INDICE GENERAL (en fase de elaboración)

martes, 15 de enero de 2019

365 QUEJÍOS (243) – LOS CUATRO “EPISODIOS NACIONALES” DE ENERO 2019


Desde principios de enero, la actualidad política está marcada por cuatro episodios sobre los que se centra la actualidad. Vamos a examinarlos de más importante a menos importante. Enumerémoslos antes: 1º) Las cifras económicas se han torcido, 2º) Imposible apaciguar a la bestia independentista, 3º) Recomposición de la derecha y 4º) Mala reacción de la izquierda ante la derrota en Andalucía.

1) Las cifras económicas se han torcido

Era de esperar: los informes interiores que elaboran las instituciones financieras venían previéndolo desde el mes de mayo por mucho que no lo reconocieran públicamente y que Pedro Sánchez -economista “cum fraude”, pero economista al fin y al cabo- lo ocultara. Pero, a partir del inicio de la tercera semana de enero ya se conocen los índices económicos que han entrado en números rojos: el paro repunta. En 2018 se han visto afectados por los ERE casi medio millón de trabajadores (26.000 más que el año anterior). Segunda cifra significativa: aumenta el volumen total de subsidios de desempleo: un 18,9% y el de las prestaciones, un 4%, lo que ha obligado al gobierno a modificar las dotaciones presupuestarias en esta materia: 11,603 millones más para dar cobertura a 751.691 beneficiarios. A lo que hay que sumar un incremento del 3,7% en el gasto del “subsidio” de desempleo cuando se agotan las prestaciones. El número de despidos ha crecido en un año un 4,5%: se retorna a la situación de 2010. Hay que distinguir entre “aumento del empleo” y “despidos”: la cifra a la que vale la pena atender es esta última. Frecuentemente, el “aumento del empleo” se sitúa “al alza” simplemente por el número de contratos temporales, pero el despido (procedente o improcedente: el año pasado las empresas realizaron más de 400.000 despidos que fueron declarados “improcedentes” por los juzgados de lo social) es la primera medida que una empresa adopta, mediante el ERE, para tratar de reducir gastos y sanear su economía: y resulta inequívoco que el año pasado han aumentado los despidos, especialmente en las grandes empresas. En total: 440.785 despidos, la mayoría con contratos estables, mientras que otros 25.910 se han visto sometidos a suspensiones temporales de empleo. La cosa pinta mal para el empleo: las grandes empresas, Vodafone, CaixaBank, Ford, Celinex, WiZink, etc están estudiando realizar ajustes de plantilla que en algunos casos llegan a 1.200 trabajadores despedidos.

2) Imposible apaciguar a la bestia independentista

Sánchez ha demostrado ignorarlo todo sobre el problema catalán, su evolución y, por supuesto, su resolución. No es raro, si tenemos en cuenta que su partido en Cataluña, el PSC, ha perdido el norte desde hace más de 15 años en Cataluña y puede considerarse -con el primer tripartito de Maragall- como el desencadenante de la actual situación. El 21-D, en una absurda, inoportuna y grotesca sesión del consejo de ministros en la Lonja de Barcelona, Sánchez trató de apaciguar a la “bestia”… cambiando el nombre del aeropuerto de Barcelona (desde entonces “Aeroport Josep Tarradellas”) y declarando nulo el proceso a Companys. Obviamente, unas medidas tan infantiles no iban a servir de nada. Por entonces, dijo apostar por la vía de la negociación y el diálogo. Pero, diálogo ¿sobre qué? ¿para qué? ¿con qué objetivo? Si el objetivo era desmovilizar al independentismo, la realidad es que éste se desmoviliza solo. De hecho, su última esperanza es lograr una grandiosa movilización popular durante el proceso a los dirigentes indepes que serán juzgados este mes de enero, para “arrancarlos a las garras de la represión”. Proyecto grotesto que encubre la realidad del independentismo: la CUP desfondada y desmoralizada desde el 21-D y el fracaso de su movilización, ERC desorientada y con diversas actitudes, el PDCart vaporizado, Puigdemont con La Crida en su Waterloo particular. Con mantenerse firmes ante el independentismo, las próximas elecciones harían el resto. Sin embargo, el “dialogante” Sánchez ha optado por la peor fórmula: tratar de desmovilizar al independentismo aumentando las inversiones presupuestarias en Cataluña un 51%, pensando que esto bastará para amansarlos. El problema real es que Sánchez depende de los independentistas catalanes y vascos para seguir unos meses más en el gobierno. Eso es todo: en lo que se refiere a los indepes, estos se tomarán la concesión como una “gran victoria sobre el Estado”, en absoluto como un puente de oro para abandonar las posiciones soberanistas imposibles de mantener en la Europa del siglo XXI.



