¿Qué ocurrirá a partir del próximo 10-N? Todo dependerá,
naturalmente, de las votaciones y de la geometría parlamentaria, por supuesto. No
hay que confundir los resultados de unas elecciones (que, en el fondo, no son
más que una foto momentánea de la opinión pública) de las tendencias que el
propio sistema política, por su misma dinámica interna, va generando. Hay que
relativizar el valor de las elecciones. A unas siguen otras y así eternamente…
Sin embargo, en los últimos meses hemos vivido un momento inédito en la
política española: caída de Rajoy por votación parlamentaria – gobierno socialista
– elecciones – cuatro meses de gobierno en funciones – nuevas elecciones… Esto
supone una alteración de la alternancia en el poder de centro-derecha y centro-izquierda
e indica modificaciones profundas en el panorama político español. Los
tiempos del bipartidismo imperfecto han quedado atrás. Los tiempos del
multipartidismo iniciado en 2010, también. ¿Cuál va a ser la marcha de la
política española en los próximos años? Para poder responder a esto, precisamos
trasladar los distintos datos de que disponemos, para establecer un “modelo”, a
partir del cual, podamos realizar las proyecciones de futuro. Y esto es lo que
hemos intentado en estas páginas.
0. INTRODUCCIÓN
La geometría puede definirse como la “rama gráfica” de
las matemáticas, es, por tanto, una ciencia “exacta”. Tratar de reducir una actividad
humana a un modelo geométrico garantiza, más que cualquiera otra forma de
análisis la comprensión y la previsión de los acontecimientos.
Especialmente en política.
El problema es que las circunstancias políticas son
cambiantes y que el modelo geométrico que podríamos haber utilizado en 1975 o,
incluso, a principios de este año, no es el mismo que debió ayudar a comprender
lo que fue la transición y lo que han sido los ciclos que se han agotado en las
últimas décadas. Para ser “veraz” un modelo político debe encajar a la
perfección con la realidad de cada momento. Y esta cambia con rapidez.
Este estudio está realizado para tratar de comprender la
actual evolución de la política española.
1. EL ELEMENTO DECISIVO EN NUESTRO MOMENTO POLÍTICO
Son décadas que viene diciéndose que la diferenciación
derecha-izquierda carece de sentido, ya sea porque ninguno de estos bloques
puede huir de unos límites dados por el contexto internacional y las infraestructuras
económicas de las que los partidos políticos son intérpretes, ejecutores,
mandatarios y, a los que, en cualquier caso, deben sumisión. Los partidos,
por tanto, se limitan a aplicar, con mejor o peor fortuna, la “única política
posible” con pocos matices diferenciales.
La realidad actual desde el principio de la democracia ha
sido que todos los partidos que han aspirado a gobernar, han intentado
controlar el espacio político centrista. Ahora bien, en nuestro país, la
“mítica de las dos Españas”, cuya penúltima formulación era
“franquismo-antifranquismo”, ha dejado una huella que ha resultado difícil de
borrar y que explica el por qué, hasta ahora, se viene hablando de
derecha-izquierda, de progresismo-conservadurismo, nociones que en toda Europa
están obsoletas y cuya sustitución ha dado lugar a debates de envergadura y han
permitido alianzas que, en España, se consideran todavía contra natura.
España ha estado dividida políticamente en absolutistas y
liberales, en carlistas e isabelinos, en monárquicos y republicanos, en
franquistas y antifranquistas, y, finalmente en centro-derecha y
centro-izquierda, atenuaciones de los ecos que llegan de Europa en donde las
nociones de “populismo”, “transversalismo”, sugieren que “derecha” e
“izquierda” son dos términos que ya mantienen muy poco de su espíritu
originario.
A pesar de que la democracia española ha venido
caracterizada por una alternancia PSOE – PP, el elemento esencial y el único
que permanece vivo del espíritu de la transición es que la “conquista del
centro político da el poder”. De ahí que, más que de “derecha” o de
“izquierdas” puras, de lo que conviniera hablar en España es del centro-derecha
y del centro-izquierda.
