El estallido de la guerra en Europa el 1º de septiembre de 1939 hizo
imposible proseguir con el plan de repatriación de los judíos alemanes a
Palestina. Sin embargo, la victoria sobre Francia y la creación del gobierno de
Vichy, abrieron la posibilidad de aplicar un Plan B: la evacuación de los judíos
europeos a Madagascar. Se trataba de un viejo proyecto que había nacido antes
de la formación del III Reich y que se había intentado poner en práctica
previamente en otros países europeos. Varios antes que Hitler pretendieron
hacer de Tananarive la capital de Israel. Y los propios judíos estuvieron de
acuerdo.
> La
historia de una isla perdida
Madagascar es un
lugar recóndito en relación a Europa, situada frente a las costas africanas de
Mozambique y distanciada del continente 416 km en su punto más próximo y a
5.500 km de la isla indonesia de Siberut. Tiene población desde el siglo IV y,
a pesar de su proximidad a África, fue colonizado inicialmente por asiáticos
(por ello los autóctonos conservan rasgos étnicos, costumbres y lengua malaya–polinésica,
incluso su animal doméstico es el cebú). Los africanos (especialmente bantúes)
llegaron mucho más tarde, mezclándose con la población local. En la edad media desembarcaron
contingentes persas que poblaron la parte norte de la isla en donde todavía hoy
se practica el islam.
La colonización
europea fue difícil y sucesivas expediciones españolas, portuguesas, francesas
y británicas fueron rechazadas por los nativos. Finalmente, los franceses
consiguieron establecer factorías durante el siglo XVII. Durante las guerras
napoleónicas, los británicos entrenaron a los indígenas malgaches incitándoles
a que se sublevaran bajo el mando del rey Radama I. Sin embargo, en el período inmediatamente
posterior los propios nativos expulsaron a los ingleses y la isla vivió una etapa
de inestabilidad interior durante 30 años hasta que los franceses en 1895 la incorporaron
completamente a su imperio colonial y fijaron su capital en Tananarive.
En 1916,
sociedades secretas nacionalistas empezaron a actuar contra la colonización
pero, mal que bien, Francia consiguió mantenerse como potencia colonial
hasta la Segunda Guerra Mundial. En 1942, los británicos ocuparon la isla
temiendo que los japoneses intentaran saltar a ella para dominar el Océano
Índico. Es decir, que entre 1940 y 1942 la isla estuvo administrada por el
gobierno francés de Vichy y fue durante ese tiempo que cobró forma la
posibilidad de deportar allí a los judíos europeos (1) en el proyecto que
se conoció como “Plan Madagascar”.
Este Plan no era nuevo. Tenía raíces
profundas en el tiempo y en el espacio, casi a modo de idea recurrente que en
un momento u otro fue defendida en varios países europeos para resolver lo que
se llamaba “problema judío”. Franz Rademark, el funcionario del Ministerio
de Exteriores del Reich encargado del proyecto en 1940 no hizo nada más que
beneficiarse de ideas elaboradas previamente, actualizarlas y contar con una
situación político–militar favorable para que fueran tomadas en serio (victoria
sobre Francia que detentaba la soberanía sobre Madagascar) y con la firme
voluntad de las autoridades alemanas para dar el carpetazo final a la presencia
de judíos en Europa.
>
Una vieja idea alemana
La historia de la idea de crear un “hogar
judío” en Madagascar arranca con Paul Anton de Lagarde,
uno de los fundadores del moderno antisemitismo y teórico de la “colonización de la frontera de expansión”
que ideó una “Germania” ampliada hasta el Adriático y el mar Negro en el sur
(2).
Lagarde, a lo largo de
sus escritos demostró ser profundamente antisemita; consideraba a los judíos
como un “cuerpo extraño” a la nación alemana. George L. Mosse dice que para él
fueron “la encarnación del mal”.
