INDICE GENERAL (en fase de elaboración)

jueves, 19 de octubre de 2017

CRISIS GENCAT: MAMÍFEROS – MAMONES – MAMONCILLOS


Me decía ayer un amigo que, desde el punto de vista racional, ciertamente el proyecto independentista ha fracasado, pero –apuntaba- el nacionalismo no es racional. Tenía toda la razón y lo comparto. En un juego tan racional como el ajedrez, un jugador entrenado sabe cuando ha perdido la partida, con cuatro incluso diez jugadas de anticipación. Un nacionalista no. El nacionalismo es un producto de los estratos emotivos y sentimentales del ser humano, tiene mucho que ver con el subconsciente y con el instinto territorial de los mamíferos (y en torno a la gencat hay mucho “mamífero”, desde luego).

LA LUCHA ENTRE LO ESPONTÁNEO Y LO DIFÍCIL

El nacionalismo, todo nacionalismo, es una forma de primitivismo. Tenía razón José Antonio Primo de Rivera (cuya mera mención da pie a “matar al mensajero”) en su artículo escrito hará como ochenta y tantos años, La gaita y la lira. Una cosa es el apego a la tierra natal, al terruño (algo que José Antonio y el carlismo español, por cierto, no condenan, sino todo lo contrario), algo que define como “lo espontáneo” y otra muy distinta sentirse miembros de una comunidad mayor, más amplia, dotada de una “misión y un destino” (lo que José Antonio llama “lo difícil”). Así pues, la existencia es una lucha “entre lo espontáneo y lo difícil”.

Este planteamiento queda confirmado en el nacionalismo catalán: es espontáneo en la periferia catalana, en las zonas rurales, en la costa donde los pescadores salen a la mar, en “la muntanya”; es algo menos espontáneo, e insertado por la “inmersión lingüística”, las subvenciones de la gencat a “su” sociedad civil y difundida machaconamente por TV3% y demás medios del mismo jaez. Pero, el nacionalismo catalán carece de “lo difícil”: el proyecto independentista se agota en la propia independencia confirmando así el planteamiento joseantoniano.

EL AGOTAMIENTO DEL PATRIOTISMO ESPAÑOL

No cantemos victoria, porque eso mismo es lo que le ocurre al nacionalismo español, que oscila entre el “patriotismo futbolero” y el “patriotismo constitucional”, como límites inferior y superior. Este es otra forma de nacionalismo “espontáneo”. El nacionalismo catalán tiene mitos históricos. El nacionalismo español tiene un pasado… e incluso unos doctrinarios de altura: pero con la generación del 98, el patriotismo español se detuvo su teorización. Si hasta ese momento, “lo difícil”, esto es, la atribución de una “misión y un destino” a la nación, era posible, a partir de los años 50, y no digamos de los 60, este principio se fue diluyendo.

Este fue el problema: que entre 1931 y 1970, el “patriotismo español” vio como la hierba quedaba segada bajo sus pies. La escuela maurrasiana (a la que pertenecía Ramiro de Maeztu, el principal teórico del patriotismo español en esos años) sostenía que la nación se basa en dos instituciones, el catolicismo y la monarquía. Ambas columnas eran las que “habían hecho Francia” y Maeztu demostró que también habían tenido arte y parte en la formación de las Españas. Pero el ideal monárquico se fue diluyendo en los 60 (incluso el carlismo que hasta entonces era un movimiento de masas combativas en algunas zonas, empezó a disgregarse y el viejo alfonsinismo nunca emergió de nuevo durante el franquismo salvo en los círculos de poder, no en las calles) y el Vaticano II apuntilló a la Iglesia Católica.

Por eso se entiende que cuando muere Franco en 1975, la justificante del patriotismo español ya no podía ser ni la defensa de la Iglesia, ni la monarquía… ¡sino la defensa del franquismo! Y eso explica que hoy, para muchos, no solamente en Cataluña, sino en el resto de España, patriotismo = franquismo, sea una ecuación real.

El franquismo era quien, a fin de cuentas,  quien había garantizado la unidad nacional en los últimos 40 años y había dado “misión y destino” al país: ¿misión? Alcanzar una sociedad desarrollada. ¿Destino? La monarquía. ¿Problema? Que una vez se alcanzó la “sociedad desarrollada”, las fuerzas económicas que se habían generado tomaron la iniciativa, y precisaban la integración en la Comunidad Económica Europea… para lo que era preciso una forma política democrática.

A partir de aquí, el patriotismo español quedó paralizado. Salvo los intentos de Calvo Serer (España sin problema) y Laín Entralgo (España como problema), hoy muy lejanos ya, después de Maeztu y de la generación del 98, el patriotismo español no se reformuló. Hoy siguen sin aparecer nuevos doctrinarios que se formulen la pregunta de ¿cuál va a ser el destino de España en el futuro? Acaso porque se trataba de una pregunta retórica que carece de respuesta. Así pues, dado que las respuestas aportadas por el franquismo, ya no eran válidas, ni realistas, aparecieron respuestas pedestres: ¿Qué cual va a ser el futuro? Que “la roja” gane todos los partidos o… que la Constitución garantice nuestra “unidad”.

