Doriot no pudo evitar que una
serie de elementos objetivos se desencadenaran contra él y contra su partido.
El primero de todos fue el ya mencionado cambio de clima en la política
francesa con la disolución del Frente Popular y la formación del gobierno
Daladier el 10 de abril de 1938 que supuso un primer parón en el crecimiento
del PPF. Unos meses después el 30 de septiembre, se firmaban los acuerdos de
Munich y en la semana siguiente las tropas alemanas entraron en la zona de los
Sudetes. El resultado directo para el PPF no fue un nuevo parón sino el inicio
de una crisis interna en el curso de la cual la figura de Doriot salió
erosionada y perdió a una parte importante de sus intelectuales.
En el momento en el que la
tensión empezaba a concentrarse en Checoslovaquia a causa de la presión
ejercida por el Partido Alemán de los Sudetes dirigido por Konrad Henlein y
justo cuando empezó el Congreso de Núremberg del NSDAP (12 de septiembre de
1938) en el que Hitler aludió a que si el gobierno checo no podía garantizar la
seguridad de la población de habla alemana, el Reich se encargaría de ello,
Doriot publicaba un artículo en La
Liberté y en L’Emancipation en el
que afirmaba: “Hitler ha tenido a bien afirmar que el problema de fronteras se
ha resuelto definitivamente entre Francia y Alemania, puede decir que la
catedral de Strasburgo nos pertenece, pero el francés piensa que a fuerza de
romper tratados, terminará también por querer revisar la frontera del Rhin. Tal
es el drama de la situación actual”. Y más adelante añadía: “Alemania y sus
jefes deben comprender: si creen que Francia no combatirá en caso de ataque
contra Checoslovaquia, se equivocan”. Doriot reconocía las justas aspiraciones
alemanas sobre los Sudetes (“Hitler puede obtener una nueva victoria moral
pacífica: es la justicia para los alemanes de los Sudetes”). Tales eran las
tesis de Doriot que no podían evitar ser contradictorias: de un lado la propia
de un nacionalista que quiere garantizar y fortalecer la seguridad y la
integridad de su país (y que por tanto, en aquel momento, precisaba una
política de fuerza hacia Alemania) y por otro la de un “fascistizado” que
entiende las reivindicaciones alemanas y no está dispuesto a “morir por los
Sudetes”.
El artículo causó un enorme
impacto, no tanto en la sociedad francesa como en el interior del PPF y, en
concreto, de L’Emancipation National.
Una parte de la misma rechazó la posición de Doriot. Drieu La Rochelle entre ellos.
El clima de guerra se había apoderado de Europa. Es cierto que la posición
defendida por Doriot en materia de política europea era la más coherente,
simple y completa (reconciliación franco-alemana y tratado de no agresión con
el vecino país, sobre la base de un establecimiento de fronteras estables en
Europa). Sin embargo, los gobiernos franceses que se iban sucediendo carecían
de una política exterior que modificara la emprendida durante la formación de
la “entente cordiale” en 1904. La
alianza franco-británica, extendida en la Primera Guerra Mundial a los EEUU y,
por tanto, en donde los intereses económicos anglo-sajones de ambos lados del
Atlántico tenían un peso decisivo, convertía a Francia en un simple
acompañamiento y, en realidad, el único territorio sobre el que, inicialmente,
podría librarse un conflicto con Alemania. El 23 de septiembre Francia movilizó
a sus reservistas y Gran Bretaña colocó a la flota en estado de alerta. Por su
parte, Pierre Etienne Flandin, presidente de la Alianza Democrática lanzó un
llamamiento a través de La Liberté,
titulado “Pueblo francés, no te equivoques” en el que cuestionaba la
información que iba llegando a Francia sobre el conflicto, afirmaba que los
datos eran insuficientes o excesivamente parciales y denunciaba “el mecanismo
consciente montado desde hace semanas y meses por fuerzas ocultas para hacer la
guerra inevitable”. Y se planteaba: “¿Las tropas alemanas penetraron en el
territorio de los Sudetes reconocido como alemán antes o después de la
delimitación de fronteras?”. Dado que el gobierno había rechazado convocar a
las cámaras representativas para tratar el tema, Flandin exhortaba a los
franceses a dirigirse directamente al
jefe del Estado para salvar la paz. Sin embargo, el artículo tuvo menos
difusión de la esperada: las tres ediciones de La Liberté que reproducían el artículo –pacifista y contrario a la
guerra, muy objetivo por lo demás- fueron recogidas por la policía. Los
carteles colocados en París y en provincia reproduciendo las tesis pacifistas
del PPF fueron arrancados por la policía siguiendo órdenes del ministerio del
interior y el mitin programado por el partido para tratar el tema y convocado
en el Velódromo de Invierno, resultó prohibido. La política del PPF fue tachada
por el gobierno y por los partidos de derecha e izquierda como una “política de
capitulación” ante Alemania. Pocos días después, los carteles colocados por la
Federación del Var del PPF, en los que se podía leer “No queremos morir por
Checoslovaquia”, fueron objeto de una encuesta judicial y discutidos incluso en
el Buró Político del partido en donde Pierre Pucheau los criticó duramente, sin
poder evitar que el organismo de dirección respaldara la posición de Doriot.
