> LA MASONERÍA FILIPILNA:
EL KATIPUNAN
La independencia de Filipinas
apunta, aún más, a la responsabilidad masónica. Antes de 1871 apenas había
masonería en Filipinas. Aquella colonia tenía una burguesía débil, muy ligada a
órdenes religiosas. El primer establecimiento masónico en Filipinas fue
fundado en 1746 por anglosajones residentes en Manila. En 1756 dos
irlandeses fueron juzgados por la Inquisición acusados de pertenecer a la
masonería, prohibida entonces en la metrópoli. Entre 1762 y 1764, durante la
ocupación inglesa se constituyó una logia militar e incluso el obispo de Manila
dio cuenta de reuniones en el interior de la catedral. La historia moderna de
la masonería filipina se inicia en 1856 cuando dos oficiales de marina,
instalaron en Cavite la logia "Primera Luz de Filipinas", vinculada
al Gran Oriente de Lusitania. Estos dos oficiales, con el paso del tiempo,
continuaron con su militancia masónica, al tiempo que se convertían en máximas
autoridades militares en las islas, llegando José Malcamps a capitán general y
Casto Méndez Núñez, segundo comandante de la flota española.
Sin embargo, estas logias
no admitían ni indígenas ni mestizos. Debió ser en una logia de obediencia
alemana, donde se inició el primer indígena, Jacobo Zobel que no tardó en
convertirse en secretario de taller. Existió una pequeña masonería femenina
fundada por Rosario Villarruel, iniciada en masonería en Hong-Kong, se erigió
en Venerable de la primera logia de mujeres en Filipinas. En 1864 existían en
Hong-Kong dos logias dependientes de la Gran Logia Unida de Inglaterra. En 1876
se fundó en Manila una Gran Logia Departamental, con 4 logias en la Capital;
también el GOE abrió las puertas en 1888-9; esta obediencia, bajo la dirección
de Morayta, decidió impulsar su implantación en Filipinas.
La obediencia de Morayta quería poner fin al dominio eclesiástico en el archipiélago y darle representación parlamentaria. El GOE dio aumentos de grado bruscos, contraviniendo todos los usos "normales" de la masonería. El GOE constituyó un Gran Consejo Regional de Filipinas, presidido por Manuel Abad y una Gran Cámara Consultiva presidida por Eduardo Martín y Pedro Groizard (los 33 grados conseguidos en 11 meses). En 1896, cuando se inició la sublevación había 36 logias. Existió, así mismo, una pequeña masonería femenina fundada por Rosario Villarruel, iniciada en masonería en Hong-Kong, se erigió en Venerable de la primera logia de mujeres en Filipinas. En 1864 existían en Hong-Kong dos logias dependientes de la Gran Logia Unida de Inglaterra.
Sin embargo, la masonería
filipina era demasiado débil para encabezar el proceso independentista. La
mayoría de las logias, en ese momento, solo estaban abiertas a originarios de
la metrópoli o nacidos en las islas, pero de raza blanca. Los indígenas estaban
excluidos de las logias masónicas de obediencias peninsulares o europeas. La
sublevación fue encabezada por el llamado "Katipunan", una
organización compuesta por mestizos e indígenas, constituida en Manila en 1892.
Su nombre completo era "Kataastaasan kagalanggalang Katipunan Nag Mga Anak
ng Bayan", que unos traducen como Suprema y Venerable Asociación de los
Hijos del Pueblo y otros como Suprema Liberal Asociación de los Hijos del
Pueblo. Resulta curioso que, mientras en el Sur de los Estados Unidos, aparecía
el Ku-Kux-Klan como organización secreta de blancos juramentados, al otro
extremo del Pacífico, las siglas K.K.K. fueran utilizadas por los
independentistas filipinos.
Los fundadores fueron Andrés
Bonifacio, Ladislao Diwa, Toedoro Plata e Indefonso Laurel y el primer
iniciado, Restituto Javier. A este siguió Miguel Araullo. Aguedo del Rosario,
Aurelio Tolentino, Gillermo Masankay, Alejandro Santiago, Bricio Brígido
Plantas, Guzmán el Sastre, Mariano Carreón. Todos ellos destacaron como líderes
de la lucha independentista. La palabra Katipunan significaba literalmente
"reunión de notables", equivalente a "Comité". Uno de sus
primeros miembros fue un escultor indígena vecino del distrito de Santa Cruz,
llamado Romualdo Teodoro de Jesús que definió a la organización diciendo que
era una revolución que se concertaba para matar a todos los españoles y
apoderarse de las islas, reclamando su independencia. Uno de los mandiles de
cuero blanco utilizados por los "katipunan" mostraban una mano que
sostenía la cabeza cortada de un español barbudo, y el puñal ceremonial de la
secta. El matar, para los "katipunan" no era una bravata, sino algo
que llevaron muy frecuentemente a la práctica.
El Katipunan permaneció inactivo
hasta 1893 para no perjudicar a la Liga Filipina. Cuando ésta fracasó, se establecieron los Consejos
Populares, Sanguniang Bayan, con una junta formada por un presidente (pangulo),
secretario, fiscal, tesorero, "hermano terrible" (malalasig), encargado
de la "puerta interior", y el que tenía a su cuidado la "puerta
exterior" cuyo nombre era Taliva; eran los equivalentes al Primer y
Segundo Vigilante de las Logias. Los Consejos populares estaban formados por un
mínimo dos secciones. La campaña activa del Katipunan empezó en agosto de 1896;
en ese momento existían 82 Consejos Populares: 24 en Manila, 2 Cavite, 3
Bulacán, 9 Pampaga, 3 Nueva Ecija, 1 Mindoro, 2 Morong, 2 Tabayas, etc.