Este elemento es esencial ante la nueva situación porque, a
decir verdad, las calificaciones de derecha e izquierda son más una herencia
del pasado, una etiqueta para un electorado poco interesado por la política,
visceral y cerril en su voto y carente de sentido crítico, que una catalogación
político comprensible y con sentido en nuestros días.
Todo esto no puede olvidarse del hecho de que la transición
se cerró en falso y en medio de una crisis económica como no se había conocido
hasta entonces en la historia de España (inflación del 30%, presiones
internacionales, oleadas de huelgas, etc). Los problemas que no se resolvieron
en aquel momento (estructura económica inadecuada basada en el binomio
turismo-construcción, sistema financiero débil y que se ha ido debilitando más
y más, vertebración del Estado, etc.), se unieron a los que han aparecido
durante los últimos cuarenta años (mala negociación en el ingreso en la UE,
destrozo del sistema educativo, deslocalización, inmigración masiva,
corrupción, etc).
2. LOS DOS PROBLEMAS QUE DETERMINAN EL CURSO POLÍTICO
ESPAÑOL EN LA PRÓXIMA DÉCADA
El problema que se plantea a las fuerzas política
española en el momento actual es doble:
- cómo afrontar la crisis económica
que se avecina y
- cómo afrontar el problema
independentista resolviéndolo de una vez y para siempre, evitando que se vuelva
a reproducir en otras autonomías.
La envergadura de estos dos asuntos es de tal magnitud que cada
vez está más claro que no basta con recurrir a la “constitución” en su actual
formulación, sino que se precisan de soluciones nuevas. Lo que juega contra
los separatistas catalanes (y antes con los vascos) es que la constitución
considera que la “soberanía” reside en el “pueblo español”. Esto, que es una
simple declaración, tiene algo de realidad: el partido que ceda en este
terreno perderá la ocasión de gobernar en todo el Estado.
- Si el PSOE cede todavía más en la cuestión autonómica, se hundiría simplemente en sus feudos en el resto del Estado, algo que los “barones” regionales han comprendido desde hace décadas, pero a lo que la dirección nunca ha podido asumir del todo, dado el peso que ha tenido hasta hace poco el PSC (sin el cual, y sin el PSA, el PSOE nunca podría obtener una mayoría absoluta).
- Uno de los puntos que han mermado la confianza del electorado en el PP, fue precisamente la escasa iniciativa que tuvo Rajoy, fiando la suerte de la unidad del Estado a la constitución y a los tribunales, en lugar de afrontar lo que desde el principio de su etapa de gobierno era una necesidad: iniciar una ofensiva política contra el independentismo.
El hecho es que los electorados en donde existe problema
nacionalista (Cataluña, País Vasco) suponen menos de 10.000.000 de habitantes
y, por tanto, los partidos que quieran gobernar en una España con 47.000.000 de
habitantes deben preocuparse del “sector mayoritario” del que dependerá su
mayoría parlamentaria. Fuera de las regiones periféricas en las que el
nacionalismo ha prendido, el tema de la “unidad del Estado” está muy claro y el
electorado es muy sensible -incluso parte del de extrema-izquierda- y mucho
menos “comprensivo” con el independentismo: ceder a éste, implica, simplemente,
quedar como “débil”, sino como “traidor” a la unidad de España.
Pero, además, existe otro elemento capital en la nueva
situación que se ha producido en los últimos 10 años: el “nacionalismo
moderado” catalán ha desaparecido por completo y, por tanto, los tiempos en
los que el sistema político español se configuró como un sistema de
bipartidismo imperfecto en el que gobernaba el centro-derecha o gobernaba el
centro-izquierda por mayoría absoluta o mediante una alianza con CiU, ya no
volverá a reproducirse jamás.
