Estos días se ha
dicho casi todo sobre ETA y sus diez años del fin de la organización. “Casi
todo”, no quiere decir todo. Quiere decir que los partidos han dicho solamente
lo que les interesaba para beneficiar su estrategia y que las víctimas han
tenido que espabilar para tener voz propia. Porque en los últimos años,
cualquier voz que se ha alzado en algún partido político sobre este tema, ha
sido -como en todo lo demás- interesada. Vamos a recordar algunos aspectos a
los que no se ha dado suficiente relevancia.
ETA ESTABA VENCIDA
EN 2006
El principio
fundamental de la acción contra una banda terrorista es éste: “cuando una
banda está a la defensiva solamente hay que acentuar la presión para que
desaparezca”. Y ETA estaba a la defensiva desde 1999. Esto se ha
cumplido en todo el mundo y en todas las bandas terroristas. No hay
excepciones. Pero el caso español, y el de ETA, si son excepcionales porque
es el único caso en la historia en la que un gobierno de un Estado democrático
occidental se sienta en la mesa de negociaciones con un adversario que está absoluta,
total y completamente vencido, sin ninguna reserva ni restricciones.
En efecto, ETA siempre
fue por detrás de las tecnologías antiterroristas. En 2006, ya era evidente que
el sistema de vigilancia automático por cámaras de vídeo le impedía dar los
golpes impunemente: gracias a estas redes de cámaras era posible comprobar
quién había puesto el coche bomba, por dónde había pasado, incluso dónde se
había puesto la capucha para asesinar. Además, la geolocalización empezaba a
dar buenos frutos en la lucha antiterrorista. Y ETA, en esto, de las nuevas
tecnologías siempre llegó tarde. El primer ordenador en la banda aparece
mucho después de que se generalizara su uso en la sociedad. Pero hay más.
ETA, en 2006
estaba como un gruyere hasta el punto de que a etarras de nuevas hornadas como Mikel
Garikoitz Aspiazu (a) “Txeroki”, les fue necesario construir una estructura
clandestina paralela ante la sospecha de que la infiltración llegaba hasta la
cúpula de la banda. Así se explica el que, absolutamente todas las nuevas
promociones de ETA (especialmente a partir de 2003-2004) fueran
sistemáticamente detenidas por la policía, incluso antes de haber cometido ningún
atentado.
EL MISTERIO
DE LOS “ETARRAS NO DETENIDOS”
El que suscribe,
ha pasado unos años de su vida en la clandestinidad y está familiarizado con el
proceder y los medios policiales que, por lo demás, ha estudiado, analizando
distintas organizaciones terroristas y/o activistas. Tanto yo, como cualquier
persona que se haya tomado la molestia de estudiar el fenómeno terrorista, sabe
que cuando en una organización caen sistemáticamente todos sus miembros a
poco de incorporarse y sus cúpulas, el delator, el confidente, el chivato, el traído,
es, precisamente aquel que nunca resulta detenido. Sería fácil señalar
quién colaboró -y por qué- en la última fase de ETA en la desarticulación de
más y más comandos.
Así mismo, es
suficientemente conocido y se acepta que la policía tiene el poder de modificar
las relaciones de poder en el interior de una banda terrorista, deteniendo a
miembros de una tendencia y haciendo la vista gorda ante otros. No cabe duda,
por ejemplo, que en el momento en el que ETA decidió proclamar la “última
tregua” en 2006, a partir de ese momento, la policía hizo todo lo posible,
siguiendo las órdenes del ministerio del interior, para detener SOLAMENTE a los
miembros de ETA contrarios a la negociación y procurar que la camarilla
favorable, tuviera en todo momento el control de la banda. ¿O es que
alguien que conociera a la banda va a tener el valor de negarlo?
A partir de
estos dos últimos párrafos -que es fácil aceptar dado que están avalados por
algo tan elemental y milenario como las leyes de la lógica aristotélica- es
inevitable aceptar que, el único miembro de la banda que gozó de libertad en
la fase final de ETA y al que la policía evitó detener y, en cambio, consiguió
-inexplicablemente- localizar a los miembros de la cúpula que se oponían a la
negociación, fue, digámoslo ya, José Antonio Urritikoetxea Bengoetxea (a) “Josu
Ternera”.
EL ETARRA
SETENTÓN Y ENFERMO
Es fácil
explicar los motivos de “Ternera”: en 2008 se difundió la noticia de que padecía
un cáncer terminal. Necesitaba asistencia médica que no se da en un piso franco
y con un matasanos abertzale. Sigue viviendo, por tanto, es evidente, que
recibió ese tratamiento médico. Ternera, vale la pena no olvidarlo, es
quien dio las órdenes de cometer el atentado contra la Casa Cuartel de la Guardia
Civil de Zaragoza, con once muertos, de los cuales cinco eran niños.
Ternera estaba
en ETA desde finales de los años 60. Entonces tenía 19-20 años. Era fácil ser
idealista en aquella época e, incluso, aunque costaba algo más, matar por ese
idealismo. Pero en los cincuenta años siguientes, aquel idealismo se fue
apagando y debió serle inevitable el choque con la realidad: y la realidad era
un cáncer de estómago, un hijo cuarentón y la certidumbre de que estaba en la
última fase de su vida y no era cuestión de pasarla en clandestinidad, o morir
en cualquier hospital penitenciario. No es raro que “Tercera” fuera partidario
de la negociación en cuando supo el diagnóstico médico y es casi obligado
pensar que fue él quien empezara a filtrar información a la policía a cambio de
su inmunidad y con la promesa de acabar con el siniestro circo de atentados.