3) Recomposición de la derecha

Las elecciones andaluzas y los cambios previos en el PP han evidenciado la situación de parálisis que vive este partido. Los años de inercia de Rajoy que siguieron al período aznariano en el que la corrupción se apoderó de las estructuras regionales del PP, parecen haber lastrado definitivamente a este partido. La máxima canovista de “sin enemigos a mi derecha”, ha saltado en pedazos con la aparición del “populismo” de Vox y las reacciones del PP, a diferencia de las de otros partidos de la derecha liberal europea, ha sido timorata: Casado ha establecido una política de mano tendida hacia Vox en previsión de la futura eclosión de este partido a nivel nacional que quedará confirmada en su avance en las elecciones europeas y en las municipales. Lo cierto es que, de momento, Casado ha renovado tres de cada cuatro candidatos a alcaldes en las capitales de provincia y el 85% de los aspirantes a gobernar en comunidades autónomas a partir del 26 de mayo. La “era Rajoy” ha quedado atrás. En su mayoría se trata de dirigentes jóvenes y conservadores que no se resistirán a las nuevas alianzas que deberán tejer los populares con Vox tras las elecciones locales y autonómicas. Esto ha generado malestar en el interior del PP en algunas autonomías (Madrid, Cantabria y Asturias). El problema es que Casado en Madrid ha tenido que recurrir a desconocidos situados a la derecha del partido, eludiendo a los dirigentes más conocidos de orientación centrista. Está clara la intención: evitar el “sorpaso” del PP por Vox y facilitar acuerdos post-electorales con esta formación. De la noche a la mañana, lo que ha ocurrido es que no tenemos “una derecha”, sino dos. Y a muchos sectores del PP les cuesta reconocer esta nueva realidad. Lo que se está produciendo en este momento son abandonos de los que han quedado definitivamente desplazados, tránsitos a Vox que está creciendo un poco por todas las regiones, fundamentalmente a costa del PP, y la asunción de un nuevo realismo: si para el PSOE, la pérdida de Andalucía y Cataluña marcaba la imposibilidad de obtener futuras mayorías absolutas, para el PP la irrupción de Vox por un lado y de Ciudadanos por otro, le sitúa en la misma posición: a partir de ahora, la clase política deberá habituarse a los gobiernos de coalición… en un país poco dialogante. Lo cierto es que el giro conservador en la política española parece imponerse, seguramente como rechazo al 2018 plagado de aberraciones progresistas en todos los terrenos.

