INDICE GENERAL (en fase de elaboración)

martes, 30 de agosto de 2016

¿Pero que diablos está pasando en España?


Info|krisis.- Rajoy y Rivera han cerrado su acuerdo. La sensación que da es que las “exigencias” de Rivera se han diluido como un azucarillo y que, al final, toda la discusión se quedó en un cambalacheo sobre lo que uno daba y el otro recibía. Con un PSOE fuera de juego y un Podemos que todavía se está lamiendo las heridas de las últimas elecciones y cuyo “estrella” es ese pobre argentino parapléjico (hasta no hace mucho candidato de… Ciudadanos), la alianza PP-Cs era una de las que cabían esperar. Pero n hay dos sin tres y todo induce a pensar que este bloque no tendrá suficiente fuerza para hacer que Rajoy se afiance en la presidencia. Todo dependerá de lo rápido que se descomponga el PSOE y si su descomposición se producirá en las próximas semanas (en el caso de que un grupo de diputados socialistas desobedezcan la orden de votar NO a Rajoy dada por Sánchez o se refugien en la abstención) o cuando se convoquen las terceras elecciones generales para diciembre.

En cualquier caso, lo que parece evidente es que hemos entrado en una nueva dinámica política. ¿Cómo ha sido posible llegar hasta el punto en el que nos encontramos? Lo hemos dicho dese 2007: lo que ha acabado con el sistema político español –porque es de parálisis de lo que debemos hablar- fue la crisis económica que se inició ese año. Lo dijimos entonces: la crisis económica, al ser irresoluble (y era irresoluble porque en ese año se hundió el modelo económico español basado en la construcción, creado por Aznar, y nadie ha sido capaz de construir otro hasta ahora) se transformaría en crisis social (ciertamente han remitido los 6.000.000 de parados… pero, a condición de que los salarios se estancasen, el ahorro quedara penalizado por la bajada continua de intereses, proliferaran los contratos basura y aumentara la población en los límites de la precariedad) y, de persistir (como de hecho así ha sido) terminaría transformándose en crisis política (como así ha ocurrido: los electores no iban a seguir votando las mismas opciones que habían ido turnando en el poder en los últimos 40 años y que aparecían claramente como responsables de la crisis).


En distinto artículos en info-krisis y en todos los documentos que escribimos desde 2007 hasta 2015, establecimos este razonamiento: la crisis económica llevaba a la crisis social y ésta, de persistir, conducía directamente a la crisis política. No hacía falta ser vidente para ver que el proceso se concatenaría así. Hacia 2011, introdujimos un nuevo elemento en nuestro análisis: la aparición de Podemos (entonces “movimiento de los indignados”) era el indicativo de que habíamos entrado en la última fase, la de crisis política. Y esto era importante porque, a partir de ese momento, las fuerzas que habían sido hegemónicas en la política española desde 1976, ya no lo eran y –esto era lo más importante- el andamiaje político que habían creado y establecido en la constitución, simplemente, ya no servía. En un sistema de “bipartidismo imperfecto”, la aparición de nuevas fuerzas políticas (Podemos y Cs) que se sumaba a las dos ya existentes a nivel estatal (PP y PSOE) y los grupos regionales que actuaban como apoyos cuando ninguna de ellas tenía mayoría absoluta, quedaba completamente desfigurado. Un sistema pensado para el bipartidismo imperfecto se adapta mal a una situación de pluripartidismo.

Los primeros en darse cuenta de la nueva situación fueron los nacionalistas catalanes que se horrorizaron: a partir de 2011, ya no volverían a tener, jamás de los jamases, el mismo peso que habían tenido hasta ese momento. Además, tanto en el Pais Vasco como en Cataluña se produjeron corrimientos entre las fuerzas nacionalistas: los extremistas presionaron y consiguieron ampliar su presencia en los parlamentos regionales. Luego vino el proceso catalán cuando Rajoy ya no tenía más dinero que dar a Artur Mas y cuando los procesos empezaron a sacudir a los mismos fundamentos de CiU.