El ingreso en el Katipunan se
realizaba mediante un pacto de sangre, por medio de una incisión en el brazo
izquierdo del neófito.
Con la sangre de la pequeña herida se firmaba un documento de compromiso: "Y
como verdad de lo dicho pongo mi nombre verdadero con la sangre de mis venas al
pie de esta declaración". La fórmula final de juramento era
"vencer o morir". Cuando se podían agrupar 7 personas se formaba una
logia.
La simbología masónica del
Katipunan está extraÍda completamente de la masonería. El sello de la
organización era una estrella de cinco puntas en cuyo interior se incluía el
Delta Luminoso (el triángulo con "el ojo que todo lo ve"). En uno de los puñales para
realizar incisiones, perteneciente a Enrique Pacheco y encontrado, junto con
mandiles y otros instrumentos masónicos, estaban dibujados en el mango, la escuadra,
el compás y los tres puntos masónicos. Otro manifiesto de la organización
mostraba el logotipo de la cúpula dirigente: dos ramas de acacia enmarcando el
delta; dentro de éste, la inscripción dentro N.A.B. y a la derecha KKK.
"Anac Nang Bayan", hijo del pueblo. Finalmente, el 28 de mayo
1896, el Consejo Supremo de la organización emitió un manifiesto para la
sublevación final que se iniciaba en esos momentos. El documento iba presidido
por las iniciales A.L.G.D.A.M., verosímilmente, "A la Gloria del Arquitecto
del Mundo". Otros llamamientos difundidos en 1896 iban firmados con un
sello con la K irradiante (en lugar de la G masónica) y el lema
"libertad, igualdad, fraternidad".
En 1896, el General Blanco, gobernador de las islas, puso el final de las actividades masónicas en Filipinas. Las logias subsistieron hasta la insurrección general de 1896, el 21 de agosto el gobernador general Blanco comunicó a Madrid: que "se había descubierto una vasta red de organizada de sociedades secretas con tendencias antinacionales". Se comunicaba la detención de 22 personas, la mayoría del Gran Oriente de Filipinas. "Los sublevados son indios tagalos fanatizados por las sociedades secretas". Resulta evidente, en todo el proceso final de la secesión filipina, que las logias masónicas y el Katipunan se confundían. Los escasos historiadores que han estudiado el Katipunan dicen de él que fue una copia de la masonería. Fue algo más que eso, fue la masonería para indígenas y mestizos, de la misma forma que en EE.UU. existe una masonería para afroamericanos y otra para judíos. La diferencia estriba en que el Katipunan fue creado para luchar contra España, por la independencia. Esto es, para hacer bascular Filipinas a la órbita americana. La palabra "independencia" no debe equivocarnos. Y otro tanto vale para Cuba. Las autoridades españolas tenían al Katipunan como el "brazo armado" de la masonería filipina. No era eso exactamente, aunque en la práctica lo pareciera.
Cuando la flota española fue
destrozada en Cavite (al alba de la noche de Valpurgis de 1898) y Santiago de
Cuba (poco antes de San Fermín de ese año), sin que fuera capaz de causar ni un
leve arañazo a la escuadra norteamericana, cuando 400 españolitos escasamente
armados lograron detener durante 16 días a 20.000 marines en su avance sobre
Santiago de Cuba nada más estallar la primavera, y, finalmente, cuando se
rindieron los últimos defensores de fuerte Baler, los "últimos de
Filipinas", un año después de que se hubiera firmado la Paz de París,
quedó manifiesto que algunos españoles todavía sabían morir. Pero lo que valió
en la época dorada de la hidalguía contaba poco en este fin de siglo.
En la crisis que liquidó el
Imperio Español, la potencia americana utilizó "sus" logias masónicas
como quinta columna de su formidable expansión imperialista que, apenas se
iniciaba y que ha proseguido apenas imparable durante la última centuria.
España hubiera terminado pactando la independencia con los rebeldes cubanos,
muchos de los cuales eran auténticos nacionalistas.
El Presidente MacKinley
prefirió utilizar la política del salchichón: la primera rodaja cortada fue el
debilitamiento de la presencia española; la segunda, la intervención directa.
Iniciada esta con la voladura del "Maine" (para los EE.UU. la muerte
de 260 marinos de los 325 del buque era un escuálido tributo maquiavélico) y la
histeria belicista antiespañola desencadenada por Randolph Hearst, los planes
de intervención en Cuba culminaron en menos de un mes. La guerra estaba
ganada por los rebeldes, pero EE.UU. quería que la victoria le perteneciera en
propiedad; por eso volaron el "Maine" e intervinieron directamente en
Cuba. Por eso instalaron gobiernos títeres hasta la llegada de Castro a
finales de los cincuenta. Por cierto, hablando de Castro. Cuba fue el único
país de régimen comunista que permitió las actividades masónicas sin
obstaculizarlas lo más mínimo... Al año siguiente, para más oprobio, se
vendieron las islas Marianas, Carolinas y Palaos, a precio de saldo.