Leo en una
publicación francesa solvente que, en Suecia, donde no existe ni obligatoriedad de portar
mascarilla-bozal, ni de cierre de bares, tiene la misma tasa de muertes por
Covid-19 que en las Galias en donde la mascarilla es obligatoria y hay cierre
de hostelería. Me enciendo cuando leo, en otra publicación, que el 80% de los contagios que se
están produciendo en esta tercera ola proceden del ámbito familiar. Y ya
es que me requemo cuando paseo por una gran ciudad y mi próstata dice que es
hora de hacer pis: en los buenos viejos tiempos, con un cafelito o una cañita,
se justificaba la visita al WC. Ahora me toca dar la nota en un árbol, porque
lo que no estoy dispuesto es a aguantarme. De hecho, creo que todos hemos aguantado demasiado: y
todo para nada.
¿Para qué sirve una oposición que se limita a protestar tímidamente y que ha refrendado las decisiones gubernamentales sobre confinamientos, cierres de hostelería y toques de queda?
¿Para qué sirven unas instituciones autonómicas que han demostrado ser todavía mas excéntricas que el gobierno de izquierdas como en Cataluña donde las “franjas horarias” han demostrado que el tornillo que perdieron los nacionalistas con la coña del “procés” todavía no lo han recuperado?
Sí, estoy más
quemado que un bosque en vías de recalificación. Y estoy quemado porque
empiezo a entrever que ninguna de las medidas que los gobiernos y comunidades
autónomas llevan improvisando en los últimos once meses tienen la más mínima eficacia:
tenemos más muertos por cada 100.000 habitantes que los países que no han
adoptado ninguna medida de excepción. Y se puede demostrar. Como broma para
ver hasta qué punto la gente asumía que lo correcto era seguir las órdenes de
los payasos que han ido apareciendo en los informativos (desde Simón, hasta
Illa, incluyendo a podemitas y cleptosocialistas), vale. Pero las cosas ya
pasan de castaño oscuro. O
nos empezamos visiblemente a rebotar o esto -como decía ayer Benoist- irá a más
y pasaremos del desconfinamiento al reconfinamiento, para volver luego al
confinamiento y así sucesivamente, hasta transformarnos en surfistas entre olas
de Covid-19 y variantes.
En esto de
las pandemias vale la pena aplicar el “principio de prudencia”. Prudencia sí,
pero no estupidez, ni sumisión a ignorantes y analfabetos diagnosticados.
Si se intuye que
el 80% de los contagios son por vía familiar (y lo más probable es que
transmitidos por niños asintomáticos que vienen de la escuela con el virus sin
que sus padres, ni ellos mismos lo sepan), lo que no procede es ASESINAR A
LA HOSTELERÍA (y, de paso, amargan la vida a los españoles).
Si las
estadísticas demuestran que las muertes por cada 100.000 habitantes son
similares en países que no han adoptado medidas especiales que, en aquellos,
como el nuestro, que se han lucido con sus medidas, lo normal no es seguir
obligando al uso de la mascarilla, a cierres perimetrales absurdos, a franjas
horarias ridículas, sino a levantar todas estas medidas porque peor ya no puede
ir.
Lo que no se
puede hacer es seguir como en los últimos once meses: aterrorizando a la
población, imponiendo el uso de mascarillas (de las que ahora sabemos que las
de tela no sirven, las de usar y tirar -que casi nadie usa y tira- tienen una
eficacia limitada y solamente las FFP2 son tan caras como seguras. Porque, a
todo esto, los bandidos que nos gobiernas ni siquiera han tenido el detalle de
bajar o abolir el IVA de estos productos ¡como se ha hecho en Europa y después
de que el gobierno de cleptómanos y cortos mentales nos haya dicho que no podían
bajar el IVA “a causa de la legislación europea”), con un toque de queda como
si los marcianos estuvieran a punto de invadirnos o si la jornada laboral del
virus empezase a las 22:00, pero estuviera inactivo a las 21:59.
Illa ha sido
un ignorante en materia sanitaria -tiene una modesta licenciatura en filo- y un
malísimo ministro al que le ha caído en suerte el virus. Pensaba que todo
iba a ser cobrar comisiones y arramblar con sobrecostes y se ha encontrado con
un marronazo para el que ni estaba preparado, ni sabía encontrar colaboradores.
