INDICE GENERAL (en fase de elaboración)

viernes, 27 de enero de 2023

Ante el asesinato de Diego Valencia, sacristán de Algeciras y hombre bueno


Nadie en España conocía a Diego Valencia, salvo en Algeciras donde era extremadamente popular. El duelo espontáneo que en estos momentos embarga a aquella población, así lo confirma. Era uno de esos españoles honrados, apegados a sus tradiciones y que dedicaba buena parte de su jornada a trabajar para ellas. Era católico. Descanse en paz.

En cuanto a su asesino, no cabe absolutamente la más mínima duda que se trataba de un perturbado. Pero ¿qué yihadista no es un perturbado? Aquí ya no se trata de admitir o no a gentes que viven su religión de una forma más o menos intensa, sino de un problema de locura “maridada” con instinto asesino. Y hoy, quien aspira a hacer triunfar su credo religioso y cree que asesinar a machetazos a un sacristán (pensando que era el sacerdote), es simplemente un tarado peligroso.

Lo más preocupante de este nuevo asesinato yihadista, ha sido el silencio de la izquierda que va a pesar como una losa sobre este sector político que también en España puede ser calificado como “etnocida”. Doblemente etnocida: mira a otro lado cuando se produce un crimen de este tipo y se niega a revisar su política suicida de inmigración.

En cuanto a los islamistas “moderados” que cuando hay uno de estos crímenes, abrazan a los familiares de las víctimas, cabría decirles que su sinceridad se demostraría afirmando en voz bien alta que no comparten las alusiones del Corán a la “guerra santa”. Estamos tan hartos de los asesinatos de europeos en nombre de párrafos del Corán como de quienes siguen aceptando que la “yihad” es uno de los “pilares del islam” aunque ellos no lo practiquen.

En un país con un estándar “democrático” digno de tal nombre, un ministro que no adopta absolutamente ninguna medida para liberar a la sociedad de esta plaga, debería dimitir. Porque los tribunales habían dictaminado que el asesino debía ser expulsado de España. El 95% de las “órdenes de expulsión” se quedan en una simple carta que recibe el interesado y a la que, por supuesto, no hace el mínimo caso. No es que Marlaska sea un ministro del interior mucho peor que los anteriores, es que llevamos un cuarto de siglo con ministros, del PP o del PSOE, que hacen exactamente lo mismo. Cuando en mayo, los ingenuos vayan a votar, que recuerden esto: el PSOE hace exactamente lo que el PP hizo desde el aznarato (y no solamente en esta materia).

Por nuestra parte, queremos honrar la memoria de Diego Valencia, reproduciendo un texto que escribimos en 2017 y en el que se resume TODO LO QUE HAY QUE SABER SOBRE EL ISLAMISMO RADICAL Y EL ISLAM. Vale la pena recordarlo hoy, porque si algunas de las sugerencias de este texto se hubieran aplicado -o si la lógica y el sentido común formara parte del ejercicio de la política en Europa Occidental, no estaríamos viviendo chispazos de guerra civil, a la vez racial, social y religiosa.

¡LAS VIDAS DE LOS EUROPEOS IMPORTAN!
(aunque para los gobiernos no seamos más que “votos”)

DESCANSE EN PAZ DIEGO VALENCIA


  

La yihad en Europa:


diagnosticarla, prevenirla y contenerla

 

PRIMERA PARTE
SITUAR EL PROBLEMA DEL YIHADISMO EN EUROPA

La reciente firma del “pacto antiterrorista” entre PP y PSOE hace sonreír a quienes son conscientes de que el Estado tiene suficientes recursos legales a su alcance como para que esta escenificación sea algo más que un ensayo de “Gran Coalición”. La principal deficiencia de este pacto es mantenerse en lo políticamente correcto y no reconocer que en el interior del Islam la diferencia entre “radicales”, “fundamentalistas” y “moderados” es muy tenue y bastante intranquilizadora para quienes no comparten esta religión. Así pues, vale la pena afrontar el problema de cara y sin tapujos, sin ejercicios de islamofobia, pero realizando un ejercicio de racionalidad.

Se reconoce que la inmensa mayoría de musulmanes no se reconocen en las prácticas criminales del fundamentalismo islámico y del yihadismo. Pero, con la misma firmeza hay que reconoce el hecho consumado de que los únicos crímenes que hoy en día se realizan en nombre de una religión, se están realizando bajo el grito de “Alá akbar”. Y esto da pie a algunas reflexiones.

1. Situar los atentados yihadistas en Europa

El hecho de que en España y en Europa exista una amplia y sana tolerancia religiosa, no implica afirmar apresuradamente que “todas las religiones son iguales” o que “todas tienden a relacionar al hombre con Dios” y, por tanto, todas son igualmente dignas. No se trata tampoco, de sacar las castañas del fuego a los islamistas “moderados”, afirmando después de cada atentado fundamentalista, como suele hacer la clase política europea e incluso el Papa, que “el Islam, porque el Islam es paz y amor” o que “el terrorismo no tiene nada que ver con la religión islámica”.

Hemos oído repetir estos mantras a toda la vieja y desgastada clase política, incluso al jefe de la iglesia católica y, por supuesto, a la legión de multiculturalistas; tal es su balance sobre los recientes atentados de París: la política del avestruz. Pero no reconocer los problemas, no es, desde luego, el mejor camino para resolverlos.

Los atentados cometidos en Francia al grito de “Alá akbar” y las redadas contra yihadistas en España son el resultado de cuatro causas:

1) La presencia de inmigración masiva y descontrolada que ha facilitado las llegadas de fuertes contingentes islamistas entre los que se han introducido fundamentalistas y yihadistas.

2) La radicalización de un sector del islamismo promovida por el wahabismo saudí (del que ahora sabemos que financió a Bin Laden) y facilitado por los conflictos que asolan Asia Central y Oriente Medio.

3) La crisis económica que, entre otros grupos sociales, afecta a determinados de inmigrantes a causa de su escasa formación profesional y

4) La imposibilidad manifiesta de integrar a la inmigración islamista en las sociedades de toda Europa y el hecho de que, ante la crisis, refuercen su identidad aferrándose al Islam.

Estos cuatro factores han actuado en sinergia dando como resultado un terrorismo yihadista que se configura como una amenaza en Europa; en el momento actual, como la única de carácter terrorista.

Las acciones de terrorismo yihadista que se produjeron en el mes de enero, no son otra cosa más que las habituales escaramuzas generadas por las vanguardias de un ejército en su avance hacia el “enemigo”. Siempre, en esos casos, se producen choques esporádicos, ataques de sondeo y acciones de guerrilla, a la espera de reunir fuerzas para acometer el ataque definitivo.

  • -  Se engaña quien crea que estos ataques terroristas son el fruto de la casualidad, acciones propias de desalmados o episodios aislados.
  • -  Se engaña quien no sea capaz de relacionar las cuatro causas que hemos enunciado con este efecto.
  • -  Se engaña –o pretende engañar– quien afirma que la religión no tiene nada que ver con esto episodios y que se trata sólo de terrorismo.
  • -  Se engaña quien crea que mediante un esfuerzo de integración de la minoría islámica se conjurará el problema: eso es precisamente lo que lleva 30 años intentándose sin éxito en toda Europa.
  • - Se engaña –y deliberadamente quiere engañar– quien afirma que el terrorismo islamista es la respuesta a la “xenofobia y al racismo”.

LOS ATAQUES DEL TERRORISMO YIHADISTA EN EUROPA INDICAN EL FRACASO DE LAS POLÍTICAS DE INTEGRACIÓN Y LOS RESULTADOS MÁS PERVERSOS Y EXTREMOS DE LAS OLEADAS DE INMIGRACIÓN MASIVA PERMITIDAS POR LOS GOBIERNOS EUROPEOS A FIN DE GANAR “COMPETIVIDAD” PARA SUS ECONOMÍAS, MEDIANTE LA IMPORTACIÓN DE MANO DE OBRA PARA LOGRAR QUE BAJE EL PRECIO DE LA FUERZA DE TRABAJO.

En España, la inmigración se ha ido convirtiendo en problema a partir de 1996 cuando empezaron a llegar contingentes de trabajadores procedentes de todo el mundo sin que los distintos gobiernos que se han ido sucediendo demostraran el más mínimo interés en regular los flujos, contenerlos, orientarlos o, simplemente, preguntarse si la inmigración favorecía o no a la sociedad española. Europa, para ser competitiva en un mundo globalizado, puede optar por devaluar la moneda o bajar el precio de la mano de obra: y esto último fue lo que se hizo.

Los Estados europeos optaron por dar vía libre al establecimiento de la inmigración, sin medir las consecuencias de carácter antropológico y cultural y los costes que podían tener para las sociedades de acogida. La mitad de la inmigración que ha llegado a Europa en los últimos veinte años procede de países islámicos. Esta bolsa de inmigrantes se ha manifestado imposible de integrar en todo el continente, a pesar de que la inyección de fondos para esa tarea ha sido prácticamente ilimitada y siempre creciente. En esta incapacidad para integrarse juega un papel fundamental la religión islámica.

2. El yihadismo es una derivación del fundamentalismo islámico.

Para un europeo leer el Corán significa, simplemente, llevarse alguna sorpresa y no tanto por ser el libro de referencia de los creyentes en el Islam como por lo descarnado y cruel que destilan algunos fragmentos que, de ser tomados en serio por creyentes en esta religión, inmediatamente los sitúan fuera de la legalidad vigente en Europa. No se trata, pues, de que este libro pertenezca a otro tiempo, a otra cultura y a otra tradición que tiene muy poco o nada que ver con todos los valores que se han compartido en Europa, sino que una lectura literal del texto puede dar lugar a una práctica extremista y peligrosa, como ya se ha visto en los focos de tensión del mundo árabe, Asia Central y Oriente Medio, y empieza a protagonizar actos de terrorismo en Europa.

