EL ESTADO ANTE EL COVID O LA IMPOTENCIA
La actitud del gobierno ante el Covid-19 ha sido elocuente y puede dividirse en dos fases:
- Durante los tres primeros
meses, de marzo a mayo, asume el “control” de la situación y decreta el
confinamiento. ¿Resultado? Más de 40.000 muertos, de los que se reconoció
-por el momento- menos de 28.000 –“ya habrá tiempo de contar a los muertos” (Sánchez
dixit). No fue raro que los sondeos que indicaban el grado de apoyo al gobierno
se desplomaran.
- A partir del verano, Sánchez
opta por desembarazarse de la responsabilidad en la pandemia y la transfiere a
las comunidades autónomas, para evitar un desgaste mayor del gobierno.
¿Resultado? Peor todavía: cada comunidad tira por su cuenta, los jueces echan
para atrás muchas medidas por inconstitucionales, y, para colmo, aparecen las
ideas tan geniales como inútiles (no fumar en terrazas, que aparece en Galicia
y se va adoptando en todas las comunidades). El resultado es que, el prestigio
del gobierno del Estado sigue cayendo y el de los gobiernos autonómicos sufre
idéntico destino.
¿Resultado final de todos estos
despropósitos?
Mientras el haragán de Sánchez se va de vacaciones, los Bonnie&Clyde de
Unidas Pudimos muestran sus “sufrimientos” por unas vacaciones que alguien
frustró en Asturias simplemente con una pintada en el suelo… Y de regreso, la
jefa consorte de Podemos y “ministra de igualdad”, se le ocurre la
“gran aportación de Unidas Pudimos” al Covid-19: cerrar los puticlubs…
Vamos a ver: si la medida tuviera algo de sentido, cabría preguntar como a
esta tonta del bote no se le ha ocurrido proponer esta medida hace siete meses,
cuando empezó la pandemia y lo hace ahora, cuando su banda está empantanada en
procesos judiciales, sospechas de nepotismo y certidumbres de corruptelas.
LA MOCIÓN DE CENSURA DE VOX
Cabría decir que “así se las
pusieron al rey”, en relación a la moción de censura que presentará Vox. No
recuerdo en la historia de la democracia española un gobierno en una situación
tan débil como la que vive Sánchez. Habría que remontarse a los últimos tiempos
de UCD o a los momentos más dramáticos de la crisis económica de 2008-10,
cuando ZP se negaba a reconocer la realidad de los hechos.
Ahora es diferente, porque el
PSOE gobierna en coalición con un partido que, de lejos parece formado por
impresentables, de cerca uno tiene la certidumbre de que efectivamente, son
impresentables, y que poco a poco, cuando se vayan conociendo sus corruptelas
sabremos que eran impresentables, no solo a nivel de programa (ideología de género, más
inmigración y viva los okupas, que, a fin de cuentas, a eso se reducen sus
propuestas), sino a nivel de comportamiento ético y moral (que era lo
que vendían hasta anteayer: bajarse los sueldos, no ir en coche oficial,
transparencia absoluta y gestión asamblearia…).
Con un Unidas Pudimos amortizado,
Sánchez se hace ilusiones de que el Cs -en fase terminal- lo apuntalará el
tiempo que queda de legislatura y que, para entonces, el Covid será un mal
recuerdo y se habrán reabsorbido los millones de parados y de afectados por los
ERTE. Pero, claro, antes tiene que pasar por la moción de censura de Vox.
Lo más normal hubiera sido que
Vox y el PP hubieran presentado la moción en comandita e, incluso, que hubieran
recabado las firmas de algunos versos libres de Cs que intentan acomodarse ante
el hundimiento del partido.
Es pronto para decir, si Vox
convencerá o quedará como Hernández Mancha después de la que presentó en marzo
del 87, cuando perdió el duelo con Alfonso Guerra. Abascal lo tiene ahora más
fácil, en primer lugar, porque lo que queda del PSOE no es lo que existía en
1987, cuando todavía quedaban en el partido profesionales brillantes. Hoy el
PSOE es un despojo de feministas airadas y de ambiciosos sin principios que las
flanquean. Sin ideas más allá del programa de Unidad Pudimos, algo más diluido,
sin líderes, sin unicidad interior, descompuesto entre “federaciones” y
“partidos”, cada uno de los cuales tira en la dirección que más le interesa y,
con un “comité federal” de baja catadura.
