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miércoles, 30 de octubre de 2019

¿Qué queda hoy de Ramiro Ledesma?


Ochenta y tres años son muchos como para que el tiempo no haya desgastado y difuminado el recuerdo de uno más del medio millón de muertos de la última Guerra Civil. Y, sin embargo, hay algunos que nos resistimos a pasar página y dejar atrás la figura de Ramiro Ledesma. Lo más terrible de aquel fusilamiento fue que dejó en la incógnita lo que hubiera sido su vida intelectual posterior y, por otro lado, dio pie a malas o malísimas interpretaciones de su obra, que iban paralelas a exaltaciones y retórica tanto o más ridículas.

Ramiro Ledesma era “fascista”, claro está que entendía el fascismo de manera genérica como una tendencia internacional “de las juventudes” que había que adaptar en cada país: patriotismo + justicia social. La síntesis que él creó para España se llamó nacional-sindicalismo. Ni siquiera hoy el nombre resulta comprensible en un momento en el que la tercera revolución industrial se solapa con los inicios de la cuarta, mientras que el sindicalismo fue la forma de organización de los trabajadores mientras duró la segunda revolución industrial, para ser hoy un simple arcaísmo sólo apto para mantener a unos “interlocutores sociales” subsidiados, que representan muy poco.

Era diferente, claro está, en los años 30, cuando la CNT era el sindicato mayoritario en Cataluña y Andalucía y estaba separado por unos pocos miles de afiliados de la UGT. Y la CNT era el “sindicalismo revolucionario apolítico”. Así que se trataba de “politizar” a las masas obreras. Ramiro Ledesma no fue el único en intentar ganarlas para su causa. Todo el nacionalismo catalán de la época había intentado otro tanto (y fracaso, igualmente). Los únicos que lograron controlar el sindicato, para su desgracia, fue la FAI que logró incluso invertir los términos: no fue el nacionalismo catalán el que logró conquistar al sindicato, sino el sindicato el que logró que, durante los 10 primeros meses de guerra civil, la Generalitat comiera de la mano de la CNT-FAI. Por entonces Ledesma ya había sido fusilado en Aravaca.

Ledesma, por cierto, no había sido el padre de la consigna de “nacionalizar a la CNT”. Su conocimiento del alemán le permitía estar al corriente de lo que se cocía en Alemania desde finales de los años 20 y era inevitable que aquella consigna de “nacionalizar a la clase obrera alemana” lanzada por Adolf Hitler, resonara en sus oídos. A fin de cuentas, cuando José Antonio Primo de Rivera viajó a Italia poco antes del mitin del Teatro de la Comedia, el propio Mussolini le aconsejó que contactara con Ángel Pestaña para integrarlo en su proyecto político (detalle que demuestra el interés y la información que poseía el Duce sobre el movimiento obrero europeo; el detalle lo aporta Ángel María de Lera en su biografía de Pestaña, transmitido por el propio biografiado que cuando explicó cómo había ido la entrevista con José Antonio).

Hasta última hora, Ledesma mantuvo en pie su idea de “nacionalizar a la CNT” y, de hecho, tal era la intención de su última aventura editorial “Nuestra Revolución”. A 83 años de su fusilamiento, parece evidente que, de todos los temas que propuso en su época, éste no ha sido de los que conservan más actualidad.

En las biografías de Ledesma aparecen cinco “actividades profesionales”: “filósofo, político, escritor, ensayista y periodista”. Efectivamente, fue todo eso, pero no en el mismo grado y, por lo demás, habría que especificar qué tipo de político fue, porque su historial nos revela que no tuvo nada que ver con el político al uso tal como se entendía en la época. Ledesma fue, especialmente doctrinario y estratega.

Lo primero nos induce a plantear qué queda de la “doctrina” enunciada por él enunciada. Es simple: su patriotismo que viene acompañado de una “cualidad”, es un “patriotismo crítico”. No se limita a cantar las glorias, reales o míticas del pasado, sino que apunta a solventar los problemas y las carencias de España en aquel momento histórico.


