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martes, 6 de octubre de 2020

"LACONSPIRACION ABIERTA" (3 DE 3) - CÓMO HA INFLUIDO LA OBRA DE WELLS EN LA MODERNIDAD?

 

Vale la pena hacer un inciso en este punto. Con frecuencia se ha atribuido a la Sociedad Fabiana una importancia desmesurada. Pero, en realidad, los horizontes de sus miembros fundadores solamente llegaban a ser una alternativa estratégica para la transformación de una sociedad democrática y capitalista, en sociedad socialdemócrata, mediante la aplicación de reformas graduales realizadas, especialmente, en los ayuntamientos (como hemos dicho se le llamó “socialismo municipal”). No parece haber nada conspirativo, ni nada oculto en esta intención, sino que, más bien, demuestra ser una variante pequeño-burguesa de la socialdemocracia, lo más a la que podían llegar unos honestos y altruistas burgueses medios en el período post-victoriano.

Ahora bien, la importancia de la Sociedad Fabiana no deriva de sus teorías, sino de tres factores completamente diferentes:

- La creación de la London Economic School que se convirtió en la escuela por la que pasaron los hijos de las dinastías económicas de todo el mundo. La institución, pronto adquirió prestigio y nunca olvidó en su plan de estudios el formar promociones inspiradas en los principios de la Sociedad Fabiana y del propio Wells. Es a través de esta School que los principios del “socialismo gradualista” y las obsesiones del matrimonio Webb, de Bernard Shaw y de Wells, llegaron a las mentes de los hijos de los hombres más poderosos del mundo.

- La marcha de la Guerra Fría que en 1959 obligó a la socialdemocracia alemana (SPD) a enunciar el llamado “programa de Bad Godesberg”. Por primer vez, un partido socialista, renunció a sus principios extraídos directamente de las obras de Carlos Marx y de Federico Engels, y se declaró partidario de armonizar capitalismo y socialismo. Hubo que esperar quince años para que los principios enunciados en Bad Godesberg llegaran a España y, concretamente, al PSOE en el Congreso de Suresnes. En cualquier caso, los promotores de estos cambios en el socialismo mundial se habían formado en las aulas de la London Economic School.

- La revaloración del socialismo utópico después de mayo del 68 que se muestra también en las propuestas ecologistas y en la aparición de partidos ecologistas o en movimientos como la New Age que aspiraban a realizar un “cambio gradual”. Personajes como Wells habían bebido, más que en las fuentes de Marx y de los clásicos del socialismo científico o de la socialdemocracia, en las de los últimos socialistas utópicos británicos: Ruskin y Morris.

Obviamente no puede atribuirse al matrimonio Webb, a la Sociedad Fabiana o al propio Wells responsabilidad y voluntad de que las cosas sucedieron como lo hicieron a partir de 1945. Lo cierto es que los fabianos planificaron un cambio en la sociedad… que, efectivamente, se produjo pero no en la dirección que ellos aspiraban. Este proceso suele ocurrir en el devenir histórico: si las conspiraciones a largo plazo son imposibles de realizar se debe a lo que en filosofía se llama “heterotelia de los fines”: en efecto, siempre, sin excepción, cuando un plan de reformas en profundidad se pone en marcha, el resultado al que se suele llegar es completamente diferente al que sus promotores pensaban inicialmente.

Desde luego, no es por casualidad que las élites económicas mundiales que han modelado el mundo de la segunda mitad del siglo XX y el proceso globalizador que se dio después de la caída del Muro de Berlín, estén inspiradas en principios que encontramos con facilidad enunciados por la Sociedad Fabiana y por Wells (una especie de “despotismo ilustrado” en versión siglo XXI). Pero ese “despotismo ilustrado” que encuentra en las obras de estos intelectuales su justificación no es exactamente el que sus creadores tenían en mente. Para ellos, era necesario aumentar el papel del Estado y su presencia especialmente en las industrias estratégica, sin embargo, en la actualidad, lo que estamos viento es justo lo contrario: una desregulación absoluta, la privatización de la inmensa mayoría de servicios y la renuncia del Estado a alcanzar mayores niveles de justicia social y distribución de la riqueza.

