Otra línea habitual
en las temáticas de Naziexploitation es la del científico loco que
realiza experimentos con los presos de un campo de concentración. Po algún
motivo, estos científicos tienen una irreprimible tendencia a que sus
experimentos sean de tipo sexual. Esa imagen ya había aparecido en la primera
entrega de la serie sobre Ilse, la “loba de las SS”. De hecho, ella misma
parece tener aspiraciones científicas y realiza experimentos con las
prisioneras, lo que da lugar a algunas escenas de torturas sexuales. El tema
será recuperado por otras muchas cintas en la segunda mitad de los años 70.
El tema del
“científico loco” no es propio del cine de explotación, en realidad, su figura
aparece con el mismo género de terror. La figura del doctor Frankenstein
y del Doctor Jeckyll nos muestran a científicos perdidos en sus
experimentos contranatura, pero en los que, a fin de cuentas, todavía permanece
un átomo de lucidez. En el subgénero de Naziexploitation este átomo está
completamente ausente: el científico (y con más frecuencia, la científica) están,
de partida, locos de atar y, por si eso fuera poco, resultan ser impenitentes
erotómaníacos, incapaces de sobreponerse a los impulsos lúbricos de su mente
enferma. Poco más puede decirse de ellos.
La lista de
películas que giran en torno al tema del “científico loco” supera la decena, de
entre las que destacaremos, sin duda:
– La bestia in Calore (1977).–
dirigida por Luigi Batzella (que en esta ocasión utilizó el seudónimo de “Ivan
Katansky”), que se estrenó también con los nombres de La Bestia Caliente,
The Beast in Heat, SS Hell Camp, Horrifiying Experiments of the SS Last Days.
La filmografía del director lo emparenta especialmente con el spaghetti
western de bajo presupuesto. Utilizó a menudo seudónimos, por lo que es
difícil rastrear su filmografía: Paolo Solvay, AM Frank. Gigi Batzella, Paul
Hamus, Dean Jones, Paul Serway y un largo etcétera. De hecho, hoy los
historiadores del cine ni siquiera están de acuerdo en cuál era su verdadero
nombre. Dirigió, además de westerns, películas de guerra, películas de
terror vagamente eróticas y, especialmente en la segunda mitad de los 70, se
dedicó al subgénero de naziexploitation con algunas películas aparecidas
en un breve lapso de tiempo: Achtung! The Desert Tigers (1977).
Por lo deslavazado de sus películas, lo improvisado del montaje y la mala
calidad de los atrezzos, se le conoce como “el Ed Wood
italiano” (para los no especialistas, les recordaremos que Ed Wood es
considerado como el “peor director de la historia del cine”, y a fe que lo es).
En esta película, la protagonista es una doctora nazi absolutamente enloquecida
que realiza experimentos con un prisionero al que ha transformado en “bestia”
tras haberle inyectado un misterioso suero. Es inevitable la referencia a otros
clásicos de la historia del género de terror. Pero el objetivo de estos
experimentos es conseguir un “soldado perfecto”, brutal, implacable y
resistente, “la bestia parda” propiamente dicha, para probarlo se entrega al
resultado mujeres capturadas para que proceda a su violación. La película
alterna luchas entre partisanos y nazis con escenas de laboratorio con crueldad
y sadismo en sobredosis. Los especialistas en este tipo de cine han encontrado
una escena cumbre de la crueldad: un soldado lanza a un bebé por los aires,
mientras otro le dispara como si se tratara de una pieza de caza. Algo debió
fallar en el experimento de la doctora nazi que consiguió crear una “bestia”
hipersexual a cuya jaula la científica (el título alude a ella como “verdadera
bestia”) arroja muchachas por el simple placer de ver como las viola y
descuartiza. Vale la pena añadir un dato que, sin duda, gustará a los amantes
de la historia del cine. La “bestia” (el resultado del experimento) está
protagonizada por Salvatore Baccaro, un vendedor de flores de rostro y miembros
deformados (padecía acromegalia) y comportamientos freakys que ejercía
su oficio en las inmediaciones Cineccitá hasta que un productor reparó
en él y lo incorporó a varios papeles de hombre primitivo o, como éste, directamente
de monstruo. En efecto, no hacía falta gastarse mucho en maquillaje (no
olvidemos que estamos ante cintas de bajo coste), bastaba simplemente con
mostrarlo desnudo con su rostro deformado para que el pobre florista causara
espanto. En nuestra modesta opinión, ésta es la peor de las películas de un
subgénero que jamás ha dado productos muy notables.
