Creo que es la
primera vez que se traduce al castellano, la totalidad del discurso pronunciado
por Yukio Mishima poco antes de practicarse el hará-kiri. Ha sido posible
gracias a Ars Magna que lo ha traducido, también por primera vez, al francés.
El texto fue dejado por Mishima en el lugar donde se practicó la muerte
sacrificial y se corresponde con las palabras que pronunció el escritor y
patriota japonés ante la guarnición de Ichigaya en Tokio, con leves
variaciones. En el cuaderno publicado por Ars Magna (www.editions-ars-magna.com), el
discurso está precedido por un amplio estudio sobre el carácter sacrificial
escrito por Georges Feltin-Tracol. El contenido del discurso, a además de explicar
las razones de su suicidio ritual, desmiente a las versiones (que todavía
circulan hoy) sobre que la decisión de suicidarse la adoptó Mishima porque los
militares no reaccionaron favorablemente a sus palabras. Estamos ante un
documento histórico y sería un error leerlo solamente en clave de la historia
japonesa. Convendría trasladar situaciones y conceptos a todos los países
europeos para extraer de este documento las consecuencias pertinentes.
UNA LLAMADA A LAS ARMAS
Nuestro Tatenokai [1]
ha recibido entrenamiento del Jieitai [2].
En este sentido, el Jieitai es como
nuestro padre o nuestro hermano mayor. Siendo así ¿cómo es que hemos decidido
realizar esta acción, aparentemente ingrata? En el pasado, hemos sido tratados
casi como militares en el seno del Jieitai
y se nos ha asegurado una formación desinteresada en el curso de los cuatro
últimos años para mí mismo y en los últimos tres años para mis estudiantes.
Amamos al Jieitai desde el fondo de
nuestros corazones y ha sido aquí donde hemos soñado con el verdadero Japón que
ya no se puede encontrar fuera de los muros del Jieitai y, aquí conocimos “los lamentos del hombre”[3]
que era imposible encontrar en el Japón de la postguerra.
El sudor que
hemos derramado aquí era puro, en absoluto forzado, y hemos caminado por las
laderas del Monte Fuji[4]
como camaradas que compartían el mismo espíritu patriótico. Jamás he tenido la
menor duda de esto. Para nosotros, el Jieitai
era nuestro hogar y el único lugar en el que podíamos respirar un aire vivo y
sano en el Japón tibio de hoy. El amor y las atenciones que hemos recibido de
nuestros instructores durante los ejercicios no han tenido límites. Sin
embargo, hemos elegido iniciar esta acción aquí y ahora. ¿Por qué? Aun a riesgo
de ser considerado como un sofista, debo precisar que todo esto se debe a
nuestro amor por el Jieitai.
El Japón de la
postguerra se ha desparramado en la prosperidad económica, ha olvidado los
fundamentos de una nación, perdido su espíritu nacional, olvidado lo que es
esencial dispersándose en bagatelas, se ha comprometido en lo improvisado y lo
hipócrita y ha perdido su alma. Esto es lo que hemos podido constatar.
La política no
tiene más que una función que consiste en embellecer las contradicciones,
garantizar la autopreservación de los politicastros, sus promociones y su
hipocresía. Asuntos de importancia vital y duradera para el Japón son confiados
a cierto país extranjero, la humillación de la derrota militar no ha sido nunca
verdaderamente tenida en cuenta ni superada. Hoy, los propios japoneses están
arruinando la historia y las tradiciones del Japón.
Todo esto, lo
hemos podido constatar con rabia. Pensamos que el Jieitai era el único lugar en el Japón de hoy donde el verdadero
Japón, los verdaderos japoneses y el espíritu de los verdaderos guerreros sigue
existiendo. Pero está claro que, legal y teóricamente, la existencia misma
del Jieitai es contraria a la
Constitución de la posguerra y que la defensa nacional, como componente
fundamental de una nación, está confundida por interpretaciones jurídicas
prácticas que procuran definir el papel de la fuerza armadas sin emplear siguiera
el nombre de “fuerza armada”[5].
Esto constituye la razón fundamental de la descomposición del alma y del
declive de la moral de los japoneses.
El ejercito que
debería preocuparse más por su honor ha existido así, hasta este día, bajo la
sombra del engaño más maligno. El Jieitai
ha seguido llevando sobre su espalda la cruz y el estigma de una nación
vencida. El Jieitai no tiene el
estatuto de un ejército nacional del Japón, no está dotado del sentido
verdadero del ejército japonés, pues, en su origen, fue solamente concebido
como una gran fuerza policial cuya tarea ni siquiera fue definida con claridad.
Nosotros nos
encolerizamos contra este período de letargo excesivamente largo del Japón en
la postguerra. Pensamos que el momento en que el Jieitai se despertaría supondría el momento en el que el Japón
adormecido no podría sino despertar también. Pensamos que, a fin de que el Jieitai volviera a conectar con el
origen de los fundamentos de la fuerza armada japonesa y se convierta en un
auténtico ejército nacional, gracias a una reforma constitucional, no habría
mayor servicio a él, por nuestra parte y como ciudadanos japoneses que el
consagrar nuestros más humildes esfuerzos para este fin.
Hace cuatro
años, hice mío este ideal y me uní al Jieitai.
El año siguiente, constituí el Tatenokai.
La razón fundamental de ser del Tatenokai
descansa en nuestra voluntad y en nuestra determinación de sacrificar nuestras
vidas para ayudar a restaurar, en el Jieitai,
la honorable fuerza armada del Japón.
Dado que la
reforma constitucional es difícil con el actual sistema parlamentario, la
movilización de los militares es la única oportunidad real. Aspiramos a ser la
vanguardia de la movilización del Jieitai,
sacrificando nuestras vidas y convirtiéndonos en la piedra de toque para la
revisión de las fuerzas armadas nacionales. El papel del ejército es
proteger a la nación, el de la policía proteger al régimen.
Cuando llegue el
momento en el que la fuerza de policía no pueda proteger suficientemente al
régimen, será el momento para enviar al ejército para que clarificar de nuevo
lo que es la nación y cuando el militar reencontrará así su significado
fundador. El significado original y fundador del ejército del Japón no
consistía en nada más que en la “protección
de la historia, de la cultura y de las tradiciones del Japón centradas en la
monarquía”. Para realizar nuestra misión de rectificar los fundamentos
deformados de nuestra nación, a pesar de nuestro pequeño número, hemos elegido
seguir un entrenamiento duro y estamos preparados para el momento preciso en el
que habríamos de ofrecernos a nosotros mismos.
¿Qué ocurrió el
25 de octubre del año pasado? La manifestación izquierdista antes de la visita
del primer ministro a América, que se consideraba como la más importante
organizada hasta entonces, terminó con la pólvora mojada frente a una fuerza de
policía aplastante. Observando esta escena en Shinjuku[6],
suspiraba y me lamentaba comprendiendo que una reforma constitucional no
sería nunca posible.
¿Qué sucedió
aquel día? El gobierno fue capaz de resistir a la izquierda radical, imponer a
los ciudadanos lo que se parecía a un toque de queda y estuvo seguro de poder
mantener la situación bajo control sin arriesgarse a realizar una reforma
constitucional. El llamamiento a los militares no fue necesario. Para mantener
el sistema político en pie, el Gobierno estuvo seguro de que podía controlar la
situación, pura y simplemente, con la fuerza de policía, y, por tanto,
permanecer confortablemente asentado en el marco constitucional habitual, de
forma que podía proseguir cerrando los ojos ante la cuestión nacional
fundamental.
Así, el gobierno
permitió a las fuerzas izquierdistas proseguir sus acciones, presentándose como
el garante y defensor de la Constitución y arrogándose el mérito de ser el
abogado de la defensa de esa misma Constitución adoptando la táctica de “rechazar el nombre y conservar la
substancia”. Si, se trataba de esto: el gobierno ganaba lo que quería sin
preocuparse por el nombre. Este resultado era muy positivo para los
politicastros, pero fatal para el Jieitai,
algo que los politicastros sabían ciertamente. Aquí vimos la hipocresía, el
disimulo, la adulación y el engaño desplegándose ante nuestros ojos, de forma aún
peor que en ocasiones precedentes.
Conservar todo esto
en la mente.
Este día del 21
de octubre del año pasado fue, de hecho, un día trágico para el Jieitai. Desde su fundación hace veinte
años, había esperado ansiosamente la reforma constitucional. Pero ese día sus
esperanzas quedaron reducidas a la nada, la reforma constitucional quedó
excluida de la agenda política del gobierno y la posibilidad de una acción no
parlamentaria fue abiertamente barrida por el Partido Demócrata Liberal y por
el Partido Comunista, dos fuerzas parlamentaristas. Se podría decir, sin miedo
a equivocarse, que, teóricamente, a partir de este día, el Jieitai que, hasta ese momento, era un
hijo ilegítimo de la Constitución se había convertido en “el ejército defensor de la constitución”.
¿Puede haber
mayor paradoja que esto?
Hemos observado
al Jieitai en cada instante después
de ese día. Hemos creído estar en un sueño.
Si existía aun un rastro de espíritu guerrero en el Jieitai, ¿cómo podía aceptar todo esto
sin emprender ninguna acción? Defender algo que niega la existencia incluso
de uno mismo, ¡qué lógica tan contradictoria y extraña! ¿Cómo el orgullo
personal de un hombre puede permitir que se produzca tal cosa? Cuando la
última posición que debe ser defendida es franqueada, es un deber, para el
hombre verdadero y para el soldado, levantase y combatir con determinación.
Hemos escuchado
sin cesar con el oído atento, pero no hemos oído ninguna voz en el Jieitai que desafíe la orden deshonrosa
y humillante de ¡“defender la
constitución que os niega la existencia”! Llegados a este punto, el
único medio que quedaba era ser consciente, de contar únicamente con uno mismo
y actuar para rectificar la distorsión teórica del Estado.
Estábamos
tristes, nos sentíamos encolerizados y, finalmente, estábamos indignados.
Vosotros decíais que no podéis hacer nada, que no se nos había dado ninguna
misión que cumplir. Era tan triste constatar que, finalmente, el Japón no os
había confiado ninguna misión. Se nos dijo también que el control del
ejército por parte del poder civil era la naturaleza esencial de la democracia.
Pero ese control
por el poder civil de los militares ingleses y americanos es únicamente un
control financiero. No es, en ningún caso como ocurre con los militares japoneses
a los que incluso el poder sobre el personal es remoto. En el Japón, el
ejército está castrado, manipulado por politicastros pérfidos y caprichosos y
explotado por los intereses y las estrategias de los partidos políticos.
Además, tal Jieitai que había
aceptado sin reflexionar el discurso de los politicastros y que estaba en vías
de seguir un camino de auto decepción y de auto profanación, ¿estaba
completamente podrido? ¿En dónde estaba el espíritu de los samuráis? ¿Hacia dónde
se dirigía este arsenal gigante con un alma muerta?
Mientras que los
industriales del textil denunciaban la traición del Partido Liberal Demócrata
en el marco de las negociaciones internacionales sobre el comercio de productos
textiles, otros veían en la posición del gobierno ante el Tratado de no
proliferación de armas nucleares[7],
-cuestión de importancia crucial y duradera para el Japón-, una reedición de
antiguos tratados desiguales[8],
a pesar de todo esto, no existía un solo general del Jieitai que se abriera el vientre en señal de protesta frente a los
políticos traidores del gobierno.
¿Y el retorno de
Okinawa al seno de nuestra nación[9]?
¿Cuáles son las atribuciones de la defensa nacional?
Es evidente
que los americanos no deseaban un ejército japonés verdaderamente independiente
y autodirigido defendiendo el territorio del Japón. Si el Jieitai no conseguía su independencia en
los dos próximos años, seguirá siendo, como han hecho notar los izquierdistas,
una fuerza mercenaria de los EEUU para siempre.
Hemos esperado
cuatro años. Hemos aguardado con gran impaciencia el último año. Pero ya no
podemos esperar más. No vale la pena esperar al que se degrada y se contamina.
Pero esperaremos
aun los próximos treinta minutos. Los últimos treinta minutos.
Levantémonos
juntos y muramos por los principios de la justicia.
Devolvamos al
Japón su rostro auténtico y muramos por él. Es realmente sorprendente declarar
que se respeta la vida mientras que el propio espíritu está en vías de morir.
¿Cómo un ejército puede existir si no tiene valor o una creencia por encima de
la misma vida?
Ahora vamos a
demostrar ante vuestros ojos la existencia de un valor que va más allá del
respeto a la vida. Esto no es ni libertad, ni democracia. Es Japón, el Japón
que amamos como una nación de historia y de tradiciones. ¿Hay alguien que
quiera morir sacrificándose por la Constitución que ha privado al Japón de su
columna vertebral? Si hay un hombre así, incluso en este momento, alcemos
juntos muramos juntos.
Hemos deseado
fuerte e intensamente que vosotros, soldados, poseedores del alma más pura,
reviváis como hombres de verdad y reales samuráis. Y es por eso que hacemos
este gesto.
Yukio
Mishima
25 de
noviembre del año cuarenta y cinco de la era Shôwa.
©Por el texto
Editions Ars Regia
©Por la
traducción Info-krisis, Ernesto Milá
[1]
El Tatenokai (“Sociedad del Escudo”) fue fundada en 1968 para defender
los valores tradicionales japoneses y devolver la autoridad al Emperador. Su
impulsor, Yukio Mishima, reclutó a los miembros de la organización entre
jóvenes universitarios nacionalistas. La sociedad obtuvo el derecho excepcional
a recibir entrenamiento militar con la Fuerzas de Autodefensa del Japón [NdT]
[2]
Jieitai o es el nombre de la Fuerza de Autodefensa del Japón, creada
tras la ocupación norteamericana en 1954. Estuvieron confinadas a las islas
japonesas y no podían desplazarse al exterior, ni participar en misiones
internacionales por prescripción constitucional [NdT].
[3] Provocados por
grandes esfuerzos y por el dolor.
[4]
El Monte Fuji es, para el shintoismo, la montaña sagrada desde el siglo VII y
también es venerado por los budistas zen. En sus faldas se han construido
numerosos santuarios y establecido hermandades para venerar a la montaña. Es
uno de los símbolos del Japón. Antiguamente, los samuráis se entrenaban al pie
del Monte Fuji. A partir de 1945, los marines de los EEUU tienen una base al
pie del volcán, que fue considerada por Mishima como una afrenta al honor
japonés.
[5]
De hecho, como se ha visto, el nombre oficial del Jieitai (自衛隊) es “Fuerza de Autodefensa del Japón”,
en absoluto “Fuerzas Armadas del Japón” (NdT).
[6] Uno de los barrios
de la ciudad de Tokio.
[7] Mishima se opuso a
la ratificación del Tratado de no-proliferación de armas nucleares por el
gobierno japonés que se firmó nueve meses antes de su suicidio. De hecho, hasta
ese momento, la adquisición por el Japón de un armamento nuclear había sido una
opción realista y que no se excluía en absoluto. Sin embargo, el régimen
ostensiblemente conservador cedió a la presión de los Estados Unidos y abandonó
sus planes de un armamento nuclear potencial lo que permitió al Primer ministro
Eisaku Sato recibir el Premio Nobel de la Paz. Pero, en consecuencia, el Japón era
incapaz de poseer su propia capacidad de disuasión nuclear, quedando excluido
el camino hacia la independencia real.
[8] Durante la primera
conferencia mundial sobre el desarme marítimo celebrada en Washington, de
noviembre de 1921 a febrero de 1922, Japón fue diplomáticamente forzado a
firmar el tratado de reducción de armas marinas con los Estados Unidos, Gran
Bretaña, Francia e Italia. Este tratado limitaba el tonelaje de los acorazados
del Japón a 300.000 toneladas. Los Estados Unidos eran el principal acreedor
del Reino Unido, dominaron las negociaciones y se organizaron para, no
solamente forzar al Japón a aceptar tener una potencia marítima inferior a la
suya, sino que también abolieron en la práctica la alianza anglo-japonesa. Este
tratado fue ampliamente considerado en el Japón de los años veinte y treinta
como un acto de injusticia y de hostilidad por parte de Estados Unidos.
[9] La isla de Okinawa
fue invadida en 1945. Desde entonces estuvo situada bajo administración
militar, y luego bajo administración civil americana hasta 1972, fecha en la
cual los EEUU la devolvieron al Japón. Quedan numerosas bases de los Unied
States Forces Japan dispersas por el archipiélago, con aeropuertos en los
cuales pueden transitar armas nucleares, ocupando, en enero de 2016, el 18% de
la isla.