En los días siguientes
aparecieron nuevos artículos en los medios del partido sobre el mismo tema,
comentando la firma de los acuerdos de Munich que fueron anunciados en L’Emancipation con este titular: “Hemos
escapado por los pelos. Será necesario ajustar cuentas”. En cuanto a Drieu
escribió: “Hasta aquí, pero no más lejos”, refiriéndose a las reivindicaciones
hitlerianas. En el texto decía: “Hitler tenía derecho a reclamar Austria, lo
tenía también en la cuestión de los Sudetes. Pro un derecho no es válido más
que si se ejerce humanamente; ese ejercicio no puede convertirse en extorsión”.
El 14 de octubre Drieu se dirigió en las columnas del diario a Daladier: “Usted
ha vuelto de Munich cubierto de vergüenza”. Y concluye: “Munich es la victoria
de la razón, pero una victoria pagada muy caro”. Hitler ha aparecido en
Francia, incluso en el interior del PPF, como el hombre que quiere la guerra:
“satisfaciendo una reivindicación justa, aspira a desarrollar la hegemonía
alemana sobre Europa”.
El 7 de octubre, consciente de
que las opiniones sobre la cuestión estaban generando problemas internos en el
partido, Doriot publica un mensaje de dos páginas en el diario con el título de
“Francia no ha traicionado a Checoslovaquia”, en el que hacía un análisis
histórico el conflicto y recordaba las posiciones del PPF en materia de
política exterior. El 14 de octubre publicó otro llamamiento a una
reconstrucción nacional especialmente en materia de política exterior. En estas
circunstancias se reunió el Consejo Nacional del PPF el 15 y 16 de octubre. En
el curso de los debates aparecieron varias críticas al “jefe”. Éste leyó un
discurso de 13 folios donde exponía que Francia debía aceptar la retirada que
supuso el pacto de Munich para evitar una catástrofe militar y que, a partir de
ese momento, le era preciso utilizar el tiempo ganado para reforzar su
armamento. Bertrand de Jouvenel intervino en primer lugar (su padre, embajador
de Francia, era amigo del presidente checoslovaco Benes y él mismo se
encontraba en Praga cuando estalló la crisis. Afirmó que la bandera de Francia
había sido lacerada y pisoteada. Pierre Pucheau demostró que la anexión de los
Sudetes representaba una merma económica para Francia. Henri Barbé, por su
parte, señaló que la debilidad militar francesa era incompatible con adoptar
posiciones de fuerza. En la misma línea, Henri Lèbre y Claude Jeantet
sostuvieron la posición de Doriot recordando que la opinión pública francesa
había apoyado unánimemente los acuerdos de Munich.
Fue entonces cuando el debate dio
un giro. Pucheu viendo que su ofensiva contra Doriot no tenía mayoría en el
Consejo Nacional, cambió de argumentación. Aludió a la vida privada de Doriot a
la que calificó como “disoluta”, criticó la aceptación de subsidios procedentes
de Italia. Paul Marion en la sesión del día siguiente, recordó que el 30 de
noviembre, el Conde Ciano había pronunciado un discurso en la Cámara de los
Fascios y las Corporaciones en el que había aludido a “las aspiraciones
naturales del pueblo italiano” sobre Córcega, Niza, Túnez y Saboya, siendo
entusiásticamente contestados con un “A Noi!” por los diputados presentes”. El
Buró Político respaldó igualmente la línea de Doriot, pero no pudo evitar que,
especialmente las críticas formuladas a su vida personal se trasladaran a la
siguiente reunión del mismo organismo que tuvo lugar a principios de 1939. En
el curso de esa reunión, Pucheu renovó los ataques a la vida privada de Doriot
y a su política exterior. Pero en esa ocasión estuvo acompañado por Arrighi,
Jean Fontenou, Loustau y Paringaux quienes dimitieron en bloque. Fabre-Luce les
había precedido unos días antes y Drieu se había ido silenciosamente dejando de
publicar artículos en los medios del partido desde la anterior reunión del Buró
Político. Otros, como Popelin y Maud’huy, sin dimitir, dejaron de participar en
la dirección. Barbé también había abandonado el partido en el mes de noviembre.
