Hay cosas de las
que no estoy muy seguro que valga la pena hablar. Por ejemplo, la reforma
radical del gobierno llevada a cabo por Pedro Sánchez de la que se tiene
noticia desde el pasado sábado. Todo lo que haga el personaje será solamente
para mantenerse a flote, a despecho de cualquier otra consideración. Los
analistas dicen que Sánchez ha remodelado el gobierno para preparar candidatos
para las próximas elecciones autonómicas (a la vista de que todo aquel que sale
en televisión -y los ministros se prodigan en los medios- parte con ventaja para
cualquier elección). Yo digo que no, que eso supondría que Sánchez pensaba en
su partido o en elecciones autonómicas. Y no: Sánchez piensa solamente en él
mismo y en cómo diablos podría eternizarse en el poder.
Los ministros
cesantes pertenecen a tres grupos:
- Los antipáticos: si el rostro es el espejo del alma, Carmen Calvo tiene aspecto de mujer amargada, lo que hiciera o dejara de hacer, parecía aumentar su acritud y antipatía; José Luis Ávalos es el tipo de individuo al que uno jamás le compraría un coche de segunda mano, su rostro mismo, en efecto, genera desconfianza desde el primer momento que aparece en pantalla; Iván Redondo es una especie de Fouché que caía mal a todo el mundo, especialmente a la prensa que, en los últimos tiempos se ha preocupado mucho por él y presentado por Sánchez como el responsable del hundimiento del PSOE madrileño.
- Los fracasados: Arancha González Laya era evidente que no iba a sobrevivir no tanto a la crisis migratoria con Marruecos como al ridículo de la “entrevista” de 20 segundos entre Biden y Sánchez; Isabel Celaá ha seguido la tónica de los titulares socialistas en educación: hacer todo lo posible para que el sistema de enseñanza colapse definitivamente y siga siendo un almacén de niños díscolos mientras trabajan sus padres.
- Los anónimos: son aquellos ministros de los que se esperaba mucho y que han pasado completamente desapercibidos, sin que logremos recordar de alguno ni su nombre, ni su cargo. “El astronauta” ha pasado por el ministerio casi de puntillas; ¿quién había oído hablar de Rodríguez Uribes ministro de “cultura y deportes” o de Juan Carlos Campo ministro “de justicia”?
Sánchez, una
vez más, se ha equivocado, porque la suma de antipáticas, fracasados y
anónimos, no es, ni con mucho, lo peor de su gobierno. Si existiera una
cuarta categoría, la de los “ridículos”, caracterizados por sus iniciativas
absurdas, su falta de capacidad en la gestión, sus metidas de pata y su estulticia
consuetudinaria, ahí irían a parar casi todos los ministros aportados por
Unidas Podemos. Nos gustaría saber, aparte de por el blindaje garantizado en el
“pacto de acero” suscrito por Sánchez
con Podemos, cómo es posible que siga en el gobierno una desequilibrada
obsesionada con el feminismo más agresivo y desternillante como Irene Montero,
o cómo la metedura de pata de Garzón animando a comer forraje y a desterrar la
carnaca no le ha costado la defenestración de Consumo, o la única ministra
miembro de un “Partido Comunista” que tiene un cargo en Europa, inexplicable si
tenemos en cuenta que ni siquiera es capaz de explicarse de manera inteligible;
sin olvidar que todos estos ministerios han sido creados exprofeso para que
los de Podemos tuvieran cargos: Derechos Sociales con la Belarra ¿no podría
integrarse en cualquier otro ministerio? ¿Y qué pinta un “ministerio de
universidades” existiendo un ministerio de enseñanza? ¿Puede existir al frente
de algo tan inútil como el “ministerio de consumo” un tontorrón de pocos vuelos
y mucha ignorancia? ¿no sería más razonable disolver todos estos ministerios,
reconocer que fueron creados para que los de Podemos “no molestaran” y votaran
lo que Sánchez pidiera?