Oficialmente andamos
por los 60.000 muertos, aunque hay voces que hablan ya de 100.000
(cifra surgida de la diferencial entre muertos en el período anterior y en el
actual). Pues bien, ese “ministro fracaso”, ese “ministro de los 100.000
muertos”, ese “ministro de la paralización de la sanidad pública” (por cierto,
llevo esperando 20 días un análisis de sangre), ¡es el tótem del PSC para las
próximas elecciones catalanas e, incluso, dice el CIS-Tezanos que tiene
posibilidades de ganar!
Por que lo que
se va a decidir en Cataluña es
- entre el bloque de los fracasados del “procés” (ERC, JxCat, CUP, etc, porque habrá otras siglas indepes)
- y el bloque de los fracasados del “Covid” (el PSC, C’s, PP)
Y luego está
Vox.
Espero que
Vox no se comprometa ni con uno ni con otro bloque. Es más, espero que Vox
proteste, antes, después y durante la campaña electoral y espero y deseo que
Vox o cualquier otro partido o cualquier asociación de la sociedad civil LLAMEN
A LA DESOBEDIENCIA CÍVICA.
No voy a
dramatizar: ni el bozal, ni las medidas restrictivas adoptadas por los gobiernos
central y autonómicos son muestras de sumisión y de querer dominar a la
población y reducirla al silencio. No, es algo mucho más simple: es la demostración
palpable de que de las urnas salen solamente gobiernos tan inútiles, crédulos,
simplones e ignorantes como quienes los han votado. Sánchez está ahí porque le
han votado los españoles, el moños y sus girls están ahí porque los colgaos les
han votado, no por otra cosa. Eso es “democracia”. Pero, me pregunto
ingenuamente, ¿es posible tomar
en serio los resultados electorales cuando se lleva produciendo en los últimos
30 años -como mínimo- un proceso creciente de empobrecimiento cultural de
nuestro pueblo, de analfabetismo estructural y funcional creciente? La
respuesta no puede ser más que negativa.
Pero este no es
el fondo de la cuestión. El fondo de la cuestión es que este pueblo empieza
a estar más harto que el mapa de Bonanza. Y España no es Francia: allí la vida
cotidiana termina a las 19:00 y las 21:00 horas todo el mundo está en su casa.
Pero esto es España: un país con otros hábitos. Si no hay urinarios
públicos es porque cuando la vejiga aprieta siempre hay un bareto para acogernos.
La vida que vale la pena vivir empieza cuando el sol declina. Este es el país
de las cañas a un euraco (tiene gracia que cuando el podemita de turno anunció
la subida del IVA en las carbonatadas dijera que era por “nuestro bien”, pero
hoy sigue existiendo cerveza en los supers a 0’22 céntimos, uno de los
principales atractivos de nuestro país para turistas ingleses: no moriremos de
coma diabético, pero sí de coma etílico…). Si subes el IVA de las cañas,
sería la revolución. PUES BIEN, ESA REVOLUCIÓN, LA INSUMISIÓN Y LA
DESOBEDIENCIA CÍVICA ES LO QUE VALE LA PENA CONTEMPLAR AQUÍ Y AHORA.
Y llamo a la sociedad civil y a
Vox a que demuestre que es un partido diferente a cualquier otro. Hay formas
de hacerlo:
- entrevistarse con los presidentes del gremio de hostelería (o que estos tomen la iniciativa) y animarles a preparar una apertura generalizada de establecimientos.
- iniciar una campaña masiva contra el pago del IVA en las mascarillas y contra su uso obligatorio.
- iniciar una campaña de desobediencia cívica contra las “franjas horarias” y el cierre de la hostelería.
- difundir en TODAS las redes sociales (las que hasta ahora han sido hegemónicas y las nuevas que no aceptan la dictadura de la corrección política) llamamientos para la insumisión
- difundir testimonios científicos, no oportunistas ni sumisos, sobre lo que se sabe del virus, de los contagios, sobre la eficiencia de las vacunas ante las mutaciones del virus originario, y todo esto, por supuesto, huyendo de conspiranoias y de teorías del complot.
Éste, en verdad, no es tal, sino que podríamos
llamarlo la “conjura de los necios”. Y hay muchos “Ignatius Reilly” entre los
que gobiernan. FUERA
CON ELLOS Y ABAJO SUS ESTÚPIDAS E INÚTILES MEDIDAS. ¡PRUDENCIA SÍ, PERO
NO SUMISIÓN A LA IDIOTEZ CONVERTIDA EN DECRETOS!