– Experiment
Love Camp (1976).– dirigida por Sergio Garrone, película que también se
proyectó con los nombre de Lager SSadis Kastrat Kommandantur. El tema
central es el clásico científico loco que ofrece un trasplante de testículos a
un oficial de las SS. La propaganda de la época lo presentó como una denuncia a
los “experimentos inhumanos de los nazis” (si bien, antes de la guerra, en
Francia era precisamente un exiliado ruso que no tenía nada que ver con el
nazismo, el doctor Voronoff, quien había realizado experimentos de trasplantes
de testículos de mono a humanos con los resultados que cabía esperar…). La
película fue prohibida en algunos países como el Reino Unido y ha pasado a la
historia del cine por mostrar en el cartel publicitario la figura de una mujer
desnuda colgada por los pies de una cruz… escena que no tiene nada que ver con
el contenido de la cinta. En cuanto al director Sergio Garrone (n. 1926) cabe
decir que se estrenó con los spaghetti–western de bajo presupuesto en
1967. Luego, a partir de 1974, filmó varias películas de terror con Klaus
Kinsky como protagonista y de ahí pasó a las películas de naziexploitation.
En los años 80 todavía filmó algunas cintas semipornográficas todas ellas
olvidables y de calidad exigua.
– SS Lager
5 l’inferno delle done (1977).– dirigida por Sergio Garrone, director
igualmente de Lager SSadis Kastrat Kommandantur el año anterior.
El film empieza con fragmentos de documentales sobre campos de concentración,
montañas de cadáveres, lo que parece sugerir que el film aspira a ser algo más
verídico y realista que el anterior sobre el Kastrat Kommandantur, pero a la
primera escena filmada por Garrone esta idea queda desmentida y asistimos, una
vez más, a la llegada de unas prisioneras, todas hembras, bellas y jóvenes al
campo de concentración. A partir de ese momento somos conscientes de que lo que
vamos a ver es otro producto típico del subgénero. Quizás el elemento más
original (e improbable) es que una de las protagonistas es una partisana negra
jamaicana que, tras haber pasado la revista humillante de sus captores mostrará
a lo largo de toda la película sus rotundas curvas, en ocasiones en actos
sexuales explícitos, en otras como objeto de torturas no menos explícitas y
ocasionalmente bajo las duchas junto a cuerpos de otras presas. Hasta aquí,
como puede verse, se trata de una película de subgénero típica que aporta poco
o nada al mismo. Al igual que en todas las demás películas de este jaez
aparecen dos figuras sine qua non: el médico judío que intenta proteger
a las muchachas y el sádico nazi que, junto con la bestia de las SS y los
inevitables números de lesbianismo sadomasoquista, no pueden estar nunca ausentes
de este tipo de cine. Repiten la mayoría de los actores y actrices de la
anterior cinta de Garrone, con lo que, llegado un momento, se tiene la
sensación de un dejá vû, a pesar de que esta segunda entrega es
notoriamente inferior a la primera. Una parte sustancial de la trama gira en
torno a experimentos científicos: los médicos queman deliberadamente a las
reclutas, sin anestesia, para hallar la manera de trasplantar piel. Vemos como
se arrancan lenguas y uñas de cuajo con tenazas, como se introducen palillos de
madera en las uñas, se marca a hierro candente, se machacan cráneos y se
masacran prisioneras a puñetazo limpio. Como las astracanadas todavía no han
llegado a su fin, una revuelta de prisioneras encabezas por la jamaicana,
demuestra que las presas disparan mejor y matan más que las curtidas tropas de
las SS. Unas modestas explosiones que hubieran avergonzado al mariscal
Vorochilov indican que el Ejército Rojo está a punto de llegar al campo...
Hasta ahora, el
último producto del subgénero se filmó en 2008 y pasó casi completamente
desapercibido: Blitzkrieg: Escape from Stalag 69 dirigida por Keith J.
Crocker, director del que apenas constan datos en las historias del cine y del
que únicamente se sabe que nació el 26 de abril de 1965 en Long Island, se
cuenta de él que hizo algunos cortometrajes en 16 mm con títulos significativos
(De Sade 88, Dia de Acción de Gracias, Un cuento de Zombies,
etc.). En 1997 filmó su primera película The Bloody Ape, basada
en un cuento de terror de Allan Poe, Los crímenes de la calle de la Morgue.