Muchos menos comprensible
es por qué algunos ministros más quemados que un bosque en vías de recalificación,
como el inefable Marlaska -el hombre de las copichuelas en Chueca en momentos
de máxima tensión-, o el ministro de asuntos sociales, que en realidad debería
llamarse “ministro de la inmigración masiva y la pérdida de identidad” como
Escribá, permanecen en el gobierno.
Lo de Marlaska
debe atribuirse a la presión del entorno gay de La Moncloa, a las preferencias
personales de Sánchez y a la creencia de que destituir a un ministro LGTBIQ+
menoscabaría el “prestigio” del colectivo. Lo de Escribá está mucho más claro:
es el hombre de la banca internacional en el gobierno. Eso lo explica todo.
¿Lo más chusco? El
nuevo “ministro de deportes”… Iceta no es, desde luego, el hombre más deportista
que poner al frente del departamento. Tampoco lo era en cultura, pero Sánchez
ha querido agradecer al PSC su apoyo en el tema de los “indultos”.
Pilar Alegría,
“diplomada en magisterio” (y que nunca ha ejercido como maestra) es la nueva
ministra de educación y, como tal, lleva a su hijo único a un colegio privado
(el Liceo Francés de Zaragoza, 5.000 euros por curso y 1.300 de comedor y 1.000
de transportes). Muy en línea con la anterior ministra, la Celáa, cuyos hijos
estaban matriculados en un colegio religioso.
Raquel Sánchez
Jiménez, alcaldesa de Gavá, abogadilla de pocos pleitos, llega al gobierno, no
desde luego por sus méritos en el gobierno municipal, sino por ser “secretaria
general de Políticas de la Mujer en el PSC”. Era evidente que este partido
pedía algo más que el tránsito de Iceta por ministerios de tercera división.
Ahora se trataba de colocar a una mujer del PSC en un ministerio más relevante:
Transportes. La Sánchez podía alardear de que en Gavá había “regulado los
alquileres”… sin olvidar que también aprobó el Plan de Ponent, verdadero
“pelotazo inmobiliario” en la zona.
Otro de los
ministerios de primera división, el de exteriores, ha ido a parar a José Manuel
Albares, un antiguo amiguete de Pedro Sánchez, premiado hasta ahora como
embajador en París. Por su parte, la valenciana Diana Morant ha sido premiada
por el pago de 10 años de cuotas al PSOE, y aquí si que estamos hablando de una
candidata que da un perfil mucho más agradable para unas futuras elecciones
autonómica que el del actual, Ximo Puig, que desde la peluca, hasta su falta de
cintura política, promete eclipsarse al término de esta legislatura. Alcaldesa de Gandía, es ingeniera técnica y
esa titulación justificaría su presencia al frente de Ciencia e Innovación, si
no fuera porque apenas ha ejercido su profesión.
Isabel Rodríguez
que va a “política territorial”, es otra de las más sensibles a la “igualdad de
género”. De ella, lo poco que se sabe es que aspira a “una sociedad más
igualitaria y cohesionada”, que siempre, claro está, es mejor que alguien que
aspire a una “sociedad más injusta e incoherente”, pero que no es decir mucho,
sino repetir un tópico. Su historial es breve: otra abogadilla sin más historia
que la de ingresar en el PSOE en 2004. No ha trabajado en otra cosa que en
cargos públicos.
Y, finalmente,
está el “machito” de la remodelación, Félix Bolaños, el único rostro de
“ministro” varón nuevo que va para Ministro de la Presidencia. Adivinen qué
estudió: derecho, of curse. Ejerció la abogacía entre 1998 y en 2005
ingresó en el Banco de España. Fue uno de los encargados de muñir el acuerdo
con Podemos (felicidades, por cierto, es quedó precioso), también fue uno de
los responsables de la política del gobierno durante la pandemia (otra muestra
de “excelente gestión”) y fue el responsable de aquel extraño acto, entre
chamánico y grotesco, para honrar a los muertos en la pandemia el 16 de julio
de 2020.