Hemos utilizado la traducción del Corán colocada on line en una página de sincretismos religiosos –http://www.inmental.net/enindex.html– en la que se encuentran otros muchos textos de otras religiones. Si hemos elegido esta traducción y no otra es para que el lector pueda comparar el Corán con otros textos de grandes religiones.

El término “guerra” aparece en el Corán en 15 ocasiones y no como una palabra más, ni como una alegoría, sino como algo que se recomienda para ser recompensado por Alá. Hacer la guerra en nombre de Alá, aproxima al “paraíso”. Ser “infiel” implica, por el contrario, a hacerse acreedor de cualquier castigo: la guerra, el primero de todos. Véase por ejemplo lo que dice el Corán:

“Retribución de quienes hacen la guerra a Dios y a Su Enviado y se dan a corromper en la tierra: serán muertos sin piedad, o crucificados, o amputados de manos y pies opuestos, o desterrados del país. Sufrirán ignominia en la vida de acá y terrible castigo en la otra. 34. Quedan exceptuados quienes se arrepientan antes de caer en vuestras manos”. (Sura 5)

O bien este otro fragmento que va en la misma dirección:

“55. Los seres peores, para Dios, son los que, habiendo sido infieles en el pasado, se obstinan en su incredulidad. 57. Si, pues, das con ellos en la guerra, que sirva de escarmiento a los que les siguen. Quizás, así, se dejen amonestar. 59. ¡Que no crean los infieles que van a escapar! ¡No podrán! 60. ¡Preparad contra ellos toda la fuerza, toda la caballería que podáis para amedrentar al enemigo de Dios y vuestro y a otros fuera de ellos, que no conocéis pero que Dios conoce!” (Sura 8)

Es importante destacar que los llamamientos a la yihad no van dedicados a los “guerreros”, a una casta en concreto, sino a toda la comunidad de los fieles y de manera muy explícita. Esto explica, por sí mismo, la increíble facilidad que ha demostrado el Islam “moderado” para deslizarse, brusca y rápidamente, hacia sus posiciones más extremistas: lo hemos visto en Irán, en Egipto, en Libia, en Argelia, en Iraq, en Siria, en Marruecos… ¡El “espíritu” y la “letra” de estos fragmentos del Corán son una lección de odio para quien se lo toma literalmente…! basta que aparezca un imán fundamentalista para que sean estos fragmentos los que recalque, o bien basta que el fiel “moderado” lea el Corán para que se convierta en un yihadista radical, si quiere gozar de todas las ventajas y dones que Alá entrega a quienes participan en la yihad. Nadie pues, en el islam está exento de la obligación de practicar la yihad, tal como atestigua este fragmento:

“38. ¡Creyentes! ¿Qué os pasa? ¿Por qué, cuando se os dice: «¡Id a la guerra por la causa de Dios!», permanecéis clavados en tierra? ¿Preferís la vida de acá a la otra? Y ¿qué es el breve disfrute de la vida de acá comparado con la otra, sino bien poco...? 39. Si no vais a la guerra, os infligirá un doloroso castigo. Hará que otro pueblo os sustituya, sin que podáis causarle ningún daño. Dios es omnipotente. 41. ¡Id a la guerra, tanto si os es fácil como si os es difícil! ¡Luchad por Dios con vuestra hacienda y vuestras personas! Es mejor para vosotros. Si supierais... 42. Si se hubiera tratado de una ventaja inmediata o de un viaje corto, te habrían seguido, pero el objetivo les ha parecido distante. Jurarán por Dios: «Si hubiéramos podido, os habríamos acompañado a la guerra». Se pierden a sí mismos. Dios sabe que mienten”.  (Sura 9).

El islamista que no acude a la llamada de la yihad, simplemente, “se pierde a sí mismo”… Más adelante, por si esto no hubiera quedado claro, el Corán insiste en el mismo orden de ideas:

“81. Los dejados atrás se alegraron de poder quedarse en casa en contra del Enviado de Dios. Les repugnaba luchar por Dios con su hacienda y sus personas y decían: «No vayáis a la guerra con este calor». Di: «El fuego de la gehena es aún más caliente». Si entendieran... 82. ¡Que rían, pues, un poco! Ya llorarán, y mucho, como retribución de lo que han cometido”. (Sura 9)

No practicar la yihad, pues, implica conocer el “fuego de la gehena” (el infierno). Y luego está el odio, la saña, la crueldad sistemática, recomendada en la Sura 47, completamente alejada de la lucha con honor y sin odio ni rencor:

“4. Cuando sostengáis, pues, un encuentro con los infieles, descargad los golpes en el cuello hasta someterlos. Entonces, atadlos fuertemente”. (Sura 47).

El yihadista recibirá de Alá un mayor reconocimiento y, sobre todo, más “premios”:

“95. Los creyentes que se quedan en casa, sin estar impedidos, no son iguales que los que combaten por Dios con su hacienda y sus personas. Dios ha puesto a los que combaten con su hacienda y sus personas un grado por encima de los que se quedan en casa. A todos, sin embargo, ha prometido Dios lo mejor, pero Dios ha distinguido a los combatientes por encima de quienes se quedan en casa con una magnífica recompensa” (Sura 4).

Este otro fragmento sentencia que la muerte es la única “retribución” de los infieles:

“190. Combatid por Dios contra quienes combatan contra vosotros. 191. Matadles donde deis con ellos, y expulsadles de donde os hayan expulsado. Tentar es más grave que matar. No combatáis contra ellos junto a la Mezquita Sagrada, a no ser que os ataquen allí. Así que, si combaten contra vosotros, matadles: ésa es la retribución de los infieles”. (Sura 2).

Todo sea, en cualquier caso, por el botín: “94. Dios ofrece abundantes ocasiones de obtener botín” (Sura 4)

En realidad, toda la Sura 8 está dedicada a este tema y se titula, precisamente: El Botín (Al–Anfal), cuyo primer versículo es explícito: “1. Te preguntan por el botín. Di: «El botín pertenece a Dios y al Enviado».” Y, cómo no, las mujeres infieles son consideradas en tanto que “botín”: “50. ¡Profeta! Hemos declarado lícitas para ti a tus esposas, a las que has dado dote, a las esclavas que Dios te ha dado como botín de guerra” (Sura 33).

No creemos que valga la pena insistir mucho más. Resulta evidente, por el espíritu y por la letra de estos fragmentos hablan por sí mismos y demuestran que no se está aludiendo a símbolos morales, ni puede ser entendido por nadie de esa manera: se está hablando de guerra pura y simple, de botines y de formas de matar, se alude explícitamente a que el yihadismo es la forma más elevada de práctica el islamismo, por encima de cualquier otra.

Es evidente que todos los textos sagrados, escritos en épocas muy distantes a la nuestra, para sociedades primitivas, cometen los mismos excesos. Encontraríamos, así mismo, frases similares en el Antiguo Testamento, sin embargo, hay que reconocer que, en la actualidad, ¡solamente hay una religión, sólo una, que considera estos versículos como preceptos y que está dispuesto a ponerlos en práctica! Y lo que es peor: algunos de sus miembros se han deslizado hacia el fundamentalismo y de ahí al yihadismo ¡y los está poniendo en práctica!

Nunca se insistirá suficientemente en este orden de ideas: a la vista de estos fragmentos, el fiel islamista “moderado”, carece completamente de argumentaciones cuando el islamista “radical” se los recuerda. Por eso hemos iniciado esta exposición diciendo:

EL ISLAM NO ES NECESARIAMENTE NI YIHADISMO, NI FUNDAMENTALISMO,
PERO EL YIHADISMO Y EL FUNDAMENTALISMO SON SIEMPRE DERIVACIONES DEL ISLAM GENERADAS POR UNA ESTRICTA OBSERVANCIA DE SU LETRA.
VARIAS RELIGIONES EN SUS TEXTOS SAGRADOS INCLUYEN EXALTACIONES DE LA VIOLENCIA, PERO NINGUNA HOY GENERA TERRORISMO…
SALVO LA CONCEPCIÓN FUNDAMENTALISTA Y YIHADISTA DEL ISLAM.

-          De ahí la necesidad de prevenirse contra esa forma de islamismo.

-          De ahí la peligrosidad de convivir con islamistas radicales.

-          De ahí la trampa que no entienden los islamófilos: que el Corán premia al yihadismo.

-          De ahí la necesidad de que el islam tenga una regulación distinta a otras religiones.

-          De ahí que el mismo Corán aparezca como un inaceptable texto de odio religioso.

3. Datos sobre el Islam en España

A pesar de que todas las partes evitan dar cifras y, a pesar de que, generalmente, se juega con subterfugios para evitar dar las cifras reales (unas veces se alude a “islamistas españoles”, otras a “inmigrantes procedentes de países magrebíes”, pero se evita incluir a la inmigración subsahariana y a la paquistaní), sumando todos los datos sobre el tema podemos afirmar que en estos momentos no existen menos de 2.750.000 de islamistas sobre territorio español.

