¿Qué merece un delincuente? La trena. Así sobre la marcha. La honestidad no merece recompensa porque
es la norma (o debería ser, por mucho que cada vez más se considere como algo
excepcional). Pero con la delincuencia, ya se sabe, palo al mono. Sin más.
¿Derechos? Para derechos los de las víctimas. Luego, claro está, después de
considerar el respeto a los derechos de las víctimas, está todo aquello del
derecho a un juicio justo, reinserción y todo lo demás. Bien está… pero en
segundo lugar. Una sociedad empieza a
desmoronarse cuando los derechos de las víctimas y los derechos de los
delincuentes son colocados al mismo nivel. Esto es lo que ha ocurrido en España:
me cuentan que si usted ve que se está cometiendo un delito y lo impide, pero
el delincuente sufre algún tipo de daño, puede presentarle una denuncia por
agresión. Me lo creo porque sería lo normal en España, país en el que hace
décadas se han perdido los papeles. No me lo creería en cualquier otro lugar
del mundo. De eso me quejo: de la excepcionalidad española en materia de
delincuencia.
No sabemos cómo, ni por qué canales, pero el caso es que a
partir de finales del siglo XX, entre la delincuencia de todo el mundo corrió
la voz: “En España, la relación riesgo-beneficio es mayor que en cualquier otro
país del mundo”. Entendiendo por
“riesgo” lo que un delincuente se juega y por “beneficio” lo que puede obtener
por su actividad en nuestro país. Aquí es el país en donde los delincuentes se
juegan menos y pueden ganar más. Dentro de pobo habrá ayuntamientos que
obligarán a los arquitectos a poner una escalera para los vecinos, otra para el
servicio y otra, aún más discreta, para los delincuentes. Y si esperamos un
poco más, a la vista de la dirección por la que discurren los hechos, esos mismos progres que tanto aman la
reinserción y el respeto más escrupuloso a los derechos de los delincuentes,
ordenarán desde sus cargos públicos que se habilite un lugar privilegiado del
hogar con todos los objetos de valor que los delincuentes deben desvalijar en cuanto
lleguen, no sea que tengan que esforzarse buscándolos. Ironizo, claro, pero es
que los argumentos progres no merecen ser tratados sino con ironía: aceptarlos
es aceptar la ambigüedad, los tonos grisáceos y, a la postre, la tontería hecha
norma de gobierno.
A mí me roban 6.000 euros y no me basta con que me toque
pagar otros 6.000 euros vía impuestos (es un decir) en concepto de
investigación policial, de gastos del juicio, y de estancia en prisión del
fulano. En primer lugar quiero la restitución de mis 6.000 euros, billete sobre
billete, más los daños que me hayan podido causar y luego, lo justo sería que
el delincuente, además de pagarlo mediante su trabajo penitenciario, debería
pagar también su estancia en prisión y los gastos que ha ocasionado. Porque, para que la cuenta quede a 0 no hace falta
solamente CASTIGAR, sino RESARCIR: a la víctima del delito y a la sociedad. Y
la responsabilidad de resarcir corresponde al que ha cometido el delito. ¿O no?
Luego está quien compadece al delincuente porque es “víctima
de la pobreza”. Mito progre. Yo no
discrimino a los delincuentes porque sean “pobres” sino porque ejercen un
oficio con cierta inestabilidad laboral pero que genera molestias a la
sociedad. Me importa un higo si son progres o si visten en Emporio Armani y les
espera un Ferrari en el parking. Me importa un higo si son robagallinas,
violadores o asaltapresupuestospúblicos (esto es, políticos). Creo, firmemente
que, cuanto mayor es la responsabilidad,
mayor debe ser la pena y para algunos políticos, cuatro paredes para un
castigo, son tres de más. Pero creo
también que la sociedad debe ser excepcionalmente dura con la “pequeña
delincuencia” que nos molesta y aguijonea a usted y a mí. A fin de cuentas,
todos, con guante blanco o con la jeringuilla colgando, con la pata de cabra en
ristre o con el botón de voto en las Cortes, todos son lo mismo y todos merecen
el mismo trato. Igualdad democrática que le dicen…
Rondamos los 100.000 presos en las cárceles españolas. Y
alguno que entiende de esto nos cuenta que hay entre 150.000 y 200.000
delincuentes habituales que operan diariamente en nuestras calles y que ejercen
“delitos menores” (y digo yo: ¿la suma
de delitos “menores” no podrían computar como un delito “mayor”?). Lo que no es de recibo es que en BCN
pululen delincuentes con 600 y 800 detenciones y ni una sola entrada en prisión.
Molestan y la sociedad debe librarse de ellos. Y deben resarcir a sus víctimas.
Además, la sociedad debe disuadirles de seguir ese camino, ¿cómo? En la trena,
obviamente., en la cárcel de verdad, no en hoteles de dos estrellas. Esto me
lleva a un recuerdo: una vez un magrebí me dijo “Estoy mejor en la cárcel en España que en la calle en mi país”… ¿Inmigrante y delincuente? Es simple:
expulsión tras cumplir condena y resarcir a las víctimas mediante trabajo
penitenciario. Pregunta: ¿es muy facha pedir “trabajos forzados” para resarcir
a las víctimas? Pues eso.
Último párrafo: hay
una guerra en las calles que se irá haciendo cada vez más patente, la guerra
que llevan delincuentes de todo tipo contra gente honesta. Los Estados pueden claudicar, adoptar
medidas blandyblub y giliflús ante la ofensiva, pero la sociedad, que es, a fin
de cuentas, la víctima, no se puede permitir esos lujos. La experiencia
demuestra que allí donde el Estado cede, la sociedad, o toma la iniciativa (la
justicia por su mano) o sucumbe. No
hay una tercera opción. Me da la sensación de que en España estamos
aproximándonos a ese punto crítico.
No es que desee que regresen aquellos tiempos en los que en
las cuatro entradas de la muralla de Barcelona estaban instalados patíbulos,
las “quatre forcas” con cuerpos colgando y pudriéndose como diciendo: “Vosotros
que llegáis a mi ciudad: Poca broma con los barceloneses”… Pero una
cosa es eso y otra desear que la justicia esté en la “quinta forca” y que ya no
cumpla su función. Pregunta: “¿Hasta cuándo soportará la sociedad estás
amenazas?”. Respuesta:
blowing in the wind, que diría Dylan.
Nota: adjunto tres
recuadros procedentes de la prensa convencional uno, (El Periódico), el otro
del Sindicato de Funcionarios y Policías y el otro procedente de Securitas.
Sobre el segundo tengo que decir que habría que distinguir entre “ciudadanos
españoles que cometen delitos” y “ciudadanos nacionalizados españoles que
cometen delitos”. Porque hace falta recordar que en nuestro país la
nacionalidad es algo que se reparte como en una tómbola. Lo que cuenta es el
título del cuadro “DOS DE CADA TRES ARRESTOS EN BARCELONA SON DE CIUDADANOS
EXTRANJEROS”. Algo que queda confirmado por el cuadro de El Periódico en el que
se especifican los barrios y los grupos étnicos de los delincuentes (con la
salvedad de que el cuadro es de 2011 y que ahora la situación es muchísimo peor
que entonces)…
Sobre los puntos negros en los que actúan carteristas, la
fuente es Securitas y también aquí hay que hacer una previsión: el cuadro es de
2011. Hoy la delincuencia se ha ampliado hacia Diagonal Mar y ampliado por la
parte superior de la Diagonal. Dicho de otra manera: toda Barcelona es un “punto
negro”