Lagarde, en realidad, fue el primero en superar el viejo antisemitismo que
derivaba de principios religiosos y darle un enfoque étnico–nacional. La Revolución
Francesa había iniciado la marcha hacia el laicismo y abatido tanto el poder de
la nobleza como el del clero, sin embargo, esto no fue suficiente como para que
el antisemitismo desapareciera de Europa, simplemente se reconvirtió. Lagarde
fue uno de los que operaron esta transformación.
A partir de Lagarde ya
no se trató de que los judíos estuvieran “malditos” por la muerte de Cristo, ni
que se obstinaran en practicar el pecado de la usura (de hecho la burguesía
triunfante en la Revolución Francesa consiguió que algunos de los rasgos
propios de la mentalidad judía –y entre ellos el afán de lucro y de usura– se
extendieran a la nueva clase hegemónica a partir de entonces), sino que la
burguesía, que había dado lugar a la creación de la “Nación”, veía en el judío
como algo exterior a ella. Además, en esa época, especialmente en la
segunda mitad del siglo XIX, aparecieron las ideas racistas, no de la mano de
grupúsculos de extrema–derecha, sino de los sectores más liberales del momento
que estaban exportando el imperialismo inglés a todo el mundo (3). De
hecho, el imperialismo inglés tuvo como trasfondo ideológico una pretendida
superioridad de la raza anglosajona sobre las razas nativas. Así pues, el
tradicional antisemitismo que siempre había estado latente en Europa, a partir
de ese momento terminó convergiendo y confundiéndose con las tesis racistas.
El propio Lagarde
enarbolaba un antisemitismo proclamado, no en nombre de la religión o de la
tradición, sino de la Nación y del Volk, el pueblo, y no le interesa tanto
que el judío pertenezca al que hasta entonces era generalmente considerado como
“pueblo deicida” sino en tanto que “cuerpo
extraño al Volk”. Además, Lagarde estaba
especializado en religiones orientales y empezó a interesarse por el “problema
judío” como derivación de su interés por la antropología religiosa. Creía
firmemente que era preciso construir una “religión
nacional alemana”, paso necesario para rematar la construcción de la
“nación alemana”. Se interesó por el Talmud,
lo leyó y creyó percibir en él aspectos negativos que le indujeron a pensar que
los judíos tenían una “influencia
corrosiva sobre el pueblo alemán”. Cuando intentó completar su doctrina
sobre la construcción nacional de Alemania, Lagarde propuso un Drag nach Osten (Marcha hacia el Este) esto es, la
conquista de espacios en el mundo eslavo. Sería en el Este en donde el pueblo
alemán encontraría su “espacio vital” (4) y su área de expansión y para
llevarla a cabo era preciso “limpiar”
esa zona de “canalla judía”.
En 1885 escribió una
obra en la que ya recomendaba como solución del “problema judío” (5) la deportación de
los judíos alemanes a Madagascar. Las razones para ubicarlos allí eran
tres: la lejanía de Europa, lo grande de una isla escasamente poblada y el
escaso interés que Francia demostraba en su colonización.
Lo sorprendente es que esta
idea no se oponía a las concepciones sionistas de la época. El propio Thedor
Herzl, fundador del movimiento sionista, estaba preocupado porque
advertía que los judíos europeos, especialmente los alemanes, cada vez eran
menos judíos y se sentían más alemanes: en pocas décadas el judaísmo podía
verse disuelto en el cuerpo de la nación alemana, así pues, en principio, el
sionismo no tuvo inconvenientes en crear un Estado judío –sino era posible en
Palestina– en cualquier lugar de África. Cualquier cosa antes que asistir a la
asimilación completa del pueblo judío por el Volk alemán.
Durante un tiempo Herzl
fue favorable a una “solución B” que suponía el establecimiento del Estado
Judío en “Kenya”, que en la terminología de la época abarcaba todo el espacio
situado entre Guinea y Uganda (6). El propio Herzl
había propuesto también la Tripolitania líbica como “hogar nacional judío”. Herzl, sin embargo, no mencionó como
opción Madagascar (a pesar de que sin duda la conocía (7).