En España en estos momentos hay 1.000.000 de marroquíes, 100.000 paquistaníes, 75.000 argelinos, 250.000 subsaharianos y en torno a 75.000 procedentes de Albania, Kosovo y Bosnia islamizadas, etc. Lo que da un total de 1.500.000 de inmigrantes procedentes de países islamistas. Si tenemos en cuenta, los nacidos en España hijos de estos islamistas (con una tasa de reproducción algo más de cuatro veces superior a la de la población autóctona) y si tenemos en cuenta que desde 2006 se han ido multiplicando a velocidad creciente el número de inmigrantes a los que se les ha dado la nacionalidad española (en torno a 2.00.000) de los que una parte importante es de religión islámica, la cifra de 2.000.000 islamistas entre nosotros parece más que razonable. Un 4,65% de la población total.

Es significativa la dificultad que se encuentra para encontrar datos actualizados o realistas. En la actualidad, existen en torno a 5.000.000 inmigrantes regularizados, en torno a 250.000 sin regularizar y 2.500.000 que han desaparecido de la lista de inmigrantes regularizados, para reaparecer como ciudadanos españoles. En total: 8.000.000. Estas son las cifras más reales y verosímiles de inmigración

Pero el problema se agrava porque la inmigración, y más en concreto la inmigración islámica, no está distribuida de manera homogénea por todo el territorio nacional, sino concentrada en determinadas zonas: Cataluña, con mucho, es la comunidad con más presencia islamista (entre 750.000 y 900.000), seguido por Madrid (entre 250.000 y 350.000), Andalucía (entre 250.000 y 300.000), Murcia (entre 75.000 y 100.000), Ceuta y Melilla (75.000 y 100.000), Canarias (entre 75.000 y 90.000), Baleares (entre 30.000 y 70.000), Castilla la Mancha (entre 40.000 y 75.000), Castilla León (entre 30.000 y 40.000), País Vasco (entre 25.000 y 30.000), Extremadura (entre 25.000 y 30.000), Navarra (entre 15.000 y 20.000), La Rioja (entre 10.000 y 20.000), Asturias (entre 4.000 y 7.000), Cantabria (entre 3.000 y 6.500). La falta de cifras oficiales creíbles hace imposible ser más precisos en estas estimaciones.

Las cifras que dan las comunidades islámicas en España no aportan gran cosa. El único dato significativo es que en 2013 existían en España 1.177 mezquitas, lo que encaja bastante bien con la cifra que hemos dado de islamistas en España (2.000.000) y si tenemos en cuenta que las mujeres no suelen asistir a las oraciones de los viernes, salvo en alguna festividad especial, la asistencia promedio por mezquita sería de 850 islamistas.

5. El panorama religioso español

Creyentes o agnósticos, nadie puede dudar que la religión tradicional de España ha sido el catolicismo. El 92% de la población estaría bautizado, pero apenas el 15% asistiría regularmente a ceremonias religiosas, lo que ya evidencia una profunda crisis de fe.

El cuadro de la crisis religiosa española se evidencia aún más por el descenso de vocaciones religiosas. En 2001 existían 41.137 residentes en instituciones religiosas (conventos, seminarios, abadías, monasterios), pero sólo quince años después esta cifra ha caído a 18.000. Otra cifra preocupante es la de sacerdotes y su edad media. Mientras que las cifras de sacerdotes fueron descendiendo desde 1975 (24.300) hasta 2005 (19.307), incrementándose luego hasta 24.778 en 2010, lo cierto es que esta cifra no tiene en cuenta la edad media del sacerdocio autóctono (en torno a 55 años) y cuántos de estos nuevos sacerdotes son de origen extranjero. Así mismo en las comunidades femeninas, están ya hoy mayoritariamente compuestas por monjas procedentes del exterior.

Sin embargo, esta pérdida la fe católica y esta disminución del número de fieles y de la influencia de la Iglesia Católica, contrasta con el aumento del número de fieles de otras confesiones. La inmigración ha sido el factor que ha renovado el catolicismo español (especialmente en sacerdotes y en monjas), sin embargo, ha hecho otro tanto –y quizás con más vigor– con sectas (lo que se suele llamar “nuevos modelos religiosos”) y confesiones evangélicas. Así mismo, han irrumpido con fuerza formas religiosas inclasificables o simples supersticiones animistas llegadas de África o del Caribe. Pero, en cualquier caso, el grupo que demuestra avanzar con más fuerza y que presiona para obtener privilegios, es el islamismo.

Esta presión viene favorecida por la actitud de cierta izquierda que contempla al catolicismo como el “rival histórico” y que, sorprendente y paralelamente, practica una innegable islamofilia que va desde reivindicar para el Islam determinados edificios religiosos, permitir la enseñanza de la religión islámica en las escuelas (en plena campaña contra la presencia católica en la enseñanza), permitir el uso del velo islámico, callar ante la proliferación de burkas, regalar terrenos para la construcción de mezquitas o simplemente favorecer la actividad de ONGs ultra-subvencionadas que solamente prestan ayuda a islamistas… mientras, paralelamente, se lleva a juzgados a Organizaciones de Apoyo a la Población Española.

Es cierto que esta tendencia aparece no solamente en la izquierda, sino que incluso sectores de la derecha liberal la han asumido de la manera más desaprensiva. En la medida en la que el islamismo crece en España y que los procesos de concesión de la nacionalidad española generan una bolsa de votos mayor, los partidos políticos, de derechas y de izquierdas, lanzar sus redes, prometiendo concesiones y procurando conseguir una clientela alternativa a la pérdida de electores españoles… Ignoran que, en toda Europa, la participación política de los islamistas a través de los partidos tradicionales es mínima.

6. “Principio de prudencia” y “principio de contención”

Sin embargo, a pesar de que los fieles católicos de a pie y buena parte de la población española lo ignoren, la distancia que separa hoy al catolicismo que asiste regularmente a los oficios religiosos, de los asistentes a las mezquitas, está apenas separada por una relación de 4 a 1 que, en realidad es menor si tenemos en cuenta que las mujeres musulmanas, son islamistas pero, por tradición, no acuden a las mezquitas, mientras que la asistencia mayoritaria en las iglesias católicas corresponde precisamente a mujeres.

Si tenemos en cuenta que el porcentaje de inmigrantes procedentes de países islámicos e hijos de estos inmigrantes nacidos en España, alcanza un 4,65% y que la identidad religiosa de la inmensa mayoría de ellos es fuerte o muy fuerte, el hecho de que apenas el 14% de los que viven en España (incluidos inmigrantes iberoamericanos) vaya a los oficios religiosos, indica que, en realidad, por cada tres católicos practicantes, existe un islamista. La llegada de más inmigrantes, el efecto llamada, las reagrupaciones familiares y los nacimientos, el atractivo de los subsidios en todos los terrenos, harán que en apenas 20 años estas cifras tiendan a igualarse, como ya ocurre en Francia, Alemania y Reino Unido, en donde el islamismo incluso es posible que sea hoy la religión con más seguimiento, por delante de anglicanos, protestantes o católicos.

Existe pues, crisis de fe, en Europa, pero esta crisis no afecta al Islam. Tal como Tarik Ramadán –uno de los “intelectuales” islamistas más activos en Europa– ha repetido en numerosas ocasiones, el Islam aspira a una “doble legislación”, es decir, la promulgación de leyes aplicables para musulmanes que serían necesariamente diferentes de las aplicables a agnósticos o miembros de otras confesiones. La imposición y visibilidad de los signos externos de la religión islámica es otra de las exigencias que plantean. Antes era la creación de cementerios islamistas, ahora es la lucha por la altura de los minaretes de las mezquitas que para la religión musulmana es signo de su grado de implantación. Las comidas halal en las cárceles (en España existen 12 “imanes penitenciarios” para asistir a los presos de esa religión), hospitales y aviones, el reconocimiento de festividades propias de la comunidad islámica y la reivindicación de la alimentación tradicional para esos días, la exigencia de rituales especiales para sacrificar corderos durante el Ramadán

Estamos, pues, ante una ofensiva del islamismo que primero exige derechos, luego doble legislación y, finalmente, sumisión. Y esto en una sociedad como la española que se define constitucionalmente como laica.

Nada de todo esto puede ser considerado como “integración”. Para los inmigrantes islamistas y para sus hijos y nietos, el “donde fueres haz lo que vieres” no tiene vigor. Y este es justamente el problema: “moderado” o “radical”, el islamismo se ha mostrado completamente refractario a la integración. Todos los esfuerzos tendentes a integrar a las bolsas islamistas, absolutamente en todos los países europeos, han fracasado sin excepción, aun a pesar de haber contado con inyecciones multimillonarias de fondos. Hoy, para quien tenga ojos y quiera verlo, no parece haber ninguna política de integración posible, capaz de hacer de los islamistas ciudadanos que asuman la legislación y las costumbres europeas.

Si los ideadores de los programas de integración se hubieran tomado la molestia de leer el Corán y si hubieran realizado estudios sobre la religión islámica, habrían advertido que la religión constituye un todo con la concepción de la sociedad, de la familia, del Estado, del poder y de la trascendencia, con la legislación y el concepto de lo político: un todo sin fisuras de muy difícil encaje con las sociedades europeas de acogida, a menos que estas cambien de arriba abajo sus valores y s ordenamiento jurídico.

El problema de fondo es si, tal como está formulado en el Corán, tal como se enseña en las mezquitas, con el nivel de prescripciones y mandatos que contiene, con la forma de organización político–social que sostiene, con los contenidos y formas de predicación que alienta… ¿es compatible el Islam en España o en Europa? ¿Pueden armonizarse las creencias y los objetivos islamistas con las legislaciones y las tradiciones europeas? Aplicar el “principio de prudencia” en este tema sería lo razonable.

