Marion Le Pen ha anunciado que no se presentará a las próximas elecciones legislativas francesas ni tratará de revalidar su escaño en la Asamblea Nacional.
Y es que para dedicarse a esto de la política hay que ser de una pasta especial: seguir rigurosamente las reglas del juego, entre ellas, simular, mentir, adaptarse al “pueblo”, evitar decir unas cosas e insistir en otras, y sobre todo tragar y tragar. Hay gente que no sirve para otra cosa. Las bancadas parlamentarias están llenas de ambiciosos sin escrúpulos dispuestos a cualquier cosa por un sueldo fácil y la perspectiva de poder realizar las ambiciones personales.
Pero hay gente “normal” cuyos ideales son simples: tener un lugar bajo el sol, vivir en una patria digna, formar una familia, educar a sus hijos, aprovechar la vida. Es ahí en donde está el verdadero heroísmo. Esta última es la vía que ha elegido Marion Maréchal Le Pen que anteayer anunció su retirada de la política a los 27 años (“si no lo hago ahora, no lo haré nunca”) en una carta dirigida a sus electores (es diputada por la Vaucluse-Costa Azul), publicada en el diario Vaucluse Matin. Marion Le Pen seguirá afiliada al Front National, pero como simple militante.
¿Qué hay detrás de esta dimisión? Hastío por la política y por los políticos, por los medios de comunicación y por las posibilidades de reforma de los sistemas políticos europeos. ¿Es censurable la actitud de Marion Le Pen en estos momentos? No, pero demuestra una cosa: que para ejercer una actividad política, hoy, hacen falta unas condiciones “nietzscheanas”, heroicas. No basta con ser honesto, no basta con defender un programa político justo, no basta con ser un patriota: hace falta ser “grande” en el sentido que dio Nietzsche a esta palabra quien concibió la política como creación, voluntad y destino.
Para dedicarse a esto de la política, no basta con tener una mentalidad heroica, hay que ser también post-humanista. Eso, o te quedas en lo que se suele llamar “populismo”.