EL PROBLEMA DE LA “DIMENSIÓN NACIONAL”

Lo cierto es que la “dimensión nacional” es un concepto que no hay que perder de vista. Hoy los “Estados Nación” ya no responden a las realidades de nuestro tiempo. El hecho de que el presupuesto del CERN o del Airbus, sean superiores al presupuesto de cualquier nación de tamaño medio, es significativo. Para afrontar los retos de la modernidad ya no se puede recurrir al Estado Nación tal como lo hemos conocido hasta 1945. Hace falta alguna estructura más amplia. Y este sería el núcleo del debate: ¿alguna forma de Europa? ¿eurasia? ¿euroamérica? (como piensa quien esto escribe). Pero lo que está claro es que “lo espontáneo”, el pequeño nacionalismo de barretina, faixa, espardenyes y falç, eso vale para el folklore, para las festas majors, con sus castellers, sus grallers, sus gegants y sus sardanas… y para poco más.

La “crisis gencat” nos ha aproximado al drama de nuestro tiempo: la lucha entre la irracionalidad absoluta del independentismo (que no dispone de un solo argumento sostenible desde el punto de vista racional e incluso desde una perspectiva mínimamente razonable) y la irracionalidad relativa del “patriotismo constitucional” que se obstina el querer considerar como vigente algo que desde hace mucho tiempo está superado por la historia. Y lo mismo ocurre con abordar el problema desde posiciones “franquistas”: ni existe una Iglesia Católica de la que España pueda ser “escudo y defensa”, ni que pueda “guiar los pasos de la Nación”, ni el “desarrollismo” puede ser considerado como objetivo realista en una economía globalizada.
Por lo demás, ya lo hemos dicho en muchas ocasiones: el “patriotismo constitucional” es poco, el “independentismo” es nada. ¿Y eso por qué? Simplemente, porque la historia no da marcha atrás: los condados medievales, se agruparon en “regiones”, las “regiones” en “Estados-Nación”, ¿por qué? Simplemente, porque en cada época, las necesidades son cubiertas por una u otra dimensión. En la actualidad, la “dimensión del Estado-Nación” es pequeña, no digamos lo que supondría una “micronación”: mera calderilla.

EL TRIPLE ROSTRO DEL INDEPENDENTISMO

El independentismo, tal como se presenta en la actual crisis tiene un triple rostro:

- por una parte, el rostro de “lo expontáneo”, gente que se siente arraigada en su tierra y cuya visión no llega más allá del terruño. Es comprensible e incluso aceptable. Hay mucha gente así en la Cataluña interior, la muntanya y las zonas de pescadores.

- por otra parte, el rostro de “lo interesado”, compuesto por funcionarios de la gencat, pequeños empresarios, tejido social amamantado por las ubres de la gencat y que quiere más autonomía (especialmente económica) para poder “pillar” de lleno, tal como ha demostrado la historia de la gencat desde 1932 hasta nuestros días.

- finalmente, el rostro de “lo irracional”, formado por una mezcla de alucinados, futboleros del Barça, productos de la inmersión lingüística que no se sienten competitivos más allá de las cuatro paredes de la nacioncilla construida por la gencat, no entienden los cambios de la modernidad y reaccionan como corresponde a su situación psicológica y sociológica: agresivamente.

El primer grupo es el único al que puede reconocerse sinceridad: en ellos se manifiesta el “instinto territorial” de los mamíferos superior. Son los “mamíferos” (que podemos llamar también “auténticos”, porque creen y viven su identidad con el terruño).

En los segundos, ese instinto ha pasado a ser el de los “mamones” (los que maman de la teta de la gencat).

Los terceros son meras víctimas del adoctrinamiento, la crisis económica y los cambios de la modernidad (los podríamos calificar de “mamoncillos”). Viven en ciudades y pueblos de tamaño medio, mezcla de hooligans futboleros, clientes de club de cannabis, inadaptados poco competitivos que no han logrado insertarse en el primer tercio de la “sociedad de los tres tercios” y prefieren no ver el futuro, sino generar “ruido” en el presente.

Los tres son estados psicológicos: el de los “auténticos”, el de los “vividores”, el de los “intoxicados”, respectivamente. Los “vividores” han dirigido la gencat hasta ahora. Son los que han manipulado sus recursos económicos y educativos. Del adoctrinamiento generado por estos vividores, han emanado “los intoxicados" (y/o “mamoncillos”). En cuanto a los “maníferos”, nada más fácil que manipular los sentimientos de gentes sencillas. CiU es lo que ha hecho en los últimos 40 años, terreno en el que hoy compite con ERC.

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