Para que el islamismo pudiera ser compatible con Europa tendría que cambiar. Y solamente en función de ese cambio, podría tener un lugar entre nosotros. Así pues, el problema no es de “xenofobia o racismo”, sino de que los contenidos de la religión islámica, tal como los expone el Corán y tal como diariamente son vividos por los fieles de esta religión pertenecientes a sus alas fundamentalista o yihadista, generan dudas e inquietudes sobre cómo se comportarán estas comunidades en Europa cuando sean mayoritarias.

El problema se agrava en España porque durante ocho siglos el islamismo estuvo presente en nuestro país como fuerza invasora. Para los musulmanes, el hecho de que incluso durante apenas unos años (70 en el caso de Barcelona) estuviera bajo el control musulmán, ya implica que, sólo por eso, es “tierra sagrada del Islam” y hace posible que sea frecuente el que los imanes radicales de todo el mundo enseñen en las escuelas que “Al–Andalus es tierra islámica usurpada por infieles y cruzados”. Insensateces como esta harían sonreír, sino fuera porque existen quienes lo creen firmemente y que están dispuestos a matar y a morir para reintegrar España a la Umma islámica.

Es preciso asumir esta constante histórica: allí en donde el fundamentalismo y el yihadismo va ganando peso y sus reivindicaciones son atendidas, tales concesiones nunca son percibidas como signo de generosidad o mano tendida, sino como síntoma de debilidad de los infieles. Y, por tanto, hacen que aumente la presión contra ellos.

De ahí el fracaso de todas las políticas de integración practicadas en Europa. No puede integrarse a quien no quiere ser integrado. Es imposible integrar a quien no aspira a cambiar sino a imponer sus creencias.

Así pues, además de utilizar el “principio de prudencia” ante el fundamentalismo islamista, es preciso considerarlo como una entidad que, primero mediante la inmigración y la demografía, luego mediante la yihad prescrita en el Corán, quiere derribar nuestro orden y nuestras tradiciones, imponiendo aquello que vemos todos los días en los informativos y que está ocurriendo en Oriente Medio y Asia Central. Una mezcla de primitivismo y salvajismo propio de cualquier conflicto armado, pero con el agravante de que la justificación es… religiosa y, por tanto, aceptable para los fieles de esa religión. Degollar, decapitar, castigar con el látigo, cortar la mano, prohibir incluso las más ingenuas actividades… todo ello está ahí practicado hoy por el yihadismo.

Por eso, además del “principio de prudencia” en relación al islamismo, debemos armarnos con el “principio de contención”: tenemos el derecho a defendernos de algo que viene de fuera, que nos ha sido impuesto desde fuera y que no tiene lugar entre nosotros.
Si alguien quiere vivir entre nosotros, no somos nosotros quienes tenemos que cambiar, sino ellos. Si alguien nos ofrece una alternativa repleta de primitivismo, crueldad, discriminaciones, prohibiciones y salvajismo ¡no somos nosotros los que vamos a tener que cambiar, son ellos, al menos si quieren vivir entre nosotros!

6. La irrupción del yihadismo radical

Hoy estamos muy lejos de los atentados del 11–M sobre los que siempre han planeado dudas sobre su autoría y que nadie, ni sentencia judicial en firme, ni investigaciones periodísticas han logrado atribuir al fundamentalismo islámico. Ni quedó claro que la autoría de los atentados fuera cometida por fundamentalistas, sino que ni siquiera las investigaciones lograron identificar al “autor intelectual” que ideó y planificó los atentados.

Es probable que fueran una de las muchas operaciones de “bandera falsa” que proliferaron en todo el mundo en aquellos años y cuyas características fueron siempre las mismas: la existencia de verdaderos agujeros negros en la investigación, falsificación de pruebas, abundancia de testigos falsos (o, como mínimo, interesados y sospechosos), implicación de pequeños delincuentes de origen magrebí, abundancia de confidentes policiales entre los implicados, muertes misteriosas que cortaban las pistas (los “suicidados” en el piso de Leganés), maniobras de intoxicación sobre quienes investigaban versiones alternativas, etc. Es decir, todos los elementos habituales en una operación “bandera falsa” destinada a hacer pesar responsabilidades a un ambiente concreto (e irrelevante) para justificar movimientos políticos de envergadura o inducir a la población a cambiar de preferencias.

Los 192 muertos de los atentados del 11–M siguen hoy impunes. Es bueno recordarlo. Si los islamistas entraban en la trama en algún lugar, era, sin duda, en aspectos muy secundarios y, como cabezas de turco.  Y con la misma rotundidad que decimos esto, afirmamos que en la actualidad se está gestando un terrorismo islámico muy real del cual las primeras muestras son:

-   la presencia de yihadistas “españoles” en guerras de Oriente Medio y Asia Central,

-   la aparición cada vez con más frecuencia de imanes con predicaciones extremistas en mezquitas españoles,

-  un aumento de la presión y de las reivindicaciones de los sectores más fundamentalistas de la comunidad islamista sobre el Estado,

-  las detenciones cada vez más frecuentes de implicados en redes de apoyo a los yihadistas de todo el mundo y

-   la creciente visibilidad en la calle del uso de prendas y velos de carácter religioso que responden, en gran medida, al aumento de la audiencia del fundamentalismo islámico.

Han pasado 12 años desde los atentados del 11–M. Entonces no existía un fundamentalismo islamista organizado. No existían yihadistas españoles. No existía un caldo de cultivo de 2.000.000 de islamistas en nuestro país. Apenas existían dos centenares de mezquitas, no las más de mil que existen hoy. Entonces, la inmensa mayoría de islamistas tenían pasaporte extranjero y la condición de inmigrantes: ¡hoy buena parte de ellos tienen pasaporte español y acaban de estrenar su nueva nacionalidad!

La crisis económica iniciada en 2007 ha favorecido la irrupción del islamismo radical. En la medida en que los inmigrantes procedentes de países islamistas tienen poca formación profesional, se han visto apartados del mercado laboral. No sólo consumen recursos del Estado superiores a los impuestos que tributan, sino que el número de islamistas presos ha aumentado espectacularmente: de los 75.000 presos que hay en España 30.000 no han nacido aquí. Y de estos: más de 15.000 –¡UNA QUINTA PARTE!– son islamistas. Es bueno recordarlo porque, tradicionalmente, las prisiones se han convertido en los focos de contaminación islamista, pudrideros de radicalización de posturas religiosas y escenario en donde han contactado individuos dispuestos a la comisión de acciones terroristas.

La falta de trabajo, el vivir de subsidios y subvenciones del Estado, el atribuir las propias situaciones de crisis a terceros (nunca al reconocimiento de falta de formación profesional), el odio social que genera el no tener acceso a los escaparates del consumo, todo ello, ha dado como resultado el que sectores “moderados” del islamismo presente en España se estén deslizando en estos momentos hacia actitudes más radicales que se traducen en las posiciones que ya hemos visto.

En Francia, las cosas están solo un poco más degradadas a la vista de que el fenómeno migratorio es más viejo que en España. Allí, no solamente se recluta a yihadistas para guerras en el exterior: en Francia ya han comenzado los atentados en el territorio metropolitano. Algo que en España podemos esperar en apenas pocos años o incluso pocos meses.

7. Diccionario de responsables: ¿Quiénes han traído el Islam a España?

Esta situación tiene responsables. Unos cuantos políticos y funcionarios abrieron las puertas de nuestro país al Islam sin preocuparse si con los fieles de a pie entraban fundamentalistas y yihadistas. No ha sido su único error pero sí uno de los mayores que han cometido y de los nadie hasta ahora les ha pedido responsabilidades. Tienen nombres y apellidos, rostro e historial:-

-        Son los Aznar (que abrió las puertas a la inmigración para favorecer su “modelo económico”), son los Pujol (que recondujeron deliberadamente a inmigración marroquí a Cataluña para evitar la llegada de andinos castellanoparlante), son los Zapatero (con sus ensoñaciones humanistas y multiculturalistas de las que la Alianza de Civilizaciones fue el producto más mediático, siendo el más trágico la regularización masiva de febrero–mayo de 2005 con el efecto llamada que siguió) , son los Rajoy (que siguen regularizando inmigración y permanecen mudos ante las instituciones europeas ante los asaltos diarios a las vallas de Ceuta y Melilla), son los Carod–Rovira (que en su inmensa estupidez creyeron que podía existir un “islam catalán” cuando la esencia del Islam es universalista).

-          Son los ministros de interior que impidieron que los servicios de seguridad del Estado reaccionaran contra las oleadas de inmigración. Vale la pena recordar sus nombres: los Mayor Oreja, los Rajoy, los Acebes, los Alonso, los Rubalcaba, los Fernández Díaz… Podían preservar las fronteras, la soberanía territorial, podían y debían hacerlo, en razón de su cargo, y en lugar de eso se han limitado a inaugurar cárceles, hablar y hablar y mirar a otro lado, mientras cruzaban ilegalmente nuestras fronteras 8.000.000 de inmigrantes. Ni defendieron a nuestra sociedad ni a nuestras fronteras.

