Los que vivimos
el primer “felipismo”, no podemos olvidar aquella promesa de “crear 800.000
puestos de trabajo”. Fue un buen slogan que la realidad desmintió. Donde decía “creación
de puestos de trabajo” debía de haber dicho “firma de contratos
laborales”. Algunos de 4 horas, otras de una semana y algunos, incluso de
un mes de duración. Sánchez, hombre de poca imaginación y muchos plagios, ha calcado
el eslogan felipista de hace 40 años, para, sin duda, encandilar a los que
nacieron después. Porque el plan de medidas económicas del gobierno ni es plan
ni tiene futuro. Ahora explicamos porqué.
Sánchez
confunde la propaganda con la gestión del gobierno. Y eso es muy peligroso: la
razón de Estado, con demasiada frecuencia dicta normas que la propaganda desaconseja.
Pero, siempre es más fácil gobernar en el sentido de la corriente, la que
siguen los peces muertos. Pero nadar contracorriente solamente es atributo
de los políticos para los que el Estado y su misión es anterior y superior a su
propio destino. No es el caso de Sánchez: lo vimos en la crisis del
confinamiento que se inició aprisa y corriendo, cuando las UCIs empezaban a
estar saturadas y la desescalada se inició cuando la ciudadanía empezaba a
estar harta. Entonces se lavó las manos y transfirió el marrón a las comunidades
autónomas, que es como decir al vacío. ¿Resultado? Hoy más de 55.000 muertos.
El gran problema
de España es que el sistema de los ERTES (“ERTOS” en Cataluña…) no puede
subsistir mucho tiempo, engañando a las cifras reales del paro. Para colmo, desde
hace unas semanas no se habla de “la vacuna” y se ignora cuándo estará
dispuesta, cuando y cómo se distribuirá y si llegará a tiempo para salvar la
temporada turística de 2021. De momento, hoy se ha publicado que Grecia está
“robando” mercado turístico a España. De la Costa Dálmata no se dice nada e,
incluso, de Chipre que también se está llevando una parte del pastel. Hacer
planes cuando aún no se sabe, ni se prevé cómo va a evolucionar la crisis,
parece aventurado y, en realidad, solamente sirve de cara a la galería para
demostrar que el gobierno “piensa”, “planifica” y “hace”. Pero es pura
fantasía:
- Sánchez prefiere no “pensar” lo que ocurrirá en 2021 como la vacuna no haya liquidado radicalmente y para siempre esta pandemia.
- Prefiere no “planificar” algo que es demasiado complejo para explicar a los ciudadanos y que no podría realizarse sin un consenso general: a saber, que los males de la economía española dependen de la errónea estructura económica del país y que, sin turismo y sin construcción, fallan los dos pilares construidos durante los años 80 por el felipismo y luego reforzados por el aznarismo a expensas de cualquier otro.
- No “hace” porque el gobierno es demasiado diverso y se ve debilitado por la incrustación de personajillos irrelevantes procedentes de la banca (Escribá), por el moños y su trupe de perpetuos outsiders de la política y por las ministras de cuota, unas con aspecto de amargadas permanentes (Carmen Calva) y otras más preocupadas por su look que por su tarea (Nadia Calviño, Isabel Celáa).
Porque, a fin de
cuentas, ¿qué es lo que propone el programa de “medidas económicas” presentadas
por Sánchez?
- 800.000 puestos de trabajo en tres años... Dígame cómo van a ser esos puestos y su “calidad” y le diré si es aceptable o no. Porque 266.666 puesto de trabajo en tres años pueden ser “fijos” y bien remunerados, o meros contratos de cuatro horas con salarios de hambre. En España, vale la pena no olvidarlo, en estos momentos -la cifra la ha dado hoy mismo Caritas- trabajan dos millones de personas que viven ¡en la pobreza!
- Un PIB que ascienda un 2,5% anual... insuficiente para crear empleo. Siempre se ha admitido que éste se crea en España, a partir de un aumento del PIB del 3%.
- La “transición ecológica” es un chiste apto solamente para votantes y perpetuos engañados: esa medida debería haberse adoptado hace 15 años, no ahora. Ahora, ya no tiene excesivo interés el tránsito del motor de combustión interna al motor eléctrico: esa transición sigue su curso de manera irregular (de manera aceptable para utilitarios y estancado en el transporte), falta todavía mucho para que la ingeniería logre crear baterías que duren más se carguen en menos tiempo y den a los vehículos la autonomía que requieren sus actividades. Para colmo, si se trataba de “transición” en el tema de los vehículos, habría que estar mucho más atentos a los coches sin conductor guiados por sistemas 5G que a la “transición ecológica”. Eso sería estar en vanguardia de la modernidad. Sánchez ha logrado reiterar medidas con las que a Zapatero ya se le llenaba la boca: instalación de molinetas eólicas en todos los campos de España, paneles de energía solar a cascoporro y todo ello subvencionado…
- La “transición digital” corresponde también a otra época. Está claro que las compañas de telecomunicaciones se van a forrar con el sistema 5G y que España no precisa de un tontorrón sin ideas para garantizar el que tendremos buena posición en los nuevos anchos de banda… Pero nada de todo esto se deberá a la acción del gobierno, sino a la iniciativa privada.