Incluso, cuando -como es de prever- ERC reconozca la
inviabilidad de la independencia -lo cual es cuestión de tiempo y es, en estos
momentos, una certidumbre que cada vez gana a más de sus cuadros dirigentes- e
intente ocupar el espacio político que ocupó durante casi 40 años CiU, las
desconfianzas y las sospechas de deslealtades tardarán muchas décadas en
diluirse.
3. “CENTRO” Y “PERIFERIA”, COMO NUEVO MODELO
GEOMÉTRICO
La crisis económica y de la deuda del 2008-2011 abrió una
nueva situación en España: los dos grandes partidos perdieron votos y prestigio:
- El PP quedó como responsable del modelo económico impuesto por José María Aznar en 1996 y que se mantuvo inamovible, incluso, durante la primera legislatura de Zapatero- El PSOE fue unánimemente considerado como responsable de la desastrosa gestión de la crisis realizada por Rodríguez Zapatero en sus tres últimos años en los que el país pasó del superávit, a que se disparara el déficit a causa de los dos absurdos Planes E y a la operación de salvamento de la banca española. A esto siguió la “crisis de la deuda pública”.
Entonces se vivió el nacimiento de nuevos partidos. Nacieron
de las astillas de las dos grandes formaciones o de sectores “contestatarios”
por la derecha o por la izquierda. Y el sistema político español paso de estar
configurado por el bipartidismo imperfecto, a un sistema en el que existían
cuatro partidos, no muy separados en intención de voto (PSOE, PP, Cs y Podemos,
más un pelotón de pequeños partidos regionalistas). En el período de Rajoy,
por tanto, se fue del bipartidismo imperfecto al multipartidismo
y se formaron coaliciones en algunos gobiernos regionales.
Pero este período ha durado poco por dos motivos:
- Estos nuevos partidos fueron el resultado de una crisis y cuando esta pareció atenuarse, se percibió que no proponían nada diferente a las formaciones tradicionales e, incluso, que tenían pocas posibilidades de “pocas poder”.- Los responsables de los nuevos partidos, oportunistas y demagogos de escasos vuelos, cometieron errores continuos que decepcionaron a su electorado (especialmente Cs y Podemos) y pulverizaron sus esperanzas de “tocar poder”.
Entonces se entró en una nueva etapa. Fue tras las
anteriores elecciones generales de junio de 2019, cuando se evidenció todo
esto:
- Podemos se convirtió en un magma de camarillas locales, tendencias, grupúsculos y fracciones en crisis, opuestos y enfrentados entre sí
- El Cs, se erosionó a sí mismo cambiando una y otra vez de actitud, de manera inexplicable, generando confusión en su electorado
En ambos casos, el harakiri de estas formaciones fue
innegable, abandonadas por un electorado “volátil” y con mentalidad de ave
migratoria.
Y así hemos llegado a la situación actual en la que el
mapa político español está configurado por un “centro” y una “periferia”:
- en el “centro” se sitúan
las fuerzas constitucionalistas mayoritarias que hasta ahora han sido las
grandes beneficiarias de la constitución del 78 y que serían las grandes
perjudicadas ante alguna posible convulsión que podría llegar de la crisis
económica en ciernes o del independentismo catalán. Ahí se sitúan las fuerzas
que quieren “tocar poder”, sin que ni su ideario, ni sus líneas doctrinales
influyan lo más mínimo en su día a día: se limitan a llegar a la práctica “la
única política posible”.
- en la “periferia” se sitúa
todo el magma de las fuerzas políticas que están alejadas del poder por
distintos motivos: unos por el estigma de ser “populistas” (Vox), otras por su
situación de fragmentación interior y su imagen poco “lustrosa” (Unidas
Podemos), otros por el carácter nacionalista e independentista (ERC, PNV, etc.)
y otras, finalmente por los errores políticos cometidos (Cs).