Entre finales del siglo
XIX y hasta 1940 pareció existir una coincidencia –impensable hoy- entre el
criterio sionista de establecer un “hogar judío” en no importa qué lugar del
planeta y el afán de los antisemitas de desembarazarse de los judíos europeos
facilitándoles el establecimiento fuera del continente. . En realidad, los
judíos europeos parecían estar cansados de pogroms
y dificultades, especialmente en Europa Central y en los Cárpatos. Lo ocurrido
en Polonia fue emblemático y su repaso nos confirmará que esa coincidencia de
criterios entre ambas partes existía.
> El antisemitismo polaco y la “solución
Madagascar”
Se debe a un judío
español, natural de Tortosa en el siglo X, Ibahim Ibn Jakob, la primera
referencia a la presencia de judíos en Polonia. Al parecer, hasta el siglo XIV
no existió ningún tipo de segregación, ni de hostilidad hacia los judíos en
aquel país. Se cree saber que poco antes de esa época llegaron a Polonia masas
de judíos “rodanitas”, habitantes del valle del Ródano, coincidiendo con
refugiados judíos del Reino de los khazaros (o “jazaros”, pueblo situado entre
el Volga y el Don en el que los judíos gozaron de una posición preponderante
hasta el siglo XIV (8) que había resultado destruido; se ha dicho que los
judíos asquenazíes son descendientes de los khazaros) que llegaron en
diferentes oleadas entre los siglos XII y XV. A partir de esa fecha aparecen
fricciones con la población eslava: “Por
rivalidades y envidia, fueron acusados de competencia desleal en comercio y
artesanía”.
En el período siguiente se produjo una gran
acumulación de población judía en Polonia y se cree que a mediados del siglo
XVI, el 80% de los judíos del mundo, vivían en aquel país considerado en rigor
como “el centro del judaísmo mundial” (9). En el siglo siguiente Bohdan Chmielnicki se hizo con el poder inaugurando una época
en la que la Iglesia Católica y los jesuitas modelaron la vida y las costumbres
del país. La expansión de la Iglesia Ortodoxa que presionaba por el Este y del
protestantismo que lo hacía desde Alemania, fue contenida y a través de la
Iglesia Católica se extendió cierta hostilidad hacia los judíos: es en este
período en el que la “nación polaca” en su totalidad empezó a identificarse con
la fe católica que desde entonces constituye la médula del nacionalismo polaco
del siglo XIX. Y a este nacionalismo ya le acompañará inseparablemente el
antisemitismo.
A partir de 1897, el INDECJA (Partido
Nacional Demócrata Polaco, liderado por Román Dmowsky) representante del
nacionalismo conservador se declaró abiertamente antisemita y constituyó
durante décadas el eje de la política polaca. Después de sucesivos desmembramientos, finalmente en 1919 se creó la
República Polaca bajo el mando del mariscal Joseph Pilsudsky que gobernaría,
con alguna interrupción, hasta su muerte en 1935. Pilsudsky no fue en absoluto
antisemita pero a su muerte y siguiendo las leyes de exclusión de los judíos
que se estaban aplicando en Alemania, Polonia los excluyó también de muchas
actividades y favoreció su emigración a otros países. También se
establecieron cuotas de judíos en la universidad y en distintas profesiones.
Fruto de esa agitación antisemita dirigida
por el gobierno fue el intento de resolver la “cuestión judía en Polonia”
mediante la repatriación de los judíos fuera del país. Era difícil: en el Oeste
el gobierno del III Reich no lo permitía y otro tanto ocurría con la URSS a
donde, por lo demás, se negaban a ir la mayoría de judíos salvo los que habían
asumido el stalinismo como doctrina.
El primer ejemplo de aplicación de una
legislación antisemita en Polonia fue el proyecto de ley presentado el 1 de
enero de 1937 conocido como Ley Kosher
que limitaba la práctica del ritual de sacrificio judío de animales y fue muy
mal acogido por la comunidad judía. A esto siguieron en poco tiempo medidas para excluir o limitar la
presencia de judíos en distintas profesiones; en agosto de 1936 el
gobierno obligó a las tiendas a incluir en el rótulo el nombre del propietario,
en mayo de 1937 se excluyó a los judíos del ejercicio de la medicina y de la
abogacía. Al año siguiente, los periodistas judíos no pudieron pertenecer a la
asociación profesional. Dos meses después fueron excluidos de la mayor
institucional bancaria polaca. Finalmente, en marzo de 1938 la Ley de
Ciudadanía establecía que quienes habían vivido más de cinco años fuera del
país perderían la nacionalidad si no habían conservado una casa, medida que
apuntaba directamente contra los judíos.
Y en este contexto nació el Plan Madagascar
con marchamo polaco.
Tras la muerte de
Pilsudsky (1935) sus sucesores aspiraban a convertir a Polonia en “gran
potencia” y, para ello, el ministro de Exteriores
polaco Jozef Beck, trazó un plan de expansión colonial en África capaz de
convertir al país en un imperio
(Mussolini, justo en esas mismas semanas insistía en imponer su presencia desde
Somalia hasta Abisinia e invadiría este país en octubre de 1935) y, de paso
de solucionar el “problema judío”. En
esta óptica, Polonia reivindicó ante la Sociedad de Naciones el 10% de las
antiguas colonias alemanas en África.
Cuando los polacos
vieron defraudadas sus ambiciones imperialistas a causa de la actitud de
Francia y especialmente del Reino Unido, plantearon la solución malgache. En
efecto, el plan consistía en trasladar a África a 3.000.000 de judíos polacos a
Madagascar para de crear allí una “colonia judía”. La excusa de la
deportación de judíos serviría para “abrir las puertas” a otras adquisiciones
coloniales en África. No fue una propuesta extemporánea. Se planteó a partir de
unas declaraciones del Ministro de Colonias francés, Marius Moutet que ocupó la
cartera durante 1936–1938 durante los gobiernos del Frente Popular. Moutet
había sugerido que una de las posibilidades para evitar que los judíos fueran
objeto de persecuciones en Alemania y Polonia era enviarlos a distintas
colonias, entre ellas a Madagascar, territorio administrado por Francia.
La idea de Lagarde había
llegado a Polonia a través de distintas reuniones internacionales que habían convocado
a representantes de las organizaciones antisemitas europeas (10) en el curso de
las cuales se intercambiaron ideas. A partir de la
muerte de Pilsuldsky, los judíos polacos dejaron de sentirse seguros en el país
y muchos optaron por la vía del exilio (algunos, incluso prefirieron
trasladarse al III Reich a la vista de la virulencia del antisemitismo polaco).
El 6 de
enero de 1936, David Karten, de Myslenice en la Alta–Silesia polaca, agente
de la Asociación de Ciudadanos Judíos de Polonia envió al Ministerio Francés de
Colonias una carta en la que pedía autorizar la inmigración masiva de judíos a
Madagascar. Decía entre otras cosas: “…
El pueblo judío disperso tiene hombres que pueden financiar la empresa y brazos
que pueden realizarla”.
El
Ministro de Colonias transmitió la propuesta al Gobernador General de
Madagascar que esperó instrucciones de París en donde se estaba tratando el
tema. Finalmente, León Blum entregó el proyecto a su ministro Marius Moutet
que respondió favorablemente a la oferta polaca. La vieja idea de Paul de
Lagarde había terminado materializándose y… a iniciativa de los judíos polacos.
El
Congreso Mundial Judío y el Comité de Defensa de los Derechos Israelitas en
Europa Central y Oriental apoyaron la iniciativa y se entrevistaron con el
Gobernador General de Madagascar de viaje en París. Los primeros contactos
entre franceses y polacos (5 de mayo de 1937) fueron positivos. Se creó una
“comisión polaco–francesa” dirigida por Mieczyslaw B. Lepecki que presidiría la
delegación que partió a Madagascar desde el puerto de Marsella (11).
En ese encuentro aportaron detalles sociológicos sobre la migración: se trataría de un contingente multiclasista con agricultores, obreros, artesanos y pequeños comerciantes. Sin embargo, el Gobernador replicó que había suficientes artesanos en la isla (de origen indio y merina) y que los artesanos judíos no podrían sobrevivir e incluso que si intentaban abrir talleres se enfrentarían a la oposición violenta de los merina. Los agricultores, en cambio, serían bien recibidos porque había zonas agrícolas por colonizar, siempre y cuando dispusieran de capital para poner en marcha sus explotaciones. Los representantes judíos aseguraron que las asociaciones judías europeas y americanas se habían declarado dispuestas a aportar gastos y capitales para la migración y el arranque de las empresas judías.
Después
de meses de conversaciones, partió la misión oficial polaca a Madagascar,
presidida por el comandante Lepecki. Éste era Presidente de la Sociedad
Polaca de Colonización. Le acompañaba Salomón Dyk que unían a su condición
de experto en colonización agrícola el de ser miembro de la comunidad judía, Léon
Alter, Director de la Sociedad de Emigración Judía “Jess” y Arkady
Friedler, periodista polaco, igualmente judío. Llegaron a Tananarive el 3 de
junio de 1937.
Durante las semanas que
la Comisión Lepecki permaneció en la isla, se estudiaron varias regiones de
la isla para determinar cuántas personas era viable que pudieran vivir allí.
Revisaron tres zonas de la isla susceptibles de acoger a cierto número
de inmigrantes (entre 10.000 y 30.000) que serían instalados al Oeste de la
capital, entre Soavinandriana y Tsiroanomandidy, el segundo al Sur del país
entre Ihosy y Betroka y el tercero en el Borte en Ankaisina. Las tres zonas
eran salubles y disponían de buenas tierras para cultivar.
La misión
duró tres meses y el estudio final indicó que podían utilizarse 30.000
hectáreas que “ofrecían posibilidades
económicas inmensas”. Sin embargo, ni los polacos, ni los sionistas, ni el
gobierno francés, habían contado con la opinión de los isleños. La prensa
local malgache, enterada de la misión, la acogió con curiosidad preguntándose
sólo si se trataba de una propuesta con visos de convertirse en realidad y si
una migración así era posible y tendría éxito. Algunos malgaches se alarmaron
por la habilidad de los judíos para dedicarse al comercio.
El
silencio del Gobernador francés hizo que en las semanas siguientes el tono se
agriara y cuando trascendió la cifra de 3.000.000 de judíos polacos algunos
medios hablaron de “invasión” mientras que otros temieron que la “sacro–santa
colonización francesa” en la isla peligrara. El Gobernador francés se vio
obligado a publicar un desmentido oficial y situar el número máximo de
inmigrantes judíos en 30.000. El comunicado no logró calmar los ánimos y los
medios locales destilaron una creciente oleada de antisemitismo: “No queremos que Madagascar se convierta en
el vertedero de contingentes de judíos indeseables procedentes de países que
quieren desembarazarse de ellos”. Otro medio comparó la migración con
“las siete plagas de Egipto”. Las Cámaras de Comercio isleñas protestaron también
y propusieron sustituir a los judíos propuestos por artesanos y comerciantes tonquineses,
zona superpoblada y también bajo administración francesa (12).
A la
vista de la reacción popular suscitada en la isla, las autoridades locales de
conformidad con el gobierno francés decidieron retirar el proyecto. Tras
regresar a Europa la
comisión publicó poco después un informe firmado por Lepecki compuesto por
250 páginas y que resultaba decepcionante para los promotores del proyecto:
éste, en efecto, no era factible. A pesar de la superficie de la isla solamente
podrían asentarse entre 40 y 60.000 judíos polacos del total de 3.000.000 y
además los costes de la operación eran exorbitantes (30.000 francos por
familia). La conclusión a la que llegaba abatido Lepecki era irrefutable y
bien documentada: no solamente no se solucionaría el “problema judío” sino que
además, con tales costes lo más posible era que el Estado polaco entrara en
bancarrota.
El hecho de que
Madagascar estuviera débilmente poblado y tuviera una escasez endémica de mano
de obra era el motivo por el que la administración francesa hubiera dado el
visto bueno. Lepecki, en la introducción a su informe aludía expresamente a
Paul de Lagarde como inspirador de la idea originaria (13).