La derecha podría ser más
inteligente y eficiente.
Claro está que el PP de hoy, tampoco es el de otra época (en el fondo, la
política se ha convertido en la actividad más lucrativa y, a la vez, más
desprestigiada del país, tanto como puede serlo el tráfico de drogas o la trata
de blancas), pero, en cualquier caso, si Vox hubiera “trabajado” un poco más
el tema de la moción de censura antes de formularla y hubiera buscado alianzas,
su posición sería mucho más fuerte de lo que es ahora, especialmente si Abascal
flaquea ante Sánchez o no remata bien la faena. Que es lo que espera
Casado.
El PP de 2020 intenta
“centrarse”: retener el electorado de derecha y ganar centristas y -lo dijo
Casado el otro día- e integre a “socialdemócratas” (en clara alusión a integrar a
los restos del Cs). Y todo esto con el Covid de fondo, ante el que el PP se
limitó, los tres primeros meses, a reír las gracias de Sánchez y ahora parece
mudo y sin iniciativa en la materia.
NEGRAS PERSPECTIVAS ONDEAN EN LOS
AIRES
Lo cierto es que ¿los contagios
repuntan? Si y no. Lo que ocurre es que se están haciendo tests masivos y
aparecen “contagiados”, la mayoría asintomáticos, que probablemente lo estaban
desde hacía meses. Otro error de comunicación, porque el número de contagios
es lo que ha hecho que media Europa y, desde luego, los principales proveedores
de turismo de aluvión, recomienden no visitar España. Lo más grave es que,
el número de muertos empieza a repuntar y que, veremos lo que ocurre en el
inicio del curso escolar, no por los niños que están resultan asintomáticos,
sino por el contacto con los abuelos.
En cuanto a la situación
económica, no hace falta aludir a las “cifras macroeconómicas” para darse
cuenta de la gravedad:
sectores enteros de la economía, del pequeño comercio y de los autónomos,
laminados por la crisis (en la calle comercial de Calella, de unos 800 metros,
casi cincuenta establecimientos cerrados en las últimas semanas y la mayoría de
hoteles ni siquiera han abierto). Parece bastante claro que lo primero que
el gobierno debería plantearse es cómo afrontar una “reconversión económica” de
un país que ahora sabe que no puede cifrar la salud de su economía en el turismo
y en la construcción. Y lo más preocupante es que todavía no he oído a ningún
partido -Vox incluido- que proponga un nuevo modelo económico.
Así pues, hay que prepararse para
un período excepcionalmente difícil: un Estado que se niega a ejercer “poder”
(cuando redunda negativamente en la intención de voto) y carece por completo de
“Autoridad” (esto es de prestigio).
Con unos gobiernos autonómicos que están peor, incluso. Con una economía en
ruinas y sin ideas para reorientarla. Con la amenaza de una mortandad para la
segunda oleada del Covid antes de que llegue la vacuna y sin que se hayan
modificado los “protocolos de tratamiento” (responsables en primer lugar y
sobre todo de la mortandad). Y, para colmo, con una derecha dividida y sin
grandes ideas en materia económica, en sus distintas formulaciones, sigue al
liberalismo más rancio, sosteniendo que no se ha aplicado en su rigor más
estricto).
¿Tiene futuro este país? No,
desde luego, mientras no haya una nueva generación de jóvenes, surgidos de la
clase media que asuman sus responsabilidades y tengan la preparación técnica
suficiente para aportar soluciones. Jóvenes que no vean el exilio económico
como la salida a su futuro. Que estén imbuidos de patriotismo y quieran un
futuro para ellos y para los suyos. Por que hay que reconocer que los que
tenemos más de 50 años, no solamente no hemos fracasado, sino que somos los
responsables -por acción o por omisión- de que nuestro país esté hoy sumido en
lo más profundo de un pozo del que nos va a costar mucho salir.