Los valores que “unen” a los partidos que se sitúan en el
“centro” son muy parecidos, no tanto en lo que a “inspiración doctrinal” como a
“práctica política”: los dos, PP y PSOE están de acuerdo:
1) en evitar la ruptura del Estado,
2) en proseguir con la constitución del 78,
3) en materia migratoria,
4) en las actitudes ante la Unión Europea,
5) en aceptar la globalización y el neoliberalismo,
6) en seguir manteniendo una justicia conservadora y una educación progresista,
7) en mantenernos dentro de la OTAN y
8) en cómo gestionar los recursos del Estado ante la crisis que se avecina.
En la “periferia”, en cambio, existen muchas tonalidades:
- desde los que aspiran a integrarse en la “centralidad” (Cs) en cuanto tengan la ocasión,
- hasta los que quieren presencia parlamentaria para negociar una eventual secesión,
- pasando por aquellos cuyo infantilismo de izquierdas impide cualquier colaboración con ellos e, incluso, entre ellos.
Esta “periferia”, por tanto, no es homogénea: tiene la
voluntad de dejar de ser “periferia” para saltar a la esfera de la “centralidad”
y “tocar poder”. En unos casos aspira a tocar “poder regional”. En otros a
coaligarse con algún partido del centro-derecha o del centro-izquierda para aproximarse
al poder.
Por tanto, “centro” y “periferia” no están tan separados
como pudiera parecer: los primeros aspiran a no abandonar jamás su situación privilegiada
y los segundos quieren ascender a ella. Por tanto, todos coinciden en su
voluntad de estar cerca del poder y asumir las necesidades para la conservación
y la estabilidad del sistema
Solamente tres sectores permanecen en “la periferia de la
periferia”:
- Aquellos que por su radicalismo infantil se sitúan en el radicalismo independentista (hasta ahora ERC y presumiblemente, a partir de ahora, CUP).
- Aquellos que están anclados en el “izquierdismo” entendido como “enfermedad senil del comunismo” (la “galaxia Podemos con todas sus variantes y disidencias locales)
- Aquellos que por su conservadurismo se sitúan en las filas de lo que suele llamarse extrema-derecha y se ven rechazados en sus propuestas de pacto con formaciones de lo que has ahora se ha llamado “centro-derecha” (Vox)
En los tres casos, estos partidos van a tener
dificultades o imposibilidad para integrarse en la esfera de la centralidad.
Sus posibilidades dependen solamente de que sean capaces de encontrar temas que
amplíen su baso electoral y permitan un alto nivel de “transversalismo” (en los
independentistas, colaboraciones entre partidos de distintas regiones; en Vox,
incorporación de temas “sociales”; y en la extrema-izquierda, el abandono de
las posturas propias de la “izquierda marciana”.
4. EL MODELO TRIDIMENSIONAL
Quizás uno de los aspectos en los que acertaba -groso
modo- el análisis marxista era en distinguir entre “infraestructura” y
“superestructura”:
- la infraestructura estaría formada por todas aquellas fuerzas económicas que presionan y se constituyen como el verdadero poder
- la superestructura, es decir, sobre la sociedad, la cultura, la educación, etc y sufriría las presiones de la infraestructura, poder nominal pero no real.
Huyendo del lenguaje marxista, podemos establecer que la
política no es más que un “epifenómeno”, es decir, un fenómeno de superficie
que demuestra la existencia de causas más profundas, esto es, de un
“epicentro”. Las fuerzas que actúan en superficie (partidos políticos) no
son las mismas que las que ejercer el control real (centros de poder
plutocrático). Y he aquí la mayor contradicción -insalvable por lo demás- del
Estado democrático: las elecciones reflejan la voluntad popular, pero los gobiernos
son los ejecutores de llevar a la práctica la “única política posible”,
decidida por las élites económicas.
