Me quejo de que en
los colegios ha desaparecido la uniformidad obligatoria. Sólo de eso.
Aparentemente, es una queja menor. A fin de cuentas ¿que supone el que los escolares
vistan como quieran? Si hacen lo que les da la gana ¿por qué no van a poder
extender su santa voluntad en el vestido? Además, como se sabe, eso de ir de
uniforme es más facha que la gomina de José Antonio, así que, mejor que haya
quedado atrás… Estas alegaciones, propias de progres, se generalizaron en la
segunda mitad de los años 70 y, poco a poco, hicieron que todos los colegios –o
casi todos- retiraran los uniformes a sus alumnos. He de decir que en mi
colegio –los Escolapios de Balmes- jamás llevamos uniforme y nos limitábamos a
una bata a rallas más finas que las de presidiario y menos tupidas que las del
milrallas propio de los indianos. Pero, puedo
dar constancia de que en Edimburgo, en Praga, en Budapest, en Canadá, en Costa
Rica, en la mayoría de escuelas los alumnos siguen llevando uniforme y no se
trata, precisamente, de países “fascistas” o con una educación autoritaria.
Me quejo de que, en España, se ha olvidado lo que representa el uniforme.
¿El uniforme iguala?
En cierto sentido, nos coloca a todos en la misma casilla de salida. Evita que
quede evidenciada la situación económica de nuestros padres y que eso pueda ser
motivo de discriminación… Además, resuelve un grave problema para los
padres: ¿cómo vestir a sus hijos? Sí, todo esto es cierto, y por sí mismo,
justifica el uso del uniforme y el porqué colegios de alto copete y de aldeas
rurales sigan con el uniforme. Pero hay otras muchas razones y de mucho más
peso que tienen que ver, no con los aspectos utilitarios y sociales, sino con
el propio concepto de enseñanza.
¿Quiere usted que
cada niño sea una individualidad en competencia con las otras y que, además, el
suyo gane a los demás? Pues vístalo de marca, lo más caro posible, no valen
prendas de mantero ni de mercadillo con la etiqueta pegada con cola blanca:
tiene que vestirlo en las grandes firmas. Ni se le ocurra alguna prenda de
baratillo. Si lo hace, el niño podrá no resultar competitivo entre sus
compañeros. ¿Quiere que el niño tenga un look envidiable? Consulte las
principales revistas de moda y entérese de cuáles son las boutiques infantiles
y juveniles que parten con la pana. Porque si lo viste en otros lugares, su
hijo no destacará en la escuela. Su hijo debe tener, tal es el mantra de la
postmodernidad, una “acusada personalidad” si lo que quiere que destaque.
… Ahora bien, si lo
que quiere es que su hijo se integre en un grupo, que este grupo sea lo más
homogéneo posible, que los niños aprendan a ir a lo esencial y a no fijarse en
el relumbrón y lo superficial, entonces habitúele a destacar por otras
facultades (voluntad, capacidad de sacrificio, entrega, inteligencia,
concentración, capacidad para el estudio) mucho más importantes. Así se
integrará en el grupo de los que son como él. Una buena política para llegar a
ello es la uniformidad. Antes de que tenga uso de razón (a los siete años)
porque así aprenderá dinámicas de grupo, de equipo, aprenderá quiénes son los
suyos y cómo reconocerse en ellos. Después de que tenga uso de razón porque si
quiere destacar y tener una personalidad diferente deberá ser por méritos
propios, no de la marca que utilice.
Hubo un tiempo no muy lejano que hasta los taxistas iban de
uniforme. Y los funcionarios públicos. ¿Fascismo? Ciertamente, el fascismo
elevó casi el uniforme a la categoría de hábito religioso. Los funcionarios
debían ir de uniforme porque el servicio al Estado fue concebido por el
fascismo como algo extremadamente importante, casi como una religión: no se
servía a Dios, pero sí al ciudadano. Mejor esa concepción que la del burócrata
miembro de una administración elefantíaca que está ahí en busca de estabilidad
en el empleo, pagas dobles sin prorratear, trienios y jubilación.
Lo que más me
convence para defender el uniforme, es que he visto que, con mucha frecuencia,
forma parte del orden de la enseñanza. He visto salidas de alumnos de la misma
edad en pueblos rurales de Costa Rica y de Panamá, en colegios privados de
Escocia y en escuelas públicas de Budapest, en Bucarest, en Lisboa y en Praga y
he visto salir a niños ordenados, esto es, CIVILIZADOS. He visto entrar y salir
a niños de escuelas españolas públicas y privadas, y aquello parecía el patio
de un manicomio. Oiganlo los que no quieren enterarse: nuestros niños son los más escandalosos del planeta, hay algo en su
educación que falla y que les impide autocontrolarse, comportarse como seres
civilizados, han sustituido el lenguaje hablado por onomatopeyas y, claro está,
en la escuela están en el último lugar de Europa. No voy a decir que esos
mismos niños tendrían otro comportamiento SOLO llevando uniforme, pero lo que
seguramente ocurriría es que, como ocurre en casi todo el mundo, empezarían a
tener preocuparse de lo esencial y no de llamar la atención. ¿Reforma de la
enseñanza? Sí, desde luego, en España
hace falta reformar desde la pre-escolar hasta los masters de postgrado, hay
que trabajar mucho en muchas direcciones, pero una de ellas, ineludible, es el
restablecimiento de los uniformes en la escuela. Y estoy seguro de que
muchos padres están de acuerdo.