Ahora bien, ¿cuál es el papel de la obra de Wells (y, por extensión de los fabianos) en todo este proceso? Es muy simple: en el Reino Unido de los últimos años del siglo XIX y del primer cuarto del siglo XX, aparecieron una serie de autores que integraron elementos procedentes de muy distintos orígenes:

1) El deseo de llegar a un mundo más equitativo que yacía en el interior de los Webbs, Bernard Shaw o Wells.

2) La tendencia que empezaban a estar de moda y que proponían la organización del mundo por encima de los Estados Nacionales.

3) La aparición de corrientes neoespiritualistas que llevaban estos principios al universo del misticismo, empezando por la Sociedad Teosófica y sus derivaciones, Khristamurti (el “gurú de los millonarios”) y las tesis de Alice Ann Bailey y que proponían “una nueva religión mundial para la Nueva Era”.

Durante el primer tercio del siglo XX estos movimientos tuvieron pocas repercusiones a nivel popular, pero fueron fermentando en círculos elitistas encerrados en sí mismos. Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial salieron a la superficie y cristalizarían en distintas iniciativas internacionales (concretamente en la Organización de las Naciones Unidas y en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) cuya importancia fue creciendo en las décadas posteriores y hasta llegar al siglo XXI.

Estas organizaciones nacieron con la voluntad de “unificar al mundo”. En ellas se percibe perfectamente, que fueron la cristalización de las doctrinas elaboradas por Wells en La Conspiración Abierta. Y, sin embargo, el mundo siguió siendo cada vez más violento, inestable e injusto: ¿muestra del fracaso de estas teorías? En absoluto, muestra dos cosas: en primer lugar, la aludida “heterotelia de los fines” y, en segundo lugar, y muy especialmente, el que el Nuevo Orden Mundial que se impuso a partir de 1945 estaba formado por una doble tenaza:

- de un lado la carga emotiva y sentimental de ideas, sugestiones y principios ideales, idealizados e idealizadores que están presentes en documentos como la Carta Fundacional de las Naciones Unidas o en la Declaración de Derechos Humanos de la UNESCO o los principios del llamado  “Derecho de Núremberg” que anteponían consideraciones superiores y límites a la soberanía nacional.

- de otro lado, las necesidades de la estructura más fuerte que anidaba en el interior del “mundo libre”: la estructura capitalista de la sociedad que fue evolucionando progresivamente en el período 1945-1989, pasando del capitalismo industrial clásico al capitalismo multinacional y, a partir de 1989 a una economía globalizada (eliminada la concurrencia del enemigo comunista), en la que el sector financiero –y no el productivo- se convirtió en determinante.

No es que los “capitalistas” actuaran de manera conspirativa: en realidad, lo que ocurría era que el propio capitalismo se regía por sus leyes internar y marchaba de manera irremediable a sus últimas finalidades (una creciente acumulación de capitales cada vez en menos manos). Es cierto que han existido y existen organizaciones en las que las élites capitalistas se reúnen periódicamente y que son, en el fondo, el Estado Mayor de la plutocracia: la Comisión Trilateral, el Club de Bildelberg y media docena de organizaciones menores del mismo estilo (desde el Foro de Davos, hasta el Club de Roma, desde la Pilgrims Society hasta el Word Economic Forum, desde el Council on Foreing Relations hasta el Instituto de Estudios Estratégicos).