En pocas semanas, el PPF había perdido a sus intelectuales más brillantes y a
algunos de sus cuadros más conocidos.
¿Qué había de cierto en los
reproches formulados contra la “vida privada” de Doriot? Jean Paul Brunt
recuerda en su biografía de Doriot que “la historia demuestra que la vida
privada dudosa de infinidad de hombres no ha impedido que fueran grandes jefes
de Estado”. Pierre Pucheu, verosímilmente, se sentía decepcionado por la escasa
influencia de sus tesis sobre la línea política de Doriot. Pucheu, amigo de
Robert Brasillach y de Jean Paul Sartre a los que conoció en la École Normale
Supérieure de París, tras haber intentado destacar como escritor, se pasó al
mundo de los negocios, deslumbrado por el capitalismo. Fue en la industria del
acero en la que destacó convirtiéndose en la cabeza visible, en pocos años, del
Cartel d’Acier, el mayor monopolio sobre este material estratégico. A partir de
la crisis del 6 de febrero de 1934, se interesó por la política, ingresó en los
Cruces de Fuego de La Rocque y luego en el PPF. Procedía, pues, de un medio
social que no solamente entraba en contradicción con la base obrera del
partido, sino que además era antagónico. Durante el gobierno de Vichy sería uno
de sus más activos apoyos destacando como “tecnócrata”. Capturado en Argel
después del desembarco norteamericano, fue el primer “colaboracionista”
fusilado por De Gaulle. Incluso Pucheu que constituyó la punta de lanza en el
ataque contra Doriot y, la totalidad de los que en aquel momento se dieron de
baja en el partido, reconocerían más tarde que la línea política de Doriot en
ese momento había sido la correcta y ellos mismos la compartieron luego. Víctor
Barthélemy, testigo privilegiado de aquellos episodios, concluyó que los
ataques a la vida privada de Doriot no eran más que excusas para reforzar los
ataques a su línea política.
Ahora bien… sí es rigurosamente
cierto que entre finales de 1937 y principios de 1938 tuvo lugar un cambio en
los hábitos de vida de Doriot, algo que no pasó desapercibido ni para su
entorno inmediato, ni para los servicios de información. Es posible que tuviera
que ver con las relaciones con su mujer y sus hijos. A partir de ese momento
deja de dormir en casa y suele hacerlo en la sede del partido. Tampoco va a
casa a comer y prefiere hacerlo en restaurantes sin reparar en gastos. Suele ir
a restaurantes refinados, degustar vinos selectos e ir acompañados por amigos y
camaradas. El resultado directo no pasa desapercibido a quienes lo ven: la
obesidad. Fabre-Luce reproduce una frase que le comunicó Paul Marion: “Doriot
había cambiado. Intentó sinceramente elevarse
la altura de las esperanzas que se habían depositado en él. Cuando la
corriente se invirtió pasó a consolarse en los burdeles”.
Sin embargo, la crisis en la
dirección del PPF apenas afectó al partido. No se había tratado ni de una
escisión, ni siquiera de dimisiones escandalosas que aceptaran continuar la
pelea en medios de comunicación. En realidad, las dificultades procedían de la
coyuntura (caída del Frente Popular con nueva situación en Francia y pacto de
Munich con nueva situación en Europa). Lo primero hace del PPF un partido
inútil para la derecha, un partido, incluso, que en razón de su anticomunismo
exacerbado podría suponer un obstáculo ante el segundo problema, el pacto de
Munich, que requería, para afrontarlo, un amplio consenso en la sociedad francesa:
una “unión nacional”. La buena noticia era que la Asamblea Nacional había
aprobado el reparto proporcional de los diputados del Partido Radical que
querían sacudirse la dependencia que tenía su grupo de socialistas y
comunistas. El PPF, con la nueva distribución de escaños hubiera podido obtener
entre 50 y 60 diputados.