Llevamos 20 años en los que lo esencial del cultivo de
tomates viene del norte de África gracias a la UE y a la falta de habilidad y
de carácter de los que negociaron la entrada de España en este organismo. Allí
no existe ni la famosa “trazabilidad” que garantiza cómo se han cosechado los
tomates, cómo se les ha abonado y de dónde proceden, ni siquiera garantías de
que lo que vamos a comer sea lo que parece que es. Las semillas modificadas
genéticamente han hecho el resto. La última vez que comí un tomate con sabor a
tomate me lo cultivé yo mismo. Me quejo de que ya nada sabe a nada de lo que
debía saber. Fresas que saben a agua, croissants que dejan en el paladar un
aroma de grasa pastosa, pan que no aguanta más de tres horas sin adquirir
rigidez portmorten, carnes imposibles de freír y que, una vez en la sartén, se
hierven en su propia agua, congelados que a temperatura normal pierden el 50%
de su volumen, jamones con el más fino buqué del plástico industrial, zumos “concentrados”
con el 5% de fruta, carne que a poco que se mite el etiquetado anuncia que no
es carne sino “preparado de carne” y así sucesivamente. ME QUEJO DE QUE NO SÉ
LO QUE COMO.
Antes, el tendero de la esquina no te iba a vender mierda
seca bien aplanada, porque al día siguiente, podía perder clientela: no había “redes
sociales”, pero si “relaciones sociales” en los barrios, así que si algún
tendero te daba gato por liebre, al día siguiente se encontraba sin clientela.
Hoy, en cambio, compramos en grandes superficies en las que ni siquiera los que
trabajan conocen a los “responsables” de lo que se vende, los complementos los
vamos a comprar a badulakes pakis,
abiertos a cualquier hora y a los que tú y los tuyos no les interesáis un
carajo. Lo que compráis no se cultiva al lado de donde vives, sino que viene de
allende los mares, habitualmente
cultivado por alguien desganado y mal pagado o por un iletrado incapaz de leer
las recomendaciones que rezan en los envoltorios de fungicidas, vermicidas,
abonos, insecticidas, sobre los “plazos de seguridad” (luego gentes que no
deberían morir de cáncer, con buenos hábitos de vida y genéticas envidiables, mueren
a edades tempranas). Algunas de las marcas blancas vendidas en ciertas cadenas
de supers, simplemente “Hacendaño”, en casi todas la calidad de lo que se vende
no corresponde al etiquetado. Así que, a estas alturas, ¿a alguien le extraña
que los tomates tengan sabor a agua, piel blindada y un remoto recuerdo de lo
que, en otro tiempo, fue el tomate de nuestra infancia.
Tengo en el recuerdo las yescas de pa amb tomaquet i pernil
de mi infancia: pan de payés, tomate de la huerta y el jamón producto de la
matanza hecha en casa. Comparar uno de aquellas meriendas en el pueblo con lo
que comemos ahora es comprar lo excelso con los subproductos del basurero.
¡Y APENAS SE OYEN VOCES DE PROTESTA! ¡NINGÚN PROGRAMA DE
NINGÚN PARTIDO PROPONE RECUPERAR LOS SABORES AUTÉNTICOS! EN ESTOS TIEMPOS DE
MASTER CHEF Y DE CULTO A LO GASTRONÓMICO NADIE SE PREOCUPA PORQUE UN PUTO
TOMATE TENGA SABOR A LO QUE SU FORMA SUGIERE QUE DEBERÍA TENER!
De eso me quejo. NO
SABEMOS, EN REALIDAD, LO QUE ESTAMOS COMIENDO.
He vivido en el campo y desde un
ultraligero he visto como, cada año, se iban abandonando parcelas y más
parcelas, como donde había un bancal se ha construido un chaletito, pequeñito y
redondito con piscina, he visto como los campesinos han abandonado cultivos
ancestrales para echarse, todos a la vez, a cultivar la variedad que en esos
momentos más subvenciones recibía de la UE, he visto como se subvencionaba la
colocación de cepas y como la misma UE subvencionaba… el arranque de esas
mismas cepas, he visto como, masivamente, todos los campesinos de una comarca pasaban
de un año a otro al cultivo del girasol, y como al cabo de unos años se tiraban
a la vid, he visto naranjales en las afueras de Valencia abandonados con sus frutos
tiñendo el suelo y luego comer allí mismo naranjas argelinas o israelitas… He
visto incluso campesinos que compraban en el super tomates o frutas que ellos
mismos podían cultivar en sus propiedades abandonadas (claro está que también
he visto a bandadas de inmigrantes saquear esas propiedades y llenar furgonetas
enteras con lo robado). Por la imagen, he visto a seis tomates en rama dentro
de un blíster con los tallos verdosos en el centro, todo del mismo tamaño, todo
extraordinariamente simétrico: con unas simetrías que no se dan en la
naturaleza…
NO ME DIGAIS QUE NO HEMOS ENTRADO EN EL REINO DEL ABSURDO
ALIMENTARIO.
Lo triste es que, por primera vez en la historia, la
generación de nuestros hijos vivirá peor y seguramente disminuirá su esperanza
de vida, en relación a la actual. Los motivos son simples: quizás los avances
tecnológicos sean mayores, pero la calidad de la vida será mucho peor; de hecho
está empeorando ante nuestros ojos. La comida es uno de esos frentes en los que
el proceso degenerativo de nuestras sociedades es más patente. Y lo peor es que
no hay remedio. Solamente puedes saber lo que comes, si lo cultivas o lo crías
tú. Imposible, claro está. De eso me quejo.