En general, estos grupos –al menos los más significativos de ellos, el Club Bildelberg y la Comisión Trilateral- se configuran como clubs de encuentro e intercambio de información entre políticos, plutócratas y magnates de la comunicación. Su tarea, contra lo que se ha dicho, no es “programar el futuro”, sino “seguir la evolución del capitalismo”: única posibilidad para salvaguardar sus intereses, dado que el “sistema económico mundial” ha dejado de estar controlado por un Estado o un grupo de familias y es más bien un “sistema” autónomo que se rige por una lógica y unas leyes internas que escapan a todo control. En estas conferencias, se realizan aproximaciones a las situaciones reales de tal o cual marco geográfico, de tal o cual sector económico, y se “aconsejan” políticas y actitudes, se “presentan” a políticos que reciben las bendiciones de los “señores del dinero” o se condenan determinadas vías económicas. A partir de ahí, cuanto termina la reunión, cada uno de los asistentes sabe cuál es la “tendencia” que el mundo del dinero habrá “bendecido” y qué principios hay que apoyar. No es que el empresario o el país, el medio de comunicación o el político, que se resistan a ir por esos caminos, o que crean que pueden obtener mayor rentabilidad con otros enfoques vayan a ser malditos y condenados al ostracismo: es que siempre la vía más segura es la que acepta la mayoría.

Obviamente en este tipo de foros el mayor o menor poder o influencia vienen determinados por la mayor o menor concentración de capital que cada uno de los asistentes tiene detrás, respaldándolo. No es una “conspiración”: la historia demuestra que por mucho que se haya programado una revolución o un movimiento de cambio alternativo, los factores que entran en la ecuación y que definen el destino del proyecto son tales que siempre, inevitablemente, se producen alteraciones. Una simple sequía, una catástrofe natural, una epidemia inesperada, un movimiento de masas que puede aparecen aquí o allí, la desigual integración de representantes de unos países u otros en estas asociaciones mundialistas, hace imposible que se puede planificar a largo plazo y con seguridad absoluta.

No, lo que han hecho las élites mundialistas –especialmente a través de la UNESCO- es aprovechar las ideas de Wells para dar un contenido emotivo y sentimental a sus propuestas, dando la sensación de que se trata –como decía Wells- de iniciativas para “asegurar la paz mundial”, “crear condiciones para una época de progreso ilimitado” o “garantizar la defensa de los derechos humanos”… pero los alumnos salidos de la London Economic School tienen unos diseños mucho más prosaicos: obtener la máxima rentabilidad con el mínimo esfuerzo. A ellos no les interesa ni la “religión mundial”, “ni el gobierno mundial”, ni la “unificación mundial de pueblos y razas”. Lo que ocurre es que estos principios constituyen el telón tras el cual, va progresando una sociedad cada vez  más inestable –a la que nos está llevando la lógica interna del sistema capitalista incontrolable- que, lejos de haber “democratizado el poder y la soberanía” como pretendían los fabianos y Wells, ha ocurrido justo lo contrario.

En realidad, las teorías de Wells se han impuesto, pero no es la forma en la que él mismo pretendía: ciertamente, los Estados están debilitándose más y más y, por tanto, no asumen lo que Wells consideraba una necesidad (el que el sector estratégico de la industria estuviera en sus manos). Sin embargo, si sustituimos la idea del “Estado” por la de “estado mayor del dinero, la política y la comunicación”, veremos que, efectivamente, cada vez más la mayor parte de actividades que Wells atribuía a los Estados están en manos de esa pequeña élite que, a fin de cuentas, es la que posee la “soberanía real”.

Por supuesto, esta élite practica una especie de “despotismo ilustrado” de baja catadura: se muestra como generosa y filantrópica, está dispuesto a dar al “pueblo” lo que el pueblo “pide”, especialmente si se trata de productos culturales de mala calidad, coberturas sociales que impliquen “discriminación positiva” y todos aquellos beneficios a los grupos étnicos, culturales, religiosos y sociales que marchen en la dirección de la globalización y de la “unificación mundial” (religiosa, étnica, cultural, política…) y solo en la medida en que esas migajas tienen la forma de anestésicos.

Wells y los Fabianos, lo único que hicieron fue, a través de sus teorías y de libros como éste que presentamos a continuación, los elaboradores de una teoría “hiperhumanista” y “mundialista” que ha dado cobertura ideológica a la peor forma de explotación que jamás haya visto la historia.