Esto dio buen
resultado gracias a que las bombas del 11-M llevaron a la Moncloa a un individuo
cuyas ideas políticas no pasaban de ser un buenismo ingenuo-felizote, inspirado
por las lecturas de El Correo de la UNESCO. Al llegar, ZP a la
presidencia, se propuso, claro está, hacer todo para que la “paz” fuera
restaurada en España… Y así llegamos al punto culminante: ETA, policialmente
derrotada, arrinconada, exangüe, con cientos de etarras en la cárcel acumulando
condenas, con el “frente político” semiparalizado, es REDIMIDO, por José Luis
Rodríguez Zapatero, justo en el momento en el que el último etarra estaba a
punto de ver como se cerraba la puerta de la prisión a su espalda. ZP transmutó
las anteriores victorias policiales sobre ETA en derrota política de todo un
Estado. La estupidez de un estúpido operó el milagro.
Alguien dirá:
“Sí, pero José Ternera está hoy detenido”. Si, fue detenido el 18 de
mayo de 2019 en Sallanches (Francia). ¿Han oído ustedes aquello de que “Roma no
paga a traidores”? Porque una vez liquidada ETA formalmente, el principal
artífice de la desintegración de la banda, ya no tenía nada que ofrecer, ni
nada para garantizar su inmunidad, ni ningún ministerio del interior se
sentiría ligado -si quería mantener un mínimo de prestigio y autoridad- a las
promesas dadas anteriormente al hombre que ordenó el atentado al cuartel de la
Guardia Civil en Zaragoza.
Créanme: cuando
las victorias policiales se encadenan de manera inexplicable, una tras otra,
contra un solo sector de un grupo terrorista, es que, además del trabajo
minucioso de investigación, alguien en la cúpula está dando informes
interesados. Este elemento se suele eludir en todas las informaciones y
documentales dados estos días sobre el fin de ETA. Pero hay más.
EL “TESORO DE ETA”
Se entiende que “Josu
Ternera” quisiera estar al frente de ETA y liderar su liquidación. Porque la
pregunta final es: ¿Dónde ha ido a parar el “tesoro de ETA”? Después
de cinco décadas de atracos, robos, extorsiones, secuestros, etc., ETA acumuló
un patrimonio no desdeñable que, recientemente Miquel Buena, catedrático de
economía por la Universidad de Madrid, ha cuantificado en 205 millones de euros.
No vamos a entrar en los 255 millones que el mismo Buesa calculó que ha
recibido el “movimiento de liberación vasco” en subvenciones o los ingresos
procedentes de empresas y cooperativas creadas por ETA (incluidas las modestas
herrikotabernas). ETA ya no existe, se han destruido unas cuantas pistolas herrumbrosas
y algunos fusiles de asalto ya obsoletos, se ha proclamado la “paz” y la
disolución de ETA… pero nadie ha hablado, ni investigado, ni establecido,
dónde está el “tesoro de ETA”, es decir, tanto el remanente que le quedó a la banda
después de alquilar pisos francos, comprar armas, pagar salario mínimo a los
liberados, etc. Tampoco nadie se ha preocupado de investigar los beneficios
procedentes de las empresas creadas por ETA desde la transición, ni a dónde van
a parar esos beneficios. Y es importante.
Es importante
porque las sentencias judiciales establecen, además de penas de cárcel para los
culpables, indemnizaciones para sus familiares, para el propio Estado y costas
de los procesos. ETA, que nosotros sepamos, ni ninguno de sus ex presos, ha
pagado nunca ni un euraco de todo esto. Se entiende “Josu Ternera” quisiera
ser el “último etarra”: era una forma de disponer de el “tesoro de ETA” y evitar
lo que ocurrió en Irlanda después de que se produjera tras el cese de actividad
del IRA: en efecto, los “patriotas irlandeses” se mataron por el control de
los fondos de la organización.
Buesa, el pasado
23 de octubre siguió desgranando los “perjuicios económicos” que causó ETA. Evaluó
a los “damnificados” por los atentados y crímenes de ETA en 8.570 millones de
euros y causó unas pérdidas a la economía del País Vasco de 214.000 millones. Amén,
claro está, de la sangría demográfica: hoy, el País Vasco, tiene en torno a
2.100.000 habitantes, pero, desde 1980, han emigrado aproximadamente 500.000
personas por amenazas, pérdidas de puestos de trabajo, cierres empresariales,
traslados de empresas, etc. Así pues, en la actualidad, aquella región debería
de tener 2.600.000 habitantes de no haber existido ETA.
Por todo ello, resulta
grotesco que el pedrosanchismo se conforme con un simple reconocimiento del “dolor”
causado a las víctimas y a sus familias, y, a partir de ahí, acepte que sea la “no
España” (es decir, los grupos independentistas) quienes tengan en sus manos el
destino de los presupuestos del Estado y la misma trayectoria del gobierno.
Y mucho más grotesco aún es que los “medios de comunicación” hayan conmemorado
este “décimo aniversario” de la disolución de ETA, sin tratar de esclarecer NINGUNO
de los aspectos más oscuros de la última parte de la banda.
Y a falta de datos objetivos, concretos, la lógica nos dicta lo que acaban de leer.