En resumen:
un gobierno cuyos ministros ponen el contador a cero, de momento no están
quemados. La función de este gobierno es hacer tabla rasa y borrar todos los
deslices, las mangantadas y las metidas de pata que se puedan atribuir a
Sánchez, de cara a preparar las próximas elecciones generales. Nadie le
podrá achacar a Sánchez el haber mantenido en el gobierno a los ministros
antipáticos-quemados-irrelevantes, por muy escuderos suyos que fueran. Se
equivoca: los ministros de Podemos seguirán haciendo de las suyas y el
electorado se convencerá que, si quiere librarse de ellos, lo mejor es no votar
al que les creó poltronas inútiles para cada uno de ellos.
Claro está que
también es posible que seis meses antes de las elecciones, Sánchez provoque una
crisis en el interior del gobierno, se deshaga de las aportaciones ridículas de
Unidas Podemos, los presente como el lastre que ha tenido que soportar “muy a
su pesar” para dar estabilidad al país y quiera presentarse puro y virginal a
las elecciones generales, pidiendo mayoría absoluta para no tener que pactar
con la coalición “morada”. Esto es, algo que entra dentro de las posibilidades
desaprensivas del personaje.
Lo que parece
claro es que Sánchez, lejos de desandar lo andado, quiere ir más adelante
todavía. No se ha atrevido a tocar a ningún ministro “económico”, algo que
hubiera alertado a la Unión Europea. Por tanto, su opción era que Nadie Calviño
siguiera al frente del departamento y que los cambios tendieran a mejorar
solamente su propio “look” que es, a fin de cuentas, lo único que le interesa a
Sánchez.
Pero un
gobierno compuesto por neoliberales socialdemócratas a un lado y por otro con
ultraprogresistas fanáticos, no es viable, ni digerible para la opinión
pública, por mucho que los medios arrojen balones fuera cada día convirtiendo
en espectáculos LGBTIQ+ asuntos tan lamentables como el “Caso Samuel”.
Además, no puede olvidarse que si Sánchez sigue como presidente del gobierno de
España es por los votos de la no-España, Bildu y los indepes catalanes.
Si Sánchez cree
que los “indultos” a unas sentencias por el “referéndum soberanista” bastarán
para garantizar el apoyo hasta el final de la legislatura, se equivoca: los
indepes saben que, después de Sánchez vendrá un gobierno de centro-derecha,
rectificado por la presión de Vox, y que, aparte de victimizarse como nunca, su
margen de maniobra de habrá reducido a cero. Por tanto, es ahora, cuando
presionarán. Como siempre, ceder un poco al independentismo, es capitular
mucho. El independentismo querrá “más”, consciente de que todo lo que no
consiga con Sánchez, difícilmente lo obtendrá del que le siga.
Auguramos, por
tanto, una segunda mitad de la legislatura, movida. Superada la pandemia, esperamos
que algún partido pida responsabilidades por todo lo ocurrido en España: ¿cómo
ha sido posible la altísima mortalidad en geriátricos, superior a cualquier
otro país? ¿por qué se adoptaron -y se siguen adoptando- medidas cuestionables,
incoherentes y, a todas luces, inútiles? Y, por qué, a fin de cuentas, España
ha estado en cabeza mundial, en todo momento, de mortandad por cada 100.00
habitantes…
Va a haber
cambio de gobierno, lo que no va a existir es renovación en la línea del
gobierno. La deriva de Sánchez consiste solamente en mantenerse a flote para
satisfacer su ego, aunque solamente sea un par de años más.
¿España y los españoles? Bastante tienen con que la selección española haya llegado a la semifinal… ¿Qué más quieren? ¿Qué más merecen? Tal es el pensamiento del eximio psicópata de La Moncloa.