la palma puede ser considerado hasta cierto
punto como antecedente lejano de algunos deportes actuales de competición por
equipos. Se practicaba en los fosos de las ciudades y castillos o en salas
contiguas a las catedrales
A partir del siglo XIV, para prevenir el mal tiempo, algunos de
estos deportes pasaron a ser practicados en locales cerrados. En el siglo XVI
llegaron a haber 200 pistas y salas deportivas en París. La lucha siguió
practicándose en algunas de ellas, extremadamente codificada.
Así como en torneos y justas la componente sagrada seguía
presente, en el juego de pelota, en el de la palma o en otros similares, se
trataba simplemente de cubrir horas de ocio de los participantes.
Hacia finales de la Edad Media el carácter sagrado del deporte ha
desaparecido completamente y se ha transformado en una actividad profana. Este
carácter irá acentuándose progresivamente. A partir del siglo XVIII aparecerán
muchos juegos inventados para deleite de la burguesía naciente. En el primer
tercio del siglo XX, muchos alcanzarán el rango de "deportes de
masas" que irá acentuándose con el paso de los años. Estamos muy lejos de
los orígenes del deporte...
EL DEPORTE Y LA VICTORIA: MANIFESTACIONES DE LO SAGRADO
Este recorrido a través de la historia nos enseña que hasta el
Renacimiento, el deporte era una manifestación de lo sagrado. Es más, lo
sagrado estaba en el origen del deporte.
Si dividimos las civilizaciones en dos grandes categorías,
tradicionales y modernas, veremos que en las primeras, el deporte, como todas
las actividades, se consideraba como una forma de vivir la acceso a la
trascendencia. La experiencia espiritual se podía alcanzar mediante el deporte
y la presencia de la divinidad podía percibirse en el vencedor.
Por el contrario, en las civilizaciones modernas el deporte es
concebido como una forma individual de ocio, o como un espectáculo de masas en
el curso del cual se produce una especie de catarsis colectiva.
En las civilizaciones tradicionales, el atleta vencedor
demostraba, a través de la victoria una cualidad superior y una fuerza en la
que se percibía el contacto con la divinidad. El vencedor era un "hombre
realizado", que evidenciaba su calidad sobrehumana mediante el triunfo en
la competición o en el combate (caso de los juegos de gladiadores). En las
civilizaciones modernas, por el contrario, el protagonismo se ha desplazado. Lo
importante no es que un sujeto manifieste las cualidades del vencedor a través
de una técnica particular, sino que lo significativo sucede en las graderías.
No es el deportistas quien se realiza, sino los espectadores que disuelven su
personalidad, en la masa que les rodea. Se diría que en las grandes
manifestaciones deportivas actuales se forma un ente colectivo que está por
encima de las personalidades individuales de cada uno de los espectadores y las
anula; sus reacciones están sometidas a los estímulos que perciben en el
terreno de juego o en la pista deportiva.
Ciertamente, el estadio de Olimpia tenía capacidad para 30.000
espectadores y hay que pensar que también allí se trataba, en cierta forma, de
un espectáculo de masas. La diferencia era que el público acudía para
presenciar un espectáculo religioso exaltante en la que los deportistas
ofrecían la posibilidad de ver a un dios encarnado en la figura del vencedor
Hoy, el deporte es una profesión en la que solamente cuenta la
técnica y la ficha deportiva. No sin razón alguien ha podido calificar a los
futbolistas actuales como mercenarios; en efecto, su presencia en uno u otro
club es un problema exclusivamente contractual.
La humanidad antigua estaba persuadida que el atleta vencedor,
como el guerrero, habían adquirido esta cualidad en la medida en que dios
"estaba en ellos" y les otorgaba cualidades no accesibles para el
resto de la población.
En esta creencia encuentran justificación instituciones tan
diversas como los "juicios de Dios" o la tortura. En efecto, la
fuerza, la victoria, solo podían estar presentes en quien se identificada con
la "Verdad". Tal identificación situaba al sujeto protagonista en una
situación radicalmente diferente al resto de la humanidad y le posibilitaba
para obtener resultados que desafiaban las leyes de la física: si el torturado
decía la verdad era imposible que sufriera dolor, Dios lo protegía; si el
caballero vencía en un torneo o accedía a encerrarse desarmado en una jaula de
leones y salía indemne, es que la presencia de la divinidad se manifestaba en
él. Y otro tanto ocurría con el vencedor en el estadio.
El deporte de ayer y el de hoy son cualitativamente diferentes.
Sin embargo, mediante las manifestaciones deportivas y, sobre todo a través del
esfuerzo de concentración, abandono de sí mismo, entrenamiento continuo, es
posible todavía, experimentar el deporte como una "Vía Sagrada".
Quizás no se forjen así deportistas de élite, pero quien siga esta vía sabrá
que tiene un alma y experimentará en sí mismo la sensación de la trascendencia.
No en vano muchos deportistas explican como en el curso de las pruebas han
atravesado por estados alterados de conciencia...
[RECUADROS FUERA DE TEXTO]
LO SAGRADO EN LOS JUEGOS
Los Juegos Píticos de Delfos recordaban el triunfo de Apolo sobre
la serpiente Pitón. Los Juegos Nemeos evocaban la victoria de Hércules sobre el
león de Nemea. Cada juego instituido tenía un origen sagrado y conmemoraba un
episodio mítico-religioso.
Los números sagrados estaban presentes en los estadios: existían
tres altares en cada estadio, siete juegos anuales en tiempos de la República
Romana, doce entradas en el Estadio Imperial, cinco calles para correr.
El estadio romano estaba adornado con huevos y tritones (caballos
marinos), simbolizando el principio de la generación y el orden, contrapuesto a
la potencia fecundadora de las aguas. Esta dualidad estaba igualmente
representada en el emplazamiento del circo de Tarquino situado entre las
colinas Palatina y Aventina de Roma. Algunas carreras de cuádrigas partían en
Roma de la corriente del Tíber (símbolo de la generación) y la meta estaba
señalada en el Campo de Marte por espadas clavadas en el suelo (símbolos
viriles y guerreros).
Los juegos se iniciaban siempre con sacrificios. Solían invocar a
las fuerzas divinas en momentos de peligro. Los Juegos Apolíneos fueron
instituidos con ocasión de las guerras púnicas. Los dos gladiadores entraban
uno por la puerta de oriente y otro por occidente, indicando que el combate
sería mortal. En lo alto de las gradas estaban presentes los dioses del panteón
romano, aumentando la sensación de que el estadio era una prolongación del
templo.
Si los juegos no eran ejecutados según la tradición, se cometía un
sacrilegio, imponiéndose un rito expiatorio para apaciguar a las fuerzas
divinas. El Estadio era, en definitiva, una prolongación del Templo
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