4) Reacción de la izquierda ante la derrota andaluza

La izquierda española o lo que queda de ella carece por completo de aquel tono docto e intelectual que tuvo en los últimos años del franquismo. Los intelectuales se movían bien en las categorías marxistas, pero al renunciar los socialistas al marxismo, comprobarse el fracaso de la socialdemocracia durante la crisis económica de 2008, y zambullirse en las aguas turbulentas de la “ideología de género”, la “corrección política” y la “ingeniería social”, lo que ha quedado de “ideológico” es una especie de “catecismo progre” que no admite diálogo alguno, consciente de su debilidad. En lo que se refiere al área comunista, al hundimiento del marxismo siguió el de la URSS, la aparición del ecologismo, la búsqueda de sustitutos que les llevó -y en eso siguen- por el “socialismo utópico” decimonónico, en Podemos, con aroma a pachuli, porro y al son del rap, cambiando la “ideología de clase” por el “apoyo a los grupos sociales”: feministas, GLTB, okupas, inmigrantes… El caos. A lo largo de 2018, los excesos en todos estos ámbitos, las declaraciones histéricas de todos estos sectores, la misma “huelga general de mujeres”, han marcado el “máximo” de esta tendencia: a partir de algunas escenas y excesos, el fenómeno tiende hoy al reflujo y a suscitar críticas cada vez más fuertes. Para colmo, las cifras demuestran que el feminismo no es hoy una reivindicación, sino un negocio que permite desviar fondos públicos desmesurados a iniciativas banales o, simplemente, estúpidas (los casi 30.000 euros destinados a financiar un “mapa del clítoris” no son una excepción). Andalucía era la tierra de promisión de todas estas corruptelas: el truco consiste en que se da una subvención y la asociación que la recibe entrega bajo mano una cantidad al partido que se la ha concedido. Eso es todo. La pérdida de Andalucía significa que este fraude ha terminado. Y eso es lo que no ha podido soportar la izquierda que ha optado por el “que viene el lobo”. Y el lobo tiene forma de Vox. La izquierda española ha recurrido a lo único que sabe hacer: excitar el tic antifascista y no aceptar los resultados de las urnas, apelando a movilizaciones callejeras. De momento, la iniciativa le está saliendo mal: las movilizaciones apenas logran atraer a escoria social en cabeza, engañados en el centro y dirigentes de asociaciones que verán cortada la riada de fondos. Unos pocos cientos, nada grave. Pero los tertulianos de la Sexta, de Quatro, de TVE1, por supuesto de TV3, siguen generando alarma social induciendo a pensar que Vox es la antidemocracia que va a cercenar las libertades públicas. Esta estrategia ya ha fracasado en Italia, en Polonia, en Austria, en Hungría, donde llevan gobernando partidos “populistas” de corte similar a Vox y no se han producido ninguna de las catástrofes anunciadas por la izquierda. Pero, hay que reconocer que, en la actualidad, el tic antifascista es lo único que tienen a mano para mover la calle.

5) Conclusión

Todo gira en torno a las posibilidades de Sánchez para mantenerse en el poder: podría encajar una derrota en las europeas, pero no dos derrotas consecutivas en las municipales-autonómicas y en las europeas. El margen que tiene es muy pequeño y sus concesiones a independentistas catalanes y vascos no le servirá eternamente para paliar su debilidad parlamentaria. El tiempo juega en su contra. Cuando más tarde, la situación económica se irá torciendo más y más, sin descartar un nuevo estallido de la burbuja inmobiliaria, diferente del anterior, pero no por ello menos impactante para una economía cada vez más dependiente del monocultivo turístico.

Las encuestas que se van realizando estas semanas distan mucho de ser confluyentes, porque la política española tiene hoy un carácter mucho más fluido que hace unos años en los que la única opción era PP o PSOE. Ahora el elector tiene cinco opciones a elegir, cada vez se siente menos atado a alguna en la medida en que lo que venden los estrategas electorales ya no son siglas de partido, sino rostros y estos varían constantemente así como el tono de sus declaraciones. En síntesis: la derecha crece, pero este crecimiento se produce por su vertiente “populista”, mientras decrece su vertiente “liberal”; el centrismo crece y crecerá en tiempos de crisis, pero tiene poco que ofrecer en situaciones de normalidad; el magma de la izquierda, progresivamente fragmentado se debate en una falta absoluta de proyecto y sobredosis de tópicos progres, cada vez más extremos; y los nacionalismos esperan que otra crisis económica ponga al Estado en situación de debilidad y facilite su centrifugación. Y son conscientes de que la izquierda contribuye más que la derecha a allanarles el camino. Esta es, por cierto, otra de las razones de la contracción electoral de la izquierda: su ambigüedad ante el independentismo.

Hay dos dudas en el panorama. Los que temían un “contagio populista” en la política española, son perfectamente conscientes de que el contagio ya se ha producido. Su duda -y la de todos- es hasta qué punto Vox soportará las campañas en contra que se han desatado desde la noche en la que se conocieron los resultados andaluces y cuál será su techo electoral. La otra duda es el tiempo en el que Sánchez logrará mantenerse en La Moncloa: solamente lo conseguiría logrando un éxito nítido en las cifras electorales de la primavera. Si no es así, las elecciones generales estarían cantadas en septiembre.