-          Son los ministros de trabajo y de economía que permitieron que el mercado de trabajo quedara completamente descoyuntado a partir de 1996 con la llegada de 8.000.000 de inmigrantes en los siguientes veinte años, cuando en el mejor momento de nuestro empleo existían 2.000.000 de parados. ¿Sus nombres? Los Arenas, Pimentel, Aparicio, Zaplana, Bañez por el PP y los Caldera, Corbacho, Gómez por el PSOE. Sin olvidar, por supuesto, a los desaprensivos y traidores a los trabajadores que han dirigido los sindicatos en este período (Antonio Gutiérrez, Fernández Toxo, Cándido Méndez

-          Son los presidentes de la CEOE (los Cuevas, los Díaz Ferrán, los Rosell) cuyas exigencias de cada vez más inmigración iban paralelas a las ofertas de cada vez salarios más bajos, beneficiando así a la patronal de la construcción y de hostelería, a la patronal agrícola, pero perjudicando a toda la nación.

Junto a este orden de responsabilidades, existen niveles menores que, a modo de correas de transmisión, han conseguido narcotizar a la sociedad española y dejarla indefensa e inerme ante la amenaza yihadista y el fundamentalismo. ONGs que han manejado cientos de millones de euros cedidos por el Estado, tertulianos que condenaban una “xenofobia y el racismo” inexistentes ocultando la verdadera naturaleza del problema, oportunistas sin escrúpulos que han dicho aquello que creían que podía catapultar más y mejor sus ingresos.

Los culpables pertenecen a siglas que todavía hoy están dirigiendo ayuntamientos, comunidades autónomas y al propio país. Forman parte de la clase política degenerada, los mismos que han introducido el virus de la corrupción; los mismos cuyos errores nos llevaron a la actual crisis económicas; los mismos que cada día desde hace ocho años, mienten prometiendo una recuperación que no llega, una luz al final del túnel que es, más bien, la luz que se ve desde el fondo de un pozo, los brotes verdes que son solamente de las plantas carnívoras que crecen en las sedes de la “banda de los cuatro” (PP+PSOE+CiU+PNV); los políticos que han hecho de la mentira, el desgobierno y la rapacidad su práctica cotidiana, que se han sometido a las exigencias de los “señores del dinero” de cuya mano comen, y que hoy están cada vez más aislados en su torre de marfil. Pues bien, entre sus crímenes, figura el haber abierto las puertas al fundamentalismo y al yihadismo en España.

SEGUNDA PARTE
PROGRAMA DE CONTENCIÓN DEL YIHADISMO RADICAL

Todo lo anterior genera un conflicto que irá ampliándose en años venideros y ante el cual tenemos que estar preparados. Las palabras tranquilizadoras, las equidistancias entre “xenofobia y racismo” y “terrorismo islámico” de las que hacen gala los gobiernos europeos para justificar sus políticas de medias tintas y manos tendidas a las cimitarras y al salvajismo yihadista, las falsas ilusiones sobre la existencia, posibilidades y futuro del “islamismo moderado”, las estupideces que hemos oído en los días posteriores a los atentados de Paris (“Yo soy Charlie–Hebdo”, “Todo está perdonado”, “el yihadismo no es religión”…), todo esto, absolutamente todo debe de ser contestado mediante un programa concreto de defensa de las sociedades y de la identidad europea. Este programa debe ser radical (apuntar contra las raíces del problema) y completo (contemplar todas las implicaciones del problema).

Por ello, proponemos un programa de 15 puntos para la contención del yihadismo y del fundamentalismo y por una política de prudencia ante la inmigración procedente de países de mayoría islámica:

1. Legislación especial sobre el fundamentalismo islámico: el Islam, en su tendencia fundamentalista y yihadista, ha demostrado ser una religión diferente a cualquier otra, la única creencia religiosa en cuyo nombre se mata, excluyente ante cualquier otra y a la que no se le puede aplicar la misma legislación sobre libertad religiosa vigente para el resto.

2. Exigencia de condena explícita a la yihad mediante juramento para los islamistas que pretendan residir en Europa: todo aquel islamista que pretenda convivir en Europa durante toda la vida o por un período más o menos corto, deberá pronunciarse de manera explícita contra cualquier forma de yihad para obtener visado o permiso de residencia.

3. Prohibición de la difusión del Corán en Europa mientras contenga versículos induciendo a la yihad: el contenido original del Corán no sería un problema si fuera sólo un objeto de estudio antropológico, histórico o cultural, pero en la medida en que es un manifiesto religioso no puede ser difundido en Europa incluyendo llamamientos a la yihad o al odio.

4. Privación de la nacionalidad española a los yihadistas: el acto administrativo por el cual se concede la nacionalidad a un inmigrante o a un nacido hijo de inmigrantes, debe ser revocado en el momento en el que existan sospechas de que esa persona apoya el yihadismo. En caso de ser hijo de españoles, deberá ser considerado como miembro de “banda armada” y juzgado.

5. Prohibición del uso público de signos religiosos ajenos o contrarios a nuestra tradición: la cada vez más frecuente exhibición de prendas de contenido religioso, especialmente por parte de las mujeres, debe terminar. Dejando aparte la ilegalidad de cubrirse el rostro, el rechazo se fundamenta en el principio de laicidad de las sociedades europeas.

6. Cierre de las mezquitas en las que haya predicación radical: la inflación de mezquitas en las que se predica el fundamentalismo debe concluir. El yihadismo ha sido transferido a la comunidad islámica inmigrante a través de las mezquitas y de los imanes radicales. No puede tolerarse la prédica del terrorismo bajo la excusa de la “libertad religiosa”.

7. Control sobre los imanes y sobre los profesores de escuelas coránicas: decir que el islamismo no tiene nada que ver con el terrorismo implica dejar vía libre a la predicación de ideas yihadistas (luego, islamistas) en las mezquitas y en las escuelas coránicas. Es preciso controlar estos centros como es preciso controlar la difusión de infecciones.

8. Limitación de la inmigración procedente de países con mayoría islámica: un país cuando es libre cuando puede elegir qué tipo de inmigración prefiere y procedente de dónde. La experiencia demuestra la conflictividad de los núcleos de inmigrantes procedentes de países islámicos: la limitación de acceso a ciudadanos de esos países es la consecuencia directa.

9. Prohibición del envío de fondos para la extensión de cualquier doctrina religiosa: es preciso que el Estado cierre el flujo de fondos en dos direcciones, de los países islamistas a las comunidades islámicas en territorio europeo y de estas a los yihadistas que operan en los distintos focos de conflicto. Cierre de redes de negocios cuyos beneficios de utilizan en actividades islamistas radicales.

10. Política de defensa de la identidad y de la tradición europea: El Estado no es neutro. Tiene la obligación de defender nuestro patrimonio y nuestra identidad cultural. En España y en toda la UE, la historia demuestra que nuestra identidad se ha forjado frente al Islam y contra el Islam. Los valores de Europa son valores opuestos a los defendidos por el fundamentalismo y el yihadismo. El Estado debe defender esta tradición.

11. Cordón sanitario ante los Estados Islámicos en los Balcanes: La política de los EEUU ha permitido la aparición en Europa de entes islámicos (Kósovo, Bosnia, Albania, Macedonia) que forman el “corredor turco de los Balcanes”, zona de tránsito de droga, teatro de bandas de delincuentes y de contaminación yihadista. Esta es la no–Europa. No tiene lugar en la UE.

12. Política exterior de neutralidad vigilante en Oriente Medio: Nuestro país y la UE deben permanecer neutrales ante el conflicto, instando a las partes a la negociación para resolver los conflictos planteados y tutelando la seguridad de las comunidades cristianas en aquellos países.

13. Retirada de los contingentes militares españoles en países islámicos: Los contingentes militares españoles destacados en los teatros de operaciones de Oriente Medio deben ser repatriados. Nada esencial para nuestra defensa nacional se juega en esos países y la tarea de interposición entre las partes debe de realizarse mediante medios diplomáticos.

14. Reducir al mínimo la presencia del islamismo fundamentalista en Europa: mientras la amenaza yihadista no sea conjurada en todo el Viejo Continente,  resulta imposible considerar al fundamentalismo islamista como una religión entre cualquier otra, por tanto, deben arbitrarse todos los medios para reducir la presencia de islamistas en el continente, en beneficio de otros grupos menos conflictivos.

15. Control activo sobre los flujos migratorios: la actuación del yihadismo en Europa es uno de los “daños colaterales” generados por la inmigración masiva y descontrolada, permitida en los últimos 20 años por los gobiernos de la UE. La imposibilidad para integrar a estos flujos, los trastornos generados en el mercado laboral, afirman la necesidad de cortar las políticas de integración en beneficio de las de contención.

Llamamos a todos los partidos a incorporar estos puntos en el contexto de un programa de contención y prudencia ante el islamismo radical y la sospecha de yihadismo.

