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lunes, 20 de abril de 2020

MEMORIA HISTÓRICA: SCHLAGETER, EL PRIMER MITO DEL III REICH (1 de 3)


Se le conoció como “el héroe del Rhur” y su nombre estuvo presente en calles, bibliotecas, acuartelamientos, unidades militares, escuelas e inspiró obras de teatro y novelas. Incluso se creó una condecoración con su nombre. Seguramente, después de la imagen de Hitler, la de Albert Leo Schlageter fue la más reproducida durante el III Reich. Es frecuente que los gobiernos promocionen mitos, pero nunca como en el caso de Schlageter el mito estuvo tan cerca de la realidad.

Las fuentes sobre Schlageter son muchas. En los últimos tiempos su figura sigue cautivando en la convicción de que a través suyo pasan buena parte del bagaje mítico del III Reich. Su nombre suele citarse también en todas las biografías de Heidegger y, por supuesto, en los libros consagrados a los Freikorps y a la prehistoria del NSDAP. No hubo sin duda durante la República de Weimar un hombre que fuera tan admirado como Schlageter al que incluso la izquierda homenajeó a través de Karl Radek representante en Alemania de la III Internacional (1). En este estudio pretendemos no solamente presentar una biografía completa de Schlageter a la luz de las últimas investigaciones sino también establecer lo que significó su culto en el seno del Reich y cuál fue su alcance en todos los ámbitos.


> Los primeros años: la gran decepción

Hay pocos lugares en el mundo tan hermosos como Schönau im Schwarswald en el Bosque Negro que en 2010 apenas tenía 2.300 habitantes. Entre las mismas laderas verdes que hoy pueden visitarse nación Alberto Leo Schlageter el 12 de agosto de 1894. Era el sexo de una familia campesina que había tenido once hijos. En un opúsculo publicado en 1934 en honor de Schlageter, el nuevo régimen define así a quien fuera uno de sus primeros caídos: “El amor a los padres y hermanos y el amor a su patria caracterizaron toda su vida. Pero este amor no se limita a las verdes colinas del Bosque Negro, sino que abarca, desde el principio, todo el territorio alemán”.


Estudio en la Escuela de Friburgo Berthold y hubiera terminado siendo sacerdote católico de no ser porque el estallido de la Primera Guerra Mundial le retiró de las aulas con apenas 20 años. Al estallar el conflicto, los estudiantes de Friburgo se manifestaron por las calles y se alistaron en masa en el ejército como voluntarios. Schlageter fue destinado al 76º Regimiento de Artillería de Campaña. En el curso 1915/16 todavía se inscribió en la facultad de teología, pero el 7 de marzo 1915 se traslada con su unidad al frente occidental, donde combatió durante toda la guerra de Flandes a los Vosgos. Participó en las batallas de Ypres (1915), del Somme (1916), de Verdún (1916) y en la segunda batalla de Ypres (1917). Herido de gravedad en dos ocasiones, fue condecorado con la Cruz de Hierro de Primera y de Segunda Clase. Lo menos que puede decirse a la vista de su historial es que cumplió con su deber.

Con 23 años, los combates del frente lo habían transformado en un líder nato. Quienes lo recuerdan de aquellos años destacan que siempre estaba de buen humor y los que estaban bajo sus órdenes lo recuerdan como un jefe enérgico y humano en quien podían confiar. Es famosa la anécdota que fue repetida hasta la saciedad en tiempo del III Reich, de que durante un descanso en los combates ofrecieron a Schlageter una cama mientras que sus subordinados tenían que dormir sobre la paja. Schlageter rechazó el lecho alegando que él dormía donde durmieran sus hombres. Sus superiores confiaban en él: era duro en el combate y pertenecía a la clase de esos jefes en los que se intuye que se puede confiar para misiones particularmente difíciles.

Schlageter empieza a intuir las dimensiones de lo que estaba pasando desde el fracaso de la ofensiva alemana de 1918 cuando un buen día aparecen por su unidad un grupo de soldados provistos de brazaletes y banderas rojas. Le preguntan si en su unidad ya se ha formado un “consejo de soldados. Él responde que hablen con los oficiales superiores. En lugar de ello, los recién llegados se disponen a arengar a la unidad. Schlageter los expulsa a cajas destempladas. Poco después, cuando su unidad se retire a su país natal, volverá a tener enfrentamientos con los Consejos de Obreros y Soldados: cree percibir que quienes lo han formado son aquellos que han estado ausentes de los frentes de guerra durante cuatro años. No los ha visto en las trincheras codo a codo compartiendo el barro y el fuego. Son soldados que han pasado la guerra en la retaguardia o de baja quienes forman estas unidades. De esa época data su desprecio hacia el comunismo y hacia todo lo que ha traído consigo la República de Weimar.