El modelo que hemos presentado para interpretar la nueva
fase de la política española, dividido entre “centro” y “periferia”, no es
bidimensional, tiene una tercera dimensión, un “volumen”: existe un “poder
central”, el poder del Estado, un segundo poder (en las comunidades autónomas),
un poder local, cada vez más alejado del “vértice”, hasta llegar a los simples
afiliados a los partidos de ese “centro” que, o bien no “tocan poder”, pero
tienen la “satisfacción” de que sus siglas son las que gobiernan nominalmente,
o bien están situados en los escalones más bajos del partido (funcionarios,
asesores, etc).
Así mismo, existe una “periferia” más próxima al “centro”
y con ambición de ubicarse en él, y una “periferia” que nunca dejará de serlo o
que no tiene intención de permanecer en el Estado. En ambos casos, no se
trata de fenómenos monocolores, sino que están sometidos a matices y a tonos de
degradado, fácilmente comprensibles.
Pero lo que nos interesa destacar aquí, no es eso, sino que
la política y el gobierno de la nación constituyen “epifenómenos”
(superestructuras en la jerga marxista) que evidencian la actuación de centros
que actúan sobre ellos y que no están sometidos al escrutinio electoral. Nos
referimos, claro está a tres tipos de fuerzas:
- fuerzas económicas que actúan
en el interior de la propia nación.
- fuerzas económicas
internacionales de carácter financiero y
- fuerzas ideológicas
internacionales interesadas en influir sobre las orientaciones de los gobiernos
y realizar un diseño que encaje con su modelo económico
Estas fuerzas actúan como “infraestructuras” o
“epicentros” que influyen sobre el Estado especialmente a nivel de vértice: es
decir, en el gobierno de la nación (el punto “α” del gráfico 2).
Es ahí en donde el “centro del centro” (el gobierno de la
nación) está en contacto con los vértices de estas tres fuerzas que operan al
margen de las elecciones y de la “voluntad popular” (el triángulo “β”
del gráfico 2, cuyo vértice está en contacto con el gobierno de la nación en el
punto “α”
y presiona sobre él)
De ahí que el “centro” siempre esté obligado a pivotar
sobre “políticas posibilistas”, es decir, políticas que no vayan nunca en
contra de las fuerzas económicas e ideológicas que diseñan el “nuevo orden
mundial”. La cúpula visible del poder, elegida por el pueblo, está obligada
a realizar las políticas impuestas por el poder económico y que hoy constituyen
el verdadero eje en torno al cual pivotan las decisiones políticas.
No hay que olvidar en ningún caso que:
- Las fuerzas que generan el poder económico son “verticales”: dependen de élites financieras, inversoras y de grandes consorcios internacionales. Son autónomas.
- Las fuerzas que actúan en el terreno político son “horizontales”: dependen del electorado. Son dependientes de las oscilaciones de la opinión pública.
El electorado elije a gobiernos, pero estos, una vez en el
poder, se encuentran con que esto que debería ser un “espacio democrático” -el
gobierno de la nación- está condicionado radical e irremediablemente por el
poder económico. Si se quiere permanecer ahí, en el gobierno, en condiciones
de estabilidad, es preciso evitar fricciones con el poder económico en torno al
que se pivota. En eso consiste, en el siglo XXI, el “arte de gobernar”.
Lo fundamental es entender que el modelo de interpretación
que proponemos está formado por una campana más ancha que alta, con un “centro”
que en el que se sitúan los distintos escalones del poder estatal, regional,
municipal y comarcal (triángulo β en el gráfico).
Como todo lo que pivota en torno a algo, esta campaña
achatada tiene un movimiento de rotación sobre el eje. Este movimiento es
importante porque es más acusado en los extremos (círculo ω en
el gráfico, que indica el límite más exterior de la periferia política) que, en
el centro, en donde el movimiento es mínimo. Esto explica por qué los
partidos que se sitúan en las proximidades del círculo ω tienen dificultades para mantenerse
en el esquema integrado y, de un momento a otro, pueden perder las posiciones
ganadas (partidos que en un momento dado tienen un “tirón electoral”, para
luego desaparecer por completo (Plataforma X Catalunya, por ejemplo, CDS, GIL,
Ruiz Mateos, etc.).