Llamamos a la asistencia a las manifestaciones convocadas que expresen la protesta y el sentir de los ciudadanos ante la ofensiva del islamismo radical y ante la dejadez, las políticas del avestruz y la islamofilia de los grupos que nos han llevado hasta donde estamos.








jueves, 26 de enero de 2023

LA ESCUELA DE FRANKFURT - CON LA "ACCIÓN LITERARIA DUNEDAIN"


 A finales de noviembre de 2022, lo que tenia que haber sido un debate sobre la Escuela de Frankfurt promovido por la Acción Literaria Dunedain, se convirtió en una charla sobre el tema. No me había acordado de reproducirla, pero es posible que interesa a algunos porque, a parte de abordar una perspectiva histórica del "marxismo occidental", comentaba también algunas temáticas muy del momento. Negaba, por ejemplo, que el "marxismo cultural" fuera un producto de la Escuela de Frankfurt, y negaba igualmente la "unicidad" del movimiento. Creo que la charla puede interesar para tener una perspectiva bastante completa de esta "escuela" y para formular una crítica a sus orígenes, resaltando el hecho de que todos sus miembros tenían dos características comunes: eran judíos, hijos de familias de la alta burguesía económica, unida a un tercer rasgo que compartieron la mayoría, al llegar a EEUU empezaron a trabajar para los servicios de inteligencia de aquel país. En tanto que alemanes de origen, se fueron con su pasaporte, sin estar perseguidos ni pasar un día en un campo de concentración. Primero traicionaron a su clase social, luego traicionaron a su país, finalmente, la mayoría terminarían traicionando al marxismo en el que se habían educado. Y, para como, su último representante, Jürgen Habermas, terminó debatiendo con el recientemente fallecido Benedicto XVI, el último Papa. Un abrazo y gracia a los amigos de la Acción Literarua Dunedain por el encuentro. El que tenga más interés por este tema, puede pasarse por la serie inacabada de artículos sobre esta Escuela publicados en Info-Krisis.

https://www.youtube.com/watch?v=lqGj-5B0bAw

lunes, 23 de enero de 2023

EL CICLO SE CIERRA. CHINA COMO SÍNTESIS DE LO PEOR DEL SIGLO XX

Reproducimos el prefacio a la edición española del cuaderno de la Fundación Julius Evola, El ciclo se cierra - Americanismo y Bolchevismo 1929-1969. La obra reúne tres ensayos publicados respectivamente en 1929 en La Nuova Antologia, en 1934 en la primera edición de Rivolta contro il Mondo Moderno y en 1969, en la edición revisada del mismo libro. La obra fue prologada en 1991 por Gianfranco De Turris. Dado el tiempo transcurrido, nos hemos creído en la obligación de elaborar un prefacio a la Edición Española en el que ponemos al día la teoría evoliana sobre el americanismo y el bolchevismo, los dos extremos de una misma tenaza que se cierne sobre Europa, a la vista de los últimos desarrollos postpandémicos y alcanzando hasta la reunión del Foro de Davos del pasado fin de semana. Un siglo después, y con la consiguiente actualización, la teoría sigue siendo válida. La obra estará a disposición del público el 1 de febrero de 2023.


JULIUS EVOLA

EL CICLO SE CIERRA

AMERICANISMO Y BOLCHEVISMO 1929 – 1969

 

PREFACIO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA

Conocía dos de las tres versiones del mismo ensayo recogidas en este volumen: la publicada en La Nuova Antologia, incorporada en un volumen recopilatorio de artículos de Julius Evola, publicados en esa misma revista (Edizioni di Ar, Padua, 1970), y el incluido como capítulo final de la edición de 1969 para el Rivolta contro il mondo moderno (Edizioni Mediterranee, Roma, 1969) que, inicialmente, leí en francés en la versión publicada en 1973 por Les Éditions de l’Homme (Québec) y que contiene algunas diferencias con la edición italiana. Desconocía, sin embargo, las diferencias entre el texto del volumen de la primera edición del Rivolta (1934) que se incluye también en el volumen. La comparación de los tres ensayos es algo que realiza brillantemente Gianfranco de Turris, por lo que huelga cualquier comentario. De todas formas, dado el tiempo transcurrido entre la fecha de esta introducción realizada por De Turris y la última versión del texto (1973), casi resulta obligado añadir algunos párrafos para confirmar que las intuiciones de Evola, formuladas por primera vez hace casi un siglo, se están cumpliendo con asombrosa precisión.

La idea de transmitida por los tres textos es que existía una identidad de fondo, aunque no de forma, entre el modelo soviético y el norteamericano. Despersonalización, materialización, cosificación del ser humano, maquinismo, culto a la técnica, parecen ser los destinos de ambos regímenes. La mayor objeción que se plantea a este texto es que, si bien Evola preveía que la URSS trataría de extender sus tentáculos por todo el mundo, desde la caída del Muro de Berlín en 1989, este proceso pareció detenerse y solamente quedaría la “cara amable”, la presentada por los Estados Unidos. Por tanto, las diferencias entre el contenido de las tres ediciones y la realidad sería tal que el texto quedaría superado y desmentido por completo. No es así.

Llama la atención que ni Evola en 1929, en 1934, ni en 1973, mencione a la República Popular China, ni siquiera que De Turris, realice la más mínima alusión casi veinte años después. Intentaremos explicar esta omisión.

En 1929, el comunismo chino era prácticamente irrelevante. Se había fundado en 1921 y durante seis años estuvo bajo la sombra del Kuomintang, hasta que el jefe militar de este partido, Chiang Kai-shek, volvió sus armas contra los comunistas. Estos respondieron reforzando su aparato militar y dando inicio a una guerra civil que se prolongó en dos fases, entre 1927 y 1937 y luego, tras la llegada de los japoneses y su posterior derrota, desde 1945 a 1948. Cuando se llega a 1973, el Partido Comunista de China lleva casi un cuarto de siglo en el poder e, incluso, tenía sus antenas en Occidente, en los partidos comunistas disidentes de la línea moscovita. El “modelo maoísta” se había hecho relativamente popular a partir de mayo de 1968 e, incluso en sus sectores más folklóricos el “traje Mao” fue el disfraz habitual de cada día.

A partir de 1965, con el estallido del conflicto chino-soviético e, incluso con los enfrentamientos armados que se produjeron en la zona del Usuri, dio la sensación de que los comunistas rusos y chinos terminarían desgarrándose entre ellos. Pero después de la inicial ruptura entre los sucesores de Stalin y el gobierno de Pekín, los altibajos en el desarrollo del comunismo chino, el fracaso de algunas de sus campañas y cierta inestabilidad interna por la lucha entre fracciones, Mao terminó por promover la “gran revolución cultural” para mantenerse en el poder y dejar que grupos de enloquecidos y fanatizados “guardias rojos”, destruyeran a sus opositores en el interior del partido (y de paso, lo que quedaba de la milenaria tradición china).

En Italia aparecieron grupos neo-fascistas que se identificaban con la causa maoísta (véase el nº LXXV de la Revista de Historia del Fascismo, dedicada a esta temática). Evola los criticó con bastante dureza, negando que el maoísmo fuera, sustancialmente, algo diferente del comunismo ruso. Pero, todo induce a pensar que no atribuyó una especial importancia al fenómeno chino, ni previó cuáles podrían ser sus desarrollos futuros. Cuando reescribió la edición del Rivolta de 1973, EEUU practicaba la “política del ping-pong”. Henry Kissinger primero y luego Nixon viajaron a China y sellaron un pacto antisoviético. Pero, incluso en esa época, en Europa se veía a China como un inmenso hervidero de más de mil millones de habitantes, en su mayoría situados por debajo de la frontera del subdesarrollo, gobernados además por una burocracia que, al igual que la soviética, nunca podría alcanzar los estándares de vida de los países desarrollados.

Tres años después, fallecía Mao y los hechos parecieron dar la razón a quienes auguraban el estancamiento del modelo chino. En 1976, por lo demás, los partidos maoístas en casi todo el mundo habían desaparecido, habían entrado en un procesos internos de fraccionamiento y desgaste, se habían reconvertido en formas alejadas del modelo chino, debatían sobre si la ortodoxia marxista estaba presente en China o en Albania e, incluso, el Partido Comunista de España (marxista-leninista) y su triste prolongación, el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota, emitía desde las ondas de Radio Albania, invectivas contra el “revisionismo chino”.

Pero, a finales de esa década, se produjo un fenómeno nuevo en el mundo capitalista. Si hasta ese momento y desde el arranque de la postguerra, la concepción oficial del capitalismo había sido la delineada John Maynard Keynes, la llegada al poder de Margaret Tatcher, con ideas muy distintas, inspiradas en la escuela austríaca de economía que, hasta entonces habían sido consideradas como completas locuras y manifestaciones excéntricas, impuso un nuevo curso. Éste, por lo demás, ya había sido ensayado en el Chile del General Augusto Pinochet, fracasando estrepitosamente. En Santiago, en 1980, todavía pudimos recordar con amargura cómo la fosforera nacional había tenido que cerrar porque los “Chicago Boy’s” habían logrado que el gobierno autorizara la entrada de cerillas fabricadas en Canadá a precios muchos más bajos. Sin embargo, estas teorías, a pesar de que su eficacia no estaba en absoluto contrastada en la práctica, indujo a la Tatcher a iniciar una política “neoliberal” basada en privatizaciones, apertura y desregulación de mercados, olvido de cualquier medida “proteccionista” y estricta observancia del principio liberal de dar la primacía a los mercados con una abstención total por parte del Estado a participar en la vida económica.

La Tatcher no hubiera sobrevivido a las protestas sociales generadas por esta mutación del modelo económico de no ser por dos fenómenos que se produjeron en breve espacio de tiempo: en primer lugar, llegó al poder en EEUU una camarilla ultraconservadora armada con los mismos ideales en materia económica; en segundo lugar, la guerra de las Malvinas, no solo cayó como una losa sobre la Junta Militar que gobernaba en la República Argentina, sino que elevó a Margaret Tatcher al estatus de “líder triunfal”. Si bien, el Reino Unido hacía mucho tiempo que había dejado de ser un “imperio”, que su potencia estaba muy disminuida y apenas pesaba en la escena internacional, se vio auxiliado por el giro de la política norteamericana, después de los fracasos de los gobiernos que siguieron a la dimisión de Richard Nixon (Gerald Ford, 1974-77 y Jimmy Carter, 1977-1981), ambos muy desgastados por las victorias del comunismo en el sudeste asiático, y por el ascenso de la revolución islámica en Irán, así como por la acción deletérea -en el caso de Carter- de la Comisión Trilateral, impulsaron el “giro conservador” en lo político… y neoliberal en lo económico.

