Los suizos han rechazado por
contundente mayoría la “renta básica universal”. El 77% de los votantes han
dicho no a la posibilidad de que el gobierno suizo dé mensualmente 2.260
francos suizos. Votó el 46%. Suiza se ha convertido en la alternativa a la
tendencia de los países nórdicos de entregar una “renta básica” a los
ciudadanos. En Utrech y en otros 19 municipios holandeses se está poniendo en
práctica en estos momentos, para comprobar los efectos y en Alemania ya se está
movilizando a un sector de la opinión pública para convocar un referéndum
sobre el tema.
La izquierda, habitualmente, se
manifiesta a favor de la “renta básica”. La derecha, en contra. Pero no toda.
La idea genera cierta radicalización en las posiciones. Y, sobre todo,
curiosidad. Sin embargo, los pros y los contras, no están del todo claros. Y
ninguna de las dos partes tiene en cuenta los razonamientos de la opuesta. Es
cierto que en la actualidad, cada vez más, los procesos productivos son
mecánicos y que la fuerza de trabajo es cada vez menos precisa. Pero esto
ocurre solamente en Europa y de ahí el hundimiento del mercado de trabajo: se
sigue produciendo manualmente, lo que ocurre es que Europa no es “competitiva”
a causa de los salarios altos. De ahí la necesidad para los gobiernos de “ganar
competitividad” importando inmigración, cuya mera presencia tiende a que la ley
de la oferta y la demanda en materia salarial, tienda a que bajen. La “renta
básica”, contribuiría a que la “competitividad” de Europa en material de
manufacturas descendiera… al tener que aumentar la presión fiscal y los precios
de los productos para poder mantener la “renta básica”.
Por otra parte, los defensores de
la “renta básica” la consideran como una especie de “derecho humano universal”:
simplemente por haber nacido humanos tenemos derecho a una renta que nos
permita vivir… Entonces ¿y el trabajo, y el esfuerzo y la actividad cotidiana?
¿No es mejor recibir esa renta básica y limitarnos a disfrutarla? ¿para qué
trabajar? ¿para qué esforzarse, para qué tratar de mejorar si nuestras
necesidades las tenemos cubiertas? Lo más preocupante es que este “derecho
humano” se exige sin ofrecer una contrapartida: por ejemplo, sería comprensible
que cualquier ciudadano recibiera una “renta básica” si se dieran dos
supuestos: estar en paro forzoso e involuntario y a cambio de un “servicio
social”. De lo contrario, la “renta básica” se convertiría en la sopa boba de
todo tipo de parásitos. Un toxicómano que ha elegido voluntariamente ese camino
y que no tiene ningún interés en renunciar a él, vería como sus necesidades
básicas de consumo de drogas quedan cubiertas por los impuestos pagados por
quienes aspiran a algo más que a autodestruirse. ¿Es ética y moral la “renta
básica” vista desde el punto de vista, no del parado forzoso sino del parásito
social?
Lo inasumible de lo que supondría
la “renta básica” para el presupuesto nacional solamente se compensaría con una
mayor carga fiscal sobre la población que depende de un trabajo. No es tanto
una utopía como una distopía para el ciudadano que todavía cree en el valor del
trabajo, del esfuerzo personal y de la lucha por la existencia como rasgo de
todas las especies vivas.
En cuanto a la simplificación que
tendría –como argumentan los defensores de la renta básica- sobre los distintos
tipos de subsidios y subvenciones, tendiendo a fusionar distintas ayudas
sociales y a refundirlas en una sola, cabe decir que ni siquiera satisfaría a
quienes hoy las están recibiendo: especialmente la inmigración radicada en
España que vería mermados sus ingresos globales, pero actuaría de “efecto
llamada” para quienes tienen rentas más bajas en los países de origen.
El problema no es instaurar una “renta
básica”, ni siquiera “refundir ayudas sociales”, el problema es asumir el
principio de que cuando se recibe algo, una prestación, un beneficio social, es
porque eso que se recibe es el resultado de un esfuerzo o de un servicio. En el
momento en el que la escala de valores se pierde y el mero hecho de “vivir” ya
hace acreedor, no de un derecho ideal, sino de una prestación material concreta,
lo que se está haciendo es desincentivando a grupos de población “sensibles al
parasitismo”. ¿Renta social? Sí, pero solo a cambio de un “esfuerzo social” del
receptor o cuando se trate de incapacitados involuntarios.