- Reforzar la “formación profesional” es otro brindis al viento y cuando se oye de un socialista una consigna de este tipo, lo primero que se piensa, no es en refundar las “universidades laborales”, dignificar, promover y aumentar el número de especialidades y, sobre todo, en aproximar empresa y enseñanza laboral, sino, simplemente, en mantener la boca cerrada a los sindicatos, derramando sobre ellos, otros cientos de millones en concepto de cursos de “formación” que nunca, absolutamente nunca, han servido para nada más que para que los sindicatos siguieran firmando todo lo que les ponían bajo la nariz.
- Rehabilitaciones de viviendas para acondicionarlas a la “eficiencia energética”… mero eufemismo para aludir al sector de la construcción y a su futuro que, como podía preverse, ya no dependerá de la construcción de nuevas viviendas, sino de las reformas. El ideal de Sánchez sería que legiones de Pepe Gotera y Otilio recorrieran toda España colocando ventanas de cristales dobles, calefacciones de circuito cerrado, y cambiarán el gotelé por estucados de fantasía. Es la vieja idea de que la “construcción” es el motor de la economía española y que, si este funciona, todo irá bien.
Con este plan
no se va a llegar a ningún sitio: en primer lugar, porque no es realista; se ha
elaborado antes de que saber cómo va a evolucionar la crisis en 2021 e
ignorando el daño permanente que la crisis Covid-19 de 2020 habrá dejado en
nuestra economía.
Si se ha lanzado
este “plan” no es por deferencia a los ciudadanos preocupados por su futuro,
sino por exigencia de la Unión Europea para aflojar los 140.000 millones de
pesetas prometidos (y que, en realidad, descontando lo que hay que aportar a
Europa en el mismo plazo y los seis años en los que se partirá la ayuda, apenas
suponen entre 6.000 y 7.000 millones anuales, insuficiente para todo). El Himno
a la Alegría, tocado por el pianista Jaime Rodhes, no ha sido nada más que
un clímax de coba para la UE, cuya función es idéntica a la del “¡Americanos,
os recibimos con alegría!”, de Bienvenido Míster Marshall.
El plan, en sí
mismo, es “blando”, irrealizable, voluntarista (el eslogan “España puede”
es significativo: mejor uno que “puede” que un “impotente”, puro marketing) y
sin bases sólidas: nos habla de “transiciones” que se producirían, quiera o
no el gobierno, por iniciativa de empresas privadas y por la incorporación
inevitable de las nuevas tecnologías (desde el 5G hasta los vidrios dobles). El
resto de medidas es una música que conocemos demasiado bien y que ya ha fracasado
en muchas ocasiones (durante el felipismo y durante el zapaterismo).
Lo cierto es que
en marzo-abril estaremos ya con TRES BILLONES de deuda pública. Nos gustaría
saber cuál será el “plan de pago”, de dónde saldrá el dinero para
subvencionar tanto el “Programa de Recuperación, Transformación y Resiliencia
de la Economía Española” (nombre oficial del engendro), cuánto va a subir el
IRPF, y qué hacer cuándo se sepan las cifras reales de muertos por Covid-19, cuando
se sepa exactamente si el PIB ha caído un 11 o un 17% y se conozca el volumen
de los destrozos finales operados a la economía española, comprobándose que, en
esta ocasión, no hay -como durante el zapaterismo- “países PIGS” (Portugal,
Italia, Grecia y España) en los que mirarnos, sino que hemos logrado desbancar
a cualquier competidor en la miseria.
Ante este plan
que confirma la falta de plan del gobierno Sánchez, la noticia del
procesamiento del moños y vicepresidente del gobierno, es casi una anécdota frívola.
Este plan no
resolverá nada: ha sido pura propaganda política y, como tal, se diluirá,
aumentando más nuestra deuda. No evitará que la crisis económica se transforme
en crisis política y que ésta, finalmente, desemboque en crisis institucional
como resultado. Y esta crisis política no será igual que se desató como
resultado de la crisis de 2009: El independentismo catalán está demasiado
debilitado y escarmentado para probar una nueva aventura, como la que probó
tras la crisis de 2009. El PNV, por su parte, sin ETA es como un tigre de
peluche. Los ánimos no están para ver la formación de nuevos partidos como en
2009 y, de producirse las peores previsiones. Y lo peor puede ocurrir cuando
las masas se lanzan a la calle expontáneamente y sin que nada pueda contenerlas.
Eso ocurre en momentos de desesperación y falta de perspectivas… como los
momentos a lo que nos aproximamos.
Habrá que
recordar que el “Palacio de Invierno” no está en La Zarzuela, sino en La
Moncloa. Porque la crisis política a la que caminamos, apuntará al choque entre
los dos palacios. Y todos tendremos que decidirnos por una u otra opción.