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jueves, 14 de octubre de 2010

Armadegón: la batalla del fin del mundo

Infokrisis.- Creo que este artículo debió publicarse en Año Cero o en Nuevos Horizontes y respondía al interés de los lectores de estas revistas en aquel momento (año 2000).  Justo en el tránsito de un milenio a otro, parecían vivirse terrores apocalípticos y todo aquello que intentaba explicar y abordar la cuestión, se beneficiaba del visto bueno de los directores. De todas formas, una vez leído de nuevo el artículo me da la sensación de que se perdió la última parte incluso algunos recuadros sin los cuales el artículo parece algo incompleto.

El paseo del líder ultraconservador israelí Ariel Sharon por la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén provocó una airada reacción de la población palestina. Bruscamente, el proceso de paz de Oriente Medio, sufrió un parón. Las cancillerías de todo el mundo se convulsionaron: por primera vez desde la Guerra del Golfo, Oriente Medio volvió a convertirse en un reguero de pólvora. Todos estos sucesos tienen lugar a 60 Km. de llanura de Megido, donde según la tradición apocalíptica tendrá lugar la batalla de Armagedón, la batalla del fín del mundo. 

En tiempos bíblicos, el pueblo judío era un agregado de pequeñas tribus, de origen incierto, no excesivamente diferentes del resto contra las que guerrearon. Tenían un conjunto de libros sagrados, bastante similares a los que utilizaban los pueblos de la misma familia. Sin embargo, la figura de los profetas y las desgracias con que su dios les castigó, modelaron el particular carácter hebreo, uno de cuyos rasgos es la espera del Mesías y la promesa de renovación postapocalíptica.
Resulta casi increíble que estos conceptos, localizados en un lugar perdido de Oriente medio, en un tiempo remoto y encarnados en minúsculas tribus, hayan llegado hasta nuestros días. El cristianismo, inicialmente una disidencia del judaísmo, asumió como propios los libros sagrados judíos, los unió a los evangelios y de ahí surgió la Biblia. La tendencia al profetismo hebreo del antiguo testamento fue heredada y remodelada en el evangelio al que se le añadió un libro de carácter escatológico: el Apocalipsis. Fue así como los viejos mitos judíos se extendieron a todo el orbe.

LA DESTRUCCIÓN DE ISRAEL

Lo más preocupante es que uno de los signos del Apocalipsis según las profecías bíblicas es la destrucción de Israel. Hace 55 años se especuló sobre si el holocausto que sufrió el pueblo hebreo durante la Segunda Guerra Mundial suponía el cumplimiento de signo. Dificilmente sería así, porque Israel como Estado, se fundó en y antes sólo existía la Diáspora.

Desde su fundación, Israel ha vivido una situación de tensión con los países árabes limítrofes y, especialmente, con el pueblo palestino que habitaba las regiones que hoy constituyen el Estado judío. Las tres sucesivas guerras árabe-israelíes (1949, 1967 y 1973) y los sucesos traumáticos que han ocurrido en la región ("intifada" palestina del 88, "septiembre negro" de 1972, terrorismo internacional, guerra del Líbano), han contribuido a envenenar progresivamente la situación. A partir de 1985 aparece un fenómeno nuevo, el radicalismo islámico, que poco a poco va alcanzando un papel preponderante y para el cual, la reivindicación de Jerusalén como capital del Estado Palestino y la expulsión de los judíos, son los objetivos capitales, metas a las cuales se llegará mediante la "guerra santa".

Si a esto añadimos que los ejércitos árabes que rodean a Israel son más fuertes que nunca, el combinado formado por los odios seculares, el integrismo islámico y el fundamentalismo judío, resulta altamente explosivo. En otras palabras: si uno de los signos del Apocalipsis es el riesgo de desaparición del Estado de Israel, este riesgo es hoy, mayor que en cualquier otro momento de la historia.

ARMAGEDON: LA BATALLA FINAL

El interés de los analistas políticos por lo que ocurre en la zona tiende a aumentar especialmente en los EE.UU. Desde principios de los años 80, los fundamentalistas cristianos aseguran que nos encontramos ante la Segunda Venida de Cristo y este tema ha tenido gran repercusión entre las administraciones republicanas (Reagan y Bush y quizás en el período post-Clinton). Durante la campaña de 1980, Reagan dijo en TV: "Puede que seamos la generación que verá el Armagedón" y, posteriormente, ante un grupo de rabinos expresó: "Israel es la única democracia estable en la que podemos confiar como una zona en la que podría llegar el Armagedón". Tres años después, su Secretario de Defensa, Caspar Weinberger afirmó al periodista Christopher Reed que la batalla de Armagedón tendría lugar en la llanura de Megido. Pocas semanas después, en el curso de una conferencia en Harvard, angustiado, afirmó que "creo que el mundo se va a acabar, por obra de Dios... pienso que el tiempo se está acabando".

Reagan y Weinberger, no eran simples oyentes de los telepredicadores apocalípticos al estilo de Jerry Falwell, sino los gestores de la administración y de la política de defensa norteamericana, una política muy estable en Oriente Medio. Cuando se produjo la crisis del Golfo Pérsico en 1990, con la invasión de Kuwait por parte de Irak y, anteriormente entre 1981 y 1987 con la guerra irano-irakí, el Pentágono realizó rápidos despliegues de tropas que aseguraban la protección de Israel y constituían un escudo para evitar.. el Armagedón. En la actualidad, desaparecido el peligro soviético y rebajada la tensión en el Golfo Pérsico, la presencia de la VP Flota norteamericana en el Mediterráneo y de la fuerza de bombardeo estratégico e intervención rápida (los G.I.) en Kuwait, sólo tiene como justificación militar la defensa de Israel ante un eventual ataque árabe. Armagedón sigue estando en consideración del Estado Mayor norteamericano.

