INDICE GENERAL (en fase de elaboración)

viernes, 17 de marzo de 2017

Diario de un pobre Diablo (41)


FRANCIA Y NORUEGA: ESTAR O NO EN LA UE

La estrategia de la derecha liberal para frenar lo que ellos llaman populismo (y lo que, para distinguirlo, nosotros podríamos llamar “respuesta identitaria”) consiste en asumir especialmente durante la campaña electoral los temas utilizados por éste. Lo ha hecho el primer ministro Rutte en Holanda antes de las elecciones y lo está haciendo François Fillón en estos momentos en Francia. 

En efecto, el que fuera primer ministro con Sarkozy entre2007 y 2012 y, por tanto, uno de los responsables del desastre migratorio francés y de la islamización del vecino país, como si la cosa no fuera con él y como si toda su vida hubiera mantenido las mismas posiciones, ha descubierto en el curso de esta campaña electoral el “racismo antifrancés”, es decir, las discriminaciones que sufren los ciudadanos de origen europeo cuando les toca competir con inmigrantes o bien, simplemente, cuando deben sufrir afrentas e insultos por defender su identidad. Es un tema que el Front National lleva esgrimiendo desde su fundación y del que, finalmente, la derecha liberal ha tenido que hacer gala si quiere detener la sangría de simpatía que recoge la candidatura de Marine Le Pen, especialmente entre los jóvenes.

Fillón ha dicho (óiganlo bien) justo lo que se había negado a reconocer durante los treinta años que ha estado en activo con la derecha francesa: “Rechazo todos los racismo, entre el el racismo anti-francés. Todos formamos parte del pueblo francés”. La frase tienen sus luces y sus sombras: en primer lugar el reconocimiento de la existencia de un “racismo antifrancés” (bien por Fillon), pero la frase se estropea cuando totaliza el concepto de “pueblo francés” ¿Son franceses incluso los que deliberadamente no quieren serlo, que, por cierto son los que practican el “racismo anti-francés”?
La contradicción está tan instalada en el discurso de una derecha que habla en nombre de una “Francia de todos” olvidando la esencia del problema (que el islam difícilmente puede “ser francés” y que los islamistas radicales se niegan a serlo), como de una izquierda que habla en nombre de los “trabajadores” cuando, en realidad, lo hace en nombre de los refugiados, la inmigración masiva y cualquier cosa que sea halógeno.

Es evidente que Fillon intenta engañar: detener la sangría de votos de su candidatura hacia el Front National. Y lo hace prometiendo –como le enseño el psicópata de manual que fuera su jefe, Nicolás Sarkozy- aquello que ni siquiera está dispuesto a cumplir. Y aquí hay que distinguir entre las promesas que solamente se formulan en períodos electorales y las líneas de gobiernos que se ponen en marcha una vez en el poder. 

Si Fillón alude al “racismo antifrancés” sabe que es porque siempre se negará a gobernar junto al Front National. Estará abierto a hacerlo con el Parti de la Gauche, con lo que sobreviva a la próxima debacle del socialismo francés, o con el centro-izquierda, nunca con el Front National. Para eso está el sistema a dos vueltas: para que el “tercio excluso” siga off-side a perpetuidad. Porque lo más terrible para la derecha liberal es pensar que algún día pudiera verse obligada a formar gobierno con uno de estos partidos identitarios, que, inmediatamente, le exigirían que cumpliera alguna de sus promesas. Y eso sería como traicionarse a sí mismo.

Tal “pesadilla” es la que están viviendo los conservadores noruegos. Estos, desde octubre de 2013 están en el poder gobernando con coalición con el FrP, Fremskrittspartiet, etiqueta de los “populistas” y de la “extrema-derecha” en aquel país. El FrP es el tercer partido del país y era la única forma con el que los conservadores podían gobernar. Dado que en 2013 habían resultado debilitados, los conservadores creyeron que era un buen momento para mantenerse en el poder, apoyándose en la tercera fuerza de la política noruega.

La sorpresa vino porque, el FrP exigió –y obtuvo- el Ministerio de Inmigración. Ni se produjeron expulsiones masivas, ni detenciones arbitrarias, ni expolios contra el patrimonio de los inmigrantes: simplemente Sylvi Listhaug (la de la foto), ministra de inmigración (que antes había sido ministra de agricultura), propuso una medida tan simple como la expulsión de los inmigrantes que hubiera cometido delitos. La medida es, a todas luces, razonable. Solamente en la mentalidad absurda del “progre” puede entrar el ver en la expulsión una execrable “doble pena”. Pero el resultado de la medida ha sido satisfactorio: la delincuencia en aquel país ha sido frenada y la ministra Listhaug ha podido decir con justicia que actualmente hay una “vida más simple para la gente”. Claro está que desde octubre de 2013: 10.000 delincuentes han sido expulsados del país… La tranquilidad y la paz social tienen un precio: tener el valor de expulsar a quienes la ponen en peligro. 

Claro está que medidas como esta pueden aplicarse en Noruega, simplemente porque este país no forma parte de la Unión Europea y es uno de los ejemplos de que las cosas tienen solución: PERO NO EN EL MARCO DE LA UE. Algo que en Francia, muchos empiezan también a advertir, si lo que quieren e dejar de oír declaraciones dramáticas y altisonantes de los dinosaurios del centro-derecha.