Su madre hubiera querido verlo convertido en un teólogo, pero él, tras la experiencia bélica no estaba dispuesto a orientarse en esa dirección. Al terminar el conflicto, se matriculó en la Facultad de Ciencias Políticas y económicas en Friburgo, pero apenas logró resistir un curso el retorno a la vida civil y el asistir inactivo al desplome de su patria. Eran los tiempos (de noviembre de 1918 a marzo de 1921) de las insurrecciones bolcheviques en el interior de la República de Weimar, del despedazamiento de Alemania en el tratado de Versalles y de las ofensivas soviéticas en el Baltikum. Schlageter no podía permanecer aplicado solamente en sus estudios.

Como muchos de su generación, el haber vivido cuatro años en primera línea le había supuesto un trauma existencial. El retorno a la patria había sido todavía más duro que las jornadas en el frente: el espectáculo de ver a sus compañeros de filas arrojados a las listas del paro, mendigando en las calles mientras quienes habían permanecido en la retaguardia especulando ocupaban los salones más lujosos, el haber vivido la camaradería del frente y asistir a un país atomizado en el que cada cual se preocupaba solamente por sí mismo, el presenciar cómo la clase política acomodaticia jugaba con la desgracia de los que habían dado los mejores años de su juventud por la patria, todo ello hizo que, Schlageter y tanto otros ex combatientes jóvenes como el, no pudieran acomodarse jamás a la vida civil.

Durante los meses en los que figuró como estudiante de Friburgo entendió que no podía renunciar al compromiso político. Por entonces su opción era tenue y justificada por su origen católico. Militó, pues, en asociaciones estudiantiles católicas (concretamente en la KDSt.V. Falkenstein Friburg) hasta que en 1919 se comprometió con las tropas voluntarias que surgidas espontáneamente en toda Alemania intentaban renacer la decadencia y la ruina de la patria.


> Schlageter freikorps

En el mes de marzo de 1919, Schlageter se unió al Freikorps del capitán Walter Eberhard Freiherr von Medem y con él marchó hacia el Báltico como artillero retornando en diciembre de 1919 tras la retirada. En 1920 ingresó en la Brigada Leowenfeld compuesta con antiguos marinos, formada en torno a capitán Horts Peter Dorff. Con esta unidad participó en el golpe de Estado de Kapp y en la represión contra los miembros del Partido Comunista que se produjo tras la llamada “acción de marzo” en el Rhur. En mayo de 1920, la Brigada Leowenfeld fue obligada a disolverse y algunos de sus miembros (así como otros Freikorps) se desmovilizaron, pero se mantuvieron unidos formando “comunidades de trabajo” algunas de las cuales fueron empleadas por terratenientes prusianos o recibieron autorización para ser albergados en las instalaciones agrícolas, Schlageter vivió ocho meses de vida en el campo, trabajando como bracero hasta finales de enero de 1921. En ese momento se comprometió con el Freikorps Hauenstein que combatiría en Alta Silesia.

En 1922 viviría un pequeño remanso de paz al emplearse en Berlín en unas oficinas de importación y exportación. Por entonces llevaba ocho años de guerra prácticamente continua. Podemos suponer lo que supone para un joven que tenía apenas 20 años cuando se inició la Primera Guerra Mundial el cumplir los 28 habiendo vivido ocho años de su vida con el riesgo constante de perecer. Puede entenderse que a gente que ha atravesado estas experiencias traumáticas y ha sobrevivido sea “esencia”, no le importen ni las grandes construcciones filosóficas o ideológicas, ni tengan lugar alguno para el ego o para los artificios, ni mucho menos asuman los remilgos de la lucha política: para ellos solamente existe la verdad o la mentira, lo justo y lo injusto, el bien y el mal, la patria y quienes la traicionan. Schlageter era un hombre culto, en absoluto un mercenario con los ojos inyectados en sangre tal como lo presentó luego la propaganda anglo-francesa, no es que despreciara la inteligencia y exaltara el primitivismo de la acción, no es que careciera de ideas, es que los ocho años de combate le habían enseñado que los impulsos del alma, los sentimientos profundos y la intuición le indicarían en la paz el camino a seguir de la misma forma que en la guerra habían contribuido a hacer de él un superviviente.


En agosto de 1922, los Freikorps Rossbach y Hauenstein entraron en contacto con un partido muniqués que en esos momentos estaba dando mucho que hablar y de cuyo líder hablaban los Freikorps como si se tratara de la gran esperanza para Alemania. En efecto, hasta ese momento, el NSDAP de Adolf Hitler solamente tenía presencia en Múnich y sería a través de estos dos Freikorps como se extendería al Norte de Alemania.

Albert Leo Schlageter ingresaría con su Freikorps en el NSDAP. En enero de 1923, en tanto que nacionalsocialista asistió al primer congreso del NSDAP celebrado en Múnich. Se ha dicho que jamás militó en esta organización. Es completamente falso. Schlageter murió como nacionalsocialista, con el carné del NSDAP en el bolsillo y con la svástica en la solapa.