De tanto en
tanto, vale la pena recordar algunos elementos que se dan por supuestos o que
se vienen repitiendo casi como tópicos. Recientemente, al elaborar un dossier
de la Revista de Historia del Fascismo sobre Joven Europa, hemos podido
recordar algunas ideas que ya teníamos en 1969, pero sobre las que no hemos
insistido suficientemente. Hoy, estas ideas -como veremos- se dan por supuestas
en unos casos y en otros por inaplicables. Constituyen la “madre de todas las
crisis”, al menos en nuestro marco geográfico. Vale la pena enumerar estas
ideas:
1) La “dimensión”
de los actuales Estados-Nación, desde finales de los años 30, ya no están en
condiciones de soportar los retos históricos. En los años 20, algunos
doctrinarios empezaron a advertir este problema -aparecieron las ideas “paneuropeas”
y en los años 40, al menos en el Ministerio de Asuntos Exteriores del Reich ya
se hablaba del “nuevo orden europeo”. El desenlace de la Segunda Guerra Mundial
y la “Guerra Fría” que siguió, dieron la razón a los que opinaban que se había
entrado en una nueva fase histórica en la que el protagonismo recaía en “los
bloques”. Así pues, España, Francia, Italia, Alemania, a partir de ese momento,
ya no estarían en condiciones de mantener su independencia y soberanía
nacionales, su subsistencia, su defensa nacional, su misma economía, si no
encontraban modos de cooperación continental, a la vista de que el espacio
político-histórico de las viejas naciones europeas era, el espacio continental.
Así pues, era preciso, superar los “nacionalismos” relacionados con estas
viejas naciones, en beneficio de un “nacionalismo europeo”, o, mejor aún: de la
idea de Imperio Europeo (en la medida en que siempre, en Europa, más haya del
Reino y del Estado-Nación, existía la idea Imperial como su culminación).
2) Entre 1945
y 1977, el modelo político anglo-sajón, el parlamentarismo, se exportó y
triunfó definitivamente en toda Europa Occidental. Los dirigentes políticos
europeos de esas tres décadas, a veces con reticencias y otras con un optimismo
desmesurado, iniciaron la “construcción de Europa” que se concretó, primero, en
la Comunidad Económica Europea y luego en la Unión Europea. Pero esta
construcción se detuvo a principios del nuevo milenio y hoy, esta institución, en
lugar de garantizar la libertad y la integridad, la prosperidad y la
competitividad europea, se ha convertido en un lastre para todas las naciones
del continente. La UE no pasa de ser la “pata europea” del sistema mundial
globalizado que afecta, de manera particularmente negativa, al continente y a
cada una de sus naciones.
3) Cuanto más
grande es un “espacio de convivencia”, más planificación técnica, a medio y
largo plazo, requiere. Sin embargo, el sistema político impuesto en todos
los países europeos -el parlamentarismo- es absolutamente incapaz de realizar
esta tarea. De hecho, la crítica que se formuló en los años 20 y 30 a este
sistema, sigue sin ser superada. Las cosas se entienden mucho mejor si se tiene
en cuenta que el parlamentarismo y la partidocracia (en la que,
inevitablemente, desemboca), están íntimamente vinculados al nacimiento del
capitalismo y a su desarrollo.
4) El
principal problema que plantea un sistema así es que los intereses económicos
de una parte, priman sobre los intereses políticos de la mayoría. Especialmente
desde los años 80 se viene fetichizando el “mercado”, la “libre concurrencia”,
las “privatizaciones”, todos los fundamentos del liberalismo salvaje, son los
que dominan la economía y lo que nos ha llevado a la globalización. Los trusts,
los carteles, los monopolios reales, los fondos de inversión, los poseedores
del capital, para rentabilizar al máximo sus beneficios, son los únicos y
verdaderos gobiernos, los que deciden el destino de los pueblos. Esto, un
gobierno real que nadie ha elegido y que solamente representa sus propios
intereses, es el resultado.
Podemos resumir
así estos cuatro puntos:
- Nueva fase
histórica de superación de los Estados-Nación.
- Estancamiento y
fracaso de la Unión Europea.
- Incapacidad de
la partidocracia para guiar a los pueblos en esta nueva fase histórica.
- Contradicción
entre el sistema político y el sistema económico.
Existen otros problemas
secundarios:
- las
cuestiones geopolíticas: la geopolítica es una ciencia auxiliar de la
política, inclina, pero no condiciona la vida de los pueblos. Habitualmente,
sirve solamente para justificar los deseos expansionistas de tal o cual grupo
dirigente y, por lo general, más que de “geopolítica”, cabría hablar de “geoeconomía”.