LA BASE DEL FUNDAMENTALISMO CRISTIANO

El libro de Daniel, integrado en el Antiguo Testamento también tiene ese carácter escatológico. A lo largo de los tiempos, el Libro de Daniel ha inspirado la formación de posturas cristianas radicales. La posición oficial de la Iglesia ha sido contraria a interpretar contemporáneos a la luz del libro del Apocalipsis. Los escritos de San Agustín contra la interpretación literal de la Biblia se respetó hasta el siglo XIII.

Sin embargo, el ideal escatológico fue el motor de los primeros siglos del cristianismo. A decir verdad, no hay ninguna muestra que evidencie que en el año 1.000 se produjeran terrores apocalípticos. Éstos comenzaron a finales del siglo XIII. En esa época, el místico italiano Joachin de Fiore realizó una interpretación del Libro de Daniel a la luz del Apocalipsis de Juan, que le convenció de que la cristiandad se enfrentaba a su fin (de hecho la ruptura de la catolicidad, primero con la creación de la Iglesia Ortodoxa y luego con la aparición del protestantismo, suponían el fin del ideal "católico", es decir, su carácter universal). Si a esto unimos que siguieron las grandes epidemias de peste en Europa, la guerra de los Cien años, el fin del templarismo, la caída de Constantinopla y el hundimiento de la sociedad feudal, se comprende que se le diera la razón a Fiore. Los tiempos eran, efectivamente, Apocalípticos. A partir de ahí se inicia toda una línea interpretativa que hoy protagonizan los fundamentalistas cristianos de Estados Unidos.

Para este sector cristiano, la paz entre Israel y los Países Árabes es uno de los signos proféticos de la Gran Tribulación. John Walvoord, en su libro Armagedon, Oil and the Middle East Crisis, (Armagedón, el Petróleo y la Crisis del Medio Oriente) (p.113), dice, "El Tratado de paz para el Oriente Medio es una señal de los últimos tiempos". El 13 de septiembre de 1993, se iniciaron las conversaciones de paz. La prestigiosa revista Time (septiembre de 1993), habitualmente bien informada y muy prudente, manifestó un júbilo desmedido: "[el tratado de paz supone un] evento inimaginable, la consumación fervorosamente deseada pero nunca realmente esperada, que ha llegado como si el creador haya comenzado un nuevo mundo."

A 60 KM. DE JERUSALÉN: MEGIDO

La batalla de Armagedón, según la profecía, tendrá lugar en la llanura de Megido, situada a 60 Km. al norte de la Explanada de las Mezquitas, donde ha tenido lugar la gran explosión de violencia entre palestinos y judíos; un estallido sin precedentes -mucho más violento que la intifada de 1988- que, en el momento de escribir estas líneas, ha causado 200 víctimas por ambas partes. Los distintos intentos de atajar la situación se han saldado con fracasos y las conversaciones de paz promovidas por distintos gobiernos se han embarrancado a causa del extremismo fundamentalista de unos y otros. En realidad, dos comunidades que están abocadas a vivir juntas y a confraternizar se ven irremediablemente separadas por el fundamentalismo religioso y la violencia cotidiana.

Pero esto no es lo peor: lo peor es que las fisuras creadas entre el mundo árabe y Occidente son irreversibles. Los EE.UU. y el lobby sionista se han configurado como aliados del Estado de Israel y, consiguientemente, su enfrentamiento con los países árabes moderados es inevitable. Todo el mundo árabe defiende la idea de que las Mezquitas establecidas en Jerusalén son sagradas e inviolables, y, por supuesto, innegociables. Arafat, debilitado por un cáncer linfático, ha concluido su ciclo histórico. No está claro quien le va a suceder al frente del naciente Estado Palestino, pero, sea quien sea, será beligerante contra Israel.

Por su parte, el gobierno hebreo ve impotente cómo crece su sector político más radical y fundamentalista. Sus colonos armados han causado casi tantas bajas como las balas del ejército judío. Los integristas -e incluso algunos judíos moderados se niegan a abandonar los territorios conquistados en la guerra de 1967...

Es inútil recordar que Israel tiene la bomba atómica, pero el armamento nuclear se encuentra también al alcance de los países árabes.

El problema no es que no haya solución, sino que el conflicto corre el riesgo de generalizarse y alcanzar una extensión mayor que la guerra del Golfo (1990). Sólo que en esta ocasión el mundo árabe estará unido en torno a los valores del Islam, mientras que Israel recibe el apoyo de EE.UU. Un conflicto generalizado sólo puede traer la destrucción de la zona. En las guerras de destrucción masiva no hay vencedores.

Por otra parte, como hemos visto, para el fundamentalismo cristiano norteamericano, bien asentado en algunas áreas de poder, el conflicto actual adquiere de por sí, caracteres apocalípticos. Lo que está en juego para ellos es la Segunda Venida de Cristo que, según esta tradición, debe ser precedida por el advenimiento del Anticristo y el estallido de un conflicto mundial que se resolverá en la batalla de Armagedón. Allí en Megido, 60 Km. al norte de Jerusalén, donde ya no quedan piedras en los suelos que arrojar contra el ejército judío...

© Ernest Mià – infokrisis@yahoo.eshttp://infokrisis.blogia.com – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen