A fuerza de
quedar obnubilados por la última gilipollez de un líder o lideresa de Podemos,
cuando no logramos habituarnos a la “anormalidad democrática” de que, cada
noche, un grupo de cretinos de poco seso y menos experiencia, destrocen todo lo
que encuentran a su paso para pedir la libertad de rapero que debería estar en
cursos de control de la ira y siguiendo tratamiento psiquiátrico, cuando
dudamos entre elegir el nuevo y más “definitivamente seguro” modelo de
mascarilla anti-covid o una mascarilla de fantasía, cuando nos hemos habituado
a la chorizada del político de turno o a la enésima declaración independentista
de que “ahora sí, ahora vamos en serio con lo del referéndum”… ante toda
esta retahíla de noticias de poco calado, pero mucho relumbrón, nos está
pasando desapercibida la noticia más importante y que resulta trascendental
para la humanidad tecnológica del siglo XXI: el precio de los micro chips se ha
disparado un ¡40%! en lo que llevamos de año.
En la actualidad
existen dos tipos de problemas:
- Los que ocupan el primer plano en la actualidad y tienden a presentar situaciones de fácil resolución como dramáticas
- Los que no aparecen en los noticiarios, pero cuya importancia tiene trascendencia para la humanidad presente y futura.
Los primeros problemas son simples COBERTURAS, problemas que podrían resolverse fácilmente si existiera voluntad política. Los segundos, son problemas que la clase política prefiere ignorar porque no sirven en nada para lo que se ha convertido, desde hace más de un siglo, en el principal objetivo de la clase política: LUCRARSE. Entonces ¿para qué afrontarlos?
Oí hablar del
problema del encarecimiento de los chips hace poco, hablando con mi hijo:
precisaba montar un ordenador con seis tarjetas gráficas de alta gama (no me
preguntéis por qué) y, simplemente, estos productos habían desaparecido del
mercado. Las que encontró, eran vendidas a precios exorbitantes por “acaparadores”
(sí, esas figuras de postguerra, listos que, en momentos de escasez, disponen de
reservas de un producto y carecen de escrúpulos para exigir precios desproporcionados).
Tarjetas gráficas de 250 euros, pasaron, de la noche a la mañana, a costar 450
e, incluso, algunos modelos llegaron a 600 euros.
¿Qué está pasando?
Pasa que, desde noviembre de 2020 se sabía que los precios de los chips de iban
a subir entre un 20 y un 40%. Y lo que es peor: China (y en menor medida, Corea
del Sur y Taiwán), acaparan prácticamente todo el mercado mundial. La famosa (e histórica) Intel,
norteamericana y pionera en la fabricación de chips desde los años 60, apenas
supone hoy un 10% del mercado mundial y no será más de un 5% dentro de tres
años. Para abaratar costes, incluso Samsung -coreana- se ha ofrecido a abrir
una fábrica en los EEUU a la vista del consumo creciente de chips. Porque lo
que ha ocurrido es que, la sociedad tecnológica que cambiará radicalmente la
faz de nuestro planeta en los próximos 9 años, requiere muchos más chips, cada
vez más, de los que la industria puede servir en estos momentos.
Recomendaría la visión de esta edición del Keiser Report en Español dedicada al aumento del precio en los semiconductores. No dicen algo que alguien con dos dedos de frente no haya pensado en alguna ocasión: resulta muy peligroso haber permitido que las industrias nacionales, compren chips y semiconductores a potencias extranjeras, en un momento en el que todas las actividades humanas, absolutamente todas, dependen de la microinformática. CORTAR EL SUMINISTRO DE CHIPS EQUIVALE A INTERRUMPIR LA PRODUCCIÓN DE BIENES DE CONSUMO EN OCCIDENTE.
La situación es más grave aún en la Unión Europea, que siempre ha ido
retrasada en la materia y a remolque de los EEUU, pero este país, que en un
momento dado fue líder mundial en la fabricación de chips (¿quién no tenía un PC
con procesador “Intel”?), hoy depende de la “generosidad” de la potencia
rival, China, para proveer de chips a sus mercados interiores. Y, si
tenemos en cuenta que hoy, incluso la fabricación de automóviles requiere chips
(¡1.500 en un solo vehículo!), nos daremos cuenta de que quien controla la
fabricación de semiconductores puede aspirar a la hegemonía mundial y dictar
sus leyes (para quien no lo crea, mejor que lea el artículo: La
fabricación de coches, amenazada por la escasez de semiconductores). De
hecho, General Motors ha tenido que interrumpir su producción de coches por no
disponer de chips…
¿Es que ningún
político europeo podía haber previsto un escenario así? ¿Para qué sirve la
Unión Europea? ¿Hay que recordar que al “Mercado Común Europeo” se le achacaba
el ser la “Europa de los tecnócratas” y que ahora solamente es una burocracia paralítica
y achacosa? Más aún: sólo con lo que robó el PSOE andaluz en el asunto de
los ERES o con lo que la gencat empleó en toda la chorradita de su “procés”,
se hubiera podido construir una fábrica de chips que proveyera a buena parte
del mercado europeo. No es demagogia: es llanto y crujir de dientes por un país
(España) y, por todo Europa, en el fondo, que no termina de encontrar su lugar
en el siglo XXI y que se contentan con ir a rebufo de lo que marque
Washington (hemos debido enterarnos estos días que Europa era más “libre” con
el presidente Trump que con Biden que amenaza con “restablecer el vínculo trasatlántico”,
es decir, con imponer a Europa el que le siga en las nuevas guerras
pre-programadas propias de un imperio decadente y que, ya, ni siquiera tiene
chips para sus armamentos tecnológicos…
¿Podéis imaginar
un mundo sin microinformática? ¿Podemos concebir un mundo futuro sin chips?
¿Sois conscientes de que los chips están presentes en cualquier actividad que
desarrollemos? Entonces ¿cómo es que el sector de la producción de chips no ha
sido considerado como “estratégico” y, por tanto, estimulado por los Estados
Europeos? Estamos dirigidos, por aquellos a los que hemos votado: es decir, a ambiciosos
ignorantes, sin la más mínima capacidad, ni siquiera interés, por prever el
futuro.
Tenemos lo que
nos merecemos: disponiendo de fuerzas de seguridad del Estado, estamos “asustados”
ante los disturbios a ritmo de rap, provocados por fumetas desnutridos y con el
cerebro sin apenas actividad intelectual. El “gran debate” está hoy generado por
idiotas que proponen “nuevos modelos de seguridad ciudadana” (ante un problema
que un pequeño grupo de policías antidisturbios podría resolver en minutos si no
existieran condicionantes “políticos”), pero que ni siquiera consideran que la
elevación del precio de los chips y su escasez, pueda generar crisis
económico-sociales desconocidas hasta ahora y que pueden hacer que los
estallidos actuales de violencia sean un juego de parvulario comparados con los
que estallarían en un mundo occidental con chips encarecidos y escasos.
Lo que está
ocurriendo, a fin de cuentas, es que el poder en Occidente, no está en manos
de un grupo social homogéneo y coherente, sino en manos de aventureros y
ambiciosos sin escrúpulos, perseguidores de votos con la convicción de que los
grandes lucros se realizan a la sombra del Estado. Las clases medias, las únicas que tienen
inteligencia, preparación e intereses suficientes como para poder introducir rectificaciones
la política errática de derechas y de izquierdas, están preocupadas por su
propia subsistencia, fragmentadas interiormente, comidas por una fiscalidad que
se basa especialmente en ellas, desmoralizadas e incapaces de recuperar el
destino de sus naciones respectivas.
A medida que
pase el tiempo, las clases medias irán disminuyendo en número e influencia. Hoy,
ya, representan una franja minoritaria de la sociedad, que jamás obtendría la
mayoría en unas elecciones. Y este es la cuestión: que, a medida que se van a agravando
los problemas -y este de la escasez de chips no es un problema más, sino el
gran problema de estos días, a un nivel muy por encima del Covid- las “salidas
constitucionales” cada vez tienen se convierten en más irreales e ilusorias.
En
conclusión:
- Cada vez se hace más urgente distinguir entre los problemas “estratégicos” y las noticias “de consumo”.
- Nuestra clase política, particularmente zafia, depredadora e ignorante, está solamente dispuesta a “debatir” sobre noticias “de consumo” que tengan actualidad mediática.
- La clase política, por sus errores, negligencia para realizar análisis de futuro, está tan descalificada como el marco legal en el que ha medrado en todos los países occidentales: el parlamentarismo partidocrático.
- Las clases medias, las únicas con capacidad y preparación suficiente como para proponer cambios, nuevos rumbos y formas de organización, están presionadas fiscalmente y a la defensiva.
- Los problemas “estratégicos”, en esta década, van a tener que ver, sobre todo, con el campo de la tecnología. El país que no esté adecuado para competir en este terreno, no solamente no puede aspirar a tener un lugar en “el concierto de las naciones”, sino que será una simple colonia gobernada por los países emisores de tecnologías punta.
Y, por cierto, que nadie se asuste por los disturbios y saqueos de estos días. Los discípulos de “Pablo Hasél” tienen un coeficiente intelectual similar al suyo y una propensión sociópata a la violencia gratuita como deficientes son sus gustos musicales y artísticos. Lo suyo no son revoluciones que generen cambios profundos, sino simples motines. Que los fuegos no te impida ver donde está el incendio real.