- las
cuestiones ecológicas: por definición, la ecología es la preservación del
medio ambiente, pero no existe posibilidades de aplicarla cuando los intereses
económicos dirigen y se superponen a los intereses políticos (la ecología
solamente puede ser aplicada y practicada desde el Estado)
- los
problemas étnico-culturales: básicamente son dos, por un lado, la
demostrada imposibilidad histórica de que dos comunidades étnicas separadas por
una brecha antropológica y cultural, convivan en un mismo territorio, vinculado,
por otro lado, al empobrecimiento cultural de Europa con la idea del “mestizaje”
y de la “fusión de cultural”. Se trata de un problema fácil de resolver: basta
con impedir las migraciones y trasvases masivos de población.
Si se acepta la
realidad y prevalencia de las cuatro primeras cuestiones, se reconocerá que los
problemas geopolíticos, ecológicos y etno-culturales, son menores y deberían solucionarse
por sí mismos, en cuanto se resolvieran las “grandes cuestiones”. Y este es el
problema:
1.- La funcionalidad
de las naciones-estado ha desaparecido por completo, sin embargo, lo que no ha
desaparecido son los nacionalismos. No existe una fuerza movilizadora del
espíritu humano que apele a la idea europea. De hecho, cuando los partidos “populistas”
han movilizado su electorado, lo han hecho, recurriendo al nacionalismo y, para
ellos, la idea y la conveniencia de Europa ocupa un lugar muy secundario.
2.- El
fracaso y el estancamiento de la EU corre el riesgo de arruinar la idea europea.
Es muy difícil, ahora mismo, ser entendido por las masas, cuando se proclama que
“Europa es nuestro futuro”. Cuando se habla de “Europa”, resulta inevitable
pensar en la Unión Europea, esa estructura burocrático-administrativa que,
empezó siendo tecnocrática y ha terminado siendo un reducto de funcionarios
grises al servicio de grupos económicos, convertida en parte de la
globalización.
3.- Los
sistemas democrático-liberales, en la práctica parlamentarismos partidocráticos,
carece en este momento de alternativas. A diferencia de en los años 30 del
siglo XX, donde la alternativa a la partidocracia era el corporativismo, en las
últimas décadas hemos asistido progresivamente a la destrucción de “corporaciones”
y formas tradicionales de organización, a la devaluación de los sindicatos, y a
la desaparición de los “cuerpos intermedios de la sociedad” que hacían posible
pensar en organizar la sociedad en función de tales estructuras.
4.- Las
grandes acumulaciones de capital y los intereses de los carteles económicas tienen
tales niveles que los hacen intocables. Cuando se piensa que en la
actualidad, programas espaciales que hace solamente 20 años solamente podían
ser desarrollados por los Estados más potentes, hoy están al alcance de
fortunas caprichosas, o que solamente en 2021, el cartel de las farmacéuticas
ha ganado 60.000 millones de euros con el covid, o que existen fondos de
inversión con presupuestos más altos que algunos Estados, se percibe con
claridad, porqué la economía domina sobre la política y porqué es fácil comprar
y vender, elevar o hundir el valor de rentabilidad de un político o de una
opción.
Así pues, esto nos lleva a una primera conclusión bastante decepcionante y que tiene mucho que ver con lo que René Guénon decía en El reino de la cantidad y los signos de los tiempos: Estamos asistiendo a un proceso de “solidificación” del mundo. Imprimir cualquier cambio de rumbo en la política, en la economía o en la sociedad, ya no está al alcance, ni de un gobierno, ni de un movimiento político, ni siquiera de un grupo de presión. Esto es lo que permite la instalación de concepciones del mundo que tienden a la “resignación” y a la inhibición de cualquier actividad política o social que tienda a lograr un cambio en la trayectoria social.
En estas circunstancias resulta aceptable, cesar cualquier
tipo de iniciativa e interés en el mundo exterior, para concentrarse únicamente
en el mundo interior. El principio de los que aceptamos “cabalgar el tigre” es el
siguiente: “ya que no es posible ninguna acción exterior de ruptura y
rectificación, mejor concentrarse en la propia interioridad, crear allí
pequeños espacios de libertad y bienestar y formar círculos subterráneos destinados
a operar a muy largo plazo”.
Esta posición es
justa, pero incompleta si no se define con más precisión.