El hecho de que el sistema político español cuya clave de bóveda era la Ley d’Hont estuviera inadaptado para afrontar la nueva situación de pluripartidismo se debía a que, a partir de 2011 fue evidente que el tiempo de las mayorías absolutas ha concluido para siempre. A partir de ahora, los gobiernos de coalición y el pactismo son los recursos a los que deben agarrarse los políticos si quieren gestionar el poder. Algo inédito desde 1936. Ni la clase política, ni el sistema electoral, están adaptados para ello. Por eso llevamos dos elecciones en los que un partido obtiene una mayoría insuficiente para gobernar y todos los demás parecen enrocados en sus posiciones como si se pudiera desencallar en algún momento.

Si Cs es el primer partido que ha dado su brazo a torcer es porque las mermas electorales que ha sufrido de las primeras a las segundas elecciones generales, han sido altas. En cuanto al PSOE… después del zapaterismo, obviamente, dentro del partido no quedó nadie capaz de hablar claro, ni siquiera de analizar lo que estaba ocurriendo: todo se redujo a mero tacticismo y a apuestas personales (Sánchez por el sostenella y o enmendalla y los barones por el do ut es).

El rey del terreno es Rajoy: no solamente, el PP sigue siendo el partido mayoritario sino que de las primeras a las segundas elecciones mejoró su posición. Y esto a pesar de lo gris de su gestión y de que el PP sea uno de los peores antros de la corrupción de la política española desde los tiempos e Lerroux y del estraperlo. ¿Que por qué es así? Es fácil responder a esta cuestión: desde los tiempos de Cánovas del Castillo hasta Manuel Fraga, la derecha española siempre se ha movido con un lema: “sin enemigos a mi derecha”. En la transición se eliminó la posibilidad de que subsistiera una “derecha radical” mediante la acción combinada de las alcantarillas, la colaboración de los grupos mediáticos y la ingenuidad propia de estos grupos. Luego en la transición, los sucesivos errores –porque error fue Fuerza Nueva y su nacional-catolicismo y el pensar que la historia podía dar marcha atrás- y estafas –porque a las cosas hay que llamarlas por su nombre y cuando se piden fondos para un “partido” y terminan pagando las nóminas de tres directivos se está ante una estafa- terminaron para siempre con la posibilidad de que en España existiera una “derecha radical” como en cualquier otro país europeo. El PP se ha mantenido como única fuerza de la derecha, simplemente, porque no ha tenido competidores “a su derecha” y sabe perfectamente, que los competidores “por el centro” son flor de un día.

No creemos que esta situación cambie en los próximos meses. De no existir un consenso entre PP, Cs y PSOE, no solamente no habrá gobierno, sino que, en el caso de que lo hubiera, no será posible reformar ni la constitución ni la ley electoral. Por otra parte ¿para qué reformar leyes que benefician a algunas de las partes? Las fuerzas políticas optarán por los pactos, las coaliciones y los fraudes al electorado.  Y, en este país, en el que el sistema educativo quebró hace ya décadas, la mayor parte seguirá votando sin saber a lo que vota, renunciando a ser dueño de su propio destino y confianza éste a una clase política cada vez más débil, cada vez más impérita y cada vez de más bajo nivel y de peor catadura. Ya no hay dos Españas, solamente una, la de lo cutre y lo facilón, la de la resignación y el aburrimiento, la de la telebasura y el culebrón político. El que dijo que “ser español era una de las mejores cosas que se podía ser en esta vida”, era, indudablemente, un patriota, pero, desde luego, la videncia del futuro no era una de las cualidades que le adornaran.

¿Qué es hoy “ser español”? es no darse cuenta del callejón sin salida en el que está una nación y, por lo tanto, carecer de proyecto y de voluntad para poder superar ese estado de postración.

(c) Ernesto Milà - info|krisis - ernesto.mila.rodri@gmail.com - http://info-krisis.blogspot.com - Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.