Durante el gobierno de Reagan, las relaciones con China se mantuvieron como durante la época Nixon y así siguieron durante la fase de desmoronamiento de la URSS, abierta por la confluencia de distintas circunstancias (el desgaste que entrañó la guerra de Afganistán para la URSS, la imposibilidad del presupuesto soviético de responder a la iniciativa armamentista conocida como “Guerra de las Galaxias”, la llegada de un papa polaco al Vaticano que desencadenó directamente las oleadas de huelgas en Danzig y, consiguientemente, tendía a romper el sistema de alianzas soviético del Pacto de Varsovia, entre otros). Tras la Guerra de Kuwait, los EEUU no dudaron en definirse como “la única potencia mundial”. Y, en realidad, lo eran. Era el año 1991. Las “democracias” parecían haber vencido. China seguía en su postración, sin apenas salir del subdesarrollo. No era rival para el poder norteamericano. Los “teóricos” neoliberales plantearon entonces su órdago: interpretaron, por boca de Huntington y de Fukuyama que la superioridad moral de los EEUU estaba en el fondo de su victoria en la Guerra Fría y que, a partir de ahora, su pedagogía debía de orientarse para ganar al resto del mundo para su causa: el modelo de neoliberalismo, los valores del “más rico, más rápido”, el culto al trabajo y al éxito y la subordinación al principio de lo colectivo impuesto por la ley de la cantidad en consultas electorales: el peso del número convertido en legitimación política. Ningún estratega norteamericano dudaba que la República Popular China también se vería afectada por este cambio de valores a poco que se intensificaran las relaciones comerciales con ella.

A estas ideas se sumó otra de carácter exclusivamente económico. Tal como subraya el análisis de Evola en los tres ensayos que siguen, la optimización del rendimiento, del beneficio, del lucro y de la usura, considerados como las bases del “pensamiento norteamericano” (liberal o conservador, en esto no varían en nada), implicaría la creación de una “economía global” que terminaría por unificar al mundo bajo las “virtuosas leyes del mercado”. Este postulado que abrió el proceso de “globalización” económica, marchaba paralelo al “mundialismo” (esto es, a la implementación de una “cultura mundial”, una “religión mundial”, un “gobierno mundial” y a la “unificación de la humanidad” que venían predicando los medios teosóficos, utopistas y ocultistas, desde mediados del siglo XIX).

China que, por entonces, ya había superado los 1.200 millones de habitantes, parecía no contar para los planes del “Nuevo Orden Mundial”: se pensaba que, facilitando el desarrollo de la República Popular China, automáticamente, se provocaría un vuelco político y el país se sumaría a las “democracias”, al sistema universalmente aceptado como saludable y mirífico. Y entonces, los teóricos de la globalización, desencadenaron un fenómeno nuevo, una autopista de doble dirección: la “deslocalización empresarial” tendía a aumentar los beneficios de las empresas, produciendo las manufacturas allí donde los costes de la mano de obra fueran más baratos y estuvieran más próximas a las materias primas. Este proceso seguía la dirección Sur a Norte y Oeste a Este. Por otro lado, se trataba también de mantener aquella industria que pudiera ser competitiva en los países occidentales, para lo cual se abrieron las puertas a la inmigración en un intento de “ganar competitividad” mediante la llegada masiva de mano de obra barata. La dirección de este segundo proceso era de Sur a Norte y de Este a Oeste.

A pesar de que las consecuencias de esta autopista de doble dirección eran claros y nadie podía hacerse ilusiones con su desembocadura, se implementó de manera suicida, solamente porque los grandes trusts, las multinacionales, los grandes consorcios empresariales, veían crecer sus beneficios. Por otra parte, era una forma de aprovechar los recursos aparecidos con la “era de la información” y con los fenómenos técnicos que acompañaron a la “tercera Revolución Industrial”. Sin el microchip nada de todo esto hubiera sido posible.

El resultado no se hizo esperar. China vio como crecieron en pocos años sus parques industriales hasta el punto de convertirse en “la factoría planetaria” por excelencia. Si Evola resalta en el bolchevismo soviético el hecho de que se apoyó sobre estratos primitivos de la población eslava, habitualmente sumisos al poder, con mucha más razón la población china, marcada por milenios de mandarinato, era capaz de aportar las mejores energías de sus vidas, el mayor tiempo de su existencia, no a la familia, no al cultivo de las propias cualidades, no a la profundización en su propia tradición, no en un trabajo de perfeccionamiento interior que, a fin de cuentas, debería ser el gran objetivo de lo humano, sino en la producción de bienes y servicios. El resultado fue que, en apenas un cuarto de siglo, entre 1992 y 2015, aquel país, ya con 1.400 millones de habitantes, se convirtió en una superpotencia industrial y financiera con técnicos propios formados en las mejores universidades del mundo que, inevitablemente, regresaban a China al acabar su formación, contribuyendo a engrosar la capacidad productiva, pero también el propio nivel de vida.

Y fue así como se produjo la gran paradoja: fue el neoliberalismo y no el poder de las armas doctrinales del marxismo-leninismo ni del “pensamiento Mao Tse Tung”, el que convirtió a China en una potencia mundial. La gran habilidad del régimen chino consistió en no dejar de ser una dictadura comunista clásica, con su aparato de propaganda y su censura, su sistemas de represión, la difusión de su ideología en cursos obligatorios y entre la población mediante la utilización masiva de medios de comunicación de masas y de procedimientos invasivos, es decir, todos aquellos recursos propios de cualquier sistema dictatorial, combinado con los rasgos más atractivos para las masas: ocio, standard de vida elevado, consumo como único fin, entertaintment, etc.

China ha combinado lo peor del comunismo (el mantener una línea de masas dictatorial, una voluntad deliberada de anular la personalidad y un poder tecno-burocrático centralizado e inflexible) con lo peor del capitalismo (explotación, alienación, infantilización de las masas). Poder fuerte y masas agradecidas por su sometimiento.

No ha habido ni vencedores ni vencidos, salvo el avance imparable de “La Bestia sin Nombre”. Ni el capitalismo ha sido derrotado por el comunismo, ni a la inversa. Se ha producido una síntesis de lo uno y de lo otro en el “modelo chino”: como dice la propia propaganda del régimen, “un país, dos sistemas”. Ambos han salido reforzados de esta entente cordiale. Masificación, colectivismo, maquinismo, tecnologías invasivas, seres sin rostro que concluida su jornada laboral se convierten en consumidores compulsivos, entre el shopping desenfrenado y la pasividad conformistas del entertaintment, con un conformismo que hunde sus raíces en las raíces étnicas ancestrales ejercidas por el mandarinato, los altos funcionarios todopoderosos que han gobernado China desde hace 3.000 años. Ya no hay “guardias rojos” agitando el librito de Mao Tse Tung, como en los años 60; han sido sustituidos por el triste espectáculo de masas que se mueven compulsivamente dentro de centros comerciales gigantescos, pululando en calles repletas de seres anónimos o en el interior de rascacielos recién concluidos. Siempre de espaldas a sus raíces, siempre amputados de sus tradiciones, siempre sin identidad, con la colmena o el hormiguero como modelos de vida colectivos. Tras ello, vemos la concreción exacta de la fase final del ciclo tal como la había intuido Julius Evola hace casi un siglo.

China es hoy la síntesis de lo que fueron ayer la Rusia y los EEUU que Evola conoció en vida. Ese es el elemento que hay que añadir como corolario al análisis realizado por Evola en los tres ensayos que componen este volumen. No es que Evola errara en su análisis: el análisis no solamente era acertado, sino, además, extremadamente lúcido y anticipatorio. Faltaba solo añadir el desarrollo del proceso en las últimas décadas. Hay variaciones en las formas, pero en absoluto en el fondo. Son los caminos recorridos hoy con paso firme, incluso acelerado en relación a períodos recientes, hacia “La Bestia sin Nombre”, el reino de las masas omnipresentes. El mandarinato chino extendido urbi et orbe, sobre las ruinas del desplome de la URSS y de la crisis actual del “americanismo”.

Los gigantescos centros comerciales chinos, los 1.400 millones de seres humanos presas de un delirio consumista, mientras desde los altavoces suenan las consignas del partido, las grandes multimillonarios inevitablemente afiliados al Partido fundado por Mao, la sumisión de una sociedad que es libre sólo para consumir y trabajar, pero constantemente observada por cientos de millones de cámaras distribuidas en todas las calles, que ha colocado voluntariamente en la mano de cada uno de sus miembros un móvil con el que estará permanentemente alimentando al “big-data” (no en vano el 5G que hace posible esta tecnología tiene su origen en China desde donde irradia a todo el mundo), permitiendo que, mediante Inteligencia Artificial, el “sistema” conozca incluso en sus menores movimientos, gestos e intenciones, mejor de lo que él mismo pueda llegar jamás a conocerse… esto es la China actual. Y es hacia ese modelo, extendido a Oriente y Occidente, hacia el que nos encaminamos.