Notas :
(1) En 1943, los ingleses hicieron oficialmente
entrega de la isla a la administración gaullista representante de la “Francia
Libre”. Hasta entonces Madagascar había sido considerada como “colonia”, pero a
partir de 1946, acabada la guerra y con los primeros vientos de la
descolonización, fue convertida en “departamento de ultramar” lo que no impidió
que pocos meses después los independentistas se sublevaran. La metrópoli
concedió la independencia en 1960 siendo dirigida por un gobierno
socialdemócrata más o menos estable durante 15 años. Sin embargo, entre 1975 y
1992 se hizo cargo del gobierno una dictadura militar. La presión internacional
obligó ese año a la celebración simultánea de elecciones presidenciales y
legislativas. Las primeras las ganó el candidato opositor y las segundas el
antiguo dictador Didier Ratsiraka. La situación de inestabilidad que se gestó a
partir de entonces, precipitó al país al borde de la guerra civil en 2002. A
partir de ese año se consiguió estabilizar la situación con el reconocimiento
de la jefatura de Marc Ravalomanana, empresario y predicador evangélico que
gobernó hasta 2009 cuando fue derrocado por un golpe de Estado.
(2) Paul
Anton Bötticher, también conocido como Paul de Lagarde (apellido materno),
nacido en 1827 estudió en el Friedrich–Wilhelm–Gymnasium de Berlín, estudió
teología protestante y cultura orienta en la que finalmente se especializó.
Viajó a Londres y París (donde conoció a Ernest Renan). En marzo 1869 fue nombrado profesor
de la Universidad de Göttingen donde enseñó lenguas orientales hasta su muerte.
Falleció de cáncer poco después de regresar de un viaje de estudios a Italia el
22 de Diciembre de 1891. Paul
de Lagarde es prácticamente desconocido en España incluso entre los
historiadores y ninguna de sus obras ha sido publicada en nuestro idioma. En la
obra Dios en el exilio: lecciones
sobre la nueva mitología, escrito
por Manfred Frank y Agustín González Ruiz (Ediciones Akal, Madrid 2007, págs..
87–90) se realiza una pequeña exposición de las ideas políticas de Lagarde. En
cuanto a sus ideas religiosas puede consultarse La crisis de la razón, John W. Burrow , Editorial Crítica,
Barcelona 2001, págs. 192 y sigs. La mejor obra sobre Lagarde es La pensee de Paul de Lagarde, 1827–1891:
Contribution a l'etude des rapports de la religion et de la politique dans le
nationalisme et le conservatisme allemands au XIXeme Siecle, Jean Favrat,
Librairie H. Champion, París 1979.
(3) Cfr.
El racismo, génesis y desarrollo de una ideología de la modernidad,
Carlos Caballero, reproducido en varios sitios web entre otros: http://www.arbil.org/%2822%29raci.htm;
el artículo demuestra que el caldo ideológico del racismo se dio en aquellos
países en donde había crecido el protestantismo y el liberalismo.