CONCLUSIÓN
Si aceptamos que este esquema responde a la situación generada
en los últimos meses, entenderemos mejor porque la precampaña electoral ha
constituido un verdadero combate de boxeo con tongo entre los dos partidos que
parecen tener detrás unas bolsas mayores de electores: PP y PSOE. Ambos
ocupan en exclusiva la centralidad del terreno político y, si bien, hasta
ahora, han insistido en que eran partidos de centro-derecha y de
centro-izquierda, en la nueva fase que se avecina están obligados a
colaborar, porque, las columnas del régimen ni soportarán otra crisis económica
con repunte del paro hasta los 4.000.000, ni las costuras del Estado resistirán
un año más de desafío independentista y de amenaza de guerra civil o de
extensión del problema a otras autonomías (Valencia-Mallorca y País
Vasco-Navarra). Sin olvidar que, a medida que avance la próxima década y se
evidencie la pérdida de entre 1/3 y ¼ de los puestos de trabajo actuales a
causa de la robótica y de la inteligencia artificial, empiecen a aparecer roces
étnicos saltando por los aires la política de inmigración, el déficit público
se muestre imposible de controlar, el descontento social obligará a medidas
excepcionales.
El modelo geométrico que proponemos nos indica quién
gobernará en un momento en el que ningún partido volverá a tener una mayoría
absoluta que hoy ya no está al alcance de ningún partido. Solamente hay dos
posibilidades:
- o bien gobiernan los partidos que actualmente ocupan la centralidad mediante la fórmula de “gran colación” que desde hace años recomiendan muchos centros de poder a los dos partidos mayoritarios españoles.
- o bien gobernará uno de los partidos situados en esa centralidad apoyado por alguna pequeña formación que, procediendo de la “periferia”, aspire a formar parte del “centro”.
¿Y qué nos induce a dar este diagnóstico? Se basa en las
“leyes del nuevo orden político de los Estados Nación” que puede deducirse a
tenor de las trayectorias seguidas en distintos países europeos.
ANEXO: LAS LEYES QUE RIGEN EL NUEVO CICLO POLÍTICO
1) Ley de estabilidad.- La estabilidad del sistema
depende de que los partidos situados en la centralidad del mismo sean superiores
siempre a la periferia, cualitativa y cuantivamente.
Los partidos mayoritarios que
ocupan el espacio de centralidad tienen muy desarrollado el instinto de
conservación: son capaces de despedazarse entre sí, pero no hasta el punto de
poner en riesgo la estabilidad del sistema al que deben su situación y sus
privilegios.
2) Ley de las alianzas.- Las alianzas siempre se
realizan entre los partidos que ocupan la “centralidad”, cuyas coincidencias
son mucho mayores a sus discrepancias.
En las actuales circunstancias y,
tras las próximas elecciones, son más previsibles las alianzas del socialismo
con un partido de centro-derecha (Cs en primer lugar, pero si no alcanza el
mínimo requerido para dar la mayoría, lo hará con el PP) que con fuerzas de la
periferia.
3) Ley de los refuerzos.- El espacio de
centralidad siempre intenta crecer o integrar a partidos que aspiran a
abandonar el territorio de la periferia y convertirse en opciones de poder.
Los partidos que ocupan el centro
lo hacen con vocación de eternizarse en esa situación privilegiada de control
de los resortes de poder, pero siempre están dispuestos a que ese espacio
crezca integrando a partidos, como Cs, que ambicionan integrarse en ese
espacio.
4) Ley de la homogeneización.- Todos los partidos
que ocupan el espacio de “centralidad” tienden a homogeneizarse más allá de su
origen a la derecha o a la izquierda.
Las diferencias que existen entre
los partidos que ocupan la centralidad (y entre los que aspiran a integrarse en
ella) son irrelevantes y tienden a homogeneizar programas, lenguaje, actitudes
y look. Coinciden en lo esencial y tienen ligeras discrepancias en temas muy
secundarios y de relleno.
5) Ley de la diferenciación.- En la periferia
política rige esta ley que implica que las opciones situadas allí durante mucho
tiempo, tienden a una diferenciación progresiva y a una fragmentación
creciente.
En la periferia los partidos
buscan elementos diferenciadores que les aporten cierta identidad electoral y
eso genera una necesidad de diferenciarse unos de otros. Además, en estos
sectores abundan los dogmáticos de la doctrina o de la “nacionalidad”, de tal
manera que tienden a fracturarse cada vez más (Podemos).
6) Ley del eje-pivote.- El gobierno de la nación
está situado en el espacio de centralidad que coincide con la cúspide del poder
económico-financiero-cultura que constituye el eje en torno al cual pivota el
centro.
El gobierno surge siempre de ese
espacio de centralidad y expresa hasta cierto punto “la voluntad popular”
salida de las urnas, pero el gobierno efectivo corresponde a poderes fácticos
que se sitúan como pivotes en torno a los que gira la acción de gobierno, de la
misma manera que un disco microsurco gira en torno a un eje.
7) Ley del límite.- Más allá de la periferia no
hay “mundo político conocido”, sino vacío. El espacio que en otro tiempo estuvo
ocupado por las fuerzas extra-parlamentarias, hoy no existe. Toda fuerza
política o es “parlamentaria” o no exista y, por tanto, se la ignora
Para formar parte, incluso, de la
periferia política (y de los beneficios que implica) es preciso aceptar las
reglas del juego que, básicamente, son: la existencia del mercado y de su
desregulación, el sistema de partidos y los esquemas ideológicos surgidos de la
reorganización internacional que siguió a 1945. Todo lo se sitúa más allá es
criminalizado o ignorado.
8) Ley de rotación.- Solamente el poder económico
es estable en sus intereses y ambiciones, mientras que el poder político pivota
en torno a él. Por tanto, cuanto más está situado un partido en la periferia, mayor
es la velocidad de rotación, viéndose sometido a fuerzas centrífugas que pueden
liquidar a esa formación y expulsarla de la “realidad del sistema político”.
Esto explica la tendencia natural,
dictada por puro espíritu de conservación, de que los partidos que aspiran a la
“centralidad” tengan una irreprimible tendencia a moderarse y a hacer cualquier
cosa para pasar del círculo de la “periferia”, estatus provisional, al de la “centralidad”,
que implica la realización de sus ambiciones.
9) Ley de las zonas difusas.- El único punto que
puede definirse con una precisión absoluta es el del gobierno (punto α),
el resto de divisorias son difusas y cambiantes y dependen de muchos factores
(intención de voto en cada momento, diferencias de percepción y de condición
regionales). A ese punto α acceden solamente fuerzas que están
en posición de centralidad.
La divisoria entre “centro” y “periferia”
es el más difuso en la medida en que las fuerzas que están en este último
aspiran a entrar en el primera y, para hacerlo, siempre se muestran proclives a
“rebajar” sus programas hasta los estándares de conformismo y “corrección
constitucional” exigidos por la lógica del sistema.
10) Ley del “obligado cumplimiento”.- Todas estas
leyes se resumen en una: el sistema político-económico-cultural tiene una
lógica interna propia que no siempre es reconocida por quienes se sitúan en la
centralidad. Muy frecuentemente se ven influidos por actitudes subjetivas o
personales, estados de humor, por miedo a los sondeos de opinión, o
simplemente, por ignorancia, pero este conjunto de diez leyes, constituyen el “alma”
de los sistemas políticos del siglo XXI y siempre termina por imponerse.