El lector observará y comparará los tres textos de Evola, escritos en distintas circunstancias históricas (durante la primera forma de bolchevismo y el gran impulso que experimentó la americanización del mundo tras la Primera Guerra Mundial; el segundo durante el estalinismo y después del crack de 1929, en la época y de los fascismos; y, el último, en los años de la Guerra Fría, con el enfrentamiento geopolítico USA-URSS) con la situación actual y percibirá claramente que el Barón, no solamente no se equivocó, sino que anticipó exactamente los rasgos presentes hoy en la postmodernidad y de los que la República Popular China, es la síntesis, el ejemplo y la dirección hacia la que camina el mundo de mano con las modernas tecnologías.

De hecho, incluso en el transhumanismo occidental, está presente, el mismo fantasma de la “Bestia Sin Nombre” que ya ni siquiera aspira a tener una dimensión biológica, sino que pretende ser mero automatismo generado por redes neuronales electrónicas gracias a las que la conciencia humana individual se fundirá en una “conciencia cósmica universal” que debería reunir en “la nube”, las bagajes mentales individuales de todos los seres, convertidas en impulsos electrónicos, el fin último de la evolución darwiniana, acelerada por las nuevas tecnologías genéticas, por la nanotecnología, y la Inteligencia Artificial. Tal es la perspectiva descrita por Ray Kurzweill, uno de los más extremistas partidarios del transhumanismo, para nuestro futuro.

Quedaría por señalar la situación en los inicios de 2023, atendiendo a tres contradicciones principales que han aparecido tras la pandemia.

  • 1)      El conflicto ucraniano, generado por el deseo de la OTAN de avanzar sus fronteras hacia Moscú, ha tenido un efecto inesperado: la “globalización” se ha detenido. Cuando la globalización parecía un proyecto fracasado, pero en el que las élites económicas seguían insistiendo, la política de sanciones a Rusia impuesta por los Estados Unidos y seguida con fidelidad perruna por los países miembros de la OTAN, ha tenido como consecuencia el estallido de una inesperada ruptura entre los países aliados de los EEUU y el resto del mundo (y, desde el punto de vista cuantitativo, puede decirse que “el resto del mundo” tiene más peso numérico que el “bloque occidentalista”, algo que es importante señalar en un momento en el que el “reino de la cantidad” es el que impone sus reglas: más habitantes, más consumidores, equivalen a más producción). China ha optado por ponerse del lado ruso a la vista de la oposición que suscita en los medios norteamericanos al estar punto de superar a los EEUU en todos los terrenos, incluido el tecnológico.
  • 2)      El conflicto entre las concentraciones de poder heredadas de las tres Revoluciones Industriales anteriores, lo que podemos llamar “el dinero viejo”, y las grandes acumulaciones de poder tecnológico y de capital generadas por la Cuarta Revolución Industrial. Lo que explica las recientes críticas de Elon Musk a la reunión del Foro de Davos y los intentos de apertura que viene realizando el fundador de esta organización, Klaus Schwab en dirección al “trans-humanismo” que algunos consideran como el motor ideológico de esta última revolución industrial. Sobre las implicaciones de este conflicto es fácil prever su desarrollo: el “dinero nuevo” terminará por imponerse, como ha ocurrido en cualquier otra Revolución Industrial: los dueños de las “nuevas tecnologías” son, siempre, los que imponen sus propias reglas del juego.
  • 3)      La idea de “policrisis” enunciada en la última reunión del Foro de Davos, que ya había avanzado Guillaume Faye hace un cuarto de siglo con el nombre de “convergencia de catástrofes, y que en la acepción dada por las élites económicas mundiales remite a las crisis económicas ininterrumpidas generadas por disfunciones en el proceso globalizador, a crisis geopolíticas (eufemismo para aludir a las generadas por la voluntad suicida y ciega de los EEUU de seguir siendo la “única potencia mundial”), a crisis sociales encadenadas (por los efectos de las migraciones masivas hoy y mañana por la desertización de puestos de trabajo operada por la robotización), a conflictos interreligiosos (que tienen su eje en el fundamentalismo islámico y que se han contagiado incluso a Europa), a lo que añaden, por supuesto, la temática omnipresente del “cambio climática” presentada como la más dramática de todas.
  • 4)      En esa misma reunión del Foro de Davos, el informe presentado por su fundador, Klaus Schwab, asumía por primera vez y sin tapujos las ideas transhumanistas y las transmitía a una audiencia compuesta por élites económicas, dirigentes políticos y propietarios de consorcios de la información. Esto equivale a sugerir la formación de una sociedad “post-biológica”, automatizada, dominada por las nuevas tecnologías, en donde lo humano sea cada vez más residual y, mientras se opera este tránsito, los destinos de las naciones deberían estar guiadas por una alianza entre los gobiernos y los trusts, esto es, un panorama absolutamente idéntico al presentado por la estructura político-económica de la República Popular China.

Tal es la situación en enero de 2023. La perspectiva ya no es, como cuando escribía Evola em 1929, la posibilidad de una reconstrucción de Europa a partir de los ideales de la antigua romanidad. La sensación que invade es que los procesos de disolución de lo humano, iniciados en la República Popular China y adaptados a Occidente por el Foro de Davos, sumado a la “religión transhumanista” (que sus miembros viven con una fe próxima al fanatismo, especialmente cuando sus profetas establecen los rasgos del futuro), nos sitúa en un modelo que es, justamente, la inversión total del modelo de una sociedad tradicional. Un indicativo de que la apocalíptica promesa en la llegada del Anticristo que precederá al fin de los tiempos, está próxima.

Habrá que entender que “el Anticristo”, no es tanto una figura humana, como una concepción del ser humano, hipostatizada y grabada a fuego en los hombres y mujeres de hoy, presente a nivel mundial, en todos los países, en todos los pueblos, en todos y cada uno de los habitantes del planeta y de la que es imposible escapar para la mayoría. Se entiende, por lo demás, que, en los textos profético-apocalípticos, esta “llegada del Anticristo” sea el precedente del “fin de los tiempos”.

La fugacidad y la inviabilidad de una sociedad así concebida, su inestabilidad congénita, es precisamente, lo que muchos han intuido en nuestros tiempos (desde la “paradoja de Fermi” sobre la inviabilidad de las sociedades tecnológicamente avanzadas, hasta el último informe del Foro de Davos, con su idea de “policrisis”). Un vestido que tiene una mancha, puede lavarse mediante un gesto simple de realizar. Pero, cuando ese mismo vestido esta cubierto de manchas, con desgarrones, desgastado por el uso, ya no hay posibilidades, por empeño que se ponga, en seguir utilizándolo. Es preciso arrojarlo a la basura y tejer otro nuevo. Nosotros hemos llegado a ese período. Vale la pena que lo vayamos asumiendo.

Ahora bien, en todas estas derivaciones no hay nada nuevo en relación a lo previsto por Julius Evola desde su artículo histórico en La Nuova Antologia publicado en 1929. No estamos ante dos posiciones irreconciliables, como tampoco lo eran ni el bolchevismo ni el liberalismo, ni las partes enfrentadas en la Guerra Fría, ni la época ya pasada del unilateralismo norteamericano globalizador, ni la etapa posterior al 11-S y a la crisis económica de 2007-2011, primer síntoma de la descomposición del sistema económico mundial globalizado, ni todo lo que ha seguido a la pandemia, ni lo que nos espera cuando la Cuarta Revolución Industrial muestre sus efectos más dramáticos sobre la sociedad y termina por reordenar el mundo. Lo que salga de esta reordenación, inevitablemente, tenderá a una forma piramidal, con una cúpula muy pequeña y una base homogénea gigantesca.

Pero, en cualquier caso, tanto la cúpula como todo lo que está por debajo, obedecerá a los mismos rasgos: una humanidad que ha cortado cualquier vínculo con lo superior (que ni siquiera es capaz de suponer qué significa el “supramundo”, ni siquiera a través del prisma de la religión), que solamente es capaz de considerar como “religioso” a un conjunto de doctrinas inorgánicas y, a menudo incoherentes, en las que se deposita la “fe” (el transhumanismo, ya hoy “primera religión” en Silicon Valley y, de forma más amplia, la tecnología), con los “de arriba” dedicados a multiplicar sus beneficios y los “de abajo” a sobrevivir, con una desvalorización creciente de todos los valores y un proceso general de pérdida de identidades, especialmente culturales, y una destrucción sistemática de cualquier resto de institución tradicional (trabajo que tratan de acelerar las “Agendas” mundialistas emanadas de las instituciones internacionales y remitidas a los gobiernos nacionales como de obligado cumplimiento).

En estas circunstancias, el realismo sugiere que el “fin de los tiempos” está próximo (o, más concretamente, el fin de esta civilización) y, en cualquier caso, no es posible hacer gala de ningún optimismo en cuanto a las posibilidades de revertir el fenómeno. La desproporción de fuerzas es tal, que aquellos que proclaman su adhesión a los principios tradicionales, carecen por completo de bases sociales, de instituciones y de recursos suficientes sobre las que sostener su acción. A pesar de que el proceso de destrucción de todos los valores y su sustitución por los contenidos en las “Agendas” mundialistas, encuentra cada vez mayores resistencias, no hay que hacerse ilusiones: el destino final de un alud, una vez desencadenado, no es pararse a mitad de camino, sino arrasarlo todo. Más que oponerse al desplome que se avecina, el sentido común aconseja la necesidad de prepararse para el día después del advenimiento de “La Bestia sin Nombre”.

Creo que estas anotaciones eran necesarias, en la medida en que los tres ensayos de Evola y la propia introducción de De Turris, debían ser completadas con notas sobre el aquí y el ahora.

Ernesto Milà

Sant Pol de Mar, enero de 2023.