(4) El concepto de “espacio vital” (o Lebensraum en alemán) no era de Lagarde, sino que había sido
inicialmente elaborado por uno de los fundadores de la ciencia geopolítica,
Friedrich Ratzel, contemporáneo del primero. La idea central era que existía
una relación entre dos conceptos cuantificables: “espacio” y “población”. La
existencia de un Estado digno de tal nombre –es decir, de un Estado que
corresponda a un Pueblo– solamente quedaba asegurada en cuanto existiera “espacio suficiente” (vital) para
albergar a la población y atender a sus necesidades. Tanto Ratzel como otros
miembros de aquella generación de geógrafos (Rudolf Kjellén o Hilford
Mackinder) consideraban que la región vital del planeta se encontraba entre el
cuadrilátero de Bohemia–Morabia y Asia Central y sostenían que quien dominara
esta zona (el Heartland,
literalmente, el “corazón de la tierra”), dominaría el mundo. En el Capítulo
XIV de Mi Lucha, (véase
http://www.radioislam.org/historia/hitler/mkampf/pdf/spa.pdf, pág. 112–121)
Hitler recupera esta tesis (que con posterioridad a Lagarde había sido
desarrollada por especialmente por Karl Haushofer, amigo íntimo de Rudolf Hess,
lugarteniente de Hitler). En su análisis, Hitler escribe: “Si en conexión con estos antecedentes, examinamos los
acontecimientos políticos de nuestro pueblo durante los últimos mil años,
rememoramos las numerosas guerras y luchas libertarias y, por último,
analizamos el resultado de toda esta historia, tendremos que confesar que de
este mar de sangre, emergieron, propiamente, sólo tres realidades culminantes
que bien merecen considerarse como los frutos perdurables de sucesos
perfectamente definidos de la política exterior y de la política alemana en
general: I) La colonización de la Marca Oriental llevada a cabo principalmente,
por los Bayuwares. II) La conquista y la penetración del territorio al Este del
Elba. Y III) la formación del Estado de Prusia y, con ello, el fomento sistemático
de un especial concepto político y del instinto de la propia conservación y
defensa del ejército alemán, a base de organización y de acuerdo con las
necesidades de la época” (op. cit., pág. 113). Esto le lleva a ver
que el Volk alemán sigue una tendencia
expansiva hacia el Este. En definitiva, su idea no era restaurar las fronteras
anteriores a 1914 sino conquistar “espacio vital” y nuevos territorios en el
Este para garantizar el sustento de la población y la adquisición de nuevas
tierras para colonizar. No es raro, pues, que la obra de Paul de Lagarde
experimentara un inesperado
revival durante el III Reich y que con su caída se olvidara completamente.
(5) Cfr.
Über die
nächsten Pflichten deutscher Politik, Paul de
Lagarde, reimpreso en Schriften für Deutschland (Stuttgart: Kroener, 1933).
(6) Cfr. la
obra revisionista La controverse de l’extermination des juifs par les
allemands, Jean Marie Noidefeu,
http://www.vho.org/aaargh/fran/livres2/bdf2.pdf,
pág. 14, nota 3.
(7) La famosa obra de Theodore Herzl Der Judenstaat: Versuch einer modernen
Lösung der Judenfrage (El
Estado judío: ensayo de una solución moderna de la cuestión judía), que se
publicó en febrero de 1896 apareció nueve años después de que Lagarde hiciera
pública su propuesta malgache. Existe una traducción francesa accesible de la
obra de Herzl: L’État Juif, L’Herne, París 1970. Es probable que Herzl
desconsiderara precisamente la ubicación del “hogar nacional judío” en la isla
sencillamente porque Lagarde era ya en esos momentos un notorio antisemita y
asumir sus propuestas no hubiera sido entendido por sus propios partidarios.
(8) Para una historia breve de los khazaros, cfr.
Khazares (Jázaros) & Ashekenazim,
David Defranc, publicado en http://beisashkenaz.blogspot.com/2010/01/khazares–jazaros–ashkenazim.html
(9) Cfr. Breve
historia de los judíos de Polonia, Paul Ludsgarten, http://www.generaciones–shoa.org.ar/espanol/textos/textos_ot_breve_historia.htm
(10) Sobre la
situación del antisemitismo polaco en esa época cfr. Los judíos en la modernidad europea:
experiencia de la violencia y utopía, Victor
Karady, Siglo XXI de España Editores, Madrid 2000, pág. 230 y sigs.
(11) Cfr. Antisemitism in interwar poland 1919–1939,
por World Future Foudation, http://www.worldfuturefund.org/wffmaster/Reading/Total/Polish%20Antisemitism.htm
(12)
Le pouvoir colonial
et les communautés étrangères à Madagascar de 1896 à 1939, Tesis doctoral de
Sophie Salomone, 1990, Aix en Provence, reproducido en http://www.lemedicaldelareunion.com/tmc.htm, entre otros
méritos, ésta tesis establece las vicisitudes concretas y el contexto histórico
por el que atravesó el proyecto polaco.
(13)
Datos extraídos de Le pouvoir colonial… op. cit.