El éxito no acompañó a la cinta quizás porque había pasado ya el tiempo de la
Hammer y de los Roger Corman habituados a filmar cine de terror de bajo
presupuesto. Solamente diez años después alguien le confió la tarea de dirigir
esta cinta que esperaba reactualizar el subgénero de naziexploitation a
la sombra de la película de Tarantino, Malditos Bastardos. La
película pasó sin pena ni gloria. La productora, Cinefear, era propiedad del
propio Crocker y no consta que haya lanzado ninguna otra película; si, en
cambio, consta que, de tanto en tanto, esta misma empresa publica un catálogo
de películas en CD y VHS de explotación sobre varios temas.
El guion de este postrero producto del subgénero, en sí mismo, no es particularmente original a pesar de que la figura del “científico loco” planee continuamente sobre la cinta. Nuevamente estamos en Alemania en 1945, en el Stalag 69 manejado por un sádico oficial de las SS, Helmet Schultz, que convierte a sus prisioneras en esclavas sexuales. La película, intenta deliberadamente ser un remake de la considerada como “obra maestra” del subgénero, Ilse: She Wolf of the SS. En el momento actual, cuando han pasado ya cuatro años de su distribución en salas, puede decirse, que no ha logrado el objetivo de renovar el género. Los gustos y las aficiones del público discurrían por otros derroteros.
Jewsploitation
tras la muerte de la Naziexploitation...
Extinguido el
porno–antinazi que, salvo esta última secuela, apenas logró prolongarse hasta
principios de los años 80, hubo que esperar veinte años hasta que empezaron a
percibirse rasgos de un subgénero nuevo que se ha dado en llamar Jewsploitation.
Los protagonistas son siempre judíos, ocasionalmente situados en el marco de
los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial. El sexo explícito, el
asesinato, el erotismo violento y la crueldad en sí misma, son los ingredientes
habituales de este género. Se trata de un género reciente que solamente ha
irrumpido con el nuevo milenio y que, en realidad, puede ser considerado, en
cierta medida, como una prolongación del subgénero de Naziexploitation.
La Jewsploitation
irrumpió con la película The Believer (2001), curiosa historia de
un neonazi cuya popularidad crece hasta el punto de convertirse en líder del
grupo nazi; lamentablemente, el muchacho, además de nazi… es judío. No puede
extrañar, por tanto, que paralelamente a este liderazgo, estudie hebreo, se
forme como rabino y siga la Torah. Esta obra, que mezcla judaísmo ortodoxo y
neonazismo radical, mereció un premio en el festival de cine alternativo de Sun
Dance.
A la vista del
éxito que tuvo esta cinta, dos años después se filmó The Hebrew Hammer,
en clave de comedia, en la que un judío ortodoxo intentará rescatar la fiesta
de Hanukkah de las garras del malvado hijo de… Santa Claus. El género de la
comedia fue de nuevo utilizado en este subgénero en la cinta You Don’t
Mess with the Zohan (2008) cuyo protagonista es un agente del Mosad que
abandona el servicio para cumplir el sueño de su vida, convertirse en peluquero
y estilista en Nueva York…
La misma película
de Tarantino Inglorious Basterds (2009) es encuadrada en este
subgénero. Una mujer presencia la ejecución de su familia por orden del coronel
de las SS Hans Landa. Huye a París con nueva identidad y abre un cine. Por otra
parte, el teniente Aldo Raine (Brad Pitt), entrena a un grupo de judíos (“los
bastardos”) para realizar operaciones de comando. Todas las partes se
encuentran en el cine para ejecutar sus respectivas venganzas.
El éxito de
estas películas animó a Kevin Tyler Asch a filmar en 2010 la que, hasta ahora,
es la última entrega de este subgénero, Holy Rollers. Si las
anteriores (salvo The Believer) eran comedias, ésta es un
verdadero dramón que nos muestra a judíos hasídicos entrando drogas en los EEUU
y Europa (algo que, efectivamente ocurrió en los años 90, cuando muchos jóvenes
judíos de esta comunidad asumieron esta tarea de “mulos” para las mafias del
narcotráfico). El protagonista, sin saberlo, decide unirse a esta tarea,
pensando que está transportando medicinas, sin embargo, los ingresos
procedentes de este tráfico le permiten vivir el lujo, la vida nocturna, las
orgías, etc, es decir, todo aquello que está en contradicción con su comunidad.