La política, como he dicho en varias ocasiones, dejó de
interesarme hace dos años, pero no puedo evitar sentir cierta amargura al ver
lo que está ocurriendo en Cataluña que no es sino el resultado de la acción de
una banda de aventureros políticos cegados por la sífilis nacionalista. Soy de la opinión que en Cataluña no ha
ocurrido nada grave y que, el independentismo está derrotado desde el mismo
momento en que decidió iniciar su peripatética aventura. Claro está que, en
sí misma, la aventura es para quejarse de la cualificación de la clase política
catalana, pero esto no es lo que me preocupa en este momento, sino de los
efectos que el “prucés” está teniendo en la sociedad catalana, especialmente en
amigos y conocidos. Y de lo que me quejo
es de que los promotores del “prucés”, en su irresponsabilidad todavía no se
han dado cuenta de las repercusiones de lo que han hecho. Me quejo de que
Cataluña –y los catalanes- se están empobreciendo y nadie parece querer
reconocerlo en aquella región.
Tomo como referencia lo que me ocurrió ayer en tanto que
significativo: recibo dos post de dos amigos, se han quedado en el paro. La
primera después de una temporada de moving
laboral, el segundo, simplemente, despedido. Se trata en ambos casos de dos
empleados cualificados: la primera en un conocido bufete de abogados, y el
segundo como técnico de IBM. El mismo día, el diario La Vanguardia digital publica que el restaurante de Carme Ruscalleda
en Sant Pol de Mar, chef de fama mundial y, sin duda, la segunda firma
prestigiosa detrás de Ferrán Adriá, va a cerrar sus puertas en el mes de
octubre. El mismo día, en la presentación de una película para críticos, una
delegación de la revista Fotogramas
aparecía para transmitir su desasosiego por el cierre de la redacción en
Cataluña: algunos despedidos y otros puestos ante la opción de irse a Madrid o
al paro. Alguien podrá pensar que estos tres elementos son puro azar y que
ninguno tiene que ver con los otros. Y sin embargo, los tres están relacionados
con el “prucés”.
Lo que ha ocurrido en Cataluña era lo que cabría esperar en
un momento histórico en el que las empresas pueden desplazarse de un lugar a
otro de la geografía mundial con sólo apretar la tecla de Enter. No vale la pena que miréis cuántas empresas
de han ido de Cataluña desde el otoño de 2017, hay cifras muy diferentes, pero
ninguna es inferior a 4.000 ni superior a 6.000. Los [i]rresponsables del “prucés” dijeron que eso no importaba, que las
empresas volverían (¿cómo iban a abandonar Cataluña tierra de laboriosidad y
empeño?)… pero, no solamente no han vuelto, sino que es ahora cuando empiezan a
notarse sus efectos, sobre los que han quedado.
Cataluña se está empobreciendo día a día: no se trata de que
las inversiones hayan disminuido en esta región mientras que han aumentado en
el conjunto del Estado, de lo que se trata es de que la fuga de grandes
empresas, su instalación en otras regiones, especialmente en Madrid, ha
implicado el descenso del volumen de negocio de las empresas que se han
quedado: la delegación de IBM tiene hoy menos campo de aplicación para sus
programas de gestión comercial, los bufetes de abogados especializados en
grandes asuntos internacionales han perdido a sus mejores clientes y tienen que
reducir personal, revistas como Fotogramas ven cómo las presentaciones de
películas, las llegadas de actores para promoción, se realizan sólo en Madrid
y, en esas circunstancias, ¿para qué seguir manteniendo una redacción en la
capital catalaan? Y la salida de entre 4.000 y 6.000 empresas ha hecho que
miles de directivos ya no busquen un restaurante de prestigio para llevar a sus
visitas, cerrar negocios o recibir a directivos de su propia o de otras
multinacionales.
Y esto sólo ha hecho que empezar. Ningún medio en Cataluña
reconoce que esto es así: cuando se
conozcan las nuevas cifras del paro y del empleo, la Generalitat volverá a
mostrarse exultante: “se está creando empleo”… claro, de camareros, de
reponedores de supers, de repartidores de publicidad… pero el “gran empleo” que
absorbe a técnicos, profesionales cualificados y en establecimientos de
prestigio, ese, colegas, ese está en fase de extinción, especialmente porque
los independentistas no quieren creer que han sido derrotados y se niegan a
rectificar. Les ocurre como al recién guillotinado que todavía no se ha
dado cuenta de que su cabeza anda rodando… De eso me quejo, de que antes de
reconocer el fracaso y emprender otra vía, estos chalados, no se dan cuenta de
que están aplicando políticas de “tierra quemada”. Claro que me quejo y lo doy
como irremediable: la estupidez está en el ADN de algunos.