En este terreno, cabe decir que, después suyo, salvo la polémica entre Calvo Serer y Antonio Tovar sobre “España sin problema” o “España como problema”, no ha existido ningún intento de revisión del patriotismo español como la realizada por Ledesma. Quizás ese sea el problema que sufre hoy el patriotismo español: que no ha vuelto a tener intérpretes, ni ser objeto de revisiones en un momento en el que la historia lleva unas décadas acelerada. La revisión de Ledesma en su Discurso a las Juventudes de España esta, ciertamente, lastrado por el espíritu de los años 30, pero el “patriotismo crítico” sigue siendo, en estos momentos, la única forma de ser razonablemente “patriota”.

Y luego está el otro aspecto, el de “estratega”. Ledesma era a principios de los años 30, uno de los pocos españoles que se había leído La Técnica del Golpe de Estado de Curzio Malaparte y conocía al dedillo la evolución del NSDAP y sabía que elementos habían aportado pujanza al nacional-socialismo. Sabía que lo esencial no era generar brillantes ideas, sino cómo traducir estas en políticas de Estado y, para eso, había que construir un movimiento político utilizando las piezas dispersas que figurasen en el tablero. Y eso hizo en los últimos momentos de la Dictadura cuando concibió la idea de llevar a la práctica en nuestro país aquello por lo que, primero Giménez Caballero le había ilustrado y que luego él mismo fue capaz de asimilar.

¿Y cuál era la “estrategia” de Ledesma? La de “construcción del partido” en torno a un núcleo duro que fuera ampliando su radio de acción. Todo fue bien hasta la crisis generada a finales de 1934 cuando la ampliación de ese radio de acción pasaba, simplemente por integrar a Calvo Sotelo en Falange o trasladar el proyecto a otra sigla. La “escisión de los jonsistas” fue negativa para el partido de José Antonio, pero extremadamente buena para el nacional-sindicalismo. El período de reflexión, hasta que ambos reconstruyeron la relación a lo largo de 1936, generó un texto de referencia, sin duda el documento más brillante emitido por aquella área política durante el período republicano: el Discurso seguido por las dos Digresiones sobre el destino de las juventudes. Textos para la posteridad.

Leer toda aquella literatura, en el 2019, puede aportar poco en sí misma. Nos indica solamente cómo fue una época y cómo Ledesma trató de influir sobre su tiempo. Ochenta años después, las técnicas políticas son completamente diferentes, los procesos de “construcción del partido” se realizan con otras técnicas, lo que Malaparte pudo sugerirle en su libro es hoy, en cualquier caso, irrealizable. Y las obras doctrinales de Ledesma o su nacional-sindicalismo ideado para una situación de pujanza de la clase obrera y del sindicalismo revolucionario, ya no tiene sentido. Y, en lo relativo al “patriotismo crítico”, vale más como método de análisis, pues no en vano la época de los Estados-Nación ha periclitado.

Estas reflexiones, así como la percepción de que lo peor sobre Ledesma eran los intérpretes de su obra que creían poder arribarla a sus pequeños chiringuitos, fue lo que nos indujo una tarde en la que salir a la calle en Montreal suponía quedar congelado, a escribir una serie de ensayos sobre él, que se publicaron en los primeros números de la Revista de Historia del Fascismo, y que luego fueron recogidos en el volumen Ramiro Ledesma a contraluz publicado en 2014.

Lo que sobrevive de Ledesma, junto al “patriotismo crítico”, es la necesidad de un método en política, de una estrategia (plan general de operaciones para la conquista de un objetivo político). Si hoy vemos partidos que nacen, crecen y mueren en apenas 10 años, si vemos movimientos de masas lanzadas a la calle por sus mentores, pero sin esperanzas, es precisamente por que desconocen el “método” sobre el que solamente un filósofo matemático como Ledesma, podía establecer con conocimiento de causa. Pero, claro está, las respuestas a estos dos problemas, el “patriotismo crítico” y el “método”, que Ledesma teorizó en los años 30, no puede ser el mismo, en ningún caso, que el necesario hoy en España. Así pues, ni basta con leer escritos redactados hace entre 80 y 90 años, ni con conocer su biografía: es preciso tener la imaginación suficiente, la creatividad, la objetividad y la voluntad (siempre la voluntad, por encima de todo la voluntad) de adaptar “método” y “patriotismo crítico” a la mutación científico-histórico-social, en medio de crisis económicas derivadas de la